Por ti, eternamente Capítulo 24: Sobre la pista



La vida de Ignacio Armendáriz se había detenido desde el día en que Víctor había desaparecido; pero no por eso pensaba quedarse sin hacer algo al respecto. La investigación llevaba más de una semana completamente estancada, y a pesar de que se lo habían advertido, no había dejado de hacer sus propias investigaciones; en ese momento estaba en el bosque, pero bastante lejos del lugar en donde ocurriera todo aquel fatídico día. Por precaución tenía apagado el celular, y se desplazaba a pie, explorando una vez más en medio de ramas y troncos que muy bien podían tener cien años de antigüedad. Todos, incluso los más experimentados exploradores de la policía habían descartado la posibilidad, pero él seguía pensando que Segovia no solo estaba vivo, sino que estaba siendo ayudado por alguien, alguien que conocía lo suficiente el bosque como para ocultar sus huellas.

— ¿Qué es esto?

Llegó a una zona bastante escarpada, en donde forzosamente debía sujetarse de las ramas y andar con extremo cuidado, agradeciendo que tuviera consigo el equipo indispensable como las botas todo terreno y los guantes, entre otras cosas. Ahí había algo extraño, ¿sería posible que estuviera tan lejos del sitio del suceso, casi seis kilómetros?

—Lo sabía...esto no es normal...

Se internó algunos metros más; la zona tenía tantos árboles y vegetación que resultaba difícil creer que un hombre pudiera desplazarse por ahí con un niño en brazos, pero los pensamientos del policía no estaban en Segovia, sino en esa persona sin nombre que lo había estado ayudando, esa sombra que lo había hecho desaparecer hasta ese momento. Y entre las ramas bajas vio un par de ellas quebradas, que tenían algún tiempo de antigüedad. Podría parecer natural, pero ambas estaban quebradas a la misma altura, y en el mismo ángulo, lo que indicaba que el autor era una persona, alguien que, sin prestar atención o careciendo de los conocimientos apropiados, había pasado por ahí y roto con su paso esas ramas; siguió caminando lentamente, sentía que por fin, después de interminables dieciocho días, estaba llegando a alguna parte.


2

Víctor se sentía aún muy extraño mientras hablaba con Tomás; en ese momento el otro le señaló su propio cuerpo.

— ¿No piensas preguntarme que pasó contigo?
—No te entiendo.

Pero al instante se miró a sí mismo; bajo las cobijas vio su cuerpo con vendas y parches, en el pecho, brazos y muslos, lo que explicaba por qué desde el momento de abrir los ojos momentos atrás sentía el cuerpo algo rígido, y sobre todo pesado y sin fuerzas.

— ¿Qué ocurrió?

Tomás sonrió.

—Tú no dimensionas lo que está pasando Víctor. El lugar en donde caíste tiene vegetación muy variada, y hay plantas con espinas agudas; cuando te encontré estabas desangrándote, las heridas que tenías de la caída en la espalda principalmente, y en los brazos y piernas no estaban tratadas, y tenías una noche sin ningún tipo de cuidado. ¿Qué fue lo que te pasó en el ojo?
—Creo que fue una astilla de vidrio, tenía problemas para ver desde antes.
—Eso creí —dijo con más vehemencia—. Mira, desde que te traje aquí hice todo lo que pude por controlar el sangrado, y puedo asegurarte que las heridas no se infectaron, pero no hay mucho más que pueda hacer por ustedes. Solo es cuestión de tiempo para que la policía llegue hasta aquí.

Víctor volvió a mirar al bebé, y en ese momento dos cosas muy importantes llegaron a su mente.

—Tomás ¿Por qué estoy aquí, es decir, por qué no llamaste a la policía en todo éste tiempo?

El otro se encogió de hombros como respuesta, antes de hablar.

—Porque no pude. Es decir, en las noticias hablan de que secuestraste al pequeño, la familia dice o insinúa que podrías tener horribles intenciones, pero lo que yo veo aquí, es a un hombre y a su hijo, veo a un hijo con su padre, solo de esa manera se puede explicar que entre ustedes dos exista esa conexión.
—Pero es arriesgado que pienses eso, si la policía llega te llevarán con ellos.

Tomás ya había pensado en esa posibilidad, pero estaba tranquilo.

—Que me lleven no es algo que me preocupa, lo que me angustia es que es lo que vas a hacer. Te dije antes que vas a tener que tomar una decisión, y ahora te lo repito; tienes que elegir entre dos opciones, una que es entregarte a las autoridades, y la otra, que es volver a irte. Si por mí fuera podrían quedarse aquí para siempre, pero eso no pasará por lo que te dije antes.
—Tomás...
—Sé que tuviste tus razones —lo interrumpió—, pero lo que sea que hagas...debes entender que no estás totalmente recuperado, no sabes lo que podría suceder.

Víctor se quedó un momento en silencio, mirando al bebé que como de costumbre parecía tan tranquilo cerca de él ¿cómo podía así nada más...?

—No tengo muchas alternativas de todos modos —dijo sintiendo cómo se le apretaba la garganta al hablar— la familia De la Torre me amenazó, y esos hombres que me golpearon...se habrían llevado a Ariel si no lo hubiera logrado evitar.
— ¿La madre del niño era tu novia o algo?
—No en realidad pero...Tomás, ella me pidió... No, yo le prometí que iba a hacerme cargo de Ariel, y que lo mantendría a salvo de lo que hace su familia.
—Pero has estado en riesgo todo el tiempo, solo mira las condiciones en que estás.
—No puedo hacer otra cosa —replicó en tono suplicante—, Ariel es...es mi hijo, y no se trata solo de lo que le prometí a Magdalena, es que con él yo...yo descubrí que era lo único realmente importante, y si me lo quitan...entonces no habrá nada.

Se sentía abrumado por los sentimientos, parecía primera vez que lo decía así, con tanta seguridad, pero esa verdad era mucho más poderosa al escucharla. Tomás respiró profundo.

—En los años en que fui rescatista vi muchas cosas Víctor, pero hace tiempo que no veía algo así; estás tan determinado a hacer lo que prometiste, a proteger y a mantener contigo a ese niño, que vas a hacerlo, no importa cuánto tengas que sacrificar. Desafiaste a la muerte por protegerlo, y no importa cuán herido estés, tú solo vas a hacer justo lo que prometiste.

Víctor iba a decir algo, pero el otro no lo dejó.

—Estamos de acuerdo en que no puedes quedarte aquí para siempre, así que lo que quieres es salir de mi casa antes que llegue la policía. Hasta ahora mi casa ha sido tu refugio, pero si se acercan será el fin de tu huida, no hay por donde escapar excepto por una puerta.

El joven se incorporó un poco en la cama, sintiendo el dolor en las articulaciones. Era verdad, no podía quedarse más tiempo. Moviéndose un poco más tomó entre sus manos las del hombre duro y fuerte que estaba junto a él.

—Tus manos son benditas Tomás, me cuidaste a mí y a Ariel, te debo demasiado.
—No me debes nada.
—Si —insistió con más energía—, te debo todo, nunca podré terminar de agradecerte por lo que hiciste. Gracias a ti todavía tengo alguna oportunidad de proteger a Ariel.

Tomás iba a decir algo, pero su oído ya acostumbrado a los sonidos del bosque, incluso a los que estaban por fuera de las paredes, detectó algo inquietante.

—No puede ser...
— ¿Qué pasa?

El hombre se puso de pie y corrió hacia una de las paredes; se quedó muy quieto unos momentos, y cuando volteó, su expresión había perdido cualquier signo de suavidad y se mostraba duro nuevamente.

—Hay alguien afuera de la casa.
— ¿Que, cómo lo sabes?
—Porque cuando vives tanto tiempo aquí como yo, lo puedes identificar. Y esos pasos no solo son humanos, son de alguien que sabe muy bien cómo moverse.

Víctor sintió que se le oprimía el pecho.

—Tengo que salir de aquí.
—Pensé que dirías eso —replicó el hombre frunciendo el ceño—, por suerte tengo algunas cosas preparadas hace días. Te daré ropa apropiada y un chaleco de sobrevivencia, lo suficiente para que puedas moverte hasta llegar a un lugar seguro.

El joven hizo un esfuerzo por incorporarse, y lo logró con algo de dificultad; sus movimientos eran lentos, pero aunque tenía multitud de dolores, ninguno parecía tan grave como para detenerlo.

— ¿Pero crees que podremos salir?
—Tenemos tiempo suficiente para hacer algunas cosas. Escucha, junto a tu cama está la ropa, vístete mientras salgo a averiguar qué tan cerca están de la entrada.
— ¿Pero no será peligroso?
—No es fácil encontrar la entrada.

No dijo más y se alejó rápida y silenciosamente. Víctor aún tenía muchas preguntas, pero ante la situación decidió concentrarse y empezar a vestirse; había un pantalón cargo, una camisa algo grande y un chaleco muy pesado, lleno de cierres y bolsillos, el que sin embargo se sentía mucho más cómodo al tenerlo sobre el cuerpo. Mientras se vestía volvió a mirar al pequeño.

—Lo lamento, tendremos que movernos otra vez.

Sentía que se movía con increíble lentitud, pero lo que le dijera a Tomás era cierto, no estaba dispuesto a dejar que lo atraparan, menos aún después de que esos hombres lo atacaran en el bosque, porque estaba seguro de que ellos eran trabajadores de Fernando de la Torre, y eso significaba que las palabras de ese hombre al teléfono cuando todo comenzó no eran otra cosa que un aviso cierto. Sabía perfectamente que no podía escapar para siempre, pero mientras tanto buscaría un lugar seguro y después actuaría. En eso volvió Tomás.

— ¿Ya estás listo?
—Sí, éste chaleco es muy extraño.

El otro comenzó a sacar algo de un mueble.

—Es de supervivencia, tiene cosas que te servirán como comida seca lista para comer, utensilios como navajas y fuego y otras cosas más. Escucha, cuando te encontré no llevabas nada más contigo y tu ropa estaba inservible, pero rescaté la ropa del bebé, es la misma que tiene puesta, aunque tuve que botar la cobija porque no pude quitarle las manchas de sangre. ¿Esto es tuyo?

Le enseñó un bultito poco más grande que una moneda, el que Víctor tomó en sus manos.

—Es un bordado —dijo tontamente—, no lo reconozco ¿estaba entre las cosas de Ariel?
—Si, en un doblez de la cobija, creí que era importante para ti.

La pequeña etiqueta estaba bordada, no tenía ninguna forma específica, solo era una especie de paisaje o lienzo pequeño, tenía cara de algo inconcluso.

—Tal vez lo estaba haciendo Magdalena. Lo guardaré conmigo, es un recuerdo de ella.
—Muy bien. Mira, ahora vamos a salir, te acompañaré un trecho, luego tendré que disimular tus huellas.

Momentos después estaban saliendo de la casa a un paisaje impresionante; realmente la casa estaba sepultada en un bosque que casi tapaba el cielo, tan denso y colorido era que bastaba caminar algunos pasos para que la casa de rústicas maderas comenzara a camuflarse con el ambiente. No había camino demarcado, pero entre los árboles se podía entender por dónde seguir, o al menos eso fue lo que le pareció.

—Escucha, por aquí...

Tomás iba a decir algo más, pero ora vez algo que el joven no podía percibir llamó su atención; se volteó en dirección a la casa y se quedó muy quieto.

— ¿Qué ocurre?
—No te muevas.

Durante un momento nadie hizo nada; el bebé se sentía un poco más pesado de lo que recordaba en sus manos, o tan vez era resultado de los días que estuvo acostado, y las heridas. Al cabo de unos instantes Tomás hizo un imperceptible chasquido con los dientes.

—Víctor, lo lamento.
— ¿Qué pasa?
—Tendrás que seguir tú solo; eso es extraño, estoy viendo a una persona cerca de la casa, pero es solo uno, no me explico por qué estaría solo una persona, los policías siempre trabajan en grupos.
—Armendáriz.
— ¿Qué?
—Es él, estoy seguro —replicó Víctor en voz baja—, no me preguntes por qué, solo sé que es él, es ese policía. ¿Qué vas a hacer?
—Por eso te dije que vas a tener que seguir solo, lo detendré el tiempo que pueda, para que puedas alejarte.
—Pero no sé dónde estoy, no sé qué hacer.

El otro sonrió.

—Estoy seguro que sabrás qué hacer. Mira, solo tienes que seguir por el sendero, la forma de saber por dónde ir es sencilla, tienes que ir junto a los árboles que tienen una rama seca a un costado, justo como ese.

Efectivamente un árbol tenía una rama baja seca, y al mirar en perspectiva podía identificar otros más, algo que sin saber no habría tomado en cuenta.

—Qué buena guía.
—Después que salgas de la espesura, solo tienes que seguir hacia donde se ve el horizonte, en poco tiempo llegarás a una estación de tren. Cuando estés ahí, podrás ir a donde sea.
—Gracias por ayudarme en todo esto Tomás, eres lo mejor que me ha pasado e  mucho tiempo, pero me preocupa que tengas problemas.
—Deja de preocuparte por mí, ahora vete.

Se volteó para alejarse mientras Víctor se iba por el camino indicado con el bebé en brazos. Al saber que se alejaba sintió que se le revolvía el estómago. Por un momento pensó en acompañarlo en su huida, pero luego recordó que, si bien era fuerte y estaba acostumbrado a la vida en el bosque, la lesión que tenía en una pierna y arrastraba desde la era de rescatista se resentía luego de algún tiempo de caminata; se volvería una carga para Víctor, y, además, si no se quedaba ahí no podría detener a quien se acercaba con tanta precisión.

—Por favor que sea la decisión correcta, que ese muchacho y el niño estén bien.

3

—Estamos perdidos.

Romina y Álvaro iban en un automóvil de segunda mano, rápidamente por un camino rural mientras la tarde pasaba iluminada y silenciosa.

—No puede ser.
—Pero estamos perdidos Álvaro —protestó ella—, deberíamos haber terminado el rodeo a la zona boscosa hace diez minutos.

El bosque aún no terminaba y a esa hora la luz del sol no era de mucha ayuda, ya que estaba rumbo al ocaso, y sabían el punto cardinal, no así el sitio exacto. A lo lejos se escuchaba un sonido fuerte y acompasado.

—El tren...
—Te dije que no podíamos estar perdidos —exclamó él sonriendo—, solo que vamos a investigar desde otro ángulo, si estamos diciendo que Segovia está vivo, perfectamente podría haber alguna pista en la estación de tren o alguien lo vio.
—Sigamos por ese sendero —indicó ella más animada—, así podremos hacer que estamos perdidos, la gente es muy colaboradora con los citadinos extraviados.

Romina estaba mucho más animada desde que había salido junto a Álvaro, tenía la seguridad de que estaban haciendo lo correcto; mientras tanto él la ayudaba porque estaba realmente conmovido por su actitud, pero en el fondo se negaba a creer que las cosas fueran como su amiga predecía, porque no quería decepcionarse.
Unos minutos después el auto estaba más cerca de la línea del tren, aunque aún se desplazaban por entre la tierra y la maleza.

—Ouch, éste terreno es difícil.
—No te distraigas.

Pero Álvaro frenó bruscamente.

— ¡¡Ayy!! Me pegué en un brazo ¿Que te...?

Pero Romina no siguió hablando, se quedó sin palabras al ver lo mismo que le estaba indicando su amigo.

4

Cuando encontró la casa, tan rústicamente construida en medio de tantos árboles, Ignacio Armendáriz pensó de inmediato que Segovia podía estar ahí; tenía mucho sentido, que en medio de ese espeso bosque alguien lo hubiera ocultado hasta ese momento, pero aunque interiormente algo le decía que estaba sobre la pista indicada, no quería dar aviso mientras no tuviera algo claro, porque de hacerlo terminaría por sepultar la reputación que le quedaba.

—Debe ser por aquí.

Estaba tratando de buscar un lado apropiado, la entrada a esa casa en el bosque, cuando sintió un ruido que llamó su atención.

—No se mueva.

Tomás se quedó inmóvil en cuanto el oficial de policía le apuntó con el arma.

— ¿Qué pasa?
—No se mueva —repitió Armendáriz acercándose—, oficial de policía.
—Sé quién es —replicó Tomás con calma—, todo el mundo lo conoce, vi su rostro en las noticias en el pueblo.

El otro hombre mostraba una tranquilidad imperturbable, pero el policía no iba a dejarse afectar.

—Eso es de ayuda, necesito entrar en la casa, es parte de una investigación.

Tomás se quedó un momento sin reaccionar, lo suficiente para que resultara sospechoso.

—Entremos a la casa, no lo haga difícil.

Con Tomás adelante, el policía avanzó hacia la puerta, entrando en pocos momentos en la casa; una mirada le bastó para comprender.

—Dígame donde está Víctor Segovia.
—Escuche, yo...
—No lo niegue —lo cortó el oficial con voz autoritaria— esas vendas, esa ropa de bebé, no puede negar que aquí hay alguien más, dígame donde está Segovia y ahórrese problemas.

Pero el hombre no se mostraba preocupado en absoluto, ni por el arma ni por la acusación que se estaba haciendo en su contra.

—Usted es muy hábil, no es fácil llegar hasta aquí, pero ustedes los policías están equivocados con Víctor, él no es ningún delincuente.

Entonces si estaba ahí, y estaba vivo.

—Eso no le corresponde a usted decidirlo.
—No, pero si ustedes persiguen a una persona como si fuera un peligroso delincuente, lo más lógico es que quiera huir y esconderse, y a ese muchacho lo han perseguido sin compasión.

Armendáriz ya había escuchado ese discurso antes, pero en ese momento tenía prioridades, y saber que el niño estaba vivo después de todos esos días no solo era un alivio, también era un aliciente para terminar con toda esa locura.

—Escuche, encubrir a un prófugo es un delito, no lo haga peor y dígame donde está el niño y Segovia.
—No puedo señor. Ya se fueron.





Próximo capítulo: Rumbo a la verdad

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