La traición de Adán capítulo 13: Trampas de seda



Pilar estaba bastante deprimida ese Viernes; las cosas estaban resultando aún peores si eso era posible, ya que su madre había decidido encerrarse en su taller obcecada en terminar su obra destruida en la fallida inauguración de la galería, y no saldría de allí hasta que lo consiguiera; no es que creyera que iban a pasar tiempo juntas o algo por el estilo, pero había decidido quedarse  al verla enferma y ahora estaba como siempre. Demasiado como siempre. Pero tampoco podía estar las 24 horas del día sufriendo por temas que estaban fuera de su control, así que decidió hacer algo de vida real por su cuenta y salió a dar una vuelta. No había terminado de bajar en el ascensor cuando la llamaron por teléfono.

–Hola.
– ¿Aun me reconoces la voz amiga?
– ¡Margarita! –exclamó sorprendida– que gusto escucharte.

Diez minutos después se abrazaban emocionadas; Margarita había sido su amiga y mutua confidente toda la infancia, y había sido duro separarse cuando ella fue a otro país a estudiar, pero habían mantenido contacto por la red, así que verse de nuevo era toda una sorpresa.

–Creí que estabas en el extranjero.
– ¿Bromeas? Si tú estabas en el extranjero mujer.

La otra era una mujer alta, voluptuosa, de cabello rizado oscuro y actitud amigable, llamativa por naturaleza pero sencilla en su actuar.

–Volví el año pasado, ya terminé mis estudios así que me establecí de vuelta y estoy haciendo clases en el instituto Buenaventura.
– ¿Que no es de beneficencia?
–No Pilar, a menos que estemos hablando de la beneficencia de los dueños claro. Y tú en que andas por aquí, llegue a pensar que no volverías.

Pilar le contó brevemente la historia del ataque de su madre. Su amiga reaccionó escandalizada.

–Discúlpame amiga, pero nunca voy a poder entender cómo es que una madre puede tratar así a su propia hija.
–Sabes que tiene motivos por lo que pasó hace ocho meses.

Margarita hizo un ademán con las manos como despejando el ambiente.

–Eso es puro humo amiga, ya te lo dije antes. Una madre le cree primero a su hija que a nadie, no importa lo que le digan o lo que pase, pero ella parece que esperaba un motivo para maltratarte.
–Margarita...
–Es la verdad, lo siento mucho. Además por favor, tú no eres capaz de matar ni una mosca, es ridículo pensar que podrías urdir un plan para robarle a tu madre su colección de arte, engañar a todos incluida esa persona, venderla y luego como si todo eso fuera poco quedarte ahí mirando a la cara de medio mundo como si nada.

Pilar sabía que no era culpable de nada de eso.

–Pero tenían pruebas.
– ¡Al diablo las pruebas!
–Baja la voz.
–Está bien – se disculpó en voz más baja – mira Pilar, tu problema es que siempre te has preocupado más del resto que de ti misma, siempre  has estado concentrada en el otro lado de la moneda. ¿Te acuerdas cuando había esas escuelas de verano y querías ir a acampar? Podíamos organizar todo pero ahí salías tú con que no, que mejor danza o historia del teatro porque eso te haría más culta, pero era para representar algo.

Era agobiante y a la vez muy grato estar con Margarita, porque de ella no tenía desconfianza, y era de la clase de amigas que irán contigo al infierno y de vuelta.

–Y que consigues con eso –le preguntó apuntándola – sufrir, porque te dejas en último lugar, ¿o acaso no te regañé cuando me contaste por chat lo que pasó hace ocho meses?
–Si pero...
–Apuesto que ni siquiera has pedido explicaciones, o tratado de averiguar cómo diablos es que terminaste metida en ese embrollo, pero te digo que las cosas no pasan así nada más, nunca se olvidan y tú jamás podrás sacarte esa tristeza que tienes si no te armas de valor y dices ¨basta, hasta aquí¨ y se lo dices bien claro a todo el mundo.
–Sabes que no soy una persona conflictiva.
–Pues vas a tener que empezar a serlo ahora o nunca lo serás. Ya vas a ver, me vas a contar todos los detalles escabrosos y juntas vamos a poner las cosas en su lugar.

Pilar no sabía si era algo del destino volver a encontrarse con su amiga de  toda la vida, mucho menos si en realidad tendría algún sentido escarbar en el pasado y remover los recuerdos, pero sabía que no tenía alternativa porque a Margarita nadie  le sacaba una idea de la cabeza; la parte buena es que era gratificante estar en su compañía, porque de su parte no habían cuestionamientos y además se sentía igual que siempre, ahí los años separadas no contaban en absoluto.

Micaela estaba despierta desde las seis de la mañana y salió del departamento en su tenida de trabajo en terreno, pantalones cargo, botines, una camisa sencilla y el cabello atado simplemente; fue de inmediato a la obra que tenía que supervisar, la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario donde la esperaban sus trabajadores.

– ¡Llegó la jefa!

Sorprendentemente el grupo de trabajadores la recibió con toda alegría, aunque después supo que el encargado que creyeron tener era un viejo feo y cascarrabias, por lo que la mejora de la visual incidió notablemente en su estado de ánimo. Las obras estaban en una etapa inicial, por lo que todo lo que debía ser demolido estaba eliminado y había que comenzar con las mediciones y los cálculos, una parte en donde a veces por dejación o por apurar los plazos se dejaban detalles sin terminar. Estaba revisando los planos con el capataz y bromeando un poco cuando apareció una mujer joven, de traje ejecutivo, bonita y con cara de disgusto.

–Buenos días.
–Hola –saludó Micaela– y tú eres...

La otra la miró de arriba a abajo. Tenía claro que ese proyecto era complicado porque la empresa había escogido un muy mal equipo de trabajo, así que tendría que vigilarlos de cerca, muy de cerca.

–Eva San Román, responsable del proyecto, estoy aquí para comprobar si es que hay avances en los trabajos, pero parece ser que no.

Esteban no le había dicho nada de eso, pero claramente ella tenía un cargo sobre él; por suerte ya estaba enterada de varios detalles.

–Micaela Riveros –respondió sin saludarla– estoy a cargo de la supervisión en terreno. ¿Cuál es el problema?

La otra mujer pareció sorprenderse de su respuesta tan sencilla y natural. ¿Que creía que por ser bonita podía decir lo que quisiera?

–El problema es que el proyecto está atrasado un siete por ciento según el detalle que tengo y en la constructora nos gusta que se cumplan los plazos.

Le entregó un informe, que Micaela hojeó sin darle mucho interés; el capataz y los obreros estaban en silencio mientras tanto. Mejor.

–Este informe es bonito – comentó la trigueña dejando la carpeta sobre un mesón – pero le falta información.
–Ese es el cronograma de avance del proyecto.
–Es una proyección – la corrigió con calma – aquí no dice en ninguna parte que hace siete días el trabajo quedó detenido porque la maquinaria que arrendaron para una obra gruesa estaba defectuosa y desde arriba le dijeron a mi capataz que tenía que esperar medio día para que llegara la otra, aunque al final fue un día completo.

Eva imaginaba que encontraría mil excusas en ese lugar, aunque no se esperaba a esa encargada en terreno.

–Tengo claro que pueden haber imprevistos en el camino –explicó Eva con amabilidad– pero la misión del encargado en terreno es que los tiempos se optimicen y se trabaje en vez de reír.

El capataz hizo una mueca pero no dijo nada, sabía que él y sus trabajadores eran la parte delgada de la cuerda, pero Micaela no se dejaba intimidar.

– ¿Tú nunca has trabajado en terreno verdad?
– ¿Qué?
–Eso creí –comentó Micaela livianamente–  yo sí, así que te explicaré: la esclavitud fue abolida porque no funcionaba, lo que se usa es que la empresa nos de todo lo que necesitamos para trabajar y que nosotros nos hagamos cargo de hacer el trabajo lo mejor posible. Si como Responsable puedes asegurarme que no nos vamos a quedar sin materiales y que no me enviaran equipos defectuosos y esas cosas, entonces yo te puedo asegurar que cumpliremos con los plazos para terminar esta remodelación. ¿Qué dices?

Eva frunció el ceño. Era extraño, habitualmente tenía mucho mejor efecto en las personas aunque impusiera su autoridad. Este proyecto de remodelación era un foco importante dentro de los  que tenía a su cargo, y al estar ahí le parecía que las cosas no tenían buen rumbo, aparte que ya había investigado y el capataz era conocido por hacer un trabajo bueno pero de forma irresponsable, y en ese mundo los equipos tienden a ser como su líder, a lo que se agregaba ahora esta sorpresiva encargada en terreno que se creía abogada; preveía problemas.

–Por  fortuna mi trabajo no es hacer tratos –comentó con condescendencia – esto se trata simplemente de hacer el trabajo que corresponde, así que te pido por favor que te dediques a hacer lo que te ordenan en tu contrato.

Los ojos  de Micaela relampaguearon.

–Por supuesto que lo hago linda –replicó sonriendo– y soy muy buena en esto, ya vas a ver.
–Espero no decepcionarme.
–Te aseguro que te vas a sorprender.
–No lo creo.
–Soy realmente buena en mi trabajo muñeca, así que quizás me quedo con tu puesto.

Sonrió espléndidamente, mientras que Eva optó por no acusar el golpe, al menos por el momento. Se despidió cortésmente y se fue. Unos momentos después los trabajadores estallaron en vítores.
Eva salió del sector de la remodelación haciendo oídos sordos a los gritos y aplausos que se escuchaban a lo lejos, fantástico, ahora ese grupo de trabajadores tenían una representante, y la que era la encargada del proyecto estaba del lado de ellos en vez de  hacer su trabajo; si alguien le hubiese advertido que estaría allí habría usado otra estrategia, pero ya estaba hecho y no podía lamentarse, quien lo haría sería esa tal Micaela Riveros; dentro de poco tendría que darse su  lugar, porque no podía darse el lujo de permitir inconvenientes con su trabajo. Sin embargo eso podía esperar un momento, ahora tenía que reunirse con el abogado para hacer todo el papeleo que necesitaba para poder hacerse  cargo de la sociedad que manejaría a la galería de arte en donde supuestamente inauguraría Carmen Basaure, y al respecto sabía que en ese terreno no podía mostrarse como una ejecutiva fuerte, pues estando de por medio el capricho de un artista, tenía que aplicar mucho más tacto; Adán le había comentado que la exposición se haría fuese como fuese, pero que debían esperar un poco, tiempo en el cual podrían ocuparse del asunto del disparo que también le provocaba molestia. Bernardo le había dicho abiertamente que creía que ahí había un  tema de celos o venganza, y aunque le pareció una locura, después de pensarlo un poco llegó a la conclusión de que si podía tener razón, y si era al menos probable, resultaba mucho más sensato investigar y anular cualquier  riesgo, porque desde cierto punto de vista ese incidente podía servir para generar expectativas, pero un segundo sería ya un síntoma y significaría todo lo contrario.
En tanto Adán llegó al exclusivo restaurant De Constantino, un hermoso lugar con decorados rústicos en el que se atendía solo a clientes seleccionados. En recepción una asistente le indicó con ojos brillantes cuál era su mesa, una ubicada precisamente al lado de la enorme ventana que daba al jardín interior poblado de hermosos colores, y en donde esperaba sentada y muy sonriente una mujer de cincuenta y pocos, imponente de actitud y aspecto; se notaba a simple vista que era alta y de buena salud, ahora se le veía generosa de curvas para su edad, bastante atractiva, de mirada felina, cabello castaño muy claro y una tenida semi formal con camisa blanca y pantalón; en cualquier otra mujer se habría visto un poco pasada, pero lucia tan satisfecha de sí misma que conseguía que su estilo personal resultara agradable a la vista. Le sonrió sin levantarse del asiento.

–Buenos días Adán, me alegra que estés aquí, siéntate conmigo.
–Buenos días.

Él también sonrió, usando como de costumbre su enorme encanto; la mujer pareció complacida.

–Eres muchísimo más guapo de lo que te ves en los periódicos, y ya en esas fotos te ves muy bien. Perdóname por ser tan sincera, pero no puedo callarme cuando veo algo hermoso, supongo que por eso todo lo que hago tiene que ver con lo mismo.
–Está elogiándome más de lo que merezco –replicó él con tono natural– a fin de cuentas soy un tipo común.

Un garzón apareció con dos copas y sirvió una  a cada uno. Bernarda sonrió.

–Dos cosas, la primera me tratas de tú y la segunda, tú y yo sabemos que no eres un tipo común, tienes demasiadas cualidades como para serlo, y solo estoy hablando de lo que veo, porque estoy seguro de que cuando te conozca veré todavía más. Bebe con tranquilidad, es un trago de fantasía sin alcohol, así que podemos beber y manejar sin problemas.

Ambos bebieron, y mientras probaba el delicioso contenido de la copa, el hombre de 24 años observó el entorno y también a Bernarda; ella era una leona, se sabía poderosa y dueña de sí misma, de su espacio y  quizás del de los demás, siempre atenta, siempre adelantándose a todo, como con la puesta en escena, los tragos y lo que le decía: no estaba adulándolo, estaba planteando la situación porque sabía que era así, porque desde su lado ella era algo como él, un animal diseñado para liderar al resto, y si era así, quería hablar con él porque ya conocía algo de su historia y antecedentes, cosa que él no tuvo la precaución de hacer.

–Es delicioso.
–Desde luego, es una receta exclusiva del restaurant que hicieron para mí, ahora ya es más conocida. Pero te cité aquí para hablar de trabajo en realidad, aunque no me molesta la vista. Iré al grano Adán, quiero que trabajes para mí en mi nuevo proyecto en la galería Cielo.

Adán frunció el ceño.

–Trabajar en Cielo es completamente imposible, sabes que trabajo con Carmen Basaure.
–Lo tengo claro, pero lo has dicho bien, trabajas para Carmen, no para la galería, y una de las muchas cosas que nos diferencian es que yo trabajo con entes, no con artistas, por lo que trabajar para mí como gerente administrativo no perjudica que seas asesor artístico de ella, a Carmen la ayudas con su arte, a mí con mis  negocios.

Adán se tomó una pausa; no solo era una impresión, era además cierto que ella sabía muy bien qué decir y estaba informada pero. ¿Por qué él?

–Te estarás preguntando por qué tengo este súbito interés en ti para trabajar, y la verdad es que eres de los ejecutivos del entorno más indicados para lo que estoy buscando. Trabajaste para la revista Capital humano, estuviste en el equipo creativo de la desaparecida productora Tasajos, hiciste en par de asesorías para estrellas de televisión y ahora trabajas con Carmen, es notable como te desempeñas y pareces tener un olfato maestro para los negocios.
–Trabajo lo mejor posible.
–Lo sé, por eso te quiero conmigo, porque mi anterior administrador se conformó con que mi galería tuviera un buen nombre y por eso lo despedí. Quiero que el mundo caiga ante los encantos de mis obras, y sé que tú encontrarás la forma.

Adán sabía que era una gran oportunidad que llegaba en un mal momento, porque en esos instantes no podía dejar a Carmen, no tan cerca de conseguir lo que  quería, no en medio de un trance y con el riesgo de quedar como traidor.

–Es interesante esta propuesta, pero no puedo aceptar, tengo ocupado todo mi tiempo con mi trabajo actual y no voy a dejarlo.
–Lo dejarás – sentenció ella livianamente  – cuando veas esto.

Le pasó un escrito que era básicamente un acuerdo precontractual con una cantidad de ceros que hasta lo sorprendió.

– ¿Por qué esta cantidad?
–Porque no puedes rechazarla, claro – explicó Bernarda sencillamente – y porque dejarás de trabajar con Carmen dentro de muy poco.
– ¿Qué te hace pensar eso?

Bernarda bebió otro trago. Estaba disfrutando de la escena casi tanto como de la vista.

–Carmen y yo llevamos demasiados años dentro del mundo del arte; no somos amigas y nunca lo seremos, porque para ella el arte es una forma de vivir, y para mí es un trabajo y un negocio del cual  vivir, pero no ser amigas no quiere decir que no la conozca al menos un poco. Ella es temperamental, tiene fuego en el alma, y por ahora está tranquila porque no ha terminado su trabajo, pero cuando lo haga, se aislará o se perderá en algún sitio.

La forma en que había conocido a Bastián Donoso hacia quince años, el desapego por su hija, el departamento que parecía habitación de hotel, su excesivo interés por terminar el segundo cuadro. Por supuesto, estaba de paso, Carmen siempre estaba de paso, que tuviera domicilio fijo en el país no quería decir que siempre estuviera ahí, para permanecer estaba su obra, el único amor que jamás abandona. Había considerado el trabajo con Carmen algo importante, pero pasajero porque pretendía conseguir a través de nuevos niveles, no había pensado en que el propio trabajo podía abandonarlo antes.

–Esto es un acuerdo precontrato por ese motivo –asintió mirándola fijo– quieres tener asegurada la siguiente etapa.
–Y tú tienes asegurada esa cifra –comentó ella– veo que estamos hablando el mismo lenguaje, fantástico. Por  el momento no tengo  prisa porque comiences, si porque me asegures que lo harás, así que solo necesito que firmes, y por el espacio con la fecha, no lo hay, todo depende de ti.
–Es interesante para mí, pero nada te asegura el tiempo, no sabes si tal vez la artista  cambia de genio y me necesita a su lado por mucho más.
–Es verdad, nadie me lo asegura, pero no me importa, esta es una jugada que no me voy a quedar sin hacer. ¿Te arriesgas a hacer la jugada conmigo?





Próximo episodio: Cosas elementales

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