Por ti, eternamente Capítulo 14: Caminos convergentes



Álvaro llegó pedaleando a toda la velocidad que podía al sitio en donde estaba estacionada la camioneta; se bajó de un salto, dejó la bicicleta tirada, y corrió hasta ella, que estaba sentada sobre el capó.

— ¡Romina!

Ella volteó lentamente al escuchar su voz. Se le veía alterada, demacrada por el susto que había pasado, pero aún conservaba el control de sí misma.

— ¿Te hicieron daño?
—No —replicó ella con voz grave—, no estaban detrás de mí, yo no era lo importante.

Eso lo tranquilizó mucho, aunque aún sentía el corazón oprimido por la idea de que a su amiga le hubiera pasado algo grave.

— ¿Qué ocurrió?
—Estaba distraída —explicó hablando lento, cuidando las palabras—, me estacioné aquí porque Segovia estaba siguiendo ésta ruta, pero de pronto lo perdí, fue de esos momentos en que pestañeas y desaparece. Estaba en eso cuando aparecieron esos hombres, eran tres, con facha de matones, me quitaron los binoculares, me reventaron un neumático y se fueron.

Álvaro procesaba la información a toda velocidad. Por teléfono ella no le había dicho casi nada.

— ¿Qué te dijeron?
—Eso es lo que me preocupa —siguió más grave— me preguntaron por Segovia y el niño.
— ¿Qué?

Si antes estaba angustiado por ella, esa información lo dejó helado.

—Eso es lo que querían saber. Ya cambié la llanta. ¿Cómo te fue?
—Dejé a Armendáriz con una mano herida y esperando a que llegaran sus colegas. Seguro que viene todo un contingente para acá.

Pero de pronto él se sintió inseguro y débil; Romina y él no solo eran amigos hace años por motivos laborales, realmente su amistad había sobrepasado lo técnico y todo lo que les pasara era importante. En esos momentos no solo se preocupaba por el caso, la seguridad de Romina estaba primero.

—Romina... lo lamento.
—No es tu culpa.
—Puedes dejarlo, no tienes por qué involucrarte.
—Eso no es lo que me preocupa.
— ¿A qué te refieres?

Se miraron fijo unos momentos; si, Romina estaba nerviosa por lo que había vivido poco antes, pero había pasado momentos duros, era fuerte y lo resistiría.

—Nos falta algo muy importante en éste caso Álvaro. Piensa en esto, hay matones persiguiendo a Segovia, ¿Por qué? ¿De dónde salieron? ¿Quién es Segovia?
—Comprendo tu punto, pero lo que no comprendo es qué es lo que tendrían que ver ellos con él, a menos que lo que estuvimos hablando al principio fuera así.
—Que hay algo que no sabemos. Eso explicaría por qué es que Armendáriz está en el caso, por qué e.s que la familia hizo una denuncia tan rápido y por qué el tipo escapó de esa manera.
—Sí, pero aunque tuviera sentido, aún no sabemos nada. Tiene que haber un nexo —siguió él un poco más animado—, imagino que puede ser algún tema de familia, una venganza o algo parecido, resulta más comprensible si tomamos en cuenta la desaparición del niño.

Romina bajó del capó.

—No podemos publicar nada sin tener una información concreta, si lo hacemos nos vamos a hundir de inmediato. Tenemos que descubrir qué es lo que realmente se oculta tras éste caso.


2


Esa tarde de Sábado se estaba convirtiendo en el día más largo de la vida de Víctor, pero no solo tenía eso en mente, también otras cosas; perder el furgón había tenido varias consecuencias para él, la primera de ellas, que no tenía un par de bolsos, en donde tenía ropa suya y comida. Por otra parte, si podía pensar en algo bueno de todo lo que le estaba pasando, contaba que había rescatado el bolso con las cosas de Ariel, que en los otros dos había comida para el bebé, insumos y algo de comida para adulto, y que conservaba la mochila con los más esencial como el dinero y el teléfono celular, aunque no tenía el mapa y eso hacía todo mucho más complicado. La noche se acercaba con rapidez, lo que significaba que tenía que encontrar donde alojar, y principalmente deshacerse del vehículo del policía. A la hora de escapar de esa pelea el auto le había servido de mucho, ya que alcanzaba una gran velocidad, pero no solo era vistoso, sino que de seguro ya estaba encargado por robo, de modo que solo era cuestión de tiempo para que alguien notara que estaba pasando, y siempre estaba la posibilidad de que se le cruzara alguna patrulla de policía. Estaba en una zona semi rural, muy próximo a una zona industrial, por lo que tenía la posibilidad de encontrar alojamiento o algo. Estacionó el automóvil a un costado de la ruta, cerca de unos árboles, y apagó los faros. Desde ese momento era mejor caminar.

— ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre, tienes hambre?

El bebé se removía incómodo en las cobijas en las que estaba envuelto; durante la tarde se había mostrado de bastante buen humor y silencioso como siempre, pero el propio Víctor había optado por concentrarse lo más posible en conducir, no quería pasar por una nueva sorpresa cuando todavía sentía los malestares de los golpes y el dolor incesante en la cara, cerca del ojo izquierdo.

—Espera, ahora te veo. Oh, te hiciste. Lo siento, tengo la cabeza en cualquier parte, ahora te cambio, espera un poco.


Reclinó el asiento del conductor, y tomó uno de los bolsos para preparar la muda del bebé. Mientras tanto pensaba en todo lo que estaba sucediendo.

—Ahora te cambio, vas a ver como quedas sequito.

El niño se comportaba muy calmado cuando estaba cerca suyo. Era sorprendente, pero al pensarlo, le daba la sensación de que estaban en contacto más tiempo, como si de alguna manera Magdalena le hubiera traspasado algo de sus conocimientos y su experiencia, para que las cosas no resultaran tan difíciles; sabía muy bien que todo sería más complejo que antes, pero eso mismo lo impulsaba a creer en su plan original, es decir conseguir un sitio en donde refugiarse y contactar un abogado, en esos momentos era la única forma de protegerse, porque estaba claro que si la policía lo encontraba no iba a poder ni hablar antes de terminar en un calabozo. Pensó en Arturo, pero desechó la idea de inmediato, no podía exponerlo, no después de todo lo que había pasado, además ni siquiera tenía la seguridad de que poner a su amigo en peligro a vez sirviera de algo.

— ¿Lo ves? Ya estás seco de nuevo, ahora ya podemos seguir, te voy a llevar a pie para ver si pasamos un poco más discretos.

Una vez ya cambiado el bebé, se quedó tranquilo como era su costumbre hasta el momento; estaba decidido, tenía que seguir a pie, pero internarse en la próxima zona industrial solo, caminando y con el bebé en sus brazos seguía siendo tanto motivo de peligro como todo lo que había pasado antes, además el sol estaba iluminando con fuerza a pesar de la hora y eso era peligroso para el niño, en gran medida. Pero de todas maneras tenía que seguir, así que haciendo uso de lo que se le ocurrió y lo poco que tenía a mano, se echó a la espalda la mochila y los bolsos, cargó al pequeño en sus brazos, y lo cubrió a él y a si mismo con una cobija para protegerse de la luz, y comenzó a caminar.

—Escucha, vamos a caminar un rato así, para que estés cubierto del Sol; cuando estemos más allá o encuentre donde alojarnos te voy a descubrir.

Poco después escuchó el sonido de un motor acercándose, lo que hizo que se asustara nuevamente. ¡La policía!
No tenía donde esconderse; la calle por donde había entrado en la zona industrial estaba cubierta por murallas y puertas a la calle, y en el momento en donde sintió el sonido del motor estaba lejos de la siguiente esquina. Se quedó quieto en la vereda, apoyado en un poste de luz aún apagado, con el bebé en brazos y cubierto por la cobija; no tenía sentido correr, más le valía taparse lo posible de la cara y esperar.

—Tranquilo...

Sentía el corazón a mil, pero el vehículo que se acercaba no era un auto de policía, de hecho no era de calidad como el que usaba el grandote; bajó la vista cuando se estacionó junto a él, quedándose quieto, rogando que pasara, que lo dejara solo para saber qué destino elegir. Pero cuando el automóvil arrancó, se quedó con una tremenda sorpresa.

—No puede ser...

Le habían arrojado unas monedas.

—Creyeron que era un mendigo —murmuró para sí, sin creerlo—, Ariel, creyeron que era un mendigo ¿te das cuenta?

Por primera vez sintió algo similar al alivio; que creyeran que era un mendigo tenía sentido viéndolo bien, ya que se notaba que traía bultos y estaba muy tapado, pero no solo eso, también era una buena idea para continuar.

—Ya sé lo que voy a hacer. Voy a ser un mendigo, es la forma perfecta de salir de la vista de todo el mundo. Por ahora me voy a olvidar de los medios de transporte, lo principal es conseguir un lugar donde alojar, antes que caiga la noche.


3


Armendáriz iba en el asiento de atrás de un automóvil que conducía Marianne; tenían que reunirse en la siguiente zona poblada, pero en esos momentos el policía estaba pensando en todo lo que había pasado antes.

—Tome.

Marianne le alcanzó unas vendas; la compañía de ella era apropiada, nunca hacía preguntas inadecuadas, y en un momento como ese, aunque probablemente tenía decenas de preguntas, no las iba a hacer mientras él se mostrara silencioso y pensativo. No se trataba de la mano, de hecho la quemadura no era grave y no acostumbraba a quejarse por cualquier cosa, lo que tenía realmente herido en esos momentos era el orgullo, y más importante que eso, la seguridad en sí mismo; desde un principio había subestimado a Segovia y su capacidad física, en primer lugar por verlo como un tipo normal, casi flacucho, que no tendría conocimientos de técnicas de combate ni reflejos entrenados, y eso fue un tremendo error. Es cierto que el hombre no conocía nada específico, pero estaba realmente desesperado, y en casos así la gente podía sorprender, como había pasado en el momento del enfrentamiento que tuvieron; al final, con dispararle a la rueda del furgón solo había logrado asustarlo más, y detonar con ello reacciones inesperadas. Ahora había pasado de estar a un paso de él a solo tener una noción de donde se encontraba ¿Cómo estaría el pequeño?

—Señor...
—Si Marianne.
— ¿Quiere que nos detengamos un momento? Aún falta un poco para llegar al punto de encuentro.

Levantó la vista del suelo y la miró por el espejo retrovisor. Para su sorpresa vio que su mirada no era de incógnita, sino de angustia.

—Estoy bien Marianne.

Se miraron un momento más.

— ¿Qué ocurre?
— ¿Cómo se encontraba el menor?

¿Estaba preocupada por el pequeño, por él o por el destino de la investigación ahora que sabía que su oficial al mando tenía en la cuenta un vergonzoso fracaso?

—Está bien. Y vamos a mantenerlo así.

Ella desvió la vista del retrovisor y volvió a la pista; no más palabras, pero en esos momentos se preguntaba si ella era la única que tenía dudas acerca de su cargo.


 4


La idea de aparentar ser un mendigo había resultado estupenda; desde que lo hiciera, al llevar el cuerpo cubierto y al bebé fuera de vista se sentía mucho más seguro, aunque cuando ya terminaba la tarde su problema se había trasladado a encontrar un sitio donde alojar;

—Tienes que ir por ahí.

Quizás por primera vez en su vida escuchar que le demostraban rechazo lo hacía sentir bien, resultaba reconfortante pasar desapercibido después de estar siendo buscado por la policía; después de bastante trecho llegó a la puerta de una casa que le habían indicado, donde salió a recibirlo una mujer de alrededor de treinta años, morena, de mirada penetrante y fuerte, que lo miró de arriba a abajo.

—La hospedería está más abajo.
—Necesito un cuarto para pasar la noche, tengo dinero.

Ella dudó un momento; iba a mandarlo al diablo, tenía que adelantarse.

—Por favor, solo quiero dormir y darme un baño.
—Está bien, pero si haces cualquier desorden te vas de inmediato, no me importa que hayas pagado.
—Le prometo que no haré nada.
—Entra. Tendrás que pagarme ahora mismo.

Entró junto a ella en la casa; no era muy grande, pero estaba bien ambientada y se veía cómoda. Pagó una cantidad de dinero que desde luego era más de lo que le habrían cobrado si no aparentara ser lo que era, pero no le importó, en esos momentos salir de la calle era lo más importante.

—Tiene baño propio, pero no hay teléfono, si quieres puedes usar el de la sala pero solo para alguna emergencia o algo local. A las once puedes pedir una once o cena, en la mañana a las nueve un desayuno, y eso es todo. Me llamo Eva.
—Muchas gracias.

La mujer lo volvió a mirar de arriba a abajo ¿Que acaso los mendigos no daban las gracias? quizás estaba hablando demasiado bien.

Por fin entró en el cuarto, cerró con pestillo para evitarse problemas, y de inmediato cerró la cortina que cubría la única ventana en la habitación, para después despojarse de la cobija que lo cubría. Ariel estaba somnoliento, pero de todos modos pareció más relajado al sentirse libre también.

—Por fin, ahora podemos tener un poco de tranquilidad.

De inmediato dejó en el suelo la mochila y los bolsos, y al bebé sobre la cama. La sensación de ligereza era sorprendente, pero no era lo único, también sentía cansados los brazos.

— ¿Sabes qué? Creo que tengo que encontrar la forma de llevarte cargando sin tenerte en los brazos, es muy complicado para los dos, además si voy a seguir así necesito disimularte lo mejor posible.

Buscó en uno de los bolsos hasta que encontró una sábana o algo parecido, con la que se envolvió y le hizo una serie de nudos, hasta que formó una improvisada pero firme mochila, como un canguro para llevar al bebé a la espalda o al pecho.

—Estupendo, mañana cuando salgamos de aquí te voy a llevar de ésta forma y vas a estar más tranquilo; ahora lo que necesitamos los dos es un baño, que no por parecer de la calle tenemos que estar malolientes.

Fue directo al baño, y se alegró de encontrar que la ducha tenía tina. Parecía un sueño, y como no pensaba desperdiciarla, dejó corriendo el agua tibia para que se llenara, y volvió a la cama donde Ariel, como ya era su costumbre, lo miraba fijamente.

—Esto es algo que los dos necesitamos, vas a ver como duermes después del baño.

Se desnudó, y de inmediato, arrodillado en el suelo despojó al bebé de sus ropas.

—Espero que no te asuste el agua porque si lloras voy a tener que inventar una mentira bien grande, y aquí ni siquiera hay equipo de música como para disimular. Vamos.

Entró al baño con el bebé en brazos, pero no pudo evitar quedarse mirando un momento su reflejo en el espejo; en el torso desnudo podía ver una serie de marcas enrojecidas, por los golpes que había recibido del policía, y las heridas con sangre seca en la cara producto de ese aterrador disparo, y aún después de varias horas le costaba ver con el ojo izquierdo, pero al menos el dolor había disminuido.
Se recostó con suma lentitud en el agua tibia y reconfortante, sintiendo que esa tibieza lo abrazaba, calmando el dolor y el cansancio que sentía ¡Qué cansado estaba! Una vez que estuvo recostado en la tina, bajó con cuidado al bebé que mantenía en alto, haciendo que tocara poco a poco el agua, aunque el pequeño no se asustó en lo más mínimo.

— ¿Se siente bien?

Al principio se veía algo confundido, pero al estar con el agua casi hasta los hombros se sintió mucho más a gusto y le sonrió.

—Ah, parece que te gusta, que bien, lo que es a mí me hace genial, no me había dado cuenta pero estoy cansado y adolorido. ¿Qué dices? podemos quedarnos en un lugar así, yo podría trabajar en una pensión o en alguna tienda, en éstos pueblos dicen que siempre hay trabajo para el que lo necesita, así que solo sería eso. Podríamos quedarnos aquí para siempre.

De pronto el niño golpeó el agua con una de sus manos, lo que pareció resultarle muy divertido porque rio alegremente.

— ¡Oye! Mira lo que haces, te gusta jugar con agua.

Se quedó mirándolo mientras el niño golpeaba el agua una y otra vez, riendo divertido.



Próximo capítulo: Asuntos personales

La traición de Adán capítulo 28: Verdades absolutas



La noche del cuatro de Enero terminó siendo trascendental para Eva y Adán; ambos, por separado, llegaron a la conclusión de que no podían seguir ocultándose cosas, así que al reunirse en el cuarto de hotel de Eva optaron por hablar con toda sinceridad. Adán le contó su pasado en el hogar de infantes, y Eva de su paso fallido por el matrimonio en el campo, aunque ambos dejaron detalles sin decir: Eva no habló de las insinuaciones que había obviado, y Adán no mencionó su identidad original; de algún modo ambos habían sellado parte de su pasado de manera definitiva, y extendieron el límite de la confianza hasta el máximo que  se permitieron, hasta el punto en que creyeron entregar y recibir el ciento por ciento. Lo más gratificante para ambos fue que nada pareció cambiar o arruinarse, más bien la unión entre los dos se volvió más intensa y completa; cerca del amanecer compartían plácidamente la cama, aunque en realidad sus pensamientos estaban lejos de ser calmos.

–Estuve pensando en todo esto –dijo ella– y creo que puede haber algo que nos beneficie.
– ¿Algo como qué?
–Que quienes nos están amenazando no saben de la existencia de la otra persona.

Adán inspiró profundamente.

–Samuel es un genio de la informática, es seguro que ya sabe que tenemos una relación, así que ese elemento no es ningún beneficio.
–No me refería a eso. Pero piensa en esto: quien me persigue es peligroso y seguramente pretende actuar muy pronto, mientras que quien te acosa es pasivo, pretende conseguir beneficios a largo plazo.

Adán recordó la expresión de Samuel. Que irónico, antes había usado su encanto para conseguir cosas incluso de hombres, siempre sin entregar nada a cambio, y la única vez que había estado dispuesto a cualquier cosa, había sido rechazado.

– ¿Y eso cómo nos ayuda?
–Hagamos que se encuentren –explicó ella lentamente, aun pensando– no quiero ensuciarme las manos, pero ellos ya las tienen manchadas, usemos eso en su contra, convirtamos a cada uno en rival del otro.

Adán guardó silencio. Si Cisternas llegaba a saber de la existencia de un hombre en la vida de Eva, bien podía querer eliminarlo de su camino y en cuanto a Samuel, si explotaba su capacidad de investigación y  sobretodo sus deseos de venganza, bien podía ser una buena idea.

–Creo que tienes razón. No lo había pensado, pero tendríamos que actuar ahora mismo, para no darle tiempo a ninguno de los dos de descubrir el plan.
–Lo que tiene que ver con Cienfuegos es sencillo –comentó Eva– basta con que crea que tengo una relación con Samuel, pero no sé muy bien cómo hacer que él  encaje.
–Samuel es curioso, dejemos que crea que me iré escapando del país, y que me llevo conmigo mi dinero; después solo hay  que hacer  que las cosas coincidan.
–Me parece perfecto. Eso quiere decir que tenemos que poner en  funcionamiento el plan ahora mismo, cuando comience el día.

Eva se sintió un poco más tranquila, ya teniendo algo en mente para defenderse y continuar adelante; por su parte Adán trabajaba en la forma de lograr que todo se diera en su favor.

Micaela estaba en su departamento cuando sonó su teléfono celular; era muy temprano, pero el sonido era el tono de Esteban, así que significaba algo  importante.

–Dime.
–Acabo de comprobarlo –dijo Esteban bastante  excitado– F me llamó, la empresa de armado de estructuras que contrató Bernarda Solar hace dos años está instalada en el país, está dentro de las concursantes para el Hotel del Aeropuerto y ya tiene varios negocios más chicos.

Micaela aún dormía un poco, pero no encontró nada llamativo.

–Perdona, pero no veo que es lo tan importante. Ya habíamos dicho que era probable que eso pasara.
–Eso no es lo importante. Se trata de con quien están haciendo negocios. El restaurante de Pilar tiene instalaciones fabricadas por esa empresa, y un ejecutivo al servicio de Bernarda estuvo sumamente interesado en comprar, aunque lo rechazaron de inmediato.

¿Bernarda tratando de comprar el restaurante de Pilar? ¿Y una empresa suya detrás de parte de la construcción del inmueble? Eso activó los radares de Micaela.

–Espera. ¿Hiciste toda esa investigación por mí?
–Eso es lo que hacen los amigos.
–Eres el mejor hombre del mundo –replicó ella  con la voz quebrada– te lo juro que eres el mejor.
–Espero que muchas otras mujeres también lo descubran –comentó Esteban livianamente– pero si te sigo lo suficiente en tus conjeturas sobre Bernarda, puede ser algo preocupante.
–Lo es. Aquí hay algo muy extraño, no es casual que ocurra una cosa como esta. Muchísimas gracias Esteban, eres el mejor, ahora solo tengo que encontrar la forma de advertirle a Pilar sobre lo que está pasando.

Esa misma mañana Micaela fue al restaurante Morlacos; había oído de él, pero era realmente bonito. No tuvo necesidad de llegar a la administración porque se topó con Margarita antes, y la amiga de Pilar estaba claramente en modo defensivo.

–Margarita, necesito hablar con Pilar.

La otra sacudió su cabello y le dedicó una mirada de rechazo.

–No está.
–Escucha, es importante, sé que debe estar aquí.
–Pilar no está. No para ti.

No estaba llegando a ninguna parte. Decidió no entrar en conflictos.

–Margarita, es importante, por favor, necesito hablar con ella ahora mismo.
– ¿Es  molesto cuando no quieren escucharte, verdad? –atacó directamente– espero que sepas lo que se siente.
–No quiero discutir contigo, necesito hablar de algo urgente, esto no se trata de Pilar y yo.
–Al parecer ese es el problema, que no se trata de Pilar. ¿Tienes alguna idea de lo que ha pasado, de lo que ha sufrido mi amiga por ti? Se supone que está librándose de ti, así que no sé qué es lo que quieres ahora.

Micaela se quedó sin palabras un instante. Pilar, que había escuchado la última parte, decidió intervenir.

–Margarita, voy a hablar con ella.
– ¿Qué? –la mujer se sorprendió al verla– pero Pilar...
–Estaré bien, te lo prometo.

Margarita se rindió y se alejó. Pilar enfrentó a Micaela, aunque sin acercarse.

–Lamento venir a molestarte –empezó torpemente– pero descubrí que Bernarda intentó comprar tu restaurante.
–Le dije que no está en venta –replicó Pilar enfática– y se terminó el asunto. ¿Por qué estás aquí?
–Porque descubrí algo más. Una empresa perteneciente a Bernarda, una creadora de estructuras, trabajó aquí, es decir que tiene parte en la construcción de este lugar.
– ¿Y eso que tiene que ver contigo? Es decir, dime cuáles son tus verdaderas motivaciones.
–Es porque me parece muy sospechoso el interés tan repentino en comprar tu restaurante por parte de ella, y el hecho de que una empresa suya esté involucrada me da mala espina, me hace sentir que tiene malas intenciones.
–No veo qué podría hacer en mi contra.
–Pero yo si –afirmó Micaela con fuerza– Bernarda es capaz de cualquier cosa y eso lo sabes. ¿Qué tal si quiere hacerte algún daño por todo lo que pasó antes?

El argumento tenía peso. En ese momento Pilar recordó lo que sintió cuando la llamaron por teléfono, y como es que amenazó a Bernarda Solar por precaución.

–Escúchame –siguió Micaela– sé que estas enojada conmigo y tienes toda la razón del mundo, pero quiero que pongas atención en esto porque es importante para ti. Sé muy bien que Bernarda no tiene límites, y aunque estoy tratando de hacer algo en su contra para evitar que siga haciéndole  mal a todos, no  sé cuánto me voy a tardar, por eso quiero que te protejas. Lo último que quiero es que salgas más perjudicada, ya te hice demasiado daño.

Tenía los ojos inundados en lágrimas. Estaba siendo sincera al máximo, y solo rogaba que entre  la rabia, esa mujer que la había querido pudiera reaccionar a tiempo.

–Gracias por la información –replicó Pilar al fin– lo tendré en cuenta.
–Por favor hazlo. No te  confíes, Bernarda puede ser muy peligrosa pero también es astuta.
–Lo sé. Ahora tengo cosas que hacer.

Se dio media vuelta y entró en su oficina, seguida a los pocos momentos por Margarita. Micaela le dedicó una mirada al lugar mientras salía, estaba muy bien decorado y se olía la buena comida; pero algo no estaba bien, había algo, indefinido aún, pero que no terminaba de gustarle, o tal vez solo era la sensación de peligro que representaba la figura de Bernarda. Dentro de la oficina, Margarita estaba al borde de la desesperación.

–No lo entiendo, la tenía controlada, no tenías por qué aparecer.
–Está bien Margarita –replicó  Pilar tratando de calmarla– las cosas son distintas ahora, tengo que enfrentarla en algún momento o nunca sabré si estoy preparada.
–Igual no era el momento.
–Quizás sí.

Se quedó un momento pensando, lo que detonó las alarmas de su amiga.

– ¿Por qué tienes esa cara?
–Micaela me dijo algo que me llamó mucho la atención. La empresa de armado de estructuras que  trabajo aquí es propiedad de Bernarda Solar.

La otra mujer se quedó un momento en blanco; no hizo conjeturas en voz alta, pero vaya sí que las había hecho.

–Estas tratando de decirme que... ay por Dios... eso significa que ella ¿podría estar tramando algo en nuestra contra?
–No lo sé. Pero de todos modos es raro, no creo que sea una coincidencia que esa empresa justo haya trabajado aquí.
–Pero claro que no es coincidencia –dijo Margarita con tono lúgubre– sabemos lo que  es capaz de hacer ella, pero aun no veo porque... oh por Dios, oh por Dios...
– ¿Qué?
–Ella quiere vengarse de ti, es por eso que lo hizo.
–Pero ya me arruinó la vida, no hay forma de que... a menos que... claro –descubrió al fin– por eso es que la empresa trabajó aquí. No puede hacerme nada, a menos que me ataque a través del restaurante. Lo compra o lo destruye. Margarita, tenemos que conseguir un equipo que haga una evaluación de la construcción y de los materiales de este lugar, temo que pueda haber algo que esté muy mal.

Luna estaba disfrutando de una sesión de belleza en uno de los centros de tratamiento del Boulevard. Estaba contenta con su trabajo y con lo que se venía para el Hotel, pero recientemente había  descubierto una nueva atracción: Adán. Ese hombre era increíblemente atractivo, tenía un excelente físico hasta donde había visto hasta ahora, era bello de rasgos, visiblemente apasionado, fuerte, inteligente y exitoso, pero además de todo eso tenía un ingrediente adicional, y es que estaba completamente enamorado de una mujer; al principio creyó que era algo a la distancia, pero recientemente descubrió que esa mujer era nada menos que Eva San Román, la ejecutiva perfecta contratada por Bernarda. Estaba claro que tenían un romance de máximo secreto, aunque aún no sabía bien el motivo, es decir, casi parecían la pareja perfecta, por lo que no veía algún motivo evidente. Claro que  también estaba la opción más obvia, y es que mantuvieran en secreto el romance para poder sacar beneficios por separado de los negocios y trabajos en los que estaban involucrados. Muy interesante, pero más lo era algo que había visto desde el principio, ese deseo reprimido en  él cuando la veía; seguramente con Eva tenían sexo espectacular y todo eso, pero lo que Luna veía en la mirada de Adán hacia ella era otra cosa, algo que nunca podría encontrar en ninguna otra parte, era deseo en estado puro, ganas de tomar y entregar el cuerpo a lo salvaje, a lo prohibido y oscuro, porque ese hombre seguro que podía tener a la mujer que quisiera y cuando quisiera, menos a ella cuando estaba con la otra.
A menos que Luna hiciera algo al respecto.

Adán ya había dado el importante paso para cumplir con su objetivo de sacar de su camino a los nuevos obstáculos que tenía. Usando direcciones de correo falsas e identidades inventadas, consiguió a través de Internet pasajes para él y otra persona, directo a un país en el Norte del continente europeo, con lo que esperaba que Samuel picara de inmediato. Acto seguido lo llamó por teléfono y lo citó en una cafetería en el barrio bohemio de la ciudad.
Para cuando Samuel llegó al lugar indicado, se encontró con Adán en compañía de Eva San Román, de quien desde luego sabía, pero a quien no tenía considerada en sus planes.

–Siéntate Samuel. Te presento a Eva, ella está colaborando conmigo en algunos negocios.

Samuel se sentó frente a ellos con una expresión inescrutable en el rostro. Ambos se veían tan confiados, tan seguros.

–Samuel, estoy preocupado por un asunto personal y necesito que hagamos un cambio en el acuerdo que tenemos. Disculpa, es de la oficina.

Se levantó y contestó el celular, dejando solos en la mesa a Eva frente  a Samuel. La mujer lo miró evaluándolo.

–Adán no me dijo que además de inteligente eras atractivo.
–Imagino que no.
– ¿Y nunca has pensado en que puedes utilizar algo más que tu cerebro en la vida?
– ¿A qué te refieres?

Eva se puso de pie, rodeó la mesa, y lenta y sutilmente se acercó a Samuel que la miraba sin comprender; pronto el acercamiento fue tanto que sus rostros estaban peligrosamente cerca.

–Ese  perfume es exclusivo. Me encanta.
– ¿Qué es lo que quieres?
–Dímelo tú.

Y con gracia, lentamente, acercó aún más su rostro, rozando con sus labios los de él, dejando que la respiración y la sorpresa hicieran el resto, una mano en el hombro en la posición adecuada bastaba para completar la escena. No hubo respuesta.
Eva volvió a sentarse sin un ápice de insatisfacción, más bien parecía divertirse con la situación.

–Estás en el lugar equivocado preciosa.
–No puedes culparme por intentarlo –dijo ella con voz susurrante– en la vida todo se trata de posibilidades.
–Lo sé.

En ese momento volvió Adán, y Eva recuperó su apariencia fría de antes.

–Eva, el contrato con la operadora de máquinas se cayó, tendremos que buscar otra ahora mismo.
–Lo tendré en cuenta.
–Volviendo a lo nuestro  Samuel, me incomoda seguir tus pasos en el acuerdo que tenemos. Ahora mismo estoy con muchos ojos sobre mí y no quiero levantar sospechas, pero una cantidad considerable de dinero saliendo de mis cuentas en estos tiempos puede acarrearnos problemas.
–Supuse que tenías resuelta una coartada.
–No fue así, no desde que el Hotel depende de mí desde antes de comenzar a funcionar; en términos técnicos, soy auditable desde que firmé el contrato.

La mente de Samuel trabajaba a toda velocidad.

–La mayoría de las veces suceden cosas similares, así que no hay mayor motivo para que te preocupes.
–Si lo hay, desde que un hombre se suicidó en medio de la galería de Carmen Basaure. Ahora estoy indirectamente involucrado y lo peor es que el suicidio dejo una serie de interrogantes, de modo que cualquier cosa extraña que ocurra puede ser vista u oída. De todos modos tengo un plan alternativo, porque retiré mis inversiones relacionadas con  esa galería, así que pondré ese dinero en una cuenta de uso compartido, a la que tendrás acceso directo tú o quien tú dispongas. El modo de operar de la cuenta es que por contrato solo se podrá disponer de una cantidad específica de dinero cada cierto tramo de tiempo, así que no será sospecha que el dinero sea retirado por ti o por mí porque la cuenta está  pensada para eso.
–Me parece lógico, aunque desde luego delegaré el acceso a otra persona por motivos de seguridad. De todos modos podríamos haber hablado esto por teléfono.

Adán sonrió espléndidamente.

–No voy a arriesgarme de ninguna manera. En el sobre que tienes en el bolsillo están los datos que necesitas, solo tienes que seguir el procedimiento a través de internet y tendrás acceso a la cuenta; lo único que necesito es que me estregues una dirección de correo electrónico segura a través de la que nos podamos comunicar.

Samuel sacó de  su bolsillo el sobre que Eva había depositado sin que él lo notara. Se dejó el contenido y apuntó en el reverso del sobre una dirección de un apartado creado por él, a través de la cual podía inmiscuirse en la vida de Adán con solo un clic. Le entregó el sobre al otro, quien se lo guardó sin leerlo.

–Sigue las instrucciones al pie de la letra. Y ten ciudado con lo que haces.
–Descuida –comentó él obviando la amenaza velada– tengo muy clara la situación en la que estoy. Ahora nos vamos.

Eva se alejó primero, mientras los dos hombres se ponían de pie.

–No me traiciones Adán, sabes que puedo hacer muchas cosas en tu contra.
–No voy a traicionarte Samu –replicó el otro usando su antiguo trato amistoso– tengo demasiadas cosas de que ocuparme como para perder tiempo en una pelea en la que no soy el más fuerte. Nos veremos.

Samuel volvió a sentarse mientras Adán se desvanecía entre la gente. Que estuviera tratando de huir del país era comprensible, sobre todo si intentaba distraerlo  con el asunto de la cuenta, pero no se saldría con la suya. De momento lo tendría vigilado, y tan pronto como cometiera el error, tendría un argumento más con el que controlarlo, y esta vez por completo.




Próximo episodio: Una sola dirección

Por ti, eternamente Capítulo 13: Lejanía




Arturo estaba aún en la sala muy iluminada y de paredes lisas adonde lo había llevado la policía; nada de dramatismos, nada de teatralidad, solo se trataba de tenerlo ahí y convencerlo de hablar.

—Esto es totalmente absurdo.

Estaba con los mismos oficiales que lo habían ido a buscar a su casa. No habían sido agresivos ni hecho el juego del policía malo y el bueno, lo que en cierto modo era mejor, porque no tenía que plantearse una situación rara, y tenía claro que ambos estaban tratando de convencerlo, usando una mezcla de autoridad y sensatez.

—Sólo estamos pidiéndole algo de cooperación, nada más.
—No, lo que me están pidiendo es que hable algo que no sé.
—Pero usted puede ser cómplice de un delito.
— ¡No lo soy porque no sé nada!

La mujer se mostró algo más empática. Buena, ahora trataban de confundirlo.

—Escuche, alguien nos dijo que usted está involucrado en la huida de Segovia.
—Eso es imposible.
—No lo es, usted conoce a Arnaldo Márquez.

Escuchar el nombre lo puso nervioso, aunque ya había pensado en que pudieran preguntarle por él; de cualquier manera era absurdo negarlo, pero podía usar eso para desviar la atención del tema que era de verdad importante.

—Lo conozco.
—Ese hombre es un reducidor de especies, y según su declaración, cuando fue al domicilio de Segovia usted estaba ahí.
—Por supuesto que estaba ahí —replicó con lentitud—, Víctor me dijo que tenía que pagar una deuda grande, y que por eso necesitaba una gran cantidad de dinero.
—Entonces debería parecerle extraño que lo hiciera así, tan de repente, a menos que usted ya supiera algo.

Lo de sacar una verdad con otra era algo que también se esperaba. Pero en esos momentos agradeció que Víctor no le hubiera contado en ese momento en particular, aunque de todas formas lo supiera después; se había entrenado lo más posible para soportar esa situación, pensando y pensando en preguntas difíciles, pero de todos modos era mucho más complejo y fuerte estando en el caso.

—Me dijo ese mismo día que necesitaba ayuda para conseguir el dinero, por eso contacté al tipo.
— ¿El bebé en sus brazos no le pareció llamativo?

La pregunta del policía estaba teñida de dobles intenciones, pero no podía dejarse impresionar.

—No tenía ningún bebé en sus brazos por el amor de Dios, y el reducidor puede confirmarlo, estuvo dentro del cuarto de Víctor igual que yo.
—Si es su amigo, debería estar preocupado por él.
—Claro que estoy preocupado.
—Entonces ayúdenos.
—No voy a tenderle una trampa si es eso lo que están pensando —replicó desafiante— hasta ahora he tratado de comunicarme con él, incluso le envié un correo pidiéndole que volviera, pero si no lo hace no voy a decirle que nos juntemos en tal parte ni nada de eso que hacen en las telenovelas, no voy a traicionar a mi amigo.

La mujer frunció el ceño.

—Habla como si supiera de qué habla.
—No, no lo sé, ni siquiera sabía que tenía un bebé hasta que salió en las noticias. Pero no necesito saber nada más, él es mi amigo, lo conozco.

Eso había sido un error. Había tratado de mantenerse apegado a lo técnico, pero mezclar  la amistad lo había hecho equivocarse.

—Hay muchas personas que creen conocer a alguien hasta que descubren que tiene una vida secreta —opinó el hombre—, y eso cambia las cosas.
—Puede ser —afirmó forzándose a ser firme—, pero a Víctor lo están buscando todavía, mientras no tenga una prueba irrefutable de que es culpable de algo, voy a seguir confiando en él. Si quieren les doy mis claves de correo si piensan que estoy ocultando algo, pero lo demás es su trabajo, búsquenlo entonces.

2

Armendáriz retrocedió unos pasos. El arma cayó a unos metros de distancia, mientras el policía se cubría la mano derecha con la otra, gruñendo por la quemadura que le provocó la detonación del revólver. Víctor cayó sobre el suelo de la parte trasera del furgón, con las manos cubriéndose la cara y gritando descontroladamente; cuando el policía estaba casi sobre él, el joven lo golpeó con una botella de vidrio, dando el golpe justo en el arma, lo que hizo que se disparara por fuerza. La detonación destrozó la botella, desarmando al policía y arrojando esquirlas de vidrio en todas direcciones, pero principalmente hacia Víctor, que se revolvía de dolor.

Los llantos del bebé lo reactivaron de alguna manera, y de nuevo, guiado por la adrenalina, y también por el dolor que estaba sintiendo, reaccionó, y tomó uno de los termos que él mismo había cargado al interior del furgón. El policía lo había agarrado por las piernas para sacarlo del piso del vehículo, lo que le dio una oportunidad de defenderse; sin parar de gritar y viendo nublado, el joven se encorvó y lanzó un golpe certero en la cabeza, aunque el corpulento policía no lo soltó.

— ¡Detente!

Fue inútil. Víctor volvió a golpear, con todas sus fuerzas, y ésta vez logró alejarlo de su cuerpo. Trastabillando se bajó, y aprovechando que Armendáriz estaba medio aturdido, volvió a golpearlo con todas sus fuerzas.

— ¡AAhhh!

Armendáriz se vio totalmente sorprendido por toda la situación, y con el primer golpe como sorpresa, no alcanzó a reaccionar, dándole espacio al otro de volver a golpearlo; se sintió aturdido como con los golpes recibidos en las sesiones de boxeo, y por instinto se cubrió la cara, pero un nuevo golpe le dio en las costillas, haciéndolo doblarse, dejándole libre el campo. Dos golpes más lo desestabilizaron y dejaron medio de rodillas en el suelo.

— ¡Segovia!

El grito sonó ahogado en sus propios oídos. Víctor soltó el termo, corrió al furgón y tomó de él la mochila, los bolsos que alcanzó, y fue al auto del policía; Ariel seguía llorando estruendosamente, pero el joven lo tomó en sus brazos, subió al asiento del piloto, y emprendió la marcha a toda velocidad hacia el sur. Armendáriz se puso de pie impotente.


3


La camioneta de Álvaro y Romina seguía detenida en la elevación de terreno que estaba a cierta distancia de la granja.

—Oh Dios santo, Álvaro, esto es de antología.
—Pero cuéntame la última parte, no me dejes con la duda —protestó él ansioso—, te quedaste en la parte donde Segovia y el gorila forcejeaban.

Romina no soltaba los binoculares.

— ¡Esto es la lotería! Con las fotos que tengo vamos a poder hacer muchas cosas más.
—Romina...
—Ya, ya, lo siento. Mira, ellos forcejeaban, pero el tipo se soltó, el gorila iba a dispararle o a hacer una advertencia y al mismo tiempo el prófugo lo golpeó con algo.
—Parece mentira. ¿Pudiste ver qué era?
—No, pero cuando veamos las fotos lo sabremos, debe haber sido un tubo de luz, una botella o algo así, la cosa es que ambos quedaron heridos, pero Segovia reaccionó como un gato y lo volvió a golpear.

Álvaro se frotaba las manos ante la noticia que estaban consiguiendo.

—Increíble, increíble...
—Pero eso no es todo, porque Segovia se quedó con el auto de Armendáriz y huyó con él.

Álvaro se bajó de la camioneta con energías renovadas y sacó de la parte de atrás una bicicleta.

—Escucha, voy a quedarme aquí para sacar unas fotos del sitio del enfrentamiento.
—Yo seguiré a Segovia —comentó ella pasándose al volante—, tenemos que establecer un cronograma de huida.
—Ten cuidado, ese tipo es más peligroso de lo que creíamos.
—No te preocupes —replicó ella guiñándole un ojo—, no tengo pensado acercarme, y tú mantente oculto, el gorilote debe estar echando fuego por los ojos y si te ve, es capaz de esposarte a un árbol y dejarte abandonado.
—No hay problema —sonrió él—, no va a verme. Estamos en contacto.


 4


Había conducido sin detenerse durante casi una hora, pasando velozmente del pueblo que era su punto de destino en primer lugar; había callado sus propios gritos a la fuerza, obligándose a estar callado, pero con las manos aferrándose al volante, mirando adelante, sin pensar en nada, solo sintiendo el terror vivo en el cuerpo después de todo lo que había pasado. Ariel había llorado de manera incesante, pero producto del cansancio terminó durmiéndose, lo que a fin de cuentas era mejor porque no estaba en condiciones mentales de hacerse cargo de sus llantos.

Al final, cuando traspasó el pueblo, siguió por un camino rural que vio a un costado y continuó por él, avanzando entre árboles y vegetación. Cuando consideró, dentro de su angustia, que estaba los suficientemente lejos del lugar en donde había tenido el enfrentamiento con el policía, buscó un sitio escondido, una cuna de árboles, y detuvo al fin el automóvil. Luego permanecía inmóvil aún en el asiento del conductor, mirándose fijo en el espejo retrovisor; una decena de heridas poblaban el lado izquierdo de la cara, y en esos momentos estaba quitando el que creía era la última esquirla de vidrio que podía ver, con la piel del rostro y las manos ensangrentadas.

—Parece que esa era la última.

Se recostó con desgano en el asiento, con el dolor punzante en el rostro y los dolores de los golpes que había recibido durante su enfrentamiento con el policía.

—Y yo que siempre había sido pacífico...ahora además tengo una anotación  por agresión a un policía y robo de auto...no puedo creer todo lo que está sucediendo.

Miró a su derecha, encontrándose con los vivaces ojos de Ariel, que recostado en el asiento del copiloto lo miraba de nuevo, tranquila y fijamente.

—Nada de esto habría pasado si no fuera por ti. Estoy herido, agredí a un oficial, robé un auto y estoy perdido en la mitad de la nada.

Pero la mirada del bebé seguía ahí, contemplándolo como desde que lo tenía consigo, con el mismo interés; no era justo, nada de lo que decía era justo, al menos no así.

—Lo siento —murmuró—, no quise decir eso...

Se quedó sin palabras durante un momento. No sentía el impulso de llorar, solo se sentía desprovisto de fuerzas.

—Lo lamento, no quise decir que la culpa fuera tuya...es solo que yo...estoy tan asustado, ese hombre amenazándome por teléfono, y luego ese cura tratando de llevarte, ahora ese policía, y él no escuchaba nada de lo que decía, como si ya estuviera decidido que yo soy un delincuente y...

Cerró los ojos otra vez. Su vida completa era una locura, pero no terminaba ahí, nada había terminado.

—Todo eso fue una cosa tan extrema...pudiste haber terminado herido, pasaste peligro y yo no podía hacer nada, sólo reaccioné lo mejor que pude. Pero es extraño, porque a la vez siento que no deberías estar pasando por esas cosas, que no deberías pasar por ejemplo una noche en descampado ni que te asusten éstos gritos, pero también siento que Magdalena siempre tuvo la razón, que su familia no debe acercarse a ti y yo...yo solo quisiera que estés a salvo.


No solo estaba lastimado, también estaba confundido, dividido entre la idea de mantener su promesa y seguir adelante con la débil alternativa de esconderse y conseguir un abogado que lo ayudara a defenderse. Desvió la mirada otra vez hacia el retrovisor.

—Estoy todo con sangre —comentó sin inflexión en la voz—, pero lo que me preocupa es mi ojo izquierdo, no sé si me pegué o algo, pero me duele mucho...al menos tú eres afortunado, tus cosas y tu comida están en los bolsos...

Volvió a encender el motor; no podía quedarse ahí demasiado tiempo.

—Ésta ha sido la hora más larga de mi vida...pero tengo que seguir, hay que salir de aquí y alejarse lo más posible, porque ese policía debe haberle avisado a toda la ciudad. Y tengo que deshacerme de éste  auto, es demasiado vistoso, aunque nos ha servido bastante...no podemos seguir al sur, tendré que buscar un desvío y después pensar en algo.


5


Un automóvil blanco avanzaba a gran velocidad por la carretera. Al volante iba un hombre moreno, muy musculoso, enfundado en una camiseta blanca; junto a él otro, delgado, de rasgos orientales, y atrás el que parecía ser el líder, un hombre delgado, de figura esbelta y atlética, de cabello negro y rasgos y mirada aguda, que en ese momento contestaba el celular.

—Señor Claudio.
— ¿Cómo va la investigación?
—Estamos detrás de la pista que nos dijo —replicó sonriendo—, hay movimiento de policías por aquí, creo que es porque están cerca. ¿Quiere que nos deshagamos de ese hombre?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba fría y segura, como de costumbre.

—Por ahora solo importa el bebé, ya saben eso. De cualquier manera lo del policía puede ser importante, así que quiero que estés atento, te avisaré cualquier cosa.

Cortó. Adrián sabía que ese tipo de cuello y corbata que era el asistente o lo que fuera de Fernando de la Torre no era lo que parecía, era lo mismo que ellos, solo un matón a sueldo, pero con un sueldo mejor que el de ellos. No era la primera vez que tenían algún tipo de trabajo así, pero si la primera en que tenían que ser cuidadosos y preocuparse de alguien, en éste caso el nieto. El que se lo había robado no sabía en la historia que se había metido al llevárselo de esa manera. Pasado de una pequeña granja, el hombre de rasgos orientales le indicó al conductor que estuviera el vehículo, justo en una elevación del terreno, y se bajó inmediatamente.

— ¿Y a éste que le pasa?
— ¿Qué sé yo? sabes que siempre hace esas cosas.

El oriental ya estaba de rodillas revisando el suelo.

—Jail...
—Espera.

El musculoso se sentó en el capó. Adrián se cruzó de brazos.

—La pelea de la policía fue más adelante...
—No estamos solos —dijo el otro seriamente poniéndose de pie—, alguien más estuvo aquí.
—Tal vez la policía.
—La policía no usa bicicletas —replicó el que llamaban Jail—, además el hombre dijo que la llamada de la policía decía que tuvieron un enfrentamiento después y hacia el oriente. Es decir que alguien está siguiendo al policía o a Segovia, y son dos personas por lo menos. Llegaron aquí en una camioneta y se separaron, uno de ellos va en bicicleta.

Adrián frunció el ceño. Claudio no les había dicho que hubiera más gente involucrada ¿Tenía que llamarlo o no? Decidió esperar, al menos por el momento, hasta que supieran algo más.

— ¿A quién tendríamos que seguir, al de la camioneta?
—Es lo mejor, seguro que ese va tras Segovia.

Ese hombre era muy intuitivo.

—Está bien, suban al auto, vamos a seguir esa pista, pero solo un poco, no podemos dejar que el tipo con el niño se aleje demasiado.


6


Romina estacionó la camioneta a un costado de la carretera y volvió a barrer el terreno con los binoculares. Parecía mentira que ella y Álvaro estuvieran sobre una pista tan buena, con las fotos de la pelea de Segovia y Armendáriz y siguiendo de cerca al fugitivo; aunque en esos momentos la situación podía ser un poco decepcionante, porque a pesar de ser ella misma quien siguió a Segovia en su huida, incluso antes que la policía misma, casi dos horas después no lograba encontrarlo.

—No puede ser —murmuró barriendo nuevamente—, no puede haber desaparecido en el aire.

Ya se había comunicado con Álvaro y le había indicado su ubicación para que se reunieran. Independientemente del caso en sí, sabían que ahora que el policía estaba herido en su orgullo, movería cielo, mar y tierra para encontrarlo, lo que quería decir que ellos tenían que llegar antes para tomar la exclusiva y luego correr para lanzarla en primer lugar. En eso sintió un golpe de nudillos en el vidrio.

— ¿Sacaste buenas fotos?

Otro golpe más fuerte la hizo reaccionar. Miró y se encontró con dos hombres junto a su puerta y a otro delante, apoyado en el capó. Se quedó muy quieta, guiada por un presentimiento.

— ¿Están perdidos?
—Estamos buscando a alguien —respondió el tipo de penetrantes ojos negros—, y algo me dice que tú has visto algo.

No le gustaba, ni la actitud de él ni que la mirara de ese modo, pero sabía muy bien que ante situaciones así tenía que mantener la calma.

— ¿Algo de qué? no te entiendo.

El tipo se acercó un poco más, haciendo que resultara inútil el vidrio, eso no la hacía sentir más segura. Al inclinarse sobre la ventana, Romina vio un arma asomada en el cinturón.

—Yo creo que si me entiendes. Estamos buscando a un hombre con un bebé, el mismo de las noticias. Dime lo que viste. Por favor.

La sorpresa de la visión del arma la anuló por un segundo. El tipo sonrió y le hizo un gesto. Baja el vidrio bonita. No quería hacerlo, pero lo hizo, lentamente, tratando de pensar si resultaría presionar el acelerador a fondo. ¿Tendría que atropellar al de adelante? La camioneta era fuerte, quizás podría, pero no tenía la seguridad, al menos sabía que el motor estaba encendido.

—Dime lo que viste, tengo prisa.
—El hombre pasó por éstos lados hace poco —respondió luchando por no sonar demasiado asustada—, va en un auto gris.
— ¿Hacia dónde fue?
—No lo sé —respondió con total sinceridad—, creí que estaba por aquí pero parece que lo perdí.

El otro pareció satisfecho.

—Gracias. Ahora mejor ve a tu casa, y ten cuidado, acuérdate que a los periodistas no es difícil encontrarlos.

Con un rápido movimiento le quitó los binoculares de las manos, y alejándose tomó el arma y disparó, reventando uno de los neumáticos. Inmediatamente los tres subieron a un auto blanco y emprendieron la marcha, dejando a Romina temblando en el interior de la camioneta. Un momento después la mujer tomó con manos temblorosas el teléfono celular para llamar a Álvaro.




Próximo capítulo: Caminos convergentes






La traición de Adán capítulo 27: Dos balas



Eva estaba en su oficina muy temprano por la mañana; ya había comenzado el mes de Enero y la parte previa de los trabajos estaba andando rápidamente, los permisos y contratos estaban en trámite y ya dentro de poco se comenzaría la intervención en el terreno en donde estaría el Hotel. Recibió entonces comunicación de su secretaria.

–Señorita San Román, al teléfono está Méndez.
–Páseme la llamada. Gracias.

Ya estaba ansiosa por recibir la llamada del detective privado, no podía sacarse de la cabeza la idea del peligro que representaba en esos momentos cualquier tipo de amenaza; tomó el auricular y saludó.

–Buenos días.
–Hola preciosa.

Sintió que se le contraían todos los músculos de la cara en una mueca de espanto; era él, usando el nombre del detective privado. No alcanzó a hablar cuando la melodiosa voz volvió a oírse.

–Es tu culpa. Lo que está pasando en este momento es tu culpa.

Cortó. Lívida, Eva dejó el auricular sobre el escritorio, pero en vez de sentarse tomó el mando remoto del televisor de su oficina y lo encendió, sintonizando el canal de noticias; con horror vio como en ese preciso instante se mostraba la secuencia mientras un periodista relataba los hechos: un vehículo a toda velocidad por la carretera se estrellaba contra un camión al pasar sin detenerse una luz roja. Mientras se mostraba el video, que claramente pertenecía a un ciudadano que había grabado con el celular, en pantalla aparecía la fotografía de la víctima fatal,  identificado como Mijaíl Macrura. Era el detective que había contratado, y estaba muerto. Mientras hablaba un oficial de policía volvieron a pasar el video, y pudo entenderlo: no había sido un accidente, el detective iba siguiendo a alguien en su vehículo, iba siguiendo al automóvil barato y pasado de época que iba justo adelante.
Sonó su teléfono celular, y Eva lanzó un grito de miedo. Era Adán. No podía contestarle, no en ese momento, de modo que cortó y apagó el celular momentáneamente; estaba ahí, en alguna parte, pero estaba ahí, y ya no podía poner distancia entre ellos nuevamente.
Entonces, Eva recordó el pasado, y se sintió nuevamente en medio de la situación que había originado la desgracia que la acechaba sin cesar. Julio Cisternas era un próspero administrador de terrenos en el campo, precisamente en una zona cercana a la casa hogar en donde ella se había criado; un lugar decadente y sucio, presentado a las autoridades como un hogar de esfuerzo, pero que en realidad era sobrellevado por los dirigentes en un régimen estricto como en época de guerra, donde los jóvenes eran lo mismo que prisioneros y trabajadores, dedicados por obligación a realizar las labores que eran necesarias, pero para las que no se les entregaba siquiera lo mínimo, y a cambio de las que recibían menos comida que la indicada. Ella era parte de ese grupo, pero desde siempre supo que eso no era para ella, había algo más afuera de esas paredes y tenía que conocerlo; todos decían que  cumplir los dieciocho era la libertad porque podía irse, pero Eva no podía esperar tanto, no cuando tenía trece y ya estaba desesperada por huir. Debía salir de ese sitio a como diera lugar, y no podía hacerlo sola, así que buscó y buscó, hasta que dio con el objetivo perfecto, un matrimonio sin hijos. Comenzó el acercamiento con bastante facilidad, se hizo de la confianza y amistad de la esposa, y sin adelantarse a los hechos, dejó que su inteligencia terminara el trabajo que sus bellos ojos habían comenzado. Sabía que tenía un efecto en las personas, de modo que cuando ya los tenía en sus manos, dejó que ellos se sintieran como su familia, calculando las palabras y los hechos para que, sin decirlo ella misma, pasaran a considerarla como una hija. Pasaron varios meses en los que estaba cada vez menos en el hogar y más con el matrimonio, más con buena comida y menos hambrienta, pero hubo algo que no pudo calcular con anticipación, y eso  comenzó a pasar, la mirada del marido se modificaba, aunque eran solo destellos, nada más una impresión momentánea. Hizo caso omiso, ignoró las señales, y obsesionada por salir del hogar cinco años antes de lo presupuestado, siguió adelante con la familia a la que estaba decidida a integrarse. Pero el castigo por su soberbia y ceguera estaba muy cerca, porque de la noche a la mañana las miradas con fugaces segundas intenciones se convirtieron en realidad, y el hasta entonces agradable posible padre se volvió en el acosador con perversas intenciones; todo estaba en su contra, pero Eva no se rindió, y aprovechó las oscuras intenciones de él en su favor, para montar un espectáculo en el que a fin de cuentas ella quedó como la víctima absoluta. El matrimonio se quebró, y aunque la esposa jamás creyó que la joven tuviera responsabilidad alguna, tampoco podía seguir cerca de ella, porque su existencia le recordaba como el hombre al que había amado se había convertido en un monstruo. Esa parte del plan falló por completo, pero al menos consiguió en su beneficio una cantidad de dinero en una cuenta bancaria y una beca en un internado, fruto de una combinación de amor maternal y culpa. Jamás volvió a saber de ninguno de los dos, aprovechó la estancia en el internado para pulirse y adquirir el máximo de los conocimientos que ese lugar podía entregarle, y una vez que salió era otra, una jovencita hermosa, inteligente, culta, propia y vivaz, capaz de llegar tan lejos como quisiera. Utilizando una sutil mezcla de encanto y capacidad, se hizo de los contactos necesarios entre miembros de una universidad, ingresó y logró viajar, cultivándose aún más y logrando un ascenso meteórico que muchas otras solo podían imaginar, y que muchas lograrían a lo máximo a los cuarenta, mientras ella no tenía treinta y ya lo estaba logrando; pero el fantasma de ese hombre nunca se fue en realidad, solo había estado buscándola incesantemente, hasta encontrarse con ella en esa ciudad finalmente. Tuvo una aterradora idea, buscó ciertos datos en la red, y comprobó lo que a esas alturas era una especie de profecía críptica: la ex esposa de Julio Cisternas se había suicidado hacía un par de años.
Se sentó ante su escritorio tratando de calmarse. Había llegado demasiado lejos, pero había fallado estruendosamente tanto en escapar como en encontrar un método para alejarlo, y ese hombre estaba loco, ya no importaba si lo estaba por ella, por la ruina o por sus propios demonios, pero lo cierto es que lo estaba, y la siguiente víctima de su locura después del detective, seguramente sería ella.
A menos que hiciera algo al respecto.

Adán viajaba a toda velocidad en su automóvil rumbo a la galería de arte de Carmen Basaure; dejó a un lado el teléfono celular, extrañado de que Eva no solo le cortara, sino que además apagara su dispositivo. Eso no era normal, podía ser muestra de algún peligro, pero sabía que no era de importancia vital o ella se lo habría dicho.
¿Se lo habría dicho?
Recordó la amenaza y el chantaje de Samuel, y se sintió incómodo ante una ficticia escena en donde Eva se preguntaba si él sería absolutamente sincero con ella. Pero no era lo mismo, la situación son Samuel le exigía secreto, por un lado para no arriesgarla a ella, y por otro para tener libertad de acción a la hora de quitarlo de su camino.
Para el momento en que llegó a la galería de arte, la policía ya se le había adelantado y tenía acordonado el sector.

–Oficial, soy Adán Valdovinos, hablamos por teléfono.

El policía a cargo era un tipo cincuentón, de los que han hecho su carrera en las calles. Era demasiado duro para que algo lo impresionara.

–Qué bueno que llegó pronto. El hombre se llamaba Bastián Donoso, estaba con visa de turista, y básicamente se voló la cabeza de un disparo en medio de la galería.

Adán supo al instante que aquel acto de locura había sido cometido en un lugar específico, justo frente a El regreso al paraíso, así que no necesitaba verlo.

– ¿Saben cómo entró?
–Sí, forzó la entrada con una ganzúa. El servicio de alarma funcionó, pero el vehículo de vigilancia no tuvo tiempo de llegar, el hombre se suicidó casi al momento de entrar en el lugar. ¿Sabe quién es este hombre o si tiene alguna relación con la galería o con la señora Basaure?

Adán respondió  con total seguridad.

–El nombre me es desconocido por completo. ¿Tiene alguna fotografía?
–Sí, pero dudo que quiera verla. Aunque tengo su identificación, vea.

Le exhibió un sobre de plástico hermético dentro del que había una tarjeta de identificación. El hombre era prácticamente de treinta y algo, muy atractivo, moreno y de mirada penetrante, eso solo era parte de lo que había atraído  a Carmen.

–No lo he visto, además tampoco es una persona que Carmen haya siquiera mencionado en el pasado. Me pregunto si la pintura habrá tenido algo que ver en esto.
– ¿Por qué lo dice?
–La pintura central de la muestra –explicó Adán para darle sustento  a su argumento– es un cuadro doble, que al mirarlo produce un efecto tridimensional, es decir la persona ve como si estuviera dentro de la pintura, y fue calificada como un espectáculo tormentoso para los sentidos, quizás en determinadas personas pueda provocar un efecto incorrecto.

El policía pareció entrar en sintonía.

–Explíqueme un poco más.
–La idea del cuadro es provocar sensaciones reales, es decir trascender del simple gusto, y se logró. Sin embargo... oficial, yo he visto muchas cosas en mi vida, supongo que entiende  a lo que me refiero.
–Sí.
–Y pues... este cuadro  era perturbador. Pero no sé si a una persona que ya estuviese perturbada podía causarle algún efecto más allá de un simple estremecimiento.
– ¿Está tratando de decir que la pintura podría provocar el suicidio de alguien con las facultades psicológicas perturbadas?
–No lo digo, me pregunto si es una posibilidad.
–El hombre está muerto en el centro de la galería –reflexionó el policía– y su sangre salpicó dos cuadros, se refiere a esos dos.
–Si están exactamente en el centro de la galería y en Angulo de menos de 180 grados, sí.
–Entonces si son esos cuadros. Nunca lo he visto, pero he escuchado de gente que ha enloquecido por personas, objetos, canciones, artistas y actrices, supongo que resulta posible, así que lo agregare a las vías de investigación. ¿Tiene como ubicar a la señora Basaure?
–Esta fuera del país en un viaje de introspección, así que esta desconectada del mundo. ¿Cree que es necesario contarle?

El policía lo miró perplejo.

–Hay un muerto en su galería, y su sangre está en sus cuadros.

Adán se dio cuenta muy tarde de que estaba siendo demasiado frio.

–Lo entiendo, a lo que me  refiero es a si ella es relevante para la investigación.
–Claro. De momento no, ya que no estaba en el país al momento de la muerte de Donoso, pero si le recomiendo que la localice, a la larga la necesitaremos.
–Desde luego. Oficial,  necesito pedirle dos cosas.
–Dígame.
–Lo primero, es que haga lo posible por evitar los detalles escabrosos, la carrera de Carmen depende mucho de eso; sé que es imposible evitar que la noticia se sepa, pero al menos quisiera protegerla lo más posible.
–Haré lo que pueda.
–Lo otro que necesito pedirle es que me contacte a cualquier hora si necesita algún dato, o tiene alguna noticia relevante sobre la investigación; mientras la artista está en el extranjero soy yo quien es responsable de ese tipo de gestiones.
–De acuerdo, estaremos en contacto entonces  ante cualquier situación. Ahora como comprenderá el sitio está acordonado, nadie puede entrar. Si necesita alguna documentación podré buscarla para usted mañana. Tengo trabajo pendiente.
–Gracias oficial.
–Una cosa más.

El oficial lo miró muy fijo, tratando de identificar cualquier rasgo que delatara alguna verdad oculta.

–Le escucho.
–Donoso efectuó dos disparos con esa arma, pero en el lugar solo hemos encontrado huella de una bala. ¿Eso le dice algo?

Entonces Bastián Donoso era el culpable del ataque en la fallida primera inauguración de la galería. No tenía sentido ocultarlo, solo generaría sospechas innecesarias.

–Sí, me dice y a la vez no. Hay un expediente abierto por un ataque a bala realizado aquí mismo, aunque sin heridos, si lo revisa tal vez haya una relación.
–Lo revisaré de inmediato. Buenas tardes.

Si el policía quería encontrar un caso interesante ya tenía uno, pensó Adán, pero la real pregunta era qué tan secreto había sido el romance entre ese hombre y Carmen, porque si se llegaba a establecer alguna conexión entre ellos, las cosas podrían complicarse; tenía que retirar su inversión en las obras de Carmen de inmediato, antes que la noticia se hiciera pública y sus obras se convirtieran en basura maldita. Donoso había disparado una vez antes, y si sus conjeturas  eran correctas, el disparo al cuadro no era accidental, él quería dispararle a la pintura, solo que no podía saber cuál de las dos era la correcta. Si había  sido amante de ella en un pasado distante, tenía que haber un motivo para que se matara de esa forma tan explícita, queriendo decir algo. ¡Claro! Lo que había planteado en un principio como una distracción para la policía podía ser correcto, ¿o acaso no había sido ella quien dijo que en medio del apasionado romance había extremado los detalles de la pintura? Bien podía ser que Donoso también sintió aquello, y al encontrarla más de una década después, le envió el cuadro envuelto en misterio, pero  mostrando un mensaje de paz y amor, que luego se vería trastocado; primero ella usufructuaba de la obra en vez de conservarla como un secreto de amor, y después de la locura de él, en donde destruía el cuadro, la artista hacía otro que demostraba no amor, sino odio y tormento. Ingredientes especiales para cometer una locura. Ahora vendría la investigación de la policía. ¿Qué diría o haría la  inocente Pilar? Tal vez ese era el momento que esperaba para dar el siguiente paso, oculta hasta ahora en las sombras y el silencio. Emprendió nuevamente el viaje en su  automóvil, pensando en que era una buena oportunidad para apartarse de todo eso definitivamente, dejando el capítulo de Carmen Basaure en el pasado y enfocándose en su éxito con Boulevard y el Hotel que venía, y solo tenía que ocuparse de una molestia antes de continuar. Volvió a marcar el número de Eva.

–Dime.
– ¿Estás bien?
–Estoy saliendo de la ciudad para ocuparme de unos asuntos.

No estaba bien; él tampoco, era un mal momento para hablar.

–Yo también estoy atareado. Nos veremos más tarde.
–Sí, veámonos en mi hotel.
–Espero el momento.

Cortó. Aparcó el auto a un costado, con el teléfono celular aún en la mano; algo no estaba bien con Eva, así como a él mismo le ocurrían cosas, pero sentirlo así en esos momentos era muy complejo, también sorprendente. Recién en ese momento reflexionó, y se dio cuenta de que lo que le ocultaba a ella no solo era por seguridad, sino que además había una cuota de desconfianza, no porque ella quisiera perjudicarlo, sino por temor a que algo saliera mal, a que la información una vez transmitida tuviera fisuras y por lo tanto alguien a quien culpar después. Eva lo era todo, era la persona perfecta para él, la única, pero ni siquiera ese amor sobrenatural era más fuerte que sus ansias de supervivencia. Y había tanto en juego.
Sentado en su automóvil, Adán pensó en estas cosas, y pensó también que si así era, bien podía estar ocurriendo lo mismo del otro lado; era un riesgo de quiebre, algo impensable, porque la gente normal con romances débiles quebraban, pero ellos, que estaban conectados hasta el alma, que se habían entregado por entero y más allá de la razón, no podían romper, no podían separarse o de lo contrario, algo así los destruiría. Y por primera vez en mucho tiempo, quizás en toda su vida, Adán no supo qué hacer.





Próximo episodio: Verdades absolutas

Por ti, eternamente Capítulo 12: Disparos y sangre



Ariel aún dormía mientras Víctor seguía hablando con Gladys en su casa. La mañana se estaba acercando con rapidez, pero en esos momentos se sentía tranquilo a pesar de todo, ya que la mujer demostraba seguridad y confianza en él, algo que no estaba percibiendo mucho en el último tiempo. Había podido cargar el teléfono celular en la batería que ella tenía en la casa, y después del café y comer algo de pan casero se sentía mucho más calmado.

—No sé cómo agradecerle...
—Ya, ya —lo cortó ella con un gesto de la mano— no te enredes en esas cosas. Ahora vamos a buscar tus recipientes para que cargues agua caliente, la vas a necesitar para el resto del viaje.

Salieron lentamente al sol de la mañana.

—Señora Gladys ¿Por qué vive aquí?
—Porque el lugar me quedó cuando mi esposo murió hace años.
—Pero es un lugar tan solo...
—Me gusta la soledad —replicó ella con tranquilidad— además la ciudad no es lo mío, aunque desde luego que es útil cuando tengo que ir a comprar cosas que no se dan en el campo, pero todas esas máquinas y el ruido son algo que no quiero para mí.

Tomó un hacha de junto a la puerta y siguieron hasta el furgón, donde Víctor tomó los termos y las botellas de bebida vacías con el fin de llenarlas de agua fría.

—Ya sabes en donde está el agua, llena esas botellas mientras voy al costado, después ven conmigo.
—Está bien.

Mientras se devolvía a la casita, Víctor se extrañaba de la tranquilidad que estaba encontrando en un lugar tan impensado como ese; pero no podía engañarse, eso solo era pasajero, tenía que terminar de recargar y salir de ahí lo más pronto posible. Ya había decidido, con la mente más despejada, que lo que haría sería esconderse hasta que las cosas se calmaran un poco, contactar un abogado y enfrentar todo lo que estaba pasando. Sabía que sería muy difícil y que en primer lugar querrían quitarle al bebé, pero podía exigir un examen de adn y eso le daría puntos en su favor, aparte que no tenía que presentarse de manera directa, también podía acordar con el abogado que lo representara mientras seguía oculto, había visto casos en las noticias de personas que hacían eso por su seguridad. Una vez dentro de la casa reemplazó el agua de los termos por agua recién hervida, lavó las botellas de bebida y las llenó con agua fría, cargando todo de vuelta al furgón; un momento después volvió a la casa, y tomó a Ariel de una de las sillas, volviendo con él en brazos al exterior. Gladys estaba cortando leña con una facilidad sorprendente.

—No me mires así —dijo sonriendo— esto no es tanto un trabajo de fuerza, es costumbre.
—Usted tiene muchas sorpresas.
—No digas tonterías. Ahora no te quedes ahí, ayúdame a dejar la leña en esa bodega, puedes dejar al bebé en una de las repisas de dentro.

Víctor obedeció y entró en la bodega, donde dejó al bebé sobre una repisa a la izquierda de la entrada. Iba a salir cuando sintió el sonido de un motor.

— ¿Qué es eso?

No era el motor del furgón; iba a salir pero la voz de Gladys lo hizo quedarse inmóvil.

— ¡Oiga!
—Buenos días señora —saludó una voz correcta pero autoritaria— necesito hacerle unas preguntas.
—Esto es territorio privado —replicó ella firmemente— salga de aquí.

Estaba al lado del bebé, a muy poca distancia de la puerta, y sintió que su corazón se oprimía; el suelo era de tierra, lo que ahogó sus pasos, pero en ese lugar tan pequeño solo podía quedarse ahí, inmóvil. ¿Había crujido o no la madera al dejar sobre ella al pequeño?

—Soy el oficial Armendáriz, estoy buscando a una persona.

¡Un policía! Tenía que salir de ahí de inmediato, no podía quedarse, pero estaba encerrado en una bodega de paredes de madera de unos cuantos metros cuadrados, con una única vía de escape que conducía en línea recta al sitio en donde estaba Gladys y ese hombre.

—Tranquilícese señora, estoy realizando un procedimiento de rutina.

Con el cuerpo pegado a la pared junto a la puerta de la pequeña bodega, Víctor estaba inmóvil, sintiendo que sólo lo separaban del policía unos cuantos metros y un saliente del umbral que no tenía más de treinta centímetros de ancho. La voz se acercaba, si entraba ahí, no habría donde esconderse. Unos segundos de silencio, y Víctor sintió los pasos del policía, casi junto a él, a tan solo una delgada muralla de distancia, avanzando hacia la bodega. Un momento después la mano del policía apareció en el borde de madera y los dedos se posaron sobre el borde, un anticipo de su entrada, a punto de rozarlo, todavía sin saber de forma concreta si en el interior había o no alguien; el joven contuvo la respiración, mirando con pánico la mano que estaba casi tocándolo.

— ¡No se mueva!

La voz de la mujer se escuchó fuerte y totalmente decidida en el exterior, y la mano se quitó del borde de madera, los pasos volviéndose sobre sí mismos. Afuera, el policía volteó hacia Gladys, que lo apuntaba con el fusil.


—Señora, baje esa arma.
—Le dije que saliera de aquí, éste es territorio privado.
—Señora —continuó él como si no le importara la amenaza del arma, tratando de controlar la situación— soy policía, ésta es mi placa y estoy realizando una investigación.
—No puedo saber si es verdadera o no, hay muchos delincuentes vestidos de policías dando vueltas por ahí.

Armendáriz sin embargo estaba mirando en dirección al furgón, y decidió jugar una carta que por lo general funcionaba.

—Estoy buscando al propietario de ese furgón.
—Me está viendo, si puedo manejar un fusil, un vehículo es pan comido.
— ¿De verdad? —dijo él con un dejo de duda— ¿Lo tiene hace mucho?
—Se lo compré a un hombre que estaba de paso, ahora no me haga repetirlo, salga de mi propiedad.
—Señora, estoy buscando a un prófugo de la justicia, es un delito protegerlo así que...
— ¡Ya le dije que salga de mi propiedad! No me importa si dice que es policía, soy una mujer mayor, vivo sola y si me amenazan dispararé, salga de aquí ahora mismo, la próxima vez lo diré con un disparo.

Armendáriz se rindió, y optó por volver sobre sus pasos hacia el automóvil que lo esperaba a cierta distancia. Gladys lo vio regresar al vehículo, y saliendo del territorio, comenzar un rodeo por el norte.

—Víctor —murmuró con la vista fija— sal ahora.

Se encontraron en el umbral de la puerta de la bodega; Víctor tenía en sus brazos al bebé, que por suerte seguía durmiendo sin enterarse de nada.

—Está rodeando mi granja, quiere estar en punto de vista desde el norte, seguro que vuelve con más gente, tienes que irte ahora mismo.
—Gracias, no sé cómo agradecerle, pero no debió arriesgarse.
—No hables tonterías, ese tipo es una bestia, no me gustó para nada. Escucha, tienes que irte por ese lado —apuntó hacia unos árboles— parece cerrado, pero el furgón pasará bien, luego encontrarás un camino en la maleza, si sigues por ahí cortarás camino, pero tienes que ir a toda máquina.

Subió rápido al vehículo, dejó a Ariel en el asiento del copiloto y encendió. De inmediato apuró la marcha, enfilando hacia los árboles que le había indicado su salvadora, pero sabía que el policía ya había detectado el movimiento; con el ruido y la velocidad el pequeño se despertó, pero no parecía nervioso, al menos no todavía.

—Tranquilo bebé, todo está bien, todo está bien...

Ni el mismo se convencía de sus palabras e iba conduciendo con el corazón oprimido, pero de verdad la decisión de Gladys había sido la acertada, porque de seguro, los compañeros de ese policía estaban por ahí, mucho más cerca de lo que quería imaginar.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, Víctor dirigió el vehículo a través de los árboles, encontrándose con un sendero por el que podía avanzar. Tenía que seguir al sur, y luego tomar por la planicie, de modo que presionó el acelerador mientras intentaba calmar al bebé. Mirando por el retrovisor no vio a nadie, y eso lo calmó un poco, tenía que poner la mayor distancia posible entre ese hombre y él.

Los siguientes minutos fueron de angustia para Víctor; conduciendo a toda velocidad esperaba traspasar la planicie lo más pronto posible, pero el furgón no daba más de sesenta o algo así, lo que significaba que no estaba avanzando realmente muy rápido. Con temor vio que a la izquierda, aunque aún más atrás, se divisaba el automóvil a toda marcha, ese vehículo podía alcanzar más velocidad que el que estaba conduciendo, y se trataba de un factor que no podía controlar.

—No puede ser, no puede ser...

Mientras tanto, Armendáriz iba en su automóvil con la vista fija en el furgón; había interpretado mal las señales, creyó que podría encerrarlo, pero el tipo lo sorprendió y se escapó por un entramado de árboles que desde luego no podía haber visto desde antes, lo que lo hizo ganar tiempo; ahora estaba cerca, pero las cosas no terminaban, no iba a detenerse hasta atraparlo.

El furgón llegó a una sección de la carretera, donde pudo tomar un poco más de velocidad, pero no era demasiada la diferencia. En el horizonte al sur solo se veía algo de bosque y la carretera, la única opción que tenía era seguir y seguir.

—Vamos, vamos... por favor...

Tenía el pie en el acelerador a fondo, conduciendo con las manos aferradas al volante,  tratando de convencerse de que todo iba a resultar, que podría sacarle la distancia suficiente al policía y salir de su vista, porque solo necesitaba eso, solo necesitaba  alejarse de él.
Pero el auto del policía iba a gran velocidad, y poco a poco se acercaba al furgón, disminuyendo cada vez más la distancia entre ellos; después de unos momentos el automóvil gris casi iba a su lado.

—No... no... no...

Mirando de reojo, vio la mirada penetrante del policía, su expresión dura y escuchó su voz atronando en la vía.

— ¡Detente ahora!

En una maniobra estudiada, el policía atravesó el auto en el camino del furgón; Víctor trató de esquivarlo, pero no tuvo posibilidad y se vio obligado a frenar. Con el brazo izquierdo sujetó al niño que se movía incómodo en el asiento, y trató de seguir, pero para ese momento el hombrón ya había saltado del auto y se acercaba a la puerta del conductor.

— ¡No!

Hizo un intento de volver a avanzar, pero Armendáriz abrió con violencia la puerta y lo jaló de un brazo.

— ¡No!

Armendáriz tenía como prioridad sacar al sujeto del vehículo y alejarlo del pequeño, claramente era la única forma de preservar su seguridad, sobre todo cuando el tipo acababa de hacer una carrera loca alejándose de la ciudad. Con un tirón más logró sacarlo del asiento, pero Víctor se sujetó de la puerta y el espejo retrovisor.

— ¡Suéltame!
— ¡Baja del vehículo!

No quería usar violencia si no era necesario, pero en esos momentos el otro estaba oponiendo resistencia.

— ¡Déjame!
— ¡No opongas resistencia!

El policía trató de alejarlo de nuevo, pero Víctor seguía sujeto; el espejo retrovisor se soltó, y en un acto desesperado, el joven golpeó al policía en el pecho, consiguiendo soltarse por un instante. De inmediato se acercó otra vez al furgón, pero Armendáriz, viendo que la situación se complicaba, optó por sacar su revólver.

— ¡Alto o disparo!

Víctor se quedó a medio subir del furgón, volteado hacia el policía, mirando espantado el arma que lo apuntaba. Adentro el niño lloraba asustado por los gritos.

—No puedes dispararme, no hice nada.
—Te estás resistiendo al arresto —replicó el policía, implacable— y estás siendo buscado por el rapto de ese niño. Ahora baja del vehículo con las manos en alto.

Pero Víctor sentía palpitar en la cabeza un golpe fruto del forcejeo con el policía; algo en su interior le decía que no podía rendirse, no aún.

—Ven a buscarme.
—No lo hagas más difícil Segovia...

Pero el joven se arrojó al interior del furgón donde aún gemía el pequeño y lo tomó en sus brazos. Armendáriz se acercó un poco más, pero no podía arriesgarse a provocarle algún daño.

—No te acerques. No voy a permitir que se lo lleven —exclamó haciendo acopio de valor—. Ariel es mi hijo, le prometí a Magdalena que lo iba a mantener a salvo y lejos de su familia.

El policía decidió tomar otra estrategia.

—Está bien, está bien, solo cálmate, ¿quieres? mira, vamos a calmarnos los dos, voy a dejar mi arma en el suelo, ninguno de los dos quiere hacerle daño a ese niño.
—No voy a hacerle ningún daño, pero ustedes están equivocados, la familia De la Torre está detrás de esto.
—Está bien, tienes razón, solo déjame ayudarte a...
— ¡No te acerques!

Estaba muy alterado, pero Armendáriz había pasado por decenas de situaciones como esa. Solo necesitaba calmarlo un poco, acercarse un paso más, y tendría todo controlado. El hombre tenía al bebé tomado principalmente con el brazo izquierdo, sabía cómo atacar para separarlo del niño.

—No estoy acercándome, tenemos que calmarnos los dos, estamos muy alterados.
—No estoy alterado, estoy asustado —replicó Víctor presa de los nervios—, todo está de cabeza ahora, y lo único que quiero es que alguien me escuche. Ese hombre me amenazó, por eso tuve que esconderme, porque en cualquier momento podían hacerme algo, y si se llevan a Ariel estará en peligro con...

No pudo seguir hablando, porque el policía lo sorprendió con un ágil movimiento; con un gesto estudiado se acercó y a la vez alargó los brazos, quitándole al niño de las manos.

— ¡No!

Pero el movimiento del policía fue perfecto, le permitió tomar al bebé con una mano, mientras con la otra apartó a Víctor, empujándolo con fuerza.

— ¡Ariel!

Con nada más que un instante disponible, Armendáriz dejó con increíble suavidad al niño sobre el capó de su auto, y de inmediato se volvió hacia su objetivo, que en ese instante trataba de llegar a él. Se inició un forcejeo entre ambos, donde Víctor estaba en obvia desventaja física, pero se movía tanto que el policía no conseguía sujetarlo.

— ¡Quédate quieto!
— ¡Suéltame!

Armendáriz no estaba dispuesto a perder más tiempo, de modo que golpeó sin piedad al joven en el torso, con el objetivo de dejarlo sin aliento y dominarlo por completo. Pero cuando casi tenía la situación controlada, el otro lo sorprendió y se sacudió violentamente, logrando soltarse de su captor.

— ¡Segovia!

Sin aliento y medio de rodillas, Víctor avanzó con torpeza hacia la parte posterior del furgón; los golpes que había recibido lo dejaron sin aliento y no podía moverse más rápido, pero la descarga de adrenalina era tal que no podía detenerse así sin más. Armendáriz recogió su arma del suelo y disparó a uno de los neumáticos traseros, reventándolo y haciendo gritar de terror al joven.

— ¡Alto!

El grito sonó aterrador y potente en sus oídos, pero el joven abrió la puerta trasera del vehículo; en la sombra vio la figura gigante e imponente del policía, a una mínima distancia, cerrando todas las opciones, en esos momentos estaba atrapado y todo iba a terminar. Lo siguiente ocurrió sin pensar, solo una reacción automática ante el peligro mortal que estaba a su espalda. Estiró la mano al interior del furgón, sujetó algo sólido y se giró, lanzando un golpe directo al lugar de donde se originaba la sombra.

Dos gritos desgarradores se escucharon en el lugar, al mismo tiempo que la explosión de un disparo.



Próximo capítulo: Lejanía

La otra matrix Capítulo 11: Navegando hacia el hielo



La corte de los despreciados. Tres días  después

La voz se escuchaba clara, y con ese ligero tono metalizado tan característico de él.

—Mañana haré las pruebas finales, tenemos que poner el dispositivo en funcionamiento.
— ¿Ya se lo contaste a Optimus?
—Desde luego —dijo la voz—, él fue quien me autorizó a fabricar la copia de la matrix.
—Pero él no sabe de los inconvenientes que has presentado con los diagramas de flujo.
—Lo sé.
—Hasta ahora te ayudado a mantener a máximo resguardo la copia de la matrix, pero sabes que es peligroso mantenerla en ciudad autobot, podrían atacarnos en cualquier momento.
—Lo sé, ya veremos mañana si encontramos una forma de hacer que funcione.

»Recuperando funciones. Modo operativo»

Soulbreaker recuperó la consciencia después de una noche de recarga; en la corte había tenido que acostumbrarse el sistema lumínico interno para medir los días y las jornadas: en eso habían copiado el sistema de Cybertron, con días de 30 horas, siete de ellas dedicadas a la recarga de energía.
La vida en la corte se había vuelto interesante, entretenida y novedosa desde el primer día; tal como Aldren lo había indicado, no existían normas rígidas ni funciones preestablecidas, aunque eso generaba un orden de todas maneras, una especie de orden libre.
Le fue asignado un aposento en uno de los pasillos intermedios, y en vista de que había ayudado con la reparación del reactor central del asteroide, le obsequiaron un set completo de herramientas para que pudiese utilizarlas. Se levantó de la camilla de recarga donde reposaba en las noches y contempló el espacioso aposento a su alrededor: en un rincón estaba el aparador con sus herramientas, de las cuales varias las había adoptado para poder guardarlas en las placas de sus brazos y tener las más indispensables siempre a la mano; también se encontraban todos los objetos de cuidado personal y era una rutina interesante comenzar realizando el escaneo físico para descubrir cualquier falla. En comparación con Cybertron, en donde este proceso era automático en cada habitación, en este lugar resultaba mucho más agradable hacer algo por su propia cuenta.

¿Acaso era esa la voz de Wheeljack?
En todo ese tiempo no había vuelto a recordar con tanta claridad los hechos sucedidos antes de su supuesta muerte, pero al pensarlo bien se convenció de que sólo se trataba de un recuerdo alojado en el fondo de su memoria, y que volvía a aparecer ahora que se encontraba en una situación de calma.

—Hola cariño
—Hola Usleazy.

Se encontró con Usleazy al salir de su aposento y está lo saludó con su habitual alegría; sin duda lo mejor de estar en la corte era ser parte del mismo panorama que los otros y no llamar la atención en absoluto. Los últimos tres días habían sido totalmente tranquilos mientras el asteroide continuaba la nueva ruta definida por Aldren, rumbo a un planeta rico en recursos naturales y minerales de los cuales nutrirse, mientras pasaba el período en que el arrecife espacial habría terminado el proceso de maduración y sería posible acceder a la amatista estelar que necesitaban.

— ¿Qué es lo que haces ahí tan tranquilo? Ven a ayudarme.

Heavythread apareció por un pasillo lateral y le hizo gestos para que lo acompañara.

— ¿Qué sucede, por qué estás operativo tan temprano?
—Lo que sucede es que Aldren ya está aburrida y comenzó a repartir órdenes por todas partes, llegaremos a nuestro destino en menos de 2 horas y todos los que podamos, tenemos que estar listos para ayudar a recoger energía y recursos.

Entraron en un salón en dónde Soulbreaker vio una serie de contenedores esparcidos.

—Ah, entonces quieres que te ayude a ordenar esto.
—Por supuesto ¿qué esperabas? Por cierto ¿revisaste la cantidad de cableado que hay en la bodega?
—No.
—Eso pensé. ¿no se te ha ocurrido que en el planeta al que nos dirigimos puedes obtener materia prima?

Ambos empezaron a ordenar los contenedores, Soulbreaker más animado ante la perspectiva de obtener algo que necesitaba para poder desarrollar sus labores.

—Pensé que Alfan había dicho que faltaban 6 horas para llegar.
—Al parecer navegamos y ligero, Alfan estuvo recalculando todos sus números y dijo que faltaban dos horas, lo cual al Relámpago azul le pareció perfecto.

No había visto salir a Alfan de su aposento y según Heavythread nunca lo hacía; la suya era una habitación grande llena de pantallas, tabletas y teclados, en donde él estaba haciendo de manera frenética y constante cálculos de todo tipo. Casi no hablaba y parecía entender todo de un modo casi subliminal, pero lo cierto es que sus cálculos eran virtualmente perfectos en la medida que recibiera información concreta: no podía calcular cuál era la distancia hasta el infinito, pero sí le decías cuánto tiempo y a qué velocidad te habías tardado en llegar hasta el extremo de un sistema podría calcular no sólo la distancia, sino también cuál habría sido la ruta más apropiada; sus cálculos eran de vital importancia dentro del funcionamiento de la corte.

— ¿Sabes lo que haré cuando bajemos a la superficie de este planeta…?

Soulbreaker no alcanzó a terminar la frase cuando una sacudida violenta y repentina lo arrojó contra una muralla.

— ¡Rayos, que fue eso! —dijo Heavythread sujetándose de la plataforma donde estaban apilando los .

Una nueva sacudida, más fuerte que la anterior arrojó a ambos al suelo al mismo tiempo que en el techo se encendían las luces color ámbar de alarma.

—No puede, ser parece que estamos bajo ataque.

Ambos dejaron lo que estaban haciendo, se pusieron de pie y corrieron fuera de la bodega en dirección al puente de mando. A los que vieron al pasar estaban saliendo de sus aposentos, confundidos o directamente asustados.
La líder de la corte, como de costumbre más preparada que el resto, llegó unos momentos antes y de un salto se ubicó frente al mesón de mando de la nave.

— ¿Qué es lo que está sucediendo, quién nos ataca?

El Transformer que estaba haciendo la guardia volteó hacia ella indicando la gran pantalla al frente con una mano y la pantalla de su Mesón con la otra.

—Acabo de transferir la captura de las cámaras externas: es una llamarada estelar.

Soulbreaker sintió que se le congelaba la energía en el cuerpo.

—Lo estoy viendo, dime qué es lo que lo provoca.
—Estoy actualizando la información del radar ahora mismo —dijo otro ubicándose en su posición—, todo es muy confuso, pero al parecer un asteroide grande ha chocado con una de las lunas de este planeta.

Un tercer transformer, que llegó tan apresurado como los otros, mostraba un brazo desprovisto de fuselaje, seguramente porque estaba haciendo mantención de rutina cuando se dio la alarma.

—Las lunas de ese planeta son como diminutas estrellas ¡el fuego se propaga!

Planetas como ese tenían satélites cargados de energía residual, lo que ayudaba a la iluminación de la superficie y estimulaba el crecimiento de diversas formas de energía, pero en caso de que un asteroide lo suficientemente grande se estrellara con el satélite, se producía una explosión que arrojaba oleadas de fuego desde la órbita del planeta hacia el exterior. Soulbreaker incluso recordaba que en alguna batalla antigua relatada en La Academia, un general había causado un accidente similar para proteger el planeta en el que se encontraba, de una serie de cruceros espaciales; si los datos de Alfan eran correctos, y Hevythread aseguraba que siempre lo eran, cualquiera podía concluir que estaban tan solo a un tiro de bala de las llamaradas, y además en línea directa con el planeta.

—Dirijan toda la energía hacia los propulsores del asteroide —dijo la líder—, tenemos que aprovechar la distancia para poder alejarnos del planeta y evitar que la ola de fuego nos afecte. Dame imágenes laterales, necesito imágenes superiores e inferiores.

Los aludidos comenzaron a realizar sus labores de manera inmediata, y la gran pantalla central del puente de mando se dividió en varias secciones, llegando al centro el punto de vista del espacio frente a ellos.

—Diablos, era justo eso.

En efecto, a través de las cámaras frontales y a pesar de que la calidad no era la mejor, se podía ver casi en línea recta el planeta, y entre la corte y el cuerpo celeste, una explosión que comenzaba a expandirse; en el espacio las cosas parecían suceder en cámara lenta, hasta que te alcanzaban y todo se volvía un infierno.
Aldren tomó el control del asteroide para desviar su ruta lo más pronto posible, pero una nueva arremetida desde el exterior sacudió a todos.

—Alfan acaba de enviarnos cálculos —dijo Heavythread intentando sonar tranquilo—, según esto la potencia de las llamaradas está aumentando exponencialmente conforme continúan apareciendo.
— ¿Qué?
—Lo más fuerte todavía no viene.

Hasta el momento el asteroide no había sido golpeado por las olas de llamas, sino por los oleajes expansivos previos a ellos, pero a través de las cámaras secundarias ya se podía ver cómo el mar de fuego comenzaba al desplazarse.

—Los motores de órbita están a su máxima potencia —dijo otro—, pero no nos estamos desviando de la órbita original.
— ¿Qué pasa con la energía del centro de entrenamiento y las auxiliares? —gritó Aldren mientras luchaba con los timones.
—Ya la redireccionamos, pero no está funcionando.

Una nueva onda expansiva, mucho más fuerte que las anteriores, los golpeó en medio del pánico que comenzaba a reinar en los pasillos fuera del puente de mando; Aldren salió despedida desde su ubicación y fue a estrellarse contra una de las murallas, mientras otros caían de sus asientos y Soulbreaker luchaba por sostenerse del umbral de la entrada.
Uno de los navegantes alcanzó los controles del asteroide e intentó seguir la dirección que estaba manteniendo la líder, pero el instante en el que estuvieron sin conducción los dejó a merced de la fuerza gravitatoria secundaria existente entre una oleada y otra.

—La primera llamarada espacial está demasiado cerca —gritó el navegante con terror—, después de la siguiente onda expansiva nos alcanzará ese poder de fuego ¡Va a destruir la corte!

Aldren se puso de pie y corrió a toda velocidad a recuperar su puesto.

—Sobre mi cadáver. Comando de emergencia ¡Transformación!

Cada uno de los tres navegantes ubicados a cada costado, entre ellos Heavythread, activó un dispositivo oculto debajo de la consola; durante un eterno milisegundo pareció no ocurrir nada, pero entonces, el asteroide mecánico se transformó.

—En nombre de todas las estrellas…

Soulbreaker observó anonadado cómo aparecía una nueva pantalla frente a la consola de la capitana, en donde se mostraba el flujo de energía y el diagrama representando al asteroide mientras cambiaba de forma; toda la sección correspondiente al puente de mando se alargó y quedó ubicada al frente del gran armatoste, mientras cientos de pequeños paneles deflectores se desplegaban a fin de formar a su alrededor un escudo translúcido protector. Las demás secciones se mantuvieron en una posición similar a la que tenía originalmente, excepto por la sección ocupada por el reactor central, que descendió hasta el vientre del crucero; manteniendo de esta forma la fuente de poder lista para ser descartada en caso de sobrecarga. En ese momento Soulbreaker comprendió por qué los habitáculos de los habitantes se encontraban debajo de los salones técnicos y de armas, porque en esta conformación nueva quedaban protegidos ante eventualidades.

—Activa los mandos manuales.
—Pero es demasiado arriesgado.
—Haz lo que te digo, no tenemos tiempo.

Soulbreaker se quedó de una pieza al contemplar cómo la consola de mando de Aldren se dividía en dos, para permitir que desde el suelo surgieran dos postes paralelos, de la mitad de la altura de ella, coronados por manijas plateadas que jaló con sus manos. ¡Era tecnología obsoleta! Este tipo de conducción había sido implementada miles de años atrás en algunos cruceros de tamaño reducido, y el uso de las manijas permitía controlar la cadencia y el movimiento de los motores y propulsores dependiendo de la presión que se aplicaba sobre ellos, de modo que si quién lo realizaba era un avezado conductor podía realizar giros con precisión milimétrica, y redirigir la energía de un punto a otro en microsegundos; ese tipo de tecnología fue descartada porque era extremadamente peligrosa, y cualquier error, aunque fuese mínimo, provocaría que el crucero tomara una dirección inesperada, y en circunstancias cómo esas el peligro era extremo.

— ¡Vamos no pienso dejar que caigamos aquí!

Haciendo gala de fuerza y precisión, Aldren jaló de las manijas conectadas a cables de fuerte aleación, y junto con un grito para darse fuerza consiguió desviar hacia arriba el curso del crucero, y sortear por unos cuantos metros la primera oleada de llamas; todo el lugar se sacudía como si cada tornillo estuviese en el límite de su resistencia. Soulbreaker miró por el pasillo fuera del puente de mando oyó  cómo algunos trataban de controlar y calmar a otros que habían caído presa del miedo.
No estaba siendo de ninguna utilidad en ese momento, tenía que hacer algo; observó una de las pantallas laterales desde donde aún podía visualizarse la explosión espacial, y sus ópticos se centraron en pequeños remolinos de fuego que parecían intensificarse: el crucero aún no estaba a salvo, la fuerza gravitacional de la onda expansiva aún provocaba un flujo irregular que impedía que la nave pudiera alejarse.

—Aldren —dijo Soulbreaker a la desesperada—, la siguiente oleada de fuego está desplegando remolinos, si pudiéramos usar los cañones de pulso electromagnético al mismo tiempo que pasamos por el centro de uno de ellos, eso podría darnos la fuerza para salir.
—Para eso —replicó uno de los navegantes—, el remolino tendría que ser de una proporción específica para que no nos envuelva.
— ¡Y qué es lo que estás esperando! —gritó Aldren directo a Soulbreaker— Ve a pedirle sus cálculos a Alfan.

El aludido corrió a toda velocidad fuera del puente de mando; por suerte la habitación de Alfan no estaba muy lejos del puente, y para el momento en que llegó, la puerta se abrió y el experto en cifras le entregó una tableta con una serie de en ella.

— ¡Gracias, eres el mejor!

Con la información en su poder y mientras el lugar continuaba remeciéndose, regresó al puente de mando a tiempo para entregar los datos a uno de los navegantes, mientras la siguiente marea de fuego estaba casi sobre ellos.

—Aldren, envié los datos a tu consola principal, sólo vas a disponer de 5.7 segundos con un margen de uno punto siete por ciento de error proyectado. ¡Será como pasar un filamento por un canal conductor!
—Entonces no perdamos más tiempo.

Con decisión total, Aldren redirigió el control manual, de modo que por un instante la nave pareció dirigirse a una zambullida directa hacia la siguiente oleada de fuego; sin embargo en el último instante volvió a cambiar el curso y se enfiló hacia un aro de fuego. A un tiempo los navegantes dirigieron los pulsos electromagnéticos, formando un aro alrededor del crucero; lo siguiente fue un impulso mucho mayor a la velocidad de la nave, que los alejó a toda máquina del peligro. Entre gritos y vítores por el éxito conseguido, Aldren desactivó el control manual y se quedó un momento quieta, mirando la pantalla a través de la cual se veía el planeta más allá de la explosión que casi arrasa con ellos todos.

—Lo hicieron muy bien, los felicito.

Soulbreaker notó que el brazo izquierdo de la líder mostraba una serie de grietas y fisuras, seguramente provocadas por el esfuerzo supremo de manejar sola el crucero; sin embargo ella no lo notaba, o hizo un esfuerzo perfecto para disimularlo.

—Los niveles de energía en la corte están muy bajos —dijo uno de los navegantes—, además me informan que el reactor está bajando su nivel de producción.

La líder no contestó, parecía estar perdida en el espacio y en la visión del planeta al que se dirigían. Heavythread reaccionó a tiempo antes que volvieran a hacerle la misma pregunta.

—Escuchen, creo que tenemos que devolver la corte a su modo anterior, ya saben que Aldren dice que en modo crucero gastamos muchísima energía ¡no es así Aldren?
Ella volteó y lo miró un momento sin responder, para luego recuperar su actitud habitual.

—Desactiva el modo crucero, manténganse atentos a cualquier fluctuación de energía, conserven el curso que acabo de ingresar en el sistema; descenderemos en la superficie del planeta en una hora.

Mientras la corte recuperaba su apariencia habitual y todo volvía a la calma, Soulbreaker fue hacia la zona de entretención y se encontró con la mayor parte de los miembros de la corte reunidos en torno a Undertow; por lo que le contó su hermano al momento de entrar, tan pronto como se desató el pánico, el escudero de los Caballeros de cybertron fue recorriendo cada uno de los aposentos, y reunió a los que estaban más asustados o fuera de sí, y los distrajo de los constantes embates energéticos relatando algunos hechos ocurridos mucho tiempo atrás. Su voz fuerte y profunda y la tranquilidad que transmitía impidió que las cosas se salieran de control.
Fuera de la corte, Undertow sería tratado como un demente por contar cosas que supuestamente no había experimentado, pero allí nadie cuestionaba su origen, lo importante a su respecto era de quién se trataba y lo que pudiera aportar a los demás; Soulbreaker había visto en los dos días y fracción que llevaba ahí, que algunos de los miembros de la corte no realizaban labor alguna, incluso algunos eran muy antisociales y se refugiaban en la seguridad de su aposento hablando consigo mismos de hechos pasados, pero no por eso eran considerados dementes, se respetaba su vida y su forma de ser y no resultaban peligrosos para el resto.
Aldren odiaba a utilizar los altavoces porque consideraba que invadían el espacio personal de cada uno, pero en esos momentos se sentía muy nerviosa e hizo caso omiso de su propia advertencia y los activó.

—Escuchen todos, vamos a descender dentro de muy poco en la superficie del planeta; no nos quedaremos mucho tiempo, sólo recolectaremos lo que sea estrictamente necesario para poder volver  a emprender el viaje, el curso de desplazamiento de la corte será cambiado de nuevo. Les informare pronto de nuestro nuevo destino.

En el salón de entretenimiento todos habían quedado en silencio mientras se dictaban las instrucciones; Undertow, que había hecho una pausa respetuosa, continuó con su mismo tono afable, con el objetivo de no perder el hilo de normalidad que había logrado tejer entre todos.

— ¿Qué le sucede a Aldren? —preguntó Soulbreaker a Underslow—. Se escuchaba muy nerviosa a pesar de haber conseguido salvarnos a todos.

El otro se mostró desconfiado, como era su actitud habitual.

—Mira, no sé qué es lo que le sucede, pero las decisiones de Aldren siempre son por algo, aunque la mayoría de las veces no sepamos por qué las toma.

El cambio de decisión de Aldren podía deberse a que pensaba que podía volver a ocurrir algún accidente como el de la luna, pero era absurdo considerando que un planeta de esas dimensiones sólo podría estar en riesgo si se estrellaba contra él un asteroide gigantesco, al menos 20 veces más grande que la corte, y sería imposible no ver eso en el radar. Volvió al puente de mando y se encontró con que ella no estaba allí, de modo que fue a buscarla a su aposento.

— ¿Puedo pasar?
—Entra.

Aldren estaba sentada frente a una pantalla dividida, donde se mostraba una versión resumida de lo que se estaba viendo en el puente de mando; su brazo izquierdo reposaba sobre el costado del asiento, mientras el pequeño dron de cuidado personal hacía todo cuanto estaba a su alcance para atenderlo. Sin embargo, él se dio cuenta de que las lesiones que tenía, debían ser reparadas por alguno de los médicos de la corte.

—Disculpa por entrometerme, sé que no tengo mucho tiempo aquí… pero no entendí por qué tomaste la decisión de reducir al máximo el tiempo de estadía sobre el planeta.
—Tenemos que descender sobre el planeta por obligación —respondió ella—, nuestros niveles de energía son muy bajos.

Se escuchaba y se veía cansada además de nerviosa. Soulbreaker se preguntó qué lo había llevado hasta ese lugar.

—Escucha, no sé si estoy pensando más de la cuenta o mi nivel de perspicacia ha aumentado desde que comencé a vivir aquí, pero tengo la sensación de que hay algo que te preocupa y que no se trata de esas llamaradas espaciales.

Aldren giró y lo miró directamente a los ojos; en ese momento Soulbreaker la vio al fin, sin la apariencia de capitana ruda o la líder de grupo, sino simplemente como una Transformer que quería lo mejor para sus amigos, igual a cómo la había visto en el promontorio durante el atardecer en su primera jornada en la corte. Por un momento fue como si a través de sus ojos pudiera ver el infinito.

—No es la perspicacia lo que te trajo hasta aquí —dijo con un tono de voz enigmático.
— ¿Qué quieres decir?
—No lo sé, en ocasiones como ésta no sé qué decir o qué pensar; a veces pienso que esto sólo es…

Sus palabras quedaron vagando en el vacío; él no entendía de qué estaba hablando, pero comprendió su tono reflexivo e inquieto ¿por qué le daba la sensación de que ella lo estaba esperando?

— ¿Qué sentiste cuando despertaste?
— ¿Qué?
—Me refiero a cuando despertaste en las ruinas de ciudad autobot —dijo ella sin dejar de mirarlo—. No puedes engañarme, tú omitiste deliberadamente tus sentimientos con respecto a ese instante en particular.

De hecho, cuando relató sus vivencias antes de llegar a la corte, Soulbreaker omitió a propósito  lo que había experimentado en su interior al momento de despertar.

—Fue una extraña mezcla —explicó hablando con lentitud—, al mismo tiempo me sentí perdido como si no supiera quién era, y de manera simultánea sabía que estaba vivo aunque mi propio sistema me había indicado antes el momento de mi muerte.

Ella continuó observándolo fijamente ¿Acaso estaba tratando de descifrar algún significado oculto en sus palabras?

—Ya veo —concluyó al fin—. Escucha, hay algo que voy a contarte, y es necesario que esto no se lo digas a nadie.

Soulbreaker solo asintió.

—Tengo la capacidad —dijo ella— de ver cosas que van a suceder. No, no puedo ver el futuro —se apresuró a decir antes que él la interrumpiera—, no soy ninguna clase de oráculo o algo parecido.
Hace mucho tiempo en Cybertron, comencé a tener estas visiones, como las calificaría alguien más, y cometí el error de hablar de esto con mis superiores en la refinería en la que trabajaba; nadie me tomó en cuenta, y de pronto las visiones cesaron, hasta que estas imágenes sobre lo que iba a suceder después regresaron, mientras me encontraba a bordo de un crucero. Intenté advertir al Capitán de la nave sobre lo que iba a suceder, pero él era despiadado y megalómano, y no hizo caso de mis palabras, arguyendo que yo estaba tramando algún tipo de insubordinación en su contra; no tuve el valor para hacer nada más, y el crucero espacial terminó destruido; decenas de transformers murieron en una horrible agonía, sólo sobrevivieron unos pocos
Me alejé de allí cuando logré salvarme, aterrada por lo que había sucedido y temerosa de lo que pudiera suceder, como si de alguna forma pensara que era mi culpa no haber podido evitar aquella desgracia; después de un tiempo de vagar por el espacio llegué hasta la corte que en ese tiempo no era más que unos cuantos pedazos de chatarra espacial adheridos al dorso de una nave en desuso, y conocí al capitán que me antecedió. Ese transformer estaba loco, es cierto, pero era justo, y me enseñó a valorar aquello que tenía en mi poder; le dije que la mayor parte del tiempo las cosas que veía eran sólo diminutas fracciones acerca de un acontecimiento que no necesariamente conocía, y que de seguro a bordo del crucero espacial no pude explicarme de manera correcta porque no podía decirle de manera específica al Capitán cuál era la mala decisión que él iba a tomar o, cuáles serían en concreto las consecuencias de sus actos. Me dijo que tenía que aprender en primer lugar, que en el universo hay muchas cosas que no podemos controlar, y en segundo, que a partir del primer punto debía hacer lo posible por ayudar a quienes sí pudiera identificar dentro de mis visiones. Desde entonces aprendí a trazar una línea imaginaria en mi mente, con la que separo hechos desconocidos de cosas respecto a las cuales puedo hacer algo; el futuro no es un texto escrito por adelantado, ya que está en constante cambio debido a las decisiones de cada individuo, pero si puedo hacer algo, aunque sea la más mínima cosa por ayudar a alguien, lo haré.

Entonces por eso es que ya sabía por adelantado que Heavythread lo había llevado a él a la corte. De pronto todas sus actitudes tomaron un cariz distinto por lo que ella estaba explicando; no podía anticipar que el satélite del planeta iba a estar cerca de una explosión, pero sí pudo dirigirse al puente de mando antes que todos, para poder enfrentar el conflicto de la mejor manera posible. Eso significaba que la líder de la corte estaba constantemente sometida a la presión de tomar las decisiones correctas, de acuerdo a esas fotografías que pasaban frente a sus sensores ópticos.

—Hay algo que no entiendo. ¿Por qué no acudiste a los sabios de Cybertron, a Prime mismo? Ellos podrían haberte ayudado a enfocar tus visiones cuando recién las tuviste, o podrías haber ayudado a otros desde aquí.

Ella le dedicó una mirada que era casi compasiva.

—Ir con ellos. ¿Para decirles qué? ¿Que había visto que en un salón de armas se iba a disparar un fusil por estar mal asegurado? ¿Que sabía que en un viaje interespacial, alguien iba a abrir una escotilla en una superficie con atmósfera? Ninguna de esas microscópicas fotografías tienen utilidad si no sé de qué se trata en realidad, es como estar ciego en medio de una ciénaga. Los cybertronianos piensan siempre en el bien o beneficio de la comunidad, y una habilidad como la mía habría sido utilizada para predecir eventos futuros, acaso para crear miedo o control, y ni siquiera así sería seguro poder poner a salvo a todos, porque descubrí que cuánto más individuos haya a mi alrededor, el número de imágenes aumenta cada vez más. Volverme loca con eso no sería de ayuda para nadie.

Entonces era su misma historia. Se sintió profundamente conectado con Aldren al entender que, de todos, la capitana no estaba exenta de ese tipo de situaciones, y de hecho entendía a la perfección su situación, porque la había experimentado ella misma. La verdad, manipulada de cierta manera, podía ser más letal que cualquier rayo destructor.

—El peligro del satélite no es el más grande —concluyó el en voz baja—, hay algo más que nos está amenazando ¿no es así?
—Me gustaría poder hacerte esa pregunta en vez de escucharla —dijo ella con voz sin inflexión—, pero lo cierto es que tenemos que darnos prisa.
— ¿Por qué me estás contando esto a mí, por qué ahora?

Durante varios segundos ninguno de los dos habló.

—Porque es importante que lo sepas.
— ¿Importante por qué? No lo comprendo.

Ella se puso de pie y lo enfrentó más de cerca.

—Eres listo e inteligente, y demuestraa un afán de ayudar al resto que es importante para todos nosotros. Lo siento si estoy dejando mucho peso sobre tus hombros, pero como puedes ver, en la corte hay muchos habitantes que casi no pueden valerse por sí mismos, y en tal caso, los que sí podemos hacerlo tenemos que ayudarles a compartir la carga.

Soulbreaker estaba seguro de que ella nunca diría algo como esto último ante los otros, porque sería una forma de menospreciar a los más débiles. Entonces se le ocurrió que podría estar contándole eso por otra razón.

—Aldren, no es necesario que me trates de convencer de tus buenas decisiones, porque confío en ti desde el primer momento en que te vi, y estoy dispuesto a ayudarte a ti y a los demás de la mejor manera posible, principalmente porque lo que siento que he recibido de la corte es más de lo que siento que puedo dar.
—Gracias por confiar en mí.
—Soy yo quién te lo agradece. Aldren, yo…

Durante un momento no supo qué decir.

—Creo que después de estas experiencias vamos a tener que ver unos cuantos atardeceres.
—Sí —dijo ella—, te tomaré la palabra. Tendremos que reservar el promontorio para ver juntos un par de esos atardeceres.

Mientras esto sucedía dentro del asteroide, en el espacio, a cierta distancia, una sombra observaba fijo lo que estaba sucediendo. Una sombra grande y poderosa, un rostro con un solo ojo púrpura, observando.

2

Sentinel Tau volaba por el espacio a gran velocidad en su modo alterno de nave; en los últimos días había estado muy ocupado poniendo a prueba todos sus conocimientos en batalla, y entrenando a los distintos soldados a su cargo, los que acataban sus órdenes y estaban ávidos de sus conocimientos como de costumbre; sin embargo, ya era hora de concretar algunas decisiones que estaban en su mente desde su reintegración a las filas del mando autobot.

— ¿Puedes escucharme?
—Fuerte y claro.

Al principio se había sentido un poco intimidado por el nombramiento como Sentinel Tau, pero concluyó que se trataba no sólo de algo lógico, sino que podía ser de utilidad en varios sentidos; los autobots parte de La muralla eran experimentados y fuertes, de modo que su presencia ayudaría para mejor ante una guerra que se veía venir sea como fuere, y, por otro lado, ese cargo le había sido ofrecido con anterioridad. Mucho tiempo antes del mandato de Optimus prime, se le había ofrecido el cargo, a lo que él se negó indicando que aún no estaba preparado para tal nivel de responsabilidad, y que or lo tanto resultaba mucho más útil en el campo de batalla. Ahora, por causa de su historial, desenmascarar a un par de amenazas ocultas para los autobots y haber regresado de una muerte segura, accedía a llevar a gran responsabilidad, remarcada por Rodimus prime en su gran confianza hacia él por su enorme experiencia y sabiduría.

—Ya estoy en la zona que me indicaste.
—Excelente, sólo debes descender en el asteroide metálico que está debajo de ti.

Descendió según las instrucciones, a un asteroide formado principalmente por piedra y metal; adoptó la forma robótica y empezó a caminar por el lugar, que era una especie de páramo desolado. ¿por qué se le habrá ocurrido venir hasta aquí? Se preguntó mientras exploraba el lugar.

—No te escondas.

Nadie contestó a sus palabras. Las formaciones rocosas del lugar no dejaban mucho a la imaginación, de modo que siguió caminando esperando encontrar algo que llamara su atención. Poco después se encontró con una construcción que se asemejaba a un edificio, desde donde salió su interlocutor.

—Hola viejo amigo.
—Runflight.

Estrecharon las manos en señal de saludo; el interior del lugar era sencillo y había sido moldeado con rayos, pero a pesar de la simplicidad se notaba que había instrumentos de carga electrónica e intercomunicadores.

— ¿Por qué estás recluido en este lugar?
—Me ha ayudado a pensar —explicó Runflight de manera sencilla—. Durante mucho tiempo estuve concentrado en obtener riquezas y hacer daño, creo que es un cambio para mejor.

Sentinel Tau meditó unos momentos, mientras el otro le alcanzaba un vaso lleno de una mezcla de energon; probó el contenido, encontrándolo dulce y sólo un poco embriagador.

— ¿Lo destilaste? —al instante se arrepintió de la pregunta; el lugar estaba desierto salvo por esa pequeña porción de civilización, era obvio que sí—. Lo siento.
—No te disculpes.
—Runflight, estoy seguro de que ya ha llegado el momento que hemos estado esperando.

El otro lo interrumpió con una pregunta muy acertada.

— ¿Hemos?
—Por favor. Te he dicho que quiero ayudarte a recuperar la paz para ti, y sé que de alguna manera también lo quieres, incluso lo dijiste.
—Tau, es decir, Sentinel Tau —replicó el otro en voz baja, soltando cada palabra con sumo cuidado—. Te he dicho que estar en este sitio me ha permitido pensar; me he enfrentado a desafíos básicos de supervivencia, pero no se me ha olvidado lo que sucede allá afuera.
—Escucha, yo…
—Sé que tienes buenas intenciones y lo aprecio, pero la verdad es que sigo teniendo mis dudas acerca de ir a enfrentarme con el bando autobot. Soy un traidor para ambos bandos, los autobots no me despedazarán sólo porque su sistema de justicia no se los permite, pero yo… sólo quiero que sepas que abandoné la vida criminal porque tu fe en mí me hizo cambiar, pero no sé si quiero arriesgarme a lo que revelar mi paradero implica.

Sentinel Tau asintió, comprendiendo.

—Yo creo en ti, pero con mi palabra no basta, al menos no aquí, en la mitad de la nada. Tengo algo que decirte: dentro de una semana, Rodimus prime estará desocupado de sus arduas labores como líder autobot, y para entonces tengo concertada una cita con él. Quiero que vengas conmigo y te entrevistes de manera directa con nuestro líder.
—Estás loco, jamás te lo permitirán.
—Soy casi el oficial de mayor confianza de él, y salvé de la muerte por tu ayuda, te aseguro que conmigo harán una excepción. Sólo te pido que vayas conmigo a esa reunión y te entrevistes con él; si Rodimus no te da las garantías o no te sientes en confianza, lo dejaremos, y podrás irte en paz.

Runflight meditó unos segundos, antes de contestar.

—Si tú vas a estar presente, entonces estaré seguro. Iré contigo.



Próximo capítulo: El descanso del héroe