Por ti, eternamente Capítulo 25: Rumbo a la verdad



El tiempo que había estado inconsciente comenzaba a hacerse evidente en distintos niveles cuando Víctor retomó su huida. Mientras caminaba por el bosque, tratando de no perder de vista los arboles marcados por Tomás, mantenía en sus brazos a Ariel, que lo miraba muy fijamente igual que antes, algo que a diferencia de su cuerpo, no había cambiado. Era evidente que estaba más delgado si eso era posible, y se le hacía difícil avanzar entre la maleza, básicamente porque tenía los miembros adoloridos por la quietud, además de las heridas de las que le hablara Tomás.

—Vamos bebé, vamos a viajar en tren.

Tener a Ariel en sus brazos le daba una nueva tranquilidad, resultaba reconfortante saber que se encontraba bien, y que también podía aún cumplir con lo que había prometido. Por otro lado sentía mucha preocupación por Tomás, pero la decisión de él y la forma de instarlo a continuar, junto con la fe que le demostró, lo alentaron a seguir adelante, además que no podía perder todo ese esfuerzo.
Después de varios minutos de caminar luchando por no perder el camino, vio que los árboles comenzaban a espaciarse, dejando algo más de espacio para la maleza, lo que indicaba que estaba acercándose a la línea del tren, aunque al no escuchar nada pensó que todavía le faltaba para llegar.
Pero un movimiento a corta distancia lo hizo detenerse.

— ¿Que...?

Murmuró una inquietud en voz baja, pero antes que pudiera identificar bien de que se trataba, a su derecha aparecieron dos personas.

— ¡Víctor!

Los reconoció de inmediato, eran los periodistas que lo habían acompañado antes del choque. Se quedó estúpidamente inmóvil al verlos, pero ella se abalanzó sobre él y lo estrechó entre sus brazos, explotando en emoción.

— ¡Estás vivo, estás vivo, lo sabía!

Álvaro sonrió con total sinceridad al ver la escena. Era un milagro.

—Esto no puedo creerlo...
—Estás vivo, los dos lo están... Álvaro, te dije que podíamos encontrarlos...

Se separó de Víctor, que aún no salía de su asombro.

—Ustedes... ¿qué hacen aquí? ¿Cómo me encontraron?
—Por accidente —intervino Álvaro—, pero todo es culpa de ella, estaba obsesionada con encontrarte.

Se miraron un momento en silencio. Era extraño verlos de nuevo, pero más extraño era verlos y no sentir desconfianza alguna ¿qué significaba?

—Pero no entiendo nada, no entiendo que hacen aquí, pensé que estaban muertos.
—Nosotros pensamos lo mismo de ustedes —dijo ella—, pero con el paso de los días entendimos que estaban bien.

Siguieron caminando.

—Víctor, nosotros estábamos equivocados, y tendríamos que haberte ayudado más, publicar tu historia, pero el accidente lo complicó todo.
— ¿Qué quieres decir con accidente?
—Lo del choque, acabas de mencionarlo, debes recordarlo.
—Por supuesto que lo recuerdo —replicó con lentitud—, pero eso no fue un accidente, fue intencional.

Se detuvieron otra vez; Álvaro tragó saliva.

— ¿Qué quieres decir?
—Estaba lejos pero no tanto, y yo lo vi. Ese auto blanco estaba ahí, estaba junto al vehículo que los chocó a ustedes ¿cómo no iban a verlo?
—Estábamos ocupados de ti. Víctor, el auto blanco...nosotros habíamos visto a esos hombres, estuvieron siguiéndonos, también amenazaron a Romina.
— ¿Pero por qué no se lo dijeron a la policía?
—Porque poco después uno de ellos apareció muerto de un disparo, según los informes eres el único sospechoso de ese crimen.

La reacción del joven fue mucho menos dramática de lo que en realidad sentía, básicamente porque no tenía energías de sobra como para eso.

— ¡Yo no hice eso! Cuando vi el choque me asusté, solo quería escapar de ellos, pero me alcanzaron y me quitaron a Ariel; luché con ellos, es verdad, pero no maté a ninguno, es absurdo. Además ni siquiera sé cómo manejar un arma.

Álvaro lo miró sonriendo; él también empezaba a creer.

—No tienes que darnos explicaciones —señaló a Romina—, hay muchas personas que creen en ti, y en cierta manera te lo debemos. Te debemos la oportunidad de decirle a todos cual es la verdad.

Víctor sintió que por segunda vez alguien estaba ayudándolo de verdad.

—No puedo creer que hayan hecho esto por mí, se los agradezco muchísimo.
—No lo agradezcas. ¿Pero dónde estuviste todo éste tiempo?
—Pasaron muchas cosas, pero no puedo quedarme, Armendáriz está cerca.

Los otros dos se espantaron de inmediato.

— ¿Qué dices?
—Es verdad, necesito alejarme.
—Debiste haberlo dicho antes, no podemos quedarnos aquí si él está cerca, escucha, tenemos el auto a poca distancia, vámonos ahora mismo.

Comenzaron a caminar más rápido hacia el lugar en donde estaba estacionado el automóvil, mientras seguían hablando de lo que había ocurrido hasta entonces.

—Escuchen, no quiero que se arriesguen, hay gente muy peligrosa metida en esto.
—Créeme que lo sabemos mejor que tú Víctor —replicó Romina—, después de todo lo que ha pasado es probable que estés menos informado que nosotros, pero afuera todo es un hervidero, la noticia es obligada en todos los medios de comunicación, e incluso la familia De la Torre tiene un equipo de abogados preparados para lo que sea. Pero no te preocupes, vamos a hacer algo para enfrentarlos: vas a salir en televisión.

Subieron al auto, aunque Víctor, si bien estaba superando la sorpresa inicial de encontrarse con ellos, aún no asimilaba que quisieran ayudarlo, y mucho menos una idea como esa.

— ¿Estás hablando en serio?
—Por supuesto que sí, si queremos que ésta locura funcione, lo único que podemos hacer es dar un golpe —respondió Álvaro reiniciando lentamente la marcha—, y tiene que ser grande. La vez anterior todo salió mal, terminamos hospitalizados, nos quitaron toda la información que teníamos sobre ti, y quedamos imposibilitados de utilizarla porque somos parte del proceso, así que ahora lo haremos bien. Tenemos una cámara profesional y conexión a internet, así que solo necesitamos que estés dispuesto a hablarle al país de lo que está sucediendo en realidad.

Víctor se acomodaba con el niño en sus brazos; su cuerpo gritaba por descanso y estar sentado le hacía bien.

—Por supuesto que estoy dispuesto. No sé qué decir, nunca creí que ustedes aparecieran a ayudarme.
—Tuvimos mucha suerte en realidad ¿Adónde ibas?
—A la estación de tren, necesito poner algo de distancia, pero la presencia de Armendáriz me preocupa.
—Ese policía es una molestia interminable, dicen que desde que desaparecieron se va a meter a la zona todos los días, y que esté en las cercanías significa que es verdad, tenemos que alejarnos ahora mismo.

Víctor no habló durante unos momentos, pensando en lo que pudiera estar pasando en la casa de Tomás.

2

Tomás estaba tranquilamente sentado en la sala de su cada mientras Armendáriz marcaba un numero en su celular.

—Marianne, soy yo. Llama a todos, encontré a Segovia.
— ¿Qué?
—No hay tiempo para explicarlo, pero tanto él como el niño están en las cercanías de la línea del tren rumbo a Elisa Monsalve. Envía un grupo ahora mismo en esa dirección, hay que cortarles el paso antes que tome distancia.

Cortó y se volteó hacia Tomás.

— ¿En qué dirección va Segovia?
—No lo sé.

Armendáriz se estaba cansando de las personas que simplemente miraban lo que pasaba a su alrededor; era casi un milagro que el niño estuviera vivo, pero no podía, bajo ningún concepto, seguir permitiendo esa situación.

—Usted lo mantuvo aquí en ésta casa durante todo éste tiempo, no me diga que no sabe nada de él o lo que pretende hacer.

El otro se puso de pie y lo enfrentó, mirándolo con severidad. Por un momento el policía se sintió en frente de su padre.

—Escuche, si me pregunta por el niño y por Víctor, ambos están bien, aunque no precisamente gracias a usted y su gente; si quiere saber adónde fueron, ese muchacho solo está tratando de proteger a su hijo, así que está buscando un lugar seguro.

El oficial frunció el ceño.

—Eso no tiene sentido y usted no es quien para decidir eso, la ley indica que la seguridad del menor es prioridad, Segovia se lo llevó sin autorización alguna y está siendo acusado de...
—No me repita lo que sale en las noticias, por favor —replicó el otro con firmeza—, usted está a cargo del caso ¿no puede ver más allá de lo que dicen de él? ¿No puede pensar que tal vez son ustedes los que están equivocados?
—Esto no se trata de quien está equivocado, se trata de cumplir con mi deber, de que usted cumpliera con su deber de ciudadano, usted tendría que haber llamado a las autoridades en vez de encubrirlo, la principal facultad de éste tipo de perturbaciones mentales es que quienes las tienen consiguen que la gente les crean ¿cuántas personas hasta ahora piensa que me han dicho lo mismo?
—Ese no es el punto, Víctor no es un enfermo mental, ¿acaso se ha tomado la molestia de preguntarse qué pasaría si él tuviera la razón?

Armendáriz lo esposó a una barra en la chimenea.

—No voy a seguir discutiendo con usted. Ruegue que al menor no le pase nada grave, porque usted será responsable en eso.

Volteó para salir, pero Tomás aún no terminaba.

—Abra los ojos, oficial. Tiene que abrir los ojos antes que sea demasiado tarde.

3

Víctor jugueteaba distraídamente con la pequeña etiqueta bordada que Tomás había encontrado entre la ropa de Ariel, mientras el pequeño reposaba con los ojos entrecerrados, mecido por el movimiento del auto entre la tierra y maleza; llevaban varios minutos de viaje, después de decidir alejarse de la estación de tren y avanzar más hacia el sur, a un sitio menos evidente según donde se habían encontrado.

—Así fue como la noticia siguió creciendo —comentó Romina—, después a nadie parecía quedarle duda de que tú hubieras cometido secuestro y asesinato, además de que Fernando de la Torre o alguno de sus abogados están constantemente en tribunales.
—Es increíble hasta donde ha llegado todo.
—Pero como te dije —intervino Álvaro señalando a Romina—, hay gente que te quiere y te cree, un amigo tuyo hizo un foro de apoyo, y aunque al principio recibió muchos ataques, él siguió publicando, y hablando bien de ti, así como haciendo conjeturas de lo que pasa en realidad, y conforme pasa el tiempo se ha agregado más gente, distintas personas que también te apoyan. Ahora que salgamos al aire va a ser una bomba.
— ¡Cuidado!

Álvaro frenó al perder ligeramente el control del vehículo. Romina echó algunas maldiciones.

—Fíjate por donde vas por favor, esto ya nos ha pasado antes —protestó ella— ¿estás bien Víctor?
—Sí, no es nada, solo que se me cayó algo, es una etiqueta de Magdalena.

La joven se volteó para revisar el suelo del auto.

—Espera, creo que la veo, dame un momento.
—Lo siento —se lamentó el periodista— mi culpa, mi culpa.
—No te pongas dramático, no pasa nada. Escucha, éste me parece un buen lugar, ¿por qué no lo hacemos ahora mismo?

Víctor miró por la ventana; el bosque de donde había salido estaba lejos, quizás si era suficiente.

—Sí, creo que tienes razón, parece un buen lugar.
—Excelente —dijo Álvaro más animado—, escuchen, esto es muy importante, necesitamos que funcione y si lo logramos, todo el país va a estar escuchándote dentro de muy poco.

4

Fernando de la Torre estaba hundido en el sillón de su escritorio, en medio de una oficina silenciosa y fría; Claudio entró con una bandeja con un humeante café.

—Le traje un café señor, creo que lo necesita ahora que están reparando la calefacción.
—Eres muy divertido cuando quieres —opinó el otro sin moverse—, mejor dime si tienes alguna novedad.

Claudio estaba internamente mucho más preocupado de lo que aparentaba; fallar en una misión tan sencilla como creyó que sería esa no solo era frustrante, sino que además causaba una serie de contratiempos.

—Tengo alguien tras una pista y siguiendo a las personas correctas, está claro que solo es cuestión de tiempo para que aparezcan y quiero estar listo para actuar.
—Ésta espera me enferma, sigo pensando en lo que podría pasar si realmente Segovia tiene alguna prueba en mi contra, algo que le haya pasado Magdalena.

Claudio respondió quitándole importancia, aunque en realidad sí le parecía muy relevante.

—Tranquilícese señor, en esto solo importa prestar atención a un asunto, y es como evitar que ese tipo tan molesto nos cause problemas. Hasta ahora todo está de su lado señor, las probabilidades de perder terreno son pocas, y para reducirlas a cero terminaré lo que comencé hace dieciocho días.



Próximo capítulo: A través de las cámaras

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