Maldita secundaria capítulo 20: Noche de estudios: Segunda parte





Treinta minutos después.
Alrededores de Parque Vicente Mendoza.

El grupo se reunió en el lugar acordado, y todos se veían emocionados ante lo que venía.

—Una tía de ella vive por aquí cerca —comentó Alberto— llamamos y nos dijo que estaban de paso, así que hay que ir de inmediato.
—Que emoción —dijo Lorena— siento que ésta vez sí que estamos en el camino correcto.

Comenzaron a caminar por una calle lateral.

— ¿Y dónde está el señor Del real?
—Le pedí que se mantuviera un poco al margen —explicó Dani— estaba muy alterado, pero lo mantendré informado de todo.
— ¿Que casa es?
—Esa azul de ahí.

Hernán intervino en voz baja.

—Oigan ¿no creen que podría verse un poco mal que vayamos todos? Mal que mal somos un grupo bien extraño.
—Tienes toda la razón Hernán —admitió Dani— pero tengo a Luciana en el celular, y la verdad es que si estamos equivocados no podemos hacer más el ridículo, y si es lo correcto, cumpliremos con lo que hemos dicho siempre, tenemos que ser todos, o ninguno.

Puso en altavoz su celular para que Luciana pudiera oírse.

— ¿Quieren apurarse? Esto parece el radioteatro del que hablaba mi abuelo.

Finalmente llegaron a una casa de ladrillos azules, y dejaron a Soledad para que tocara el timbre. Salió una joven de poco más de veinte años, de baja estatura, de piel muy blanca y cabello largo lacio, que los miró interrogativamente.

— ¿Hola?
—Hola —la saludó Soledad— Disculpa ¿eres Gabriela Ortúzar?

La joven pareció entre sorprendida y divertida por la pregunta.

—Si, lo soy —pronunció con un extraño acento que no parecía ser de ninguna parte en especial— ¿Quiénes son ustedes?

Alberto estaba a punto de decir algo, pero Dani lo calmó con un gesto.

—Tal vez te va a parecer una locura lo que vamos a preguntarte, pero tenemos algo que ver con la secundaria Martín de Salustre y creemos que hay algo importante que hablar contigo.
— ¿Del Martín de Salustre? — repitió notablemente sorprendida — ¿y qué es lo que quieren, por qué están aquí?

Cuarenta y cinco minutos más tarde, todos estaban apretujados en una salita al interior de la casa; Gabriela estaba entre ellos, con los ojos rojos después de haber llorado la mayor parte del tiempo que había pasado, ante la historia que le contaron entre todos.

—Todo lo que me han dicho es... tremendo, terrible, y completamente inesperado.

Sacó de su bolsillo una foto de ella y Matías.

—Lo de nosotros fue... fulminante. Nunca se lo dijimos a nadie, las cosas nunca son tan sencillas como te las imaginas; éramos básicamente chicos, teníamos la misma edad que ustedes ahora, solo pensábamos en nuestro amor y en todo lo que estábamos conociendo. Pero los negocios de mi padre estaban mal, estábamos casi arruinados, y de un día para otro las maletas estaban listas. Lloré muchísimo cuando supe que teníamos que partir, y por supuesto nos prometimos seguir en contacto, volvernos a ver y todo...

Por un momento no siguió con su relato; estaba recordando, volviendo a vivir muchas de las cosas que probablemente no había hablado con nadie en seis años.

— ¿Y qué pasó después?
—Tienen que comprender que años atrás la comunicación no era tan sencilla como ahora; cuando salimos de aquí, pasaron tres meses de viaje, en que un día dormíamos en un hotel y al otro en una posada. Cuando al fin nos instalamos, le envié correos, contándole mil cosas, diciéndole cuanto lo extrañaba, pero nunca contestó. Y como les dije, yo era una niña, cuando vi que no me contestaba los correos, pensé que simplemente había sido una tonta, que él se había divertido a costa mía y que lo que hubo entre nosotros solo había sido una ilusión. Casi de inmediato me enteré que estaba embarazada, y claro, fue un embarazo poco usual, porque lo descubrí cuando tenía prácticamente cinco meses. De pronto estaba embarazada, y tuve que elegir entre mi hijo y el recuerdo de un niño tonto que según yo me había mentido, así que decidí por mi hijo y quedarme con los buenos recuerdos. Y como nunca volvimos al país hasta ahora, no era especialmente fácil enterarme de lo que había pasado. Que horrible, pobre Matías, ahora entiendo todo.

Se puso de pie y caminó hacia un costado. Dani intervino en voz baja.

—Creemos que la razón por la que Matías está atrapado en éste mundo es esa; suponemos que de alguna manera, cuando murió, su espíritu quedó aquí porque supo que había un asunto sin terminar, y que es eso lo que le falta para poder descansar en paz.

Cuando la joven volteó hacia ellos, en su rostro seguía estando la huella de las lágrimas, pero también había decisión.

—Quiero ir. Quiero ir con mi hijo a esa secundaria.

Alrededores de la secundaria
Por la tarde.

— ¿Dónde está?

Del Real estaba emocionado, sentía a su corazón latiendo a toda velocidad ante la expectativa; los jóvenes también estaban ansiosos por lo que estaba a punto de ocurrir.

—Viene caminando. Ella es Gabriela, y ese niño es Benjamín, y es su nieto.

Por primera vez desde que lo conocían, Dani y los demás vieron sonreír auténticamente a Adriano del Real; el hombre caminó lentamente hacia la joven, quien se arrodilló junto a su hijo para hablarle de quien se les acercaba.

—Vamos, dejemos espacio.
—Ay, pero  yo quería ver...
—Alberto —lo reprendió Soledad— se está reuniendo una familia, hay que dejar que se conozcan, aunque es un poco extraño que lo hagan al lado de la secundaria, pero como estaban diciendo, ésta vez todo tiene sentido.

Teresa marcó el número de Luciana para confirmarle la información, mientras Fernando estiraba los brazos y el grupo caminaba lentamente en sentido contrario.

— ¿Saben una cosa? Me siento increíblemente tranquilo.
—Tienes razón —comentó Leticia— yo también, es muy raro pero desde que empezó todo ésto nunca había estado tan tranquila, es como si todo el nerviosismo y el estrés de estos días simplemente se hubiera esfumado.

Lorena estaba terminando una oración en voz baja.

—Creo que eso es porque las cosas están resueltas. Matías se reencontró con su gran amor, sabe que su hijo está bien, y el señor Del Real está  reunido con su nuera y su nieto.
—Ay, que lindo —dijo Luciana por altavoz en el celular de Soledad— que bueno que ya las cosas están bien. Porque todo está bien ¿o no?

Carolina suspiró aliviada también.

—Si. Yo diría que sí, que todo está resuelto.
— ¿Es decir que se terminó? —exclamó Alberto— vaya, la verdad es que yo igual me siento muy distinto, como cuando duermes mucho luego de haber estado sin dormir, aunque reconozco que esperaba algo más espectacular, alguna luz o algo así.
—Pero si hay una luz —dijo Teresa— mira hacia allá, hay un hombre que sabe que su hijo descansa en paz y que de regalo acaba de conocer a su nieto. No necesitamos nada más.
—Que loco —comentó Fernando— tanto tiempo tratando de encontrar una solución y ahora no lo podemos creer.
—Yo estoy contenta —comentó Soledad— después de todo lo que pasamos, parece que por fin valió la pena.
—Durante éste tiempo nos enfrentamos a muchas cosas —dijo Dani satisfecho— pasamos penas, peleas, tuvimos que aprender a llevarnos un poco, pero al final las cosas terminaron bien, creo que no podemos esperar más.

Hernán se quedó mirando un momento la extraña pero a la vez familiar escena de Adriano del Real con Gabriela y el niño, y supo que ya era suficiente.

—Igual habrá que estar pendiente de lo que pase en la secundaria a partir de mañana.
—Tienes razón Hernán, pero honestamente, no creo que pase nada. Siento que ya Matías descansa en paz, y que los secuestradores también se fueron.
—Que bueno. Me voy, hablamos después.

Lorena trató de detenerlo.

—Espera ¿adónde vas?
—Por ahí —respondió simplemente— al fin de cuentas lo que nos mantuvo unidos todo éste tiempo ya está hecho. Hay que volver a la normalidad.

Dani le hizo un guiño.

—Por supuesto, tienes toda la razón. Gracias.

Mientras Hernán se alejaba, los demás siguieron caminando a paso lento.

—De todos modos él tiene razón —dijo Luciana a través del altavoz después de un rato— hay que volver a la normalidad, ahora vienen los exámenes finales y esas cosas.
—A estas alturas ni me preocupan los exámenes —rió Soledad— quien me escuchara ahora.

22 Noviembre
Casa de Luciana

—Y entonces aplicas ese color y le das profundidad.

Luciana estaba terminando un trabajo de pintura junto con Teresa, Carolina y Lorena.

—Nos salvaste la vida, que suerte que sabes de ésto.

Luciana no era exactamente amiga de ellas, pero se había reconocido a si misma que lo que pasó en la secundaria, y sobre todo ese sueño o visión con Matías había hecho que reconsiderara muchas cosas; lo primero de eso fue ser un poco más accesible, y tener la disposición para colaborar con otros, o en ese caso ayudar si podía, y todas las asignaturas de arte se le daban excepcionalmente bien, probablemente por la educación de casa y las vacaciones en otros países. Las chicas le agradaban, de hecho después de lo ocurrido con los espíritus tuvieron oportunidad de conversar más, y encontró varios puntos para llevarse bien.

—De nada, además me sirve para ir practicando, quiero especializarme; y tú Carolina ¿te vas a especializar en toma de exámenes con rayos?

Las cuatro rieron ante el chiste. Carolina estaba cada vez más segura de cuál era el futuro que quería para ella, y no iba a ser en el área de la salud: lo suyo iba a ir por el lado de la naturaleza, y en esos tiempos las carreras que aportaran a la sustentabilidad y la mantención del medio ambiente no solo eran cotizadas, también tenían buen futuro.

—No, ni de lejos, pero lo importante es que estamos pasando todos los exámenes bien y que tú nos ayudaste con arte. Ahora que me acuerdo, Alberto quiere hacer una reunión con todos en unos días más, en su casa.
—Yo me apunto —comentó Lorena— me parece una muy buena idea.
—Si, es verdad, además que por estar en la clínica yo me perdí de la última parte, así que no me perderé esa reunión, solo díganle al chiquito que la haga después de exámenes, por ahora estoy muy ocupada.

Casa de Leticia

Fernando estaba sirviendo refrescos para ambos mientras pasaban los créditos de la película.

—No me gustó esa parte, pero el final estuvo épico.
—Si, es verdad, estuvo de lujo, aparte por un momento me imaginé a mí disparándole a un par de personas.

Los dos rieron de buena gana. Su amistad había pasado por altos y bajos, pero en esos momentos era mucho más fuerte que antes y eso era lo importante. Tenían sus propios códigos, y les divertía ver el mundo desde una perspectiva crítica y a la vez socarrona.

—Oye ¿te llegó la invitación de Alberto?
—Sí, hay que ir, aunque de todos modos va a ser extraño, durante éste tiempo todo está como antes, es decir ya no pasamos los diez todo el día juntos. No es que extrañe esos días, pero sabes de lo que hablo.

Fernando tomó el control para volver al menú.

—Sí, pero mejor. Además está por terminar el año, luego vienen las vacaciones y yo el año entrante seré un sexy estudiante de cuarto.
—Y modesto.
—Tú no digas nada que estás en la mira de Mariano del otro tercero, quiere acercarse a ti por los medios que sean.

Leticia rió. Sabía que era así, pero de momento quería terminar el año lo más pronto posible, porque por mucho que hubiera pasado toda la tortura de los fantasmas, aún tenía que sobrevivir a los exámenes.

—Creo que ya habíamos pasado por conversaciones así antes; por ahora no, pero el próximo año, quien sabe...
—Te haces de rogar.
—Mira quien lo dice —replicó ella alegremente— últimamente andas de galán ayudando a damiselas en peligro en los preparativos de fin de año, se te quedó pegado lo de ser héroe, no creas que no vi lo que pasó con las de segundo el otro día.

Esa vez fue Fernando quien rió alegremente. Si, algo de eso había.

—Es solo una chapa, no me tomes tan en serio. Aunque reconozco que lamento que no hayamos podido hacer público el tema, no puedo usar mi capa y mi espada para ganar puntos.


Casa de Soledad

Soledad estaba el teléfono conversando animadamente.

—Si, es verdad. Lo escucho, tiene mucha energía, y eso que es tarde. Si, no tengo inconveniente, podemos juntarnos el fin de semana siguiente. No te preocupes, trata de hacer dormir a Benjamín. Buenas noches.

La madre de Soledad se acercó con dos humeantes tazas de chocolate.

—Me leíste el pensamiento mamá.
—Por supuesto que sí, soy tu madre. ¿Con quién hablabas?
—Con Gabriela, una amiga.

Su madre se sentó junto a ella mientras la joven probaba el tibio líquido.

— ¿Y Dani?
—Me abandonó por ir a los videojuegos —protestó falsamente enojada— pero no importa.
—Y esa niña Gabriela ¿de dónde la conoces?
—Es amiga de un amigo, es un poco mayor y tiene un hijo precioso, se llama Benjamín, quería invitarla el próximo fin de semana a cenar.
—Por mí no hay problema, ya sabes que me encantan tus amistades; hija ¿sabes algo? estuve bastante preocupada últimamente por ti, te notaba estresada y cansada, pero de un tiempo a ésta parte estás bien nuevamente, te veo con ganas y con energías.

Soledad sabía muy bien a que se refería, pero aunque ya todos los peligros habían pasado, prefería dejar toda esa historia en el lugar que le correspondía. Se sentía contenta por haber terminado con toda esa historia de los fantasmas, pero la vida le había reservado una sorpresa más, y era la amistad con Gabriela. Ella había tomado la decisión de quedarse un tiempo en el país, y naturalmente hicieron buen trato, con lo que el contacto se había mantenido; según ella y el propio señor Del real, el pequeño Benjamín era una nueva versión de Matías, lo que completaba el cuadro para esa familia. Y era sorprendente ver como Adriano del Real estaba de mucho mejor aspecto gracias a ese regalo del destino. Se sentía contenta.

—Tienes razón, yo también me siento bien ahora; y tengo ganas que termine el año para que podamos salir de vacaciones, y aunque a mí misma me asombra decirlo, quiero tomar ya el último año de secundaria.

Casa de Alberto

Alberto estaba hablando por teléfono mientras escribía en el ordenador portátil.

— ¿Y cómo ha estado señor Del real? Me alegro mucho... yo bien, estudiando bastante; los demás le envían sus saludos... ¿que por qué lo llamé?

Se puso de pie y se acercó a la biblioteca. Ahora había más libros, algunos relacionados con temas paranormales.

—No, todo está bien, solo tuve la inquietud de saber cómo estaba. Me alegro que esté tranquilo, al final todos lo estamos. Eso es verdad, tiene que estar bien para aprovechar a su nieto. Les daré sus saludos a todos. Buenas noches.

Cortó y se quedó mirando la biblioteca. Durante mucho tiempo se había refugiado en los textos, con el miedo constante de que algún día tuviera que recurrir a ellos para recuperar lo que su cerebro había perdido, pero si algo era cierto de todo lo que habían vivido en la secundaria, es que cuando realmente lo necesitas, las cosas están ahí, solo tienes que descubrir cómo llegar a ellas. Eso era parte de crecer, de la madurez que él mismo y los otros estaban experimentando, y por primera vez no se sentía con tanto miedo. Pero por las dudas tomó su agenda y apuntó un par de horas extra de trabajo, al final que si quería ser un exitoso hombre de negocios, no tendría mucho tiempo, y una noche de estudios siempre le abría nuevos horizontes.


Casa de Dani

Tenían botellas de refresco en la mesa de centro, y el joven ya se había ubicado sobre el sofá, dejando a un costado las ruedas. Hernán iba seguido a visitarlo, aunque de pronto se desaparecía. No hablaban muy a menudo de temas complejos, pero Dani veía que tenía menos heridas nuevas, al menos en eso las cosas mejoraban.

—Y tú sigues tan apartado de todos como antes, casi no te vemos la sombra en clase o en los recreos.

Hernán se sentó junto a él ante el televisor y la consola de video. Se tomó un minuto para beber un poco, venía cansado después de correr, pero se sentía casi tan bien como pelear, así que como sustituto estaba bien. Por suerte Dani no hacía preguntas de sobra.

—Cállate, tenemos una partida pendiente, no te voy a dar espacio solo porque eres el dueño de casa.

Sin esperar, comenzó el juego, pero Dani no estaba concentrado todavía. Dejó que los gráficos corrieran con toda la espectacularidad inicial y la secuencia que era parte del tráiler; ahora jugaban después que el rapado llegaba de correr y se daba una ducha, y aunque él no lo decía, daba la impresión de estar haciéndolo como excusa para salir de su casa. Por él todo lo que pudiera ayudar estaba de lujo, pero eso no era todo.

—Ha pasado casi un mes desde que las cosas se solucionaron en la secundaria; ahora todo es normal, estamos por pasar los exámenes finales, y Alberto quiere reunir a todos, pero como estamos en dos cursos distintos y ya no hay espíritus, el director no nos va a dar más permisos, somos otra vez estudiantes comunes y corrientes.
—Eso es lo que somos.
— ¿Vas a ir si hay una reunión?
— ¿Y para qué?

Dani ya estaba acostumbrado a la actitud del rapado, pero no se preocupaba. Incluso no le preocupaba que el otro no lo tomara en cuenta en la secundaria, de hecho eso era parte de su decisión implícita de dejar todo como antes que comenzaran los problemas. Se entendían bastante bien.

—Para comer dulces de la madre de Alberto, no me digas que no te gustan. Será divertido, además que perdimos casi todo contacto con los exámenes.
—Eso es porque no somos todos amigos; estás eligiendo el mismo personaje que yo.
—Lo siento. En eso tienes razón, pero a la larga, todos estuvimos en lo mismo, hay una conexión, llámala como quieras, entre todos, a fin de cuentas fue gracias a todos que logramos encontrar la paz para Matías.
—Está bien, iré, pero solo un rato. Si no te digo eso no vas a comenzar nunca.

Dani sonrió satisfecho.

—Gracias.
—No me lo agradezcas, es solo para que dejes de molestarme con lo mismo.
—No es por eso. Gracias por tu amistad.

El otro puso los ojos en blanco y comenzó el juego. No le gustaban las cursilerías, pero Dani sabía que podía contar con él ante todo, y que era realmente su amigo.




                                                                              Fin

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