La no crítica de libros

En mi página de Wattpad comencé una nueva sección donde hago comentario de lo que me pasó al leer un libro. Comienzo por el primero que subí a la red, ya que lógicamente lo leí una vez terminado.

http://www.wattpad.com/73581230-construyendo-libros-la-traici%C3%B3n-de-ad%C3%A1n?d=ud

En el futuro pretendo subir comentarios de los libros que he leído, con un estilo relajado e irónico.

Wattpad siempre permitiendo innovar.

La última herida capítulo 18: La persona perfecta




Cuando la doctora Miranda llegó al punto donde habían acordado encontrarse con Soraya, probablemente ella estaba más nerviosa incluso que Matilde. Durante el viaje había estado pensando en todo lo que había visto, el cambio de Patricia, y las implicancias que podía tener un caso como ese, incluso más allá de lo que había dicho Roberto Medel. Subió al asiento del conductor que Soraya había desocupado oportunamente para cambiarse al asiento trasero; la mirada anhelante de Matilde solo iba a complicar las cosas, pero no podía mentirle, estaba obligada a decirle lo que había visto.

– ¿Cómo está mi hermana doctora?
–Está bien.
– ¿Por qué me la negaron, por qué motivo me dijeron que no estaba allí?

Romina suspiró profundamente. Aún no podía dejar completamente de lado el tema del pasado de Medel, pero de momento era indispensable poner las cosas en claro.

–El doctor Medel la ocultó porque pensó que podría estar en peligro.
–Y aparentemente no se equivocaba –intervino Soraya en voz baja– pero me pregunto por qué es que él sospechaba algo así.
–Por todo lo que le dijo Matilde anteriormente –replicó la doctora– y además porque usted no regresó de inmediato como le había dicho. Considerando eso, y además que su hermana ha tenido algunos cambios.

El corazón de Matilde dio un vuelco.

– ¿Qué le pasó?
–Es difícil de explicar –repuso la doctora seriamente– en primer lugar debo decirle que a nivel sistémico su hermana no ha experimentado cambios, es decir que sigue inconsciente en una especie de letargo parecido a un sueño profundo, pero ha... cambiado.
– ¿A qué se refiere?
–Aún no sabemos qué clase de procedimiento es el que se realizó en su hermana y mucho menos qué provocó la falla, pero creo que el proceso se ha excedido en su forma original, o al menos eso es lo que opinamos Medel y yo.

Matilde sintió nuevamente miedo de preguntar ¿Que quería decir con exceso?

–Dígame a qué se refiere.
–Las heridas han desaparecido –explicó la mujer tratando de mantener la calma ante un hecho que ella misma no lograba entender del todo– todas las marcas en su piel han desaparecido por completo, como si jamás hubiese sufrido quemaduras de ningún tipo, pero ésto va más allá. La piel de su hermana, su fisiología está cambiando.
–No comprendo.
–Aparentemente está siendo afectada por algún cambio que no podemos determinar, pero la forma de su piel, su rostro... comienza a ser diferente. Como si su cara estuviera empezando a ser la de otra persona.


2


Roberto Medel sabía que su incursión en el mundo de la medicina se debía a un interés mayormente económico, y al hecho de tener antepasados directos relacionados con el medio; desde un principio había confiado en poder labrarse una carrera exitosa y consolidar sus ingresos y un determinado estilo de vida, pero el exceso de confianza destruyó sus planes cuando se vio involucrado en el maldito asunto del tráfico de órganos. Su esposa y Romina, quien era su amiga desde la universidad, habían sido muy duras con él, y desde entonces se había dedicado en su mayoría a atender a pacientes complejos y hacer guardias en servicios de urgencia, lo que lo dejaba con poco tiempo para trabajar en su consulta y hacerse de un capital con el que poder largarse. Sabía que ellas tenían razón, de hecho él mismo se espantaba de solo recordar que había estado cerca de intervenir a personas con el objetivo de extraer órganos, pero no por eso iba a estar pagando eternamente; el objetivo podía cumplirse, pero se estaba tardando demasiado y la opción que se había dado con Patricia Andrade era una oportunidad que no iba a repetirse bajo ningún término.  Para cuando recibió la llamada de Romina ya casi tenía todas las muestras que necesitaba.

– ¿Cómo se encuentra?
–Sin novedad –respondió él– espero que estés buscando un sitio donde llevarla.
–Estoy con su hermana ahora, en unos minutos te llamo para informarte. Ten mucha precaución.
–Lo haré.

Aún tenía tiempo para realizar unas muestras más, pero lamentaba no disponer de tiempo para poder realizar otro tipo de exámenes que sin duda serían más efectivos. Pero no podía sacarla de allí solo y no iba a exponerse cuando existía la posibilidad de tener un negocio gigantesco entre las manos. Si con las muestras de sangre, pelo, piel y las diversas pruebas conseguía al menos un atisbo del impresionante tratamiento que eliminara del rostro de la paciente cualquier herida, entonces tendría en sus manos el método para conseguir todo lo que quería. Incluso podría ofrecerse a ayudar en el traslado y después, Matilde había confiado en él y eso sería útil si Romina trataba de oponerse.


3


Matilde sentía que todo volvía a dar vueltas a su alrededor; lo que escuchaba no tenía el más mínimo sentido.

– ¿A qué se refiere con eso?
–Por desgracia no lo sé con claridad, pero lo que usted me dijo sobre ese hombre complica todo. ¿Las vio?

Soraya negó enérgicamente.

–Estoy segura que no, cuando lo vi la llamé de inmediato, pero alcanzamos a ver que entraba y salía; estábamos diciendo que pensamos a él le dijeron lo mismo que a Matilde, es decir que su hermana no estaba allí.
–Es probable ya que el doctor la ocultó después que usted no apareció en la mañana. Matilde, es muy importante que me diga todo lo que sabe, palabra por palabra.

Pero la joven no estaba segura aun.

– ¿Y qué pasa con Antonio?
–No lo sé, salí por una puerta de personal para evitar algún peligro, supuse que a ese hombre le parecería extraño verme de nuevo el mismo día en dos centros diferentes, además no estoy segura de reconocerlo. Tenemos que sacar a su hermana de ahí lo más pronto posible pero primero necesito la mayor cantidad de información que pueda darme, estoy segura de que puede haber algo más en esto.

Matilde se obligó a respirar más tranquila, y solo en ese momento recordó algo que desde el principio había quedado completamente fuera de su mente, o al menos lo suficiente como para que no le pareciera extraño.

– ¡Oh por Dios!
– ¿Que pasa?

Era algo muy extraño si se ponía a pensar en ello, pero con todas las cosas que habían sucedido quedaba relegado a un último plano; por eso es que durante la mañana después de salir de ese túnel tuvo la sensación persistente de echar algo en falta.

–Vicente...
– ¿Qué Vicente?

No daba crédito a lo que estaba pensando ¿Acaso sería posible?

–No puede ser, creo que las cosas podrían ser mucho peores de lo que me imaginaba.
–Explíquese por favor.
–Patricia iba a salir –explicó lentamente, intentando recomponer en su mente esos últimos momentos normales con su hermana– pero no conmigo, tenía una cita con un hombre, se llama Vicente.
– ¿Y eso qué tiene de raro?

No estaba explicando con claridad porque las cosas aún estaban mezcladas en su mente; pero por supuesto, eso había ocurrido, y definitivamente era una más de las interrogantes que contaba en toda esa locura.

–Patricia iba a salir, incluso estaba arreglada para esa cita –continuó haciendo un esfuerzo por recordar con exactitud– y sufrió ese ataque horrible. Pero cuando sucedió, Vicente estaba del otro lado de la puerta, había llegado justo en ese momento; cuando vi a mi hermana en ese estado corrí a pedirle ayuda, le dije que necesitaba su ayuda, y dijo que tenía su automóvil afuera. Pero nunca más lo vi.
–Puede ser que se haya asustado con la escena –dijo Soraya tentativamente.
–Eso es lo más atemorizante –replicó Matilde lúgubremente– Soraya conoció a ese hombre mientras estaba en tratamiento, dijo que él también lo estaba.

La doctora estaba atando cabos con rapidez, pero seguía sin estar segura completamente. Decidió no demostrar tanta sorpresa como lo ameritaba la información que estaba escuchando.

– ¿Hay algo más que crea que haya olvidado acerca de esos hechos?
–No, eso es todo... las píldoras, las píldoras desaparecieron ¿cree que pueda haber sido él mismo?
–Honestamente no sé muy bien qué pensar, pero es una posibilidad, usted dijo que se llamaba Vicente pero no me dijo su apellido.
–Patricia no me lo dijo, solo recuerdo que me comentaba que tenía una herida en la espalda y que tenía una empresa o era un gerente de algo, no lo recuerdo bien.
– ¿Recuerda cómo era?

Matilde se lo pensó por un momento, pero lo que estaba sucediendo con su hermana era infinitamente más importante que cualquier otra cosa, por lo que no tenía una imagen clara.

–No lo sé, es... treinta y algo supongo, moreno, de cabello corto, parecía llevar una tenida cara; lo único que recuerdo es que tenía los ojos de un color muy especial, castaño pero no como el castaño común, quizás más claro.

Sabía que no era mucha información. Pero recordó lo que había estado hablando antes con su amiga.

–Doctora, estaba hablando con Soraya y creemos que debe haber algo importante en la urgencia en donde internaron a mi hermana en primer lugar, porque Antonio estaba cerca de ese sitio.
–Son demasiados puntos en común para poder analizarlos todos –replicó la profesional– el problema es que él parece bastante asiduo a los centros de salud, y haberlo visto como me dicen ustedes es sumamente preocupante; pero ahora mismo es importante sacar a su hermana de donde está.

Matilde asintió enérgicamente.

–Es lo que más quiero, pero ¿Donde? Temo por ella, temo que Antonio esté buscándola para intentar matarla como lo hizo conmigo.

Eso la hizo pensar en algo más.

–Matilde, no es posible que ese hombre piense por mucho tiempo más que usted está muerta. Si lo que pretendía era matarla, tarde o temprano debe volver al sitio a comprobarlo o a hacer alguna otra cosa para averiguar la verdad, y si eso pasa, las cosas pueden ponerse peores; mientras tanto tenemos que ganar tiempo y sacar a su hermana para llevarla a un lugar seguro.

Soraya dio un brinco cuando su teléfono celular anunció una llamada.

–Diablos. Es Antonio.

Matilde sintió como el miedo volvía a su cuerpo, pero por fortuna la doctora reaccionó fríamente.

–Ya sabe que usted está involucrada, o lo supone y quiere eliminar opciones.
– ¿Qué hago?
–No le conteste, no por ahora, solo lo pondrá sobre aviso.
–No puede ser, si estamos en lo cierto que estaba rastreando el celular de Matilde, también puede rastrear el mío, no pensé en eso.

Durante un momento nadie en el automóvil dijo nada, mientras el celular de Soraya anunciaba una llamada con un tono alegre que nada demostraba de la situación por la que estaban pasando; después de unos instantes la llamada cesó.

–Cielos, apenas puedo respirar.
– ¿Qué vamos a hacer?
–Tendremos que volver a ese sitio para sacar a su hermana, no hay otra alternativa. Pero antes pasaremos a buscar algo.



4


Antonio cortó la llamada. Tenía los ojos inyectados en sangre.

–Maldita sea. Maldita sea, maldita sea.

Estaba pensando demasiado lento; Soraya y esa doctora estaban metidas en eso, no tenía considerado que alguien estuviera sospechando tan pronto ¿Acaso Matilde había hablado con ella antes que con él? Eso tenía sentido, pero no solucionaba su problema.

–Maldita, maldita seas.

Incluso después de muerta seguía dando problemas. Se suponía que al deshacerse de ella todo iba a terminar, y él podría volver a su vida de siempre. Pero ahora la otra estaba desaparecida, y esa entrometida de Soraya y esa mujer que estaba con ella estaban en medio, estaba seguro. Había estado tan cerca, podría haber inventado cualquier cosa para acompañarlas o por último seguirlas, pero pasó ese detalle por alto y eso le estaba pasando la cuenta. Su celular volvió a anunciar una llamada.

– ¿Qué avances hay?
–Estoy en eso.

La voz rasposa del otro lado de la conexión podía ser tan fría que escucharla en un momento como ese resultaba abrumador.

–Dijiste lo mismo más temprano.
–Lo sé.
–Esa mujer no puede vivir –dijo la voz con la misma frialdad que acostumbraba– la única forma de eliminar las pruebas que lleva encima es matarla, las pruebas morirán con ella.
–Estoy consciente, voy a arreglarlo.
–Eso espero.

La voz cortó.

– ¡Maldición!

Solo una más. Patricia terminaría de irse al otro mundo y con ella, sus problemas. Marcó un número.

– ¿Hola?
–Hola –saludó alegremente– Eliana, espero que estés bien, me gustaría que nos viéramos ¿te parece?

A ella desde luego le iba a parecer extraño algo así.

–Estoy un poco apurada en realidad con el trabajo.
–Pero estoy seguro que tienes un minuto para mí –dijo él seriamente– hay un tema importante que me gustaría hablar. Se trata de Matilde.




Próximo episodio: Sigue caminando



La última herida Capítulo 17: Personas que caminan





Soraya había conseguido sacarle la información a Matilde entre sollozos, pero ya tenía una idea más o menos clara de lo que estaba sucediendo, y efectivamente era peor que cualquiera de las cosas que se había imaginado mientras trataba de descubrir alguna pista.

–Y entonces lograste salir de ahí, es un milagro que estés viva mujer.

Matilde luchaba con las lágrimas; dicho de esa manera, las cosas parecían a cada minuto más horribles que antes, y la doctora no aparecía.

–No sabía que hacer, estaba tan asustada, y cuando salí de ese sitio lo primero que pensé es que si él sabe cosas de internet, perfectamente podría rastrearme, o tal vez lo estaba haciendo desde antes y yo... sé que todo es una locura.
–No, no lo es.

Aunque a ella si le parecía que lo era, pero después de lo que había escuchado, realmente podía dejar espacio para la duda.

–Escucha, hiciste lo correcto al dejar apagado el teléfono, si ese loco de Antonio hizo eso puede ser capaz de cualquier cosa. Mira, lo importante es que  estás bien, y que esperemos a que la doctora salga de ahí.
–Tengo tanto miedo por Patricia...
–Tranquilízate, mira...

Soraya se quedó con las palabras en la boca. En el retrovisor estaba viendo a Antonio caminando hacia la urgencia.

–Dios mío...

Matilde recorrió el curso de su mirada y vio con espanto como el hombre que hasta unas horas antes creía era su amigo estaba entrando en la urgencia.

–No puede ser, Soraya, tiene que haberme seguido de alguna manera.

Soraya tenía la piel helada; se veía tan normal, tan como siempre ¿Y era un asesino? No podía decirle a su amiga que poco antes se había encontrado "casualmente" con ese mismo hombre, eso solo la pondría peor, aunque la perspectiva de verlo en ese sitio era aterradora. No había tiempo para pensar, mientras no supieran qué pasaba, era mejor mantenerse lejos.

–No lo creo, si te hubiera seguido vendría para acá ¿No crees? creo que más bien vino a lo mismo que nosotras, tengo que llamar a la doctora.

Marcó el número agradeciendo haberle dicho a la mujer que se lo dijera mientras iban en el auto, y ambas esperaron la respuesta. Por fortuna la doctora respondió, aunque su tono era parecido a la incomodidad.

– ¿Qué sucede?
–Ocurrió algo, Antonio está entrando en la urgencia en este momento.
–Demonios, es el mismo hombre que la saludó antes ¿No? no pueden quedarse ahí.
–No podemos irnos...
–Escuche –la cortó firmemente– Patricia está bien, pero si ese hombre descubre que Matilde está en este sitio puede ponerse peligroso, salgan de ahí ahora mismo.
– ¿Está segura que está bien?
–La estoy viendo ahora mismo. Espérenme en el Boulevard del Parque Centenario, iré tan pronto pueda y por favor, tengan cuidado.
–Está bien.

Soraya cortó y se pasó nerviosamente las manos por el cabello, dejándolo más revuelto de lo que estaba antes. Matilde había captado que estaban hablando de su hermana y la miraba ansiosamente.

– ¿Qué pasó con Patricia?
–La doctora dice que está bien.
– ¡Tengo que ir a verla!

Soraya alcanzó por la mínima a sujetarla y mantenerla dentro del vehículo; nunca había visto a su amiga tan nerviosa y angustiada, ni siquiera cuando había pasado lo del accidente, pero probablemente el ataque de Antonio la había superado.

– ¡No Matilde!
– ¡Tengo que ir por ella!
– ¡Que no ves que Antonio acaba de entrar! Escucha, tenemos que salir de aquí.
– ¡No puedo dejarla de nuevo!
–No vas a dejarla –exclamó Soraya por sobre sus gritos– escúchame porque es muy importante, la doctora está ahí adentro y dice que tu hermana está bien. No está muerta. Antonio entró hace un momento, tal vez le dicen lo mismo que a ti, espera, espera.

Ambas se quedaron quietas mirando por el retrovisor; Antonio había salido de la urgencia, pero ésta vez su actitud era distinta: daba pasos cortos de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza con una mano y mantenía el celular en la otra, al parecer en una conversación bastante fuerte porque se lo veía hablar mucho y con los ojos muy abiertos.

–Tenemos que irnos.
–Pero...

Matilde estaba temblando de pies a cabeza; saber que Antonio había tratado de matarla era muy distinto a verlo ahí ¿Por qué se vería en ese estado? Soraya encendió el motor.

–Está demasiado cerca, tenemos que irnos.
–Está bien, está bien.
–Recuéstate, que no te vea.

Soraya también estaba nerviosa y tenía el pulso a mil, pero desde siempre había podido enfrentar con la mente clara las emergencias, y sabía que en ese momento tenía que ser fuerte. Por suerte al sacar el vehículo no tenía que girar, de modo que valiéndose del retrovisor lateral y con cuidado de no mirar en la dirección equivocada, logró sacar el vehículo mientras Antonio continuaba hablando sin parar ante la portada de la urgencia. Un momento después el vehículo salió del estacionamiento con el rumbo que la doctora había indicado.


2


–No puedo creerlo.

Una vez que cortó la llamada, Romina volvió a sentirse absorta en lo que estaba mirando; sabía que era incorrecto, pero se había dedicado a la medicina por varias razones y una de ellas había sido el interés por la investigación, por descubrir nuevas aristas y campos en los cuales nutrirse de nuevos conocimientos. A pesar de haberse especializado en tratamientos sicológico derivados de traumas o heridas, el campo de la cirugía no le era ajeno, y constantemente estaba revisando las publicaciones oficiales de los centros avanzados de Europa o Estados unidos en el área. Y lo que estaba viendo en esos momentos no lo había visto en su vida.

– ¿Lo ves? –dijo el doctor apuntándola con dedos ligeros– no estaba hablando de más. Romina, lo que está sucediendo aquí no es algo normal.
–No, no lo es.

Volvió a mirar la fotografía que Medel había sacado una hora antes, y el cambio era sorprendente.

–Espera un momento, dijiste que la habías traído aquí porque pensaste que podía estar en peligro ¿Ocurrió algo que no me hayas dicho?

Por suerte el hombre parecía resignado a decirle todo, pero también había una nota de alteración en su actitud.

–Dijiste que Matilde te había contado ¿te parece poco?
–Por supuesto que no –replicó ella maldiciéndose por no haber hecho más preguntas– pero ella no sabía que pretendías ocultar a su hermana, hiciste desaparecer los informes o algo parecido.

Medel se alejó un par de pasos dentro de la habitación tan bien iluminada, donde la luz hacía contraste con sus rasgos cansados y alterados. Justo como aquella vez.

–Cuando Matilde me contó todo eso de la clínica y el tratamiento, al principio pensé que eran fantasías suyas, o que un charlatán se las había ingeniado para sacarle dinero, pero luego vi los exámenes y las modificaciones en la piel de Patricia, y pensé que las cosas tal vez iban mucho más allá; recordé esos rumores que circulan hace años, lo de la clínica misteriosa.

Romina también había pensado en eso al ver a Patricia, pero las cosas no parecían tener sentido, al menos no como ella lo veía.

–No lo creo, no tiene sentido.
–Por favor, no puedes negar la evidencia científica, estás viendo a la paciente –dijo él firmemente– sabes que en los círculos médicos existe hace años un rumor de una clínica especial, un conjunto de médicos que realizan tratamientos especiales, cosas fuera de lo común.
–Pero esos mismos rumores dicen que es la medicina de los poderosos –replicó ella aun sin dar crédito a esas palabras– Matilde y su hermana son mujeres comunes y corrientes.
–O eso es lo que nosotros creemos. ¿Qué pasaría si llegado el momento apareciera alguna herencia, un familiar rico que quisiera ayudarlas? Esas cosas pasan y lo sabes. Ahora bien, ésto es lo que creo que pasó: Todo iba bien con el tratamiento, pero anoche Patricia tiene ese ataque...
–Exacto, tiene un ataque, ¿por qué?
–Matilde tampoco sospecha nada –dijo él– pero tiene que haber pasado algo diferente que detonó esa reacción, y creo que por ese motivo esa supuesta clínica despareció, porque alguien quiere cubrirse las espaldas.

Tenía sentido, pero la presencia de Antonio merodeando por los hospitales y la actitud de Medel eran un problema adicional.

– ¿Adónde quieres llegar?
–Solo hay que tomar algunas muestras adicionales –dijo el hombre con energía– necesitamos hacer exámenes y pruebas, con eso podemos descubrir que tipo de tratamiento se utilizó, podríamos realizar un logro gigantesco.

Sí, estaba actuando exactamente como la vez anterior; Romina lo fulminó con la mirada.

– ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
–Desde luego que sí.
–No, no te das cuenta –replicó ella en voz más alta– es una persona, en este momento se encuentra sin conocimiento y el estado de su piel parece cambiar segundo a segundo ¿Y quieres hacer exámenes?

Medel le devolvió la mirada.

–No me digas ahora que el caso no despierta tu curiosidad.
–No se trata de eso ¿Que acaso vas a empezar con lo mismo de hace siete años?
– ¡Ya te dije que eso está en el pasado!
–Al mirarte eso no es lo que pareciera, no puedes pretender hacer exámenes sobre una persona que probablemente se encuentre en peligro mortal, y no me digas que es para buscar una cura porque no te creo. ¿Qué es lo que piensas, que vas a hacerte rico como aquella vez?
–Eso es diferente.
–Era tráfico de órganos, no me hagas recordarte que ibas a intervenir a pacientes jóvenes para hacer una venta.

Medel golpeó una pared con el puño, pero la mujer no se intimidó.

–Basta, te dije que eso se terminó. Detuve esa locura, y si el culpable no fue a la cárcel y escapó del país no es mi culpa. Desde entonces he vivido para la profesión, soportando la presión de que tú y mi ex mujer estén vigilando cada cosa que hago, no soy un maldito criminal.
– ¡Entonces no te comportes como si lo fueras! –exclamó ella– tenemos que proteger a Patricia y mantenerla a salvo mientras logramos averiguar algo más, no te actúes como si quisieras pasar por sobre ese hecho.
– ¿Qué es lo que quieres que haga entonces?
–Por ahora que te quedes aquí y verifiques que no empeore. Y que no hagas nada que pueda ponerla en peligro. Yo voy a conseguir un medio para sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro.
– ¿Dónde pretendes llevarla?
–No lo sé, aun no pienso en eso.
–Espera ¿quién era ese hombre del que hablabas por teléfono?

Era una pregunta que había estado rondando en su mente; el hombre había estado casi sobre sus pasos, seguramente eso porque estaban tras la misma pista, pero quizás no sabía que ella estaba involucrada de momento, al menos no mientras no la viera de nuevo el mismo día; y no podía saber si se lo iba a encontrar o no, además que no estaba segura de poder reconocerlo. Saldría por una salida para personal.

–Creo que es verdad que hay más gente involucrada en esto ¿crees que es seguro estar aquí?
–Sí, el lugar está en mantención, no hay motivo para que se acerque un civil.
– ¿Dijiste que te retirabas verdad?
–Sí.

Era agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tenía otra opción mientras no tuviera un poco más de información y un lugar seguro para las hermanas.

–Supongo que eso te mantendrá a resguardo por mientras. Roberto, prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

El doctor se acercó a ella y la miró a los ojos.

–He estado tratando todo este tiempo de demostrar que cambié, no lo voy a estropear justo ahora. Además –continuó esbozando una débil sonrisa– no puedo ir a ninguna parte, no sin tu ayuda.
–Está bien, mantén el celular encendido, te llamaré apenas tenga noticias.


3


El Boulevard del Parque Centenario era un punto importante dentro de los sitios más visitados de la ciudad. Entre sus decenas de tiendas había de todo tipo de venta de ropa, restaurantes, tiendas temáticas y espacios dedicados al arte y el cuidado personal, y habitualmente era muy visitado tanto por turistas como por familias. Soraya estacionó el auto de la doctora una esquina cerca de la salida a la calle Claro de luna, para poder salir rápidamente si era el caso, y era bastante fuerte estar pensando de ese modo, estaba paranoica; por suerte Matilde ya estaba un poco más tranquila.

– ¿No ha llamado aún?
–No. Tenemos que esperar.

¿En qué momento su vida se había vuelto una película de acción? Decidió calmarse ella también para no entrar en pánico y concentrarse en seguir indagando en lo que pasaba con su amiga.

–Dime algo, ¿tus padres saben lo que está pasando? Me refiero a lo que acaba de pasar.
–No, no lo saben –replicó Matilde cansadamente– cuando mi hermana tuvo el ataque intenté comunicarme, pero las líneas están cortadas, así que no lo saben; y ahora creo que lo mejor es que no sepan nada, no sé qué haría si les pasara algo.
–No pienses en eso ahora. ¿Cómo fue que llegaron a lo de ese tratamiento del que me hablaste?

Matilde le había dicho varias cosas, pero aún no llegaban a la génesis del conflicto, y realmente empezaba a dudar que fuera realmente esa.

– ¿Recuerdas cuando estábamos en la urgencia y salí muy angustiada?
–Sí.
–Lo que pasó es que... ahora siento que todo es tan ridículo, o increíble, ni siquiera sé cómo explicarlo. En una calle cercana vi a una mujer, la modelo Miranda Arévalo.
–Si...
–Ella estaba muy extraña, lloraba y decía cosas sin sentido. La verdad es que no hice nada, solo me acerqué a ella tratando de pensar si podía ayudarla en algo o no, ni siquiera la reconocí; lo que sucede es que después, el día que fui a la entrevista para el trabajo, me encontré casualmente con ella y me dio una tarjeta, dijo que en el sitio que indicaba podían ayudar a mi hermana, que había visto las noticias. Fui a ese sitio, y había todo un sistema, atendieron a mi hermana y dijeron que tenían un tratamiento nuevo, que podían devolverle todo lo que había perdido con las quemaduras.

La historia sonaba a cada segundo más insólita. ¿Por qué alguien creería en la palabra de una desconocida para confiar en un tratamiento del cual aparentemente no había ningún tipo de información? Porque tal vez cuando estás desesperado por el sufrimiento de alguien a quien amas, puedes confiar en lo que sea. Soraya sintió un escalofrío.

–Y tomaron esa opción.
–Sí. Soraya, no dijimos nada porque nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad, para que no reveláramos el tratamiento, dijeron que teníamos que mantener el secreto.
–No tienes que darme explicaciones cariño, hiciste lo que creías que era correcto en ese momento, pero dime que sucedió después con Patricia, por qué la mantuvieron tan escondida.

Matilde suspiró.

–Eso era parte del tratamiento. Tenía que guardar reposo, y además mantenerse lejos del sol; además no podíamos dejar que nadie la viera, no habría forma de explicar los resultados.
– ¿A que te refieres?
–Estaba regresando el tiempo –respondió Matilde con una triste sonrisa en el rostro– pasaban los días y se veía cada vez mejor, su piel se restauraba, era como si el tiempo corriera hacia atrás. La iban a buscar, la llevaban a la clínica y le hacían tratamientos, ella al principio estaba desconfiada, pero con el paso de los días los resultados la fueron animando. Y de pronto sufrió ese ataque.

Se quedó un momento sin palabras, recordando la creciente alegría y confianza de su hermana, y como eso había cambiado de manera tan drástica en tan poco tiempo. Las cosas no solo habían ido de mal en peor, también faltaban tantas cosas, el cariño y comprensión de sus padres, la sensación de seguridad que perdiera con el ataque, la confianza que en ese momento parecía reducida a Soraya y a la doctora.

–Dijiste que "todo había desaparecido"
–Cuando tuvo el ataque intenté encontrarlos pero –su sonrisa esta vez fue de desconcierto– no había nada. La clínica no estaba en el lugar en donde se suponía que debía estar, solo había un edificio, y la oficina donde fui en primer lugar tampoco estaba, solo era otro edificio más. Por eso llamé a Antonio, porque pensé que él podría ayudarme a encontrar a Miranda Arévalo, pero se reunió conmigo para tratar de matarme, no viste su mirada, la forma en que me miró antes de empujarme en ese túnel de ascensor, es como si nunca antes hubiera visto a sus ojos antes.

Soraya escuchaba y trataba de reducir la cara de sorpresa, aunque era bastante difícil. Pero mientras escuchaba, también pensaba en Antonio en el centro de tratamiento, saludándola como si nada, poniendo sonrisas y hablando de una tía imaginaria cuando hacía poco se había desecho según él de Matilde ¿Habría tratado de matarla también a ella si hubiera sabido que ella sospechaba algo? Al verlo se había sentido confundida, pero si no hubiera visto a la doctora ¿Habría querido hablar con él para tratar de buscar apoyo como antes lo había hecho Matilde? A esas alturas todo era cosa de posibilidades.

–Entonces lo que es posible es que Antonio esté involucrado con la gente de la clínica –reflexionó en voz alta– pero no me explico por qué, o mejor dicho como, si la primera vez que lo viste fue en la urgencia cuando aún no pasaba lo de esa modelo.

Matilde también le había estado dando vueltas al asunto. Y aunque con miedo y angustia, ya sentía que podía ordenar algunas ideas, la primera de ellas respecto de ese hombre que de pronto se convirtiera en un monstruo. Al final no se trataba de algo tan complejo, la verdad estaba ahí, en alguna calle, entre todas esas personas de la ciudad que como Antonio parecían ser las mismas de siempre.

–Dijiste que se encontraron con Antonio de camino a la urgencia.
–Sí.
–Lo que creo –dijo con más fuerza– es que la clave está en eso. En saber por qué estaba ahí.






Próximo episodio: La persona perfecta

La última herida Capítulo 16: Carrera contra la muerte




Cuando Romina escuchó a Matilde decir que habían tratado de matarla, de inmediato pensó que lo peor podía estar sucediendo realmente; si sus temores eran acertados, las cosas podían haberse salido de control.

- ¿Qué? –exclamó Soraya mucho más alto de lo que habría querido- ¿de qué estás hablando, por qué?
-No lo sé, no entiendo nada de lo que pasa –dijo Matilde- pero acaban de decirme que mi hermana nunca estuvo allí –señaló la urgencia con dedos temblorosos- creo que la mataron, Soraya,  es horrible…

Los peores miedos que pudiera haber tenido Soraya no eran nada en comparación con lo que estaba escuchando, pero antes que ella misma pudiera reaccionar de alguna manera, la doctora lo hizo.

-Tienen que ponerse a resguardo.
- ¿De qué habla?

No podía decirles lo que estaba suponiendo, en primer lugar porque aún no tenía la seguridad, y en segundo porque sería demasiado difícil de explicar con pocas palabras. Pero eran un problema a la hora de ir a resolver las dudas que tenía al respecto.

-Escuche Matilde, si su hermana está o estuvo allí yo puedo averiguar qué es lo que pasó, pero es preciso que se protejan; Matilde, si ese hombre del que habla realmente intentó matarla, no es bueno que estén afuera. Soraya, lleve a Matilde a mi auto y quédense ahí, yo voy a entrar en esa urgencia para descubrir que sucede.

Le pasó las llaves a Soraya y se fue a paso rápido hacia el interior; mientras tanto la mujer se llevó inmediatamente a su amiga al interior del auto de la profesional.

-Siéntate aquí y explícame eso de Antonio ¡Pero si tienes una herida en una pierna!

Matilde estaba tratando de contener las lágrimas, pero a cada segundo las cosas parecían peores; inspiró profundamente para intentar hablar con claridad.

-Es mucho peor de lo que parece, de lo que yo misma entiendo, yo…
-Espera, espera –la interrumpió Soraya- no entiendo nada de lo que dices ¿Por qué estabas con Antonio, qué tiene que ver Patricia?
-Escucha, no sé lo que está pasando, pero mi hermana… te mentí Soraya, no te dije la verdad del tratamiento.

Entonces si había una razón por la que no habían visto a Patricia, en eso estaba en lo cierto.

- ¿Qué pasó con el tratamiento, que hicieron?
-Patricia estaba asistiendo a un tratamiento en una clínica privada, y anoche tuvo un ataque muy extraño –hablaba sin detenerse, reviviendo dolorosamente cada uno de los acontecimientos mientras los relataba- y de pronto la gente de la clínica no estaba, todo había desaparecido… llamé a Antonio para que me ayudara, él me dijo que podía encontrar a una persona que me ayudara y quedamos de vernos hoy, pero cuando nos juntamos…

Su mirada, esos ojos fijos en ella, la mano empujando su pecho con fuerza, no era accidental, recién comenzaba a entender que las cosas no estaban sucediendo de manera accidental.

- ¿Qué hizo?
-Me empujó por el conducto de un ascensor, no sé cómo es que sobreviví, pero ahora creo que de alguna manera todo está relacionado, y aquí me dijeron que Patricia nunca estuvo, creo que él podría estar detrás de todo esto y es mi culpa, es mi culpa…
-No, no es tu culpa –la interrumpió su amiga con firmeza- no importa lo que pase, no es tu culpa, mira, vamos a hacer esto, vamos a esperar a que vuelva la doctora y mientras tanto me vas a contar todo lo que pasó con lujo de detalles.


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La doctora Miranda entró en la urgencia a paso firme, luchando por controlar sus emociones; tenía una lista de nombres bastante corta en su mente, y de esos seis nombres sabía que dos estaban en el extranjero, lo que la dejaba con tres opciones ¿Podía ser que después de siete años aquel horrible tema volviera a surgir? La posibilidad de que Patricia estuviera muerta era bastante grande, pero no podía desesperarse, no aún. Lo primero era usar el delantal como un arma para que le hicieran las menos preguntas posibles, de modo que se acercó a la recepción.


- ¿Quién está como jefe de turno?

La recepcionista hizo una breve pausa, y decidió omitir las preguntas.

-La doctora Salvatierra.
-Debe estar en el casino.
-Sí, parece que la conoce.
-Somos compañeras de bastantes años, te lo agradezco.

Se retiró hacia el casino a paso rápido; conocía a esa mujer hacía años, pero no eran ni siquiera amigas, se trataba de una mujer déspota y fría, pero conocerla le serviría para poder hacer unas indagaciones. Se acercó a una enfermera.

-Buenos días, ¿Ha visto al doctor Medel?
-No está, se retiró –respondió la mujer- ¿para qué lo necesita?
-Vengo a una reunión con la doctora Salvatierra y con él, es por un caso muy complejo.
Mencionar a Salvatierra hizo el efecto deseado, la mujer frunció el ceño preocupada ante cualquier relación con ella.

- ¿Preguntó en recepción?
-No pude, había una emergencia, de hecho voy al casino, creo que la doctora está ahí.
-Sí, habitualmente toma una merienda a ésta hora.
- ¿Y sabes qué le pasó al doctor Medel? Es extraño que se haya retirado, es tan responsable.
-Estaba con una paciente complicada –dijo la mujer con tono confidencial- había sufrido un ataque o algo parecido, dijo que iba a hacerse cargo personalmente.
-Debe ser el mismo caso por el que me llamaron –replicó Romina seriamente- la señorita Andrade, estaba con un cuadro muy complejo por lo que me dijeron.
-Solo se hizo el ingreso –dijo la enfermera algo turbada- pero no sé qué pasó después, creo que la trasladaron antes que él se retirara, porque no estaba después.

Era suficiente información por el momento, pero aún tenía que investigar algo más.

-Entiendo.
-Doctora, disculpe, pero no quiero tener problemas…
-Ni lo menciones –la interrumpió sonriendo- esto no lo escuché, no sé nada. Voy a hablar con la doctora Salvatierra como si no hubiera escuchado nada, y tú harías muy bien en hacer lo mismo.

Dejó a la enfermera un poco más tranquila, contando con que el miedo a Salvatierra mantuviera esa conversación en secreto, al menos de momento. Siguió por un pasillo hacia las unidades reservadas, saludó a un par de técnicos con los que había trabajado anteriormente y siguió como si nada pasara alrededor. ¿Cómo podía haber creído siquiera por un momento que Medel no volvería a caer si ya había sucedido una vez antes? Contando con que Salvatierra no decidiera aparecer por los pasillos sorpresivamente, la mujer continuó recorriendo el lugar haciendo un mapa mental del sitio; los hospitales y las clínicas, por muy grandes que fueran, obedecían a un diseño básico muy similar, que se debía a que en todos esos sitios era necesario trasladar pacientes, guardar suministros y recibir ambulancias entre otras cosas. Después de unos minutos ya tenía claro donde estaba cada cosa, pero aún tenía que encontrar el acceso a la planta inferior; poco después se encontró con un cartel que indicaba que cierto pasillo estaba cerrado por trabajos, pero qué redundante el método para ocultarse en el mismo sitio. Con cuidado traspuso el umbral de una puerta, y a paso lento continuó caminando mientras trataba de mantenerse controlada ¿Qué se suponía que iba a decirle a Matilde?
En ese momento sintió ruido de pasos y se acercó a la puerta de un depósito de medicamentos.

-Roberto.

El hombre volteó sorprendido al verla; su rostro pasó de la sorpresa a la consternación y de allí a la confusión en tan solo una milésima de segundo.

-Romina ¿Qué haces aquí?
-Trato de averiguar qué hiciste con Patricia Andrade, y no me digas que no está aquí como dicen en recepción, te conozco lo suficiente como para saber que me mentirías.

Durante unos instantes estuvieron mirándose fijo, pero aunque él no se mostró agresivo, si había un tono de molestia en su voz.

- ¿Cómo sabes de ella?
-Fue mi paciente. Dime que no volviste a hacer lo mismo otra vez.
-Romina, no seas ridícula, todo eso quedó en el pasado.
-¿De verdad quedó en el pasado? -espetó ella con fuerza, fulminándolo con la mirada- ¿puedes decirme eso después que Patricia desapareció? Sé por lo que ha pasado y sé que no es casual.

El hombre se contuvo de decir algo, claramente no esperaba quedar en evidencia.

-Lo que estás diciendo no tiene sentido.
-Entonces dime dónde está Patricia.
-Está aquí, y está viva y completa si es eso lo que te estás preguntando. La escondí porque creo que corre peligro.

Eso concordaba con lo que le había dicho Matilde, pero si no se trataba de aquel hecho, realmente no sabía qué era.

-Debo verla.
-Ella está bien.
-No vas a pensar que creo en tu palabra por el amor de Dios. Llévame con ella ahora.

Después de un momento él accedió y la acompañó hacia un cuarto al fondo del subterráneo que se señalaba arriba que estaba en mantención.

- ¿Por qué la sacaste de arriba?
- ¿Qué es lo que sabes?
-Matilde me contó todo, está desesperada porque piensa que mataron a Patricia, y cuando supe que tú estabas en medio creí lo mismo.
-Nunca vas a dejar de condenarme, ya he pagado suficiente diablos.

Entraron en silencio al lugar; Romina esperaba encontrarse con todo un aparataje de máquinas en pleno funcionamiento, pero se quedó de una pieza al ver que la mujer estaba simplemente tendida sobre la camilla, completamente inmóvil con las manos cruzadas sobre el vientre.

- ¿Qué es esto, por qué la tienes así?
-Tienes que acercarte a verla -dijo él cuando ya estaba junto a la mujer- cuando la veas vas a entender por qué es que la oculté aquí.








Próximo episodio: Personas que caminan