No traiciones a las hienas Capítulo 8: Con la ventaja en las manos



Cuando abrió los ojos, Steve ya se encontraba al interior del furgón blanco que lo había sacado de forma abrupta de la calle, a muy poca distancia de la casa de sus padres.

— ¿Cómo resultó todo?

Se incorporó del suelo. Le dolía el pecho, pero el chaleco antibalas que tan bien estaba disimulado bajo el suéter lo había protegido de forma efectiva; Marcus lo miraba con una expresión muy poco común en él: estaba serio.

—A la perfección, tal como lo ideaste.
—Excelente.
—Así que por eso no querías saber cuando sería, para que pareciera natural.

Steve se mantuvo sentado sobre el suelo del furgón, mientras este avanzaba a velocidad moderada, rumbo a las afueras de Gotham.

—Estupendo, entonces todo salió de acuerdo al plan. ¿Viste si alguien estaba mirando de cerca?
—Sí, bastante gente, esto debería correr como la pólvora, o al menos saberse pronto.

El vehículo estaba siendo conducido por un sujeto contratado por Steve, un don nadie de la periferia de la ciudad, lo suficientemente drogadicto para estar en un punto medio en donde su versión de cualquier hecho sería desestimada, pero aún podía conducir. El segundo, que estaba sentado a un costado y que ayudó a Marcus, de las mismas características.

—Escucha Steve…

Habían estado hablando esa tarde, en cuanto él tomó la decisión; Marcus no sólo no recordaba haber hecho esa llamada, su mente estaba borrada desde antes que se separaran la noche anterior a esa fallida comunicación.

—No es necesario que digas nada amigo.
—No puedo evitar sentirme responsable por eso.
—Es absurdo que pienses eso —replicó Steve con firmeza—. En primer lugar, esta es mi batalla, no la tuya, y en segundo, ninguno de los dos sabía con claridad qué era lo que podíamos encontrarnos, pero estoy seguro de que se trataba de algo dirigido a mí, no a ti. Alguien quiere eliminarme porque soy una molestia, porque estoy muy cerca de descubrir algo más grande que sólo el robo del dinero de mi padre.
—Por lo mismo es que…
—No, ni lo menciones; tu lugar no está aquí, no tiene sentido que te arriesgues, y además, con esto hiciste todo lo que necesitaba. Ahora que piensan que he muerto o me encuentro herido, puedo investigar por mi cuenta, y se supone que tú regresaste a tu vida habitual en Metrópolis hace poco, tu billete de avión dice eso.

El otro asintió.

—Sigo sin estar seguro de esto.

Steve estaba muy seguro de que tenía que deshacerse de Marcus; después de los últimos acontecimientos, era de vital importancia quitar de en medio a alguien que pudiese convertirse en un obstáculo en su camino, y Marcus lo sería si descubría todas las mentiras en las que estaba envuelto. Podía ser un vividor, pero tenía un sentido muy elevado de la honestidad y la familia; además, para que su “desaparición” resultara efectiva, era imprescindible que el amigo con quien probablemente lo hubiesen visto ya no estuviera en la ciudad, tal como lo indicaba su vuelo algunas horas antes. Más tarde cualquiera podría comprobar que estaba de llegada en la ciudad del hombre de la capa roja.

—Es la mejor solución, y ya te lo dije, no sabes cuánto me has ayudado.

Se dieron un abrazo; momentos después ya estaban en la periferia de la ciudad, y Steve descendió del vehículo con total sigilo y un bolso al hombro, en donde escondía el traje y las armas que recolectó con anterioridad.
Librarse de Marcus era un alivio, y le permitiría actuar con libertad. En otras circunstancias, podría iniciar con él un negocio propio, seguro que juntos elevarían el negocio nocturno en Metrópolis hasta niveles nunca antes vistos, pero en esos momentos, Steve no podía dejar que el traidor se quedara con el dinero que le pertenecía por derecho, esa era una posibilidad del todo fuera de sus planes. Cuando comenzó a caer la noche, se puso el traje entregado por Carnagge, dispuesto a utilizarlo en su máxima potencia. Esta vez, estaba decidido a dejar de ser una presa, tras la cual una hiena camina amenazante, esperando el momento de la caída; había una sola posibilidad en su mente, y esta era ganar, dar un golpe definitivo, y si no era de forma directa, provocaría el suficiente daño colateral como para que se removieran los nervios de los indicados.
El traidor era alguien cercano a Kronenberg, era la única explicación para que se tomara tantas molestias en ocultar sus rastros, y deshacerse de personas que pudiesen estar cerca de la verdad; en esto había logrado engañar incluso a otros delincuentes como el propio Carnagge, lo que aumentaba su importancia; podía ser un traidor y estar quedándose con sumas de dinero del negocio de otros, pero al mismo tiempo se estaba jugando algo muy grande, su sitio de seguridad en el bando de un criminal que trabajaba para máscara negra. ¿Por qué la urgencia, por qué el interés tan grande? Porque ahora que la batalla entre Red Hood, el murciélago y Máscara negra estaba en su apogeo, dejando noticias en la prensa como las explosiones de las que él había sido testigo, era cuando más podía tomar para su beneficio, eso lo supo cuando tomó las armas luego del enfrentamiento. El momento de actuar era precisamente ese, cuando quien fuese que lo estuviese siguiendo por orden del traidor, estaría pasando un informe errado, creyendo que era real.
Por la noche avanzó a paso sigiloso entre los edificios, traspasando portales y corriendo por sobre las casas; antes de medianoche ya se encontraba en el sitio al que había ido a buscar su destino, uno de los barrios rojos controlados por Kronenberg.

—Hola muchacho.

Descendió sobre un guardia en la parte trasera de una discoteque. Sin mediar más de treinta segundos, consiguió someterlo  tenerlo a su merced.

—Ahora, no grites ni hagas algo estúpido, creo que podrías necesitar este brazo —dijo en voz susurrante, aplicando más presión—. Encárgate de decirle a Kronenberg que hay un traidor en sus filas, que alguien muy cercano a él muerde la ano que le da de comer.
—Maldito hijo de…
—No sigas con eso —lo cortó aplicando más presión en el brazo que estaba torciendo—. No eres importante, sólo eres un perro faldero, haz algo bien y dale mi mensaje.

El otro hombre emitió un gruñido, pero de forma inesperada, un disparo silbó en el aire y pasó rozando el hombro de Steve.

—Diablos.

En el breve lapso de ataque, dos guardias habían salido del lugar y se aprestaban a disparar de nuevo; Steve dio un salto hacia atrás y sacó de uno de los bolsillos laterales una pistola.

— ¿No es una linda noche para disparar un poco?

El primer disparo vino del otro lado; con gran habilidad, Steve saltó hacia la escalera de incendios por la que había descendido a la trastienda, y subió por ella a toda velocidad. A media distancia hizo un certero disparo, que derribó a uno de ellos. Sin más tiempo para tomar posición, saltó de la escalera entre los sonidos de los disparos, y volvió a atacar, aunque falló; sin embargo, su enemigo tuvo que retroceder ante la sorpresa de la forma de actuar de su enemigo, lo que le dejó un instante de ventaja y le dio tiempo de terminar la pelea. Cuando el silencio se hizo, los tres delincuentes estaban en el suelo, heridos, uno atontado, los otros dos inconscientes; tomando un guante auxiliar, se inclinó por sobre uno de ellos y con la sangre de la herida que manaba por su costado, escribió en la pared: “Hay un traidor cerca de ti Kronenberg”
Dejó pasar más de una hora, a fin de que los guardias del mafioso en otros sitios ya hubieran recibido la noticia, y decidió ir a en otro sitio, con dos guardias y menos problemas; dio cuenta de ellos con relativa facilidad, y volvió a escribir en la pared tras de sus cuerpos heridos el mensaje que esperaba, llegara a oídos, o mejor aún, a ojos, del mismo Kronenberg a la brevedad. Después de un segundo descanso, estaba punto de ir en busca de un tercer sitio, casi a las cuatro de la mañana, cuando se percató que tenía una alerta repetida en el teléfono móvil.

— ¿Qué?

Se trataba de un mensaje de correo directo. El texto, como los anteriores, era muy sencillo y breve, pero en esta ocasión el sentido era por completo opuesto.
“Ganaste. Ya no es necesario que continúes.”
Adjunto al mensaje escrito, figuraba un número de cuenta en un banco; incomodado por la extrañeza del mensaje, Steve se refugió en un callejón abandonado y revisó la referencia del número de cuenta: se trataba de un banco de New York, y el número correspondía a una cuenta a su nombre, en donde figuraba como saldo el total del avalúo de la empresa de su padre según las estimaciones de la cámara de comercio de la ciudad: casi ochenta mil dólares.

2

New York. Ocho horas después.

La mañana había sido ajetreada para Steve; después de acudir a la entidad bancaria a retirar el total del dinero que había sido puesto a su nombre, dedicó algo de tiempo a dividirlo entre varias cuentas seguras en Suiza, dejando una importante suma resguardada de otro modo. Sin tiempo que perder, adquirió un departamento en una zona residencial alejada de donde tenía su antiguo hogar, y ordenó que instalaran en él las pertenencias que poseía y que quedaron guardadas poco después de ser expulsado de su trabajo. Instalado y con un poco más de tranquilidad, se dio el tiempo de servir en un vaso alto un poco de licor y analizar los hechos que estaban sucediéndose tan rápido: era obvio que el primer ataque perpretado por él la noche anterior había surtido el efecto deseado, e incluso más del esperado. Entonces su visión de los hechos era la correcta, el traidor estaba al servicio de Kronenberg, y al ver el mensaje escrito de forma tan explícita, decidió dar por terminado el asunto. Bien decían que quien traicionaba a su jefe en Gotham, no la contaba dos veces.
Lo que lo llevaba de manera directa a otro hecho: ¿cuánto dinero estaría en juego en realidad? Si el traidor se había tomado la molestia de devolver esa suma nada despreciable, quería decir que en su poder, o quizás al alcance de sus manos, había algo mucho mayor, muchos más ceros de los que se atrevía a poner en riesgo. Cualquier otro habría aprovechado esa oportunidad para presionar y conseguir más y más pero ¿acaso él iba a demostrar esa clase de temeridad inocente? Si el traidor había asesinado a El amuleto, atacado a su padre y logrado drogar a Marcus, el hecho de no intentar matarlo a él no se debía a falta de intención, sino más bien a que él se había adelantado a los hechos, convirtiéndose en un fantasma que no podría ver notas escritas sobre los cuerpos de animales y reaccionar de acuerdo a ello. Había creído que bastaba con dar una impresión de normalidad mientras se cubría el rostro por las noches, pero así como él subestimó a su enemigo, el contrincante hizo lo mismo, y de los dos, el traidor era el que más tenía que perder.

—Hola.
—Soy yo —dijo a través del teléfono la enérgica voz de Marcus—, no entendí ese mensaje ¿cómo es eso que las cosas se están resolviendo?

Era importante sellar esa amistad con algo más de sinceridad, aunque aún debería callar varias cosas; poner a Marcus al tanto de la parte que le interesaba era primordial para sus objetivos futuros.

—Hasta este momento te puedo decir que la situación está mejorando: por lo que se ve, el responsable del ataque a mi padre es, tal como dijiste, un mediocre, y también un cobarde.
— ¿A qué te refieres?
—Envió a alguien a dejar una nota en la casa de mis padres —replicó mientras caminaba con tranquilidad por su nuevo departamento—, diciendo que quiere hacer un trato para que lo deje en paz; está asustado de no poder localizarme.

La voz de otro lado de la línea aún no parecía convencida.
—Amigo, ¿estás seguro de eso? Podría ser una trampa.
—No lo será, puse una amenaza muy clara en su territorio, estoy seguro de que prefiere vérselas conmigo que enfrentar a su líder. Confía en mí, te aseguro que pronto todo estará resuelto.
—Está bien, voy a confiar en ti, sólo mantenme informado de lo que pase ¿de acuerdo?
— ¿Informado? —dijo Steve con una risa—No me hables como un viejo. Escucha, lo primero que quiero hacer cuando todo esto se resuelva es volar a Metrópolis, y espero que de verdad conozcas los lugares donde van las mejores mujeres.

El otro soltó una risa también.

—Está bien, ya sabes dónde estoy, así que sólo date prisa.

Cortó y se terminó el trago. ¿Qué estaría pasando con Miranda? Si bien era cierto que ahora no le preocupaba lo que pudieran pensar de él en esa ciudad a la que no pensaba regresar, aún seguía pensando en ella, en la forma tan extraña en la que se había comportado desde que se volvieron a ver. Pero no, era demasiado riesgo regresar a cara descubierta cuando existía la posibilidad de que el traidor estuviera al acecho, esperando la más mínima posibilidad de vengarse en contra de quien lo había puesto contra las cuerdas. Tenía dinero suficiente para hacer las cosas que quisiera, inclusive comenzar un negocio ¿qué tal si se aliaba con Marcus? Tal vez no se trataba del estilo de vida que le gustaba para ocuparse de manera permanente, pero no por eso iba a dejar la oportunidad: esos ochenta mil dólares debía aprovecharse, invertirse de modo de rendir numerosos frutos, y si en el camino tenía que hacer un alto para luego, por ejemplo, instaurar su propia agencia de diseño, bien podía esperar.

3

Steve se quitó la bata y entró desnudo en el jacuzzi; la chica de largo cabello castaño oscuro estaba ya sentada en el otro extremo, sus pechos asomaban al nivel del agua, meciéndose al compás de las burbujas que subían de forma acompasada.

—Estás hermosa.
—Y tú no estás nada de mal —replicó ella dando una mirada apreciativa—. Parece que vamos a entretenernos bastante por aquí.
—No espero menos de esta situación.

Se acercó a la chica y la abrazó, mientras se besaban apasionadamente; las manos de ella recorrieron su espalda y lo sujetaron con firmeza por las nalgas “entonces a esta chica le gusta jugar fuerte” se dijo mientras acariciaba los pechos con suavidad, dedicando cada gesto con el máximo de atención. Poco a poco pasó los besos de los carnosos labios al cuello, y desde ahí fue bajando, dejándose llevar por la pasión y el sentimiento de libertad que ahora lo embargaba; perder todo o que tenía había sido un golpe, pero recuperarlo, y más aún tener más que antes, era un golpe de adrenalina, y estaba procurando que en esa reunión pudiese descargar todas las energías que tenía resguardadas. La chica lo tomó del cuello mientras hablaba con un susurro ahogado, intenso como el sentimiento que a él lo embargaba.

—Deja esas sutilezas para más tarde.

Lo empujó hacia abajo, obligándolo a sumergirse del todo. Buceó y se concentró en la ingle de ella, produciendo espasmos de placer que confirmaron que ella estaba por completo dispuesta a entregar el máximo de placer; mientras se deleitaba con el juego bajo el agua, sentía las manos de la mujer acariciando su espalda, y decidió emerger y tomarla con fuerza controlada, haciendo que se montara a horcajadas sobre él.
En ese momento sonó su teléfono móvil.

—Contesta.
—No es importante —replicó besando su cuello.
—Pero es molesto —dijo ella apartándolo un poco— ¿quieres que me concentre o no? No voy a estar con ese tipo de música de fondo.
—Está bien, está bien.

Salió del jacuzzi y se envolvió en la bata; al alcanzar el móvil, notó que era una llamada de un número que no conocía, que había alcanzado a cortar tres veces en los escasos segundos. Contestó sin mucho ánimo.

— ¿Hola?
— ¿Steve?

Era Marcus.

—Escucha Marcus, no es buen momento en realidad.
—No tengo tiempo de explicarlo —dijo el otro sin un ápice de alegría en la voz—. Sucedió algo y no sé qué hacer.
— ¿Por qué me llamas de este número?
—Escucha, La señora Miscoe acaba de llamarme desde Gotham, dice que todo es un caos allá.
—Marcus…
—La noticia de tu desaparición ya corrió por los alrededores de la casa de tus padres; no sé cómo me contactó, tal vez como tiene alma de periodista terminó por enterarse que yo estaba en la ciudad, no lo sé. Pero me acaba de decir que tu padre falleció.

Se quedó un momento sin contestar ¿por qué tenía que ser justo en un momento como ese? Debió haber borrado su número tan pronto como regresó a New york, pero ahora que habían dado con él, tendría que mantener la farsa hasta el final.

—Steve ¿estás ahí?
—Sí. ¿Sabes qué sucedió?
—Lo único que sé es que fue un infarto —replicó el otro—. Le dije a la señora Miscoe que no sabía nada de ti, e hice toda la farsa de sorprenderme por lo del rumor de tu ataque; no puedes seguir desaparecido.

Suspiró. Un problema menor si lo consideraba en términos generales, ya tenía tomada la decisión de no regresar, ahora tendría que volver a terminar con el papeleo. Pero quizás resultara mejor así, de paso podría averiguar qué pasaba con Miranda sin llamar mucho la atención, y al mismo tiempo dejar todo sellado para siempre.

—Tienes razón amigo. Escucha, no digas nada si esa mujer vuelve a llamar, iré para allá.
—Escucha, yo…lo siento.
—Lo sé, gracias.



Próximo capítulo: En el principio, está el final

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