Por ti, eternamente Capítulo 4: Escándalo y escape



Fernando De la Torre estaba en su estudio totalmente fuera de sí.

— ¡Maldita sea!

Enfurecido, el hombre arrancó la pantalla de su ordenador y la arrojó con todas sus fuerzas. La pantalla fue a estrellarse contra un hermoso florero que estaba en un mueble esquinero, destruyéndolo en mil pedazos; De la Torre era un hombre de más de cincuenta años, de figura corpulenta e imponente, raleado cabello cano y rasgos endurecidos por sus años y por su fuerte carácter.

—Esto es una locura Claudio, es una completa locura.

Claudio era un hombre de alrededor de treinta años, de figura atlética y rasgos agudos, que enfundado en un impecable traje azul ultramarino contemplaba la escena; el asistente estaba inmóvil a prudente distancia del escritorio de De la Torre, estratégicamente cerca de la puerta, pero impasible, con los brazos cruzados mirando con tranquilidad lo que ocurría.

—Tranquilícese señor, ese florero era de su tía Jazmín.
—No me vengas con mi árbol genealógico, mi hija está muerta.
—Usted ya sabía que eso iba a pasar —replicó el asistente con total calma— según recuerdo ese fue el pronóstico que hizo el doctor que había examinado a la Señorita Magdalena y al que usted interrogó.

De la Torre se dejó caer con peso muerto en su silla.

—No puedo creer que haya ocurrido.
—Por desgracia era una posibilidad muy alta señor; además usted dijo que prefería verla muerta que deshonrando a la familia.
—No lo decía en el estricto sentido de la palabra. Magdalena era mi única hija.
—Su única hija que renegó de su familia más cercana y huyó con su salud y con su hijo en gestación.
—No hables de esa manera.
—Son sus palabras señor.

El hombrón tomó una grabadora portátil de su escritorio y se la arrojó, aunque sin puntería porque el artilugio fue a estrellarse contra el suelo.

— ¡Tengo una grabadora, no estés repitiendo lo que digo!
—Cálmese señor.
—Nunca he podido comprender como es que una muchacha linda, joven e inteligente como ella pudo alejarse y renegar de todo; no solo dejó una vida cómoda, sino que abandonó a su familia, y la familia es lo más importante.
—Eso está bien, saque todos los sentimientos.

De la Torre se puso de pie.

—Y eso no es todo; ella se fue con su hijo, con mi nieto, y ahora ese niño simplemente no está. ¡Dime donde está, dime que fue lo que pasó con mi nieto!

Claudio adoptó un tono más reflexivo.

—Es claro que la señorita Magdalena decidió desaparecer de la vida de ésta familia desde antes de haber concebido a ese bebé, pero si estaba tan enferma como para terminar tan trágicamente, usted puede estar seguro de que contó con la ayuda de alguien.
— ¿De quién?
—De la persona que tiene a su nieto.

De la Torre tomó un abrecartas de empuñadura dorada y comenzó a gesticular con él. Su rabia no había disminuido un ápice.

—Es necesario encontrar a mi nieto.

Claudio ya estaba pensando en eso, como de costumbre.

—Ya tengo algunas personas encargadas de buscar por los alrededores, usted sabe que siempre hay alguien que ha visto algo.
—Pero eso es muy vago.
—Claro, pero mi plan principal es otro señor —sonrió mostrando su teléfono celular— ya me estoy encargando del celular de su hija, ahí seguro encontraremos información muy importante.

El patrón parecía satisfecho aunque no sorprendido con la eficiencia de su asistente, pero aún no era suficiente para él.

—Un niño de tan pocos meses de vida no es sencillo de ocultar, pero tampoco es imposible.
—Siempre se pueden tomar medidas adicionales.
— ¿A qué te refieres?

Claudio respiró profundamente.

—En ésta sociedad lo que importa no es lo que sea, sino lo que se puede probar señor; sabemos muy bien que usted ha sido acusado varias veces de ilícitos, pero nunca se le ha probado nada, de modo que usted es un ciudadano honorable como cualquier otro. Y un abuelo angustiado por la desaparición de su nieto puede ser muy efectivo.

De la Torre presentía algún ardid, pero aún estaba demasiado irritado como para dilucidarlo por sí mismo.

—Continúa.
—Lo que digo es que la policía puede sernos de ayuda para variar, sobre todo si previamente hay  una denuncia por posible secuestro. Tanto demos con el paradero del niño ahora mismo o no, esa información abrirá muchos ojos y oídos, usted me entiende.

El hombre se pasó una mano por su encanecido cabello.

—Entonces haremos eso. Pero dile a tus hombres que tengan mucho cuidado, no quiero que nadie los descubra en algo sospechoso.

                               2                            

Víctor estaba en su cuarto con Ariel en sus brazos cuando sonó su teléfono celular; estaba tratando de llegar a alguna decisión lógica, así que simplemente no prestó atención al número desconocido.

— ¿Hola?
—Hola —dijo una voz muy educada desde el otro lado de la conexión— me preguntaba si el bebé está bien.

No dijo nada más, pero fue suficiente para que a Víctor se le congelara la sangre; quienquiera que fuera, lo había descubierto, pero ¿cómo? Entonces lo supo, el celular de Magdalena, seguramo esos hombres lo habían registrado.

—Necesito que me escuches con mucha atención.

Estaba paralizado, y en vez de cortar, sólo se quedó inmóvil escuchando la amable amenaza que se deslizaba por la línea telefónica.

—Esto es lo que vas a hacer. Dejarás al bebé en una Iglesia ahora mismo, y todos nos olvidaremos del tema. Ya sabes que te encontré rápido por teléfono, lo que me pregunto es si te haces una idea de lo poco que me costará encontrarte en persona.

Cortó. Solo entonces, cuando la llamada hubo finalizado, Víctor soltó el celular sobre la cama, como si el aparato pudiera hacerle algún daño sólo por el hecho de haber recibido esa comunicación.

—Dios mío...

Lo habían encontrado, y obviamente habían llamado al último número que marcó ella, el suyo. La amenaza era evidente, y concordaba a la perfección con lo que Magdalena le había advertido de su propia familia; pero haber recibido esa llamada no solo era preocupante, sino que además era peligroso, en extremo.

— ¿Qué es lo que voy a hacer?

Que en tan poco dieran con él podía ser igualmente una casualidad, pero lo concreto es que la persona estaba hablando en serio, y escucharlo decir que no le llevaría mucho encontrarlo lo hacía pensar lo peor. ¿Dejar a Ariel en una Iglesia? Sonaba a tratos entre mafiosos.

—De acuerdo, tengo que tranquilizarme, tengo que tranquilizarme.

Pero no estaba tranquilo en realidad; tenía que tomar una decisión en ese momento, no podía continuar esperando a calmarse. Tomó el celular y marcó un número.

—Hola Víctor ¿dónde estás? los demás estuvieron preguntando por ti.
—Arturo, necesito que me ayudes con algo.
—Claro, ¿pero qué te pasa?

Sintió que se le revolvía el estómago al hablar.

—Necesito que llames a ese conocido tuyo que es reducidor de especies, necesito dinero.

Arturo era uno de sus mejores amigos, pero incluso a él había algo que no podía decirle.

— ¿Pero estás corto de dinero? Porque si es así yo te puedo prestar.
— ¡No! No es eso, Arturo, necesito vender muchas cosas, no puedo darte más detalles por ahora. Ayúdame por favor.

Arturo hizo una breve pausa; desde luego estaba sospechando, pero decidió no decir nada.

—Mira, puedo llamarlo ahora y estar por allá en diez minutos.
—Genial, te espero.

Después de varios minutos de tensión, Víctor dejó al pequeño en el armarito del baño y dejó entreabierta la puerta, para que no fuera visible.

—Quédate aquí, enseguida vuelvo.

El bebé se limitó a mirarlo muy fijo, sin moverse.

—Si llora, estoy frito.

Salió del cuarto luchando por calmarse, y a poca distancia se encontró con su amigo, que era de su misma edad, muy delgado, de cabello rubio y piel blanca.

—Arturo, te demoraste.
—Vine apenas me dijiste, ¿qué te pasa, porqué estás así  tan extraño?

Víctor sintió que todo lo que conocía pasaba frente  a sus ojos; conocía a Arturo desde hacía muchos años, era parte de su grupo de amigos más cercano, y en particular era muy importante para él, parte de las personas más cercanas. Víctor no tenía familiares, sus padres habían muerto cuando era muy pequeño, y desde entonces se había dividido entre el deber de hacerse responsable y crear un círculo cercano, pero en ese momento sentía que tenía que mantener una cierta distancia aunque eso le resultara difícil.

—Mira, después te explico, ahora estoy realmente apurado. ¿Trajiste al reducidor?
—Está ahí —indicó por encima del hombro— ¿qué vas a vender?

Víctor trató de sonar tranquilo, aunque sabía que eso era difícil en un momento como ese.

—Voy a vender todo lo que tengo.
— ¿Qué? ¿Estás loco? Pero por qué, no lo entiendo Víctor... ¿qué hiciste?

El aludido respiró profundamente; era obvio después de todo, pero el nerviosismo y la presencia del bebé escondido en el baño lo mantenían en tensión total.

—Mira Arturo, no he hecho nada, solo necesito hacer algunas cosas y necesito el dinero, además va a ser mucho más fácil trasladarme si solo llevo lo puesto.
—Puede ser —replicó el otro dudando— pero es tan sorpresivo que yo...

Víctor siguió un impulso y lo abrazó. De un momento a otro toda su vida parecía pender de un hilo y necesitaba a un amigo, pero la amenaza de la familia De la Torre era muy severa como para ignorarla.

—Oye, me gusta que me abraces pero...
—Mira, Arturo, tú eres mi mejor amigo, solo te pido que confíes en mí, en que estoy haciendo lo correcto.
—Está bien, está bien. No te voy a preguntar nada, por ahora, pero necesito que me cuentes todo después.
—Te lo prometo, después te diré todo. Ahora vamos a hablar con éste tipo.

Se acercaron a la entrada del pasaje, donde los esperaba un hombre alto de cabello muy largo, con una carpeta en las manos, junto a un hombrón de casi dos metros de altura, corpulento y musculoso enfundado en jeans y sudadera.

—Así que eres tú el que quiere vender —dijo a modo de presentación el de cabello largo mientras se acercaban al camión— ¿y de qué cosas estaríamos hablando?
—Son varias cosas, muebles y otras cosas, la idea es que sea ahora mismo.
— ¡Hola! Estás apurado. Bueno, mientras más pronto mejor, Hércules, prepárate.

El musculoso se acercó al camión y abrió la puerta para sacar unas llaves, y el sonido de la radio del vehículo inundó el ambiente.

—Apaga esa cosa, hoy se han dedicado a decir tragedias.

Pero antes que el grandote lo hiciera, la voz de un periodista se escuchó fuerte y clara.

»Ésta es una noticia en desarrollo, según nuestras fuentes hay una familia que acaba de realizar una denuncia por secuestro de un menor, un lactante de no más de seis meses de vida; hasta ahora no hay muchos datos más, pero al parecer el bebé fue sustraído del sitio en donde se encontraba sola la madre, quien aparentemente estaba enferma y muy grave. Dentro de los próximos minutos estaremos ampliando la información«

El musculoso apagó la radio del vehículo, mientras Víctor sentía que su estómago se contraía luego de escuchar esa información.



Próximo capítulo: De la mano de la ley

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