La última herida Capítulo 15: Pistas equivocadas




Después de unos minutos Matilde había conseguido sacar de sus manos la mayor parte de las manchas que tenía: se había lavado la cara y atado el cabello a la altura de la nuca, aunque no podía hacer mucho con respecto a las manchas que tenía la ropa. Sabía con más claridad que tenía que recuperar su número celular e ir a ver a Patricia, los golpes y la herida en la pierna no le parecían tan relevantes en ese momento; salió del baño tratando de mostrarse más tranquila y contenida, y le pidió al hombre que la acompañara hasta la calle donde abordó un taxi. Por suerte el taxista, si es que notó el estado en que se encontraba no dijo nada y le permitió estar tranquila mientras regresaban a su departamento. Subió rápidamente intentando no pensar en nada, fue a su habitación y se cambió de ropa, ya tendría tiempo para darse una ducha que le hiciera sentir que podía quitarse del cuerpo aquella sensación de aceite, oscuridad y encierro que la había aterrorizado antes: se puso unos pantalones de vestir con una camisa y una chaqueta encima y unos zapatos cómodos; volcó todo el contenido del bolso en una mochila que usaba muy de vez en cuando pero que le sería más útil en un momento como éste en que necesitaba sentirse cómoda.
Por suerte conservaba consigo todos los documentos, de modo que el siguiente problema que tenía era ocuparse de recuperar su número celular.
Un momento.
Si Antonio había estado acechándola todo el tiempo, si la forma en que había tratado de matarla no era más que la culminación de todo lo que había hecho antes por acercarse a ella ¿Cómo sabía que podía confiar en las otras personas que la rodeaban? No, no podía desconfiar de Soraya y Eliana, ellas eran sus amigas y no simplemente alguien que había aparecido de la noche a la mañana. Pero si no debía desconfiar de sus amigas tal vez sí debería hacerlo de las personas que la rodeaban; al llegar a su edificio el conserje no se encontraba en la entrada, podría ser una casualidad pero quizás sería mejor que él no la viera al momento de salir: decidió bajar por la escalera que daba al estacionamiento trasero y rápidamente desapareció por la siguiente esquina. Está bien, Antonio había tratado de matarla y probablemente según sus propias conjeturas después de haber estado inmiscuyéndose en su vida, pero ella misma había llegado a la conclusión de que no era buena idea ir a la policía porque su versión era completamente inverosímil, no habían pruebas ni testigos y algo en su interior le decía que si llegaban a encontrarlo y preguntarle, él lo negaría todo con la misma facilidad con que le había mentido, y eso si es que en primer lugar alguien lograba encontrarlo. Alejándose un poco más del edificio y siguiendo una ruta que nunca seguía, la joven se encontró a pocas cuadras con una pequeña tienda de oportunidades y compro un teléfono celular en efectivo; puso en su interior la tarjeta de su estropeado teléfono, pero mientras caminaba se detuvo un momento más a pensar si era buena idea o no encenderlo, tal vez estaba pensando tonterías producto de lo que se veía en las películas de acción, pero si Antonio había estado espiándola tal vez tenía una forma de rastrear su número si es que ella lo volvía a poner en funcionamiento. ¿Volvería a terminar el trabajo pendiente si descubría que ella estaba viva? De todas maneras necesitaba la agenda del teléfono y estar preparada para comunicarse en determinado caso, así que optó por  la alternativa que se le ocurrió y encendió el celular dejándolo en modo avión; se sentó en el banquito de una parada de autobús y sacó de su bolso un lápiz y una pequeña libreta donde apuntó el número de Soraya el de Eliana, el de sus padres y también los números de emergencia de la clínica en donde Patricia estaba internada, aunque de momento no le pareció prudente llamar. Había comenzado a preocuparse de la posibilidad que estuvieran persiguiéndola, pero tal vez el lugar en donde había sido arrojado por Antonio hiciera más improbable qué alguien creyera que podía escapar.


2


Soraya entró en la pequeña oficina de la doctora Miranda y se sentó ante su escritorio.

– ¿Se le ocurrió llamar a la policía?
–No, no lo hice, como le dije antes puede ser que todo esto no sean más que figuraciones mías y no quiero que Matilde se enoje conmigo si es que todo es un mal entendido.
–Pero usted sabe que todo esto es extraño –dijo la doctora– mire, como profesional he visto casos en los que una persona afectada por quemaduras abandona el tratamiento que está siguiendo, mientras que hay otras que optan por tratamientos más costosos en otros centros, o incluso medicina alternativa. Por lo general los profesionales de la salud creen que la medicina alternativa es bastante inútil pero yo no lo creo, pienso que puede ser un buen complemento, pero las heridas que sufrió Patricia no son superficiales. Estuve averiguando y ella no fue registrada en ningún centro médico público o privado, sé que no debería estar investigando porque es antiético, pero luego de la conversación que tuve con su hermana quedé muy preocupada.

Soraya frunció el ceño.

– ¿A qué conversación se refiere? –dijo Soraya.
–Poco después de que se me informara que Patricia había dejado el tratamiento me comuniqué con Matilde y le pregunté qué era lo que había ocurrido; también le dije que quería ver a Patricia pero no me lo permitieron, además Matilde se mostró muy reservada con respecto al tema, no quiso decirme qué tratamiento estaban siguiendo ni tampoco dónde, sólo se limitó a asegurarme que había sido una decisión familiar y que el nuevo tratamiento estaba dando buenos resultados.

Soraya llevaba pensando los últimos minutos en eso mismo, en que Patricia había desaparecido misteriosamente ¿después de haber estado completamente desaparecida en realidad? Porque después de salir de la urgencia nadie la había visto, sólo sabía de lo que pasaba con ella a través de su hermana. La doctora Miranda le dedicó una mirada inquisitiva.

– ¿Usted sabe dónde estaba realizando ese tratamiento?

–No, no lo sé, pero usted dijo que antes había estado investigando si Patricia había sido ingresada en alguna clínica, podría volver a revisar la información ahora.

Romina Miranda era una mujer que por lo general se llevaba por sus instintos y eso la había hecho una profesional cercana a sus pacientes pero en situaciones como ésta le hacía arrepentirse ya que quedaba directamente relacionada con algún caso. Su preocupación constante por la forma en que Patricia fue retirada del tratamiento no había disminuido con el paso de los días, y saber por medio de la amiga de su paciente que se había suscitado una emergencia para ella no era más que la culminación de sus temores. En su ordenador ingresó al sistema informático que le permitía ingresar a distintas bases de datos; en realidad las clínicas mantenían en contacto y realizaban intercambio de información de la misma manera que las aseguradoras, por lo tanto no era difícil entender que los datos se encontraban en un punto intermedio aun cuando ésto no se supiera de manera oficial. Muy bien podría ser un delito que ella ingresara a esos sistemas utilizando una clave que se había conseguido años antes, pero también es cierto que gracias a esa clave y al acceso a esta información había podido salvarle la vida a un niño hacía tiempo. Ingresó el nombre de Patricia en el sistema y un momento después en control emergencia a la cual se refirió Soraya anteriormente.

–Aquí está el registro de los datos de Patricia –dijo la doctora al cabo de un momento– dentro de la información de la urgencia de una clínica privada, se trata de la clínica Arces.

No quedaba lejos de ahí, pensó Soraya.

–Doctora ¿puede ver alguna otra información?
–Solo puedo ver el registro de urgencias, probablemente de cuando fue ingresada durante esta madrugada; generalmente por temas de comodidad el resto de los informes se realizan a mano y son ingresados cada cierta cantidad de horas, pero al ser un registro interno de la clínica es improbable que lo pueda ver desde aquí.
–Entonces voy a ir a esa clínica –dijo Soraya decidida– no me puedo quedar tranquila mientras no sepa qué es lo que está sucediendo.
–Espere –dijo Romina– voy a acompañarla.
– ¿Está segura?
–Sí, lo estoy, además en el caso que a usted le nieguen la información yo tengo forma de acceder a ella.
–No perdemos nada con investigar –dijo Soraya– pero si en el camino descubrimos que en realidad es un error ambas vamos a quedar en ridículo.


Salieron de la oficina de la doctora caminando rápidamente hacia la salida.

–Hola ¿y tú qué haces aquí?

Soraya miró hacia un costado, de dónde provenía la voz la voz. Hizo un gesto de saludo.

–Hola, qué sorpresa.

Antonio sonrió ampliamente y se acercó a ella.

–Vine a buscar el resultado de los exámenes de una tía ¿y tú estás bien, tienes algún problema de salud?

Soraya pasó la vista de la doctora a Antonio y de vuelta a la profesional; ésta los miraba fijamente pero sin hacer ningún gesto.

–Vine a tomar desayuno con mi amiga –dijo señalando a la doctora– hace tiempo que no nos vemos y siempre es bueno mantener el contacto.
–Entonces era eso –dijo de él– por un momento me había preocupado. Y cuéntame cómo están Matilde y Patricia.
–Bien por lo que supe –respondió ella– hace un par de días que no hablamos, Matilde está con mucho trabajo y Patricia con lo de la recuperación.
–Por supuesto –dijo él frunciendo el ceño– yo voy a ir a ver lo de mis exámenes, que tengas un buen día.
–Gracias, igual para ti.

Las dos mujeres continuaron caminando hacia la salida del centro médico.

–Ese hombre es amigo suyo.
–Sí respondió Soraya dubitativa– qué extraño, no recuerdo que me haya dicho que tenía una tía viviendo aquí en la ciudad.

Le había parecido muy extraño encontrarse con Antonio en ese lugar y precisamente en un momento como ese; desde la salida del instituto no se habían vuelto a ver y ahora se lo encontraba por casualidad dentro de un centro médico cuando su mejor amiga y la hermana de ésta estaban desaparecidas. Claro, y ella había mentido de manera instintiva. ¿Qué les pasaba a todos?

–Mi auto está a un costado en el estacionamiento –dijo la doctora interrumpiendo sus pensamientos– llegaremos a nuestro destino en unos minutos.



3


Aún no era medio día cuando Matilde llegó a la urgencia de la clínica privada en dónde estaba internada Patricia desde la madrugada, y preguntó en recepción por el doctor Medel. La mujer de la recepción no le prestó mayor atención pero consultó los datos en el ordenador.

–El doctor Medel se retiró temprano en la mañana.
– ¿Qué? Pero no es posible, me dijo que iba estar aquí.
–Según la información que tengo –dijo la recepcionista– anunció que tenía una emergencia personal y se retiró.

Matilde no se esperaba algo como eso, pero aún necesitaba saber qué estaba pasando con su hermana y saber en qué estado se encontraba.

–Disculpe, necesito saber que doctor está viendo el estado de una paciente.
– ¿Quién es ella?
–Es Patricia Andrade, ingresó en la madrugada.

La recepcionista ingresó la información en el ordenador y después de unos momentos quedó mirándola fijamente.
– ¿Qué nombre me dijo?
–Patricia Andrade.

La mujer de la recepción frunció el ceño.

– ¿Está segura señorita? Porque no tengo registro de ninguna persona con ese nombre que haya ingresado en esta urgencia.


4


No dijo ni una palabra, solo salió de la urgencia lo más rápido que pudo.

–Por Dios, por Dios…

Estaba muerta, estaba muerta.

–Por Dios, no puede ser…

Ni siquiera podía llorar, pero en ese momento estaba completamente segura de lo que estaba ocurriendo era eso, no importaba por qué ni las circunstancias, Patricia estaba muerta igual que debería estarlo ella. Antonio había ido a matarla para deshacerse de ella mientras alguien más eliminaba a su hermana del mapa ¿El doctor Medel?

–Dios….

Estaba entrando en pánico. Desde el momento en que logró salir del túnel del ascensor estaba pensando en qué pasaba, pero su primera preocupación era Patricia, reunirse con ella y saber en qué estado se encontraba, y ella misma había ingresado y hablado con el doctor Medel.
Un doctor que pese a su escepticismo había decidido darle algo de crédito y ayudarla.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
Ella había puesto en manos de un asesino a su hermana cuando no podía defenderse, mientras iba de voluntad propia a ponerse en las manos de otra, y poco a poco las cosas comenzaban a encajar, el departamento, la llamada, las casualidades, todo parecía tener sentido y era cada vez más horrible conforme lo pensaba, porque seguramente su relación con la Clínica Cuerpos imposibles y el extraño ataque que sufriera Patricia durante la noche estaban relacionados ¿Alguien quería hacer desaparecer toda la información? ¿Acaso ella y su hermana no eran más que una molestia en el camino para alguien a quien no podían identificar?
Sentía que todo su cuerpo comenzaba a temblar, estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado ¿Qué iba a hacer?
Mientras caminaba apresuradamente a través del estacionamiento volteó un momento hacia la urgencia ¿debería llamar a la policía al menos para denunciar la desaparición de su hermana, del cuerpo de su hermana? ¿O hacer algo así simplemente daría prisa a un trabajo que probablemente estaba inconcluso?
Una mano se posó sobre su hombro.

– ¡Noo!

Soraya trató de acercarse, pero la joven reaccionó apartándose mientras gritaba.

– ¡No se me acerque!
–Matilde, soy yo.
– ¡No, no!

La doctora se acercó a Matilde, y al verla descontrolada optó por darle una bofetada, que consiguió controlar sus gritos.

–Cálmese por favor.

Durante un momento la joven no pareció reconocer a ninguna de las dos, pero después reaccionó y estalló en llanto mientras se arrojaba a los brazos de Soraya.

–La mataron, la mataron, estoy segura de que la mataron….

Soraya la cobijó en sus brazos al tiempo que la consolaba.

–Tranquila, estoy aquí amiga, tienes que calmarte, no entiendo nada de lo que dices.

La doctora Miranda sabía que algo estaba realmente mal, pero entes de entrar en una clínica donde aparentemente había ocurrido algo importante quería tener algo más de información. Matilde estaba saliendo muy lentamente del estado de shock en el que se encontraba.

–La hicieron desaparecer, ellos lo hicieron, sé que ellos lo hicieron…

No estaban llegando a ninguna parte. Soraya tuvo que apartarse de ella, y con el corazón oprimido, mirarla fijo y hablar fuerte y claro.

–Matilde, ahora tienes que calmarte y decirme qué diablos está pasando. Deja de llorar.

La joven la miró durante unos segundos, y conteniendo las lágrimas a la fuerza logró hablar con más claridad.

–No está. Patricia no está en la urgencia, desapareció y dicen que nunca fue ingresada, y el doctor Medel tampoco está.

La doctora sintió que se le revolvía el estómago ¿Podría tener eso que ver con un antiguo caso que recordaba? Si era así, las cosas serían realmente graves.

– ¿Eso es lo que le dijeron?

Matilde apenas podía contener las lágrimas.

–Estoy segura de que la mataron. Soraya, la mataron.
– ¿Pero por qué dices eso? Tal vez es un error, o la trasladaron.
– ¡No! No es un error, tiene que ser obra de la misma gente, él debe estar detrás de todo esto.
– ¿De qué estás hablando?

Hasta ese momento no había tomado en realidad el peso de la situación en la que se encontraba, pero el exteriorizarlo, sintió el real peligro que se había cernido sobre ella y que quizás estaba punto de volver. Al principio, encerrada en ese horrendo lugar había tenido miedo, pero también estaba aturdida, y la confusión había cegado sus sentidos de la misma manera que la oscuridad lo había hecho con sus ojos, y luego, al conseguir escapar, se había obligado a pensar con claridad, enfrentando una situación por completo nueva, en donde no sabía en quien podía confiar. Aún así creyó que aquel acto horrible de parte de alguien a quien creyó conocer era algo superado, o tan siquiera asumido, pero la verdad es que, probablemente de igual manera que el día en que Patricia había tenido el accidente, Matilde solo se había concentrado en lo que tenía que hacer, en la forma de mantenerse activa cuando la situación lo requería. Patricia había sufrido un ataque, todo rastro de la clínica Cuerpos imposibles se había desvanecido en el aire, y cuando pretendía, o mejor dicho creía haber encontrado una vía de escape, alguna forma de volver a encauzar las cosas, la sorpresa atacaba de nuevo. La información que le entregaron en la urgencia de la clínica había colmado su capacidad, y tembló solo de recordar el nombre de quien unas cuantas horas antes habría pensado que era un buen amigo.

–Antonio…
– ¿Qué pasa con Antonio?

Tenía que decirlo, tenía que exteriorizarlo para poder controlarse, o seguiría llorando igual o peor que si estuviera aun encerrada en ese túnel.

–Él trató de matarme.



Próximo episodio: Carrera contra la muerte

La última herida Capítulo 14: Llamada distante




Matilde tenía claro ya que estaba dentro del conducto del ascensor, aunque no conseguía entender cómo la puerta podía haberse abierto sin que llegara el aparato, pero eso no importaba en ese momento; estaba asustada y sentía que en cualquier momento podría ocurrir algo peor.

–Ayúdenme… ayúdenme por favor…

Gritó con más fuerza, pero su voz sonaba ahogada y retumbando dentro del conducto como si se encontrara en un túnel o en algún lugar muy profundo. Antonio había cometido ese acto es demencial cuando se encontraban en el subterráneo, es decir más abajo del nivel de la calle ¿Cuántos pisos podía haber hacia abajo? En ese momento recordó que tenía el bolso en sus brazos cuando él la empujó. Necesitaba el bolso porque dentro estaba el teléfono celular y con él podría llamar a la policía: volvió a ponerse de cuclillas y palpó su alrededor extendiéndose lentamente hacia los costados. Después de unos momentos volvió a sentirse desesperada, el bolso no estaba en el suelo en el área en que estaba y el cuadrado no podía tener más de cuatro por cuatro metros ¿Dónde estaba, porque no lo tenía con ella? Pensó que sí había caído tal vez el bolso se hubiera enredado en alguna de esas salientes metálicas con las que había chocado en varias ocasiones, lo que significaba que podría estar colgando más arriba; con un poco más de energía comenzó a palpar también la pared, aunque en un principio no tuvo éxito siguió intentándolo, y lentamente se desplazó por el lugar en el que se encontraba tocando la pared correspondiente desde abajo hacia arriba, hasta donde podrían alcanzar sus manos; casi estaba rindiéndose cuando creyó tocar algo, aunque estaba más arriba de lo que sus manos podían alcanzar se estiró un poco más apoyándose en la muralla y alargó la mano derecha y con las yemas de los dedos pudo tocar algo ¡ahí estaba su bolso! Seguramente había quedado enganchado en algo, y lo necesitaba para poder sacar de él el celular y llamar a la policía; con un poco más de esfuerzo consiguió meter el dedo en una hebilla del bolso y tiró de él, pero el objeto se mantuvo en su lugar.

–No puede ser…

 seguramente estaba enganchado fuertemente en alguno de esos salientes.

–Suéltate por favor…

Murmuró tirando nuevamente. Estaba segura de que era su bolso y necesitaba desesperadamente el teléfono celular; después de unos momentos el bolso se soltó y cayó con un ruido sordo dentro del lugar. Estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero el dolor del pie la detuvo, de modo que se arrodilló con lentitud y cuidado y comprobó que efectivamente era su bolso; con dedos temblorosos buscó en el interior hasta que tocó la superficie lisa y suave de su celular y oprimió en el costado el botón para desbloquear la pantalla ansiosa de ver un pequeño recuadro de luz que en ese instante significaba la diferencia entre el miedo y la salvación, pero no ocurrió nada.

–¿Qué pasa?

–Tal vez se había apagado con el golpe, así que pensando eso lo encendió y luego de unos momentos apareció en la pantalla la señal de inicio del aparato.

–Vamos, vamos…

Le pareció que se demoraba una eternidad en encenderse mientras ella estaba allí arrodillada esperando que sucediera: cuando por fin la pantalla indicó que el celular estaba encendido Matilde se quedó de una pieza al notar que la pantalla tenía dos grandes trizaduras y en esquina superior el símbolo indicaba que no había registrado la tarjeta sim en el interior del teléfono.

–No, no, no, no puede ser…

–Jadeando por el nerviosismo quitó la tapa trasera del celular y revisó la pequeña tarjeta en donde se escondía su número y por lo tanto la posibilidad de comunicarse y volvió a iniciar el teléfono. Unos segundos después sin embargo no hubo cambio.

– ¿Qué voy a hacer?

Se dijo a sí misma sollozando; durante unos momentos había estado segura de poder llamar a la policía y salir de ese horrible lugar, pero si por causa del golpe el teléfono había dejado de funcionar correctamente y no podría conectarse a la red la única utilidad que le daba ese aparato era la luz que podría proporcionar.

–Sáquenme de aquí…

Gritó débilmente; al hacerlo constató lo agotada que estaba por el miedo y los accesos de llanto además de los golpes. Intentando calmarse nuevamente utilizó la linterna del equipo celular para mirar a su alrededor y comprobó que efectivamente estaba en el túnel vertical por donde pasaba el ascensor y había metal, cadenas y poleas por todas partes; luego se iluminó a sí misma, tenía cortes y raspaduras en los brazos y grasa y sangre en las manos y una herida en la misma pierna que le dolía al apoyar el pie en el suelo pero tal como había constatado anteriormente no parecía tener alguna herida de mayor gravedad, por lo que era un milagro que estuviera consciente después de haber si empujada por Antonio. Decidió apagar la linterna del equipo celular y comprobó que la batería estaba en un cincuenta y dos por ciento; aunque la luz la calmaba un poco no podía desperdiciar la batería en eso, tendría que conformarse con la tenue luz de la pantalla. ¿Estaría acaso en un piso menos dos o en un menos tres? Era imposible saberlo, pero no se habían escuchado ruidos alrededor y no conocía el lugar, sin embargo sabía que habían algunos edificios que tenían estacionamientos con varias plantas bajo el nivel de la calle, y le daba terror la idea de que el lugar en donde se encontraba estuviera cercano a una bodega o que simplemente fuera un ascensor en desuso. Si lo pensaba un poco más, existía la posibilidad de que Antonio la hubiera engañado para llevarla a ese sitio sabiendo que si no moría por el golpe quedaría completamente abandonada a su suerte. ¿Cuánto tiempo podría estar ahí abandonada y sola en ese lugar? Patricia estaba en un estado grave e indeterminado y sus padres estaban de vuelta en el campo y probablemente seguían incomunicados. ¿Además que pasaría si llamaban y no tenían respuesta? Un momento después se sintió un sonido cerca, era algún tipo de sonido o movimiento metálico, tal vez alguna máquina o un vehículo ¡Eso quería decir que había alguien cerca de ahí! Tenía que conseguir que la escucharan para que la ayudaran a salir de allí, pero con el cansancio que estaba sintiendo no sabía si tendría la fuerza para poder gritar; después de un par de intentos bastante débiles recordó que había otra forma de hacerlo y buscó con el reproductor de música de su teléfono celular alguna canción de música electrónica y lo reprodujo subiendo el volumen al máximo: el estridente sonido se dejó de escuchar por todo el túnel y el eco hizo que se escuchara aún más fuerte. Puso en pausa la música durante unos momentos para escuchar a través de la muralla de metal y ver si el sonido metálico o de algún tipo de máquina continuaba escuchándose alrededor.

 – ¡Ayúdenme!

Gritó con todas sus fuerzas y decidió esperar unos momentos, a ver si obtenía algún tipo de respuesta, preparada para volver a utilizar la música como un agente llamativo para que alguien prestara atención; sin embargo parecía que todo había vuelto a quedar en silencio del otro lado de las murallas.

–No, no puede ser –dijo en voz baja– alguien tiene que ayudarme.

Sorpresivamente sintió un nuevo sonido, pero esta vez mucho más cerca, casi como si estuviera sucediendo en el mismo lugar en donde se encontraba ella.

–¡Ayúdenme!

Volvió a gritar aunque escuchó su propia voz más débil que antes, y nuevamente se hizo silencio. De pronto se le pasó la atroz idea por la mente de que Antonio en realidad no se hubiera ido después de empujarla sino que se encontrara ahí, observando. Volvió a utilizar la linterna para iluminar a su alrededor, hacia arriba por las paredes tratando de ver algo que se moviera, pero no parecía ocurrir nada distinto; el sonido extraño muy cerca de ella volvió escucharse, era como una puerta metálica o tal vez eso le parecía a ella. Giró una vez más y de pronto una puerta se abrió y una sombra humana se dejó ver. Tenía un arma en las manos.





2


Soraya no había podido aguantar la curiosidad y decidida llamó nuevamente a Matilde ¿Por qué no le contestaba el teléfono? Ya desde el día anterior le había parecido raro que la llamara porque si, diciéndole que tuvieran una reunión, y además con ese tono de voz tan raro, evidentemente tratando de ocultar algo. Y ahora no contestaba el celular.

– ¿Hola?
–Hola, soy yo –dijo mientras giraba en una curva– ¿Estás ocupada?
–Estoy en el trabajo –respondió Eliana lentamente– pero puedo hablar.

Soraya estaba llegando en esos momentos al edificio en donde vivía Patricia.

– ¿Matilde te ha llamado?
–Para nada –respondió Eliana con voz extrañada– ¿Ocurrió algo?

El conserje del edificio la conocía, de modo que fue directamente a las escaleras mientras hablaba por teléfono.

–No lo sé –repuso en voz baja– pero ayer Matilde me llamó y dijo que nos juntáramos las tres en la tarde.
–Pero eso no tiene nada de extraño mujer.
–Lo tendría para ti si hubieras escuchado como hablaba –replicó enérgicamente Soraya– además ahora no contesta el celular y –continuó tocando nuevamente el timbre– ninguna de las dos está en casa.

Un breve silencio hizo que Soraya comprendiera que Eliana ya había entendido el sentido de sus palabras; claro que las cosas estaban mal, no era una cosa normal que de la noche a la mañana y en medio del trabajo de Matilde y el misterioso tratamiento de Soraya nadie apareciera.

–Está bien, eso es muy extraño –concedió sin querer darse por convencida– pero tal vez está ocupada, ya sabes que con ese trabajo que consiguió y lo de Patricia…
–Espera un momento, no me cortes.

Soraya se dejó el teléfono en el bolsillo y regresó sobre sus pasos hacia el primer piso ¿Por qué no se le había ocurrido preguntar en conserjería en primer lugar?

–Disculpe, ¿usted vio a Matilde en la mañana?
–No, no –replicó el conserje asintiendo– desde anoche cuando ocurrió la emergencia no ha vuelto.

Soraya cortó la comunicación.

– ¿Qué emergencia?
–No lo sé con claridad –replicó el conserje– parece que su hermana se puso mal, porque llamaron a una ambulancia y salieron a toda velocidad; no sé hacia dónde habrán ido.

 Soraya contuvo la respiración un momento ¿Patricia se había agravado y Matilde no le había avisado a ella ni a Eliana que eran sus mejores amigas? ¿Y por qué la había llamado para que se juntaran haciendo como si nada?

–Escuche –le dijo al conserje tratando de conservar la calma– si ella o alguien de la familia pasa por aquí, por favor dígale que se contacte conmigo, a cualquier hora del día.
–Muy bien, lo haré.
–Es importante –continuó apuntando su número de celular en una hoja– se trata de una emergencia, por favor no se olvide.

Salió del edificio a tiempo para contestar una llamada de la propia Eliana.

– ¿Qué pasa, por qué me cortaste?
–Patricia tuvo una emergencia, se la llevaron en una ambulancia.
– ¿Qué?
–Acabo de comprobarlo, y las dos están desaparecidas amiga. Creo que está ocurriendo algo grave y tenemos que hacer algo.



3



–¡Cálmese señorita!

Matilde había gritado de espanto al ver al hombre asomando en la puerta del túnel, pero lo que en un principio le había parecido un arma no era más que un taladro; el hombre tenía poco menos de cincuenta años y vestía un overol de trabajo y levaba un cinturón con diversas herramientas.

–Gracias, gracias…

Después de ese segundo de confusión salió trastabillando y se arrojó a los brazos del trabajador, quien la sostuvo al percatarse de lo que estaba pasando.

– ¿Se encuentra bien? Pero por Dios, ¿cómo llegó a éste lugar?

Matilde sentía que el corazón se le iba a escapar por la boca, y tuvo el instinto de decirle que quería llamar a la policía, pero en ese instante recordó la mirada y lo que había hecho Antonio.

– ¿Señorita?

Antonio había tratado de matarla. Mientras asimilaba la libertad dentro de ese lugar, que al parecer era un estacionamiento, recordó su fría mirada al empujarla, y como de alguna manera llegaban a ese momento, quizás por alguna extraña maquinación suya. No podía simplemente llamar a la policía ¿Qué iba a decir, que un amigo suyo había tratado de matarla luego de que ella misma le pidiera que se reunieran? No, no podía hacer algo así, tenía que calmarse y pensar con claridad, y además tenía que estar en condiciones de volver a ver qué es lo que estaba pasando con su hermana.

–Señorita, hábleme.
–Tuve un accidente –replicó en voz baja– caí por el ascensor y… yo…

El hombre la miraba atentamente; parecía una buena persona, pero ese concepto estaba bastante relativizado durante las últimas horas.

–¿Se cayó desde el estacionamiento?
–Si…
–Ese ascensor está fuera de servicio señorita, incluso hay un letrero que dice que no hay que usarlo, es porque hay un problema con las poleas, no entiendo cómo pudo caer, las puertas están trancadas.

A menos que alguien que tuviera conocimientos de tipo electrónico hiciera algo al respecto. A Matilde se le revolvieron los intestinos.

–No lo sé…
–Déjeme llevarla afuera, voy a llamar una ambulancia.
–¡No!
–¿Qué?

No podía perder tiempo en eso, tenía que saber en qué condiciones estaba su hermana, recuperar su número celular y ponerse al corriente. Una vez fuera los golpes no parecían tan graves.

–Estoy bien, son solo unos golpes.
–Señorita, cayó un par de metros, además mírese, tiene sangre en las manos y en la pierna, puede tener un golpe en la cabeza.
–Lo sé, es solo que… –continuó tratando de ordenar sus ideas– yo… trabajo en un centro de salud, voy a ir a que me atiendan.
– ¿Está segura?
–Si.

No sonaba segura de ninguna manera. Por alguna razón, estar fuera y saber que ya había escapado de ese horrendo sitio le daba un tipo de energía que probablemente fuera adrenalina, y sabía con mucha más claridad que antes que tenía que mantener el control.

– ¿Cree que podría acompañarme a un baño? –dijo lentamente– me gustaría beber un poco de agua y limpiarme la cara antes de salir.

El hombre accedió y se la llevó a un baño en el piso superior, que era en el que estaba antes de que ocurriera toda esa pesadilla. Se comprometió a esperarla fuera; una vez dentro del baño se miró en el espejo del minúsculo lugar y vio que realmente era un desastre, con el delineador corrido por la cara y marcas de aceite y sangre en el rostro y en la ropa. A la luz artificial podía ver que los cortes no eran tan graves como había creído, aunque el corte que tenía en la pierna era un poco más preocupante y también lucía bastante inflamación en el tobillo; el bolso estaba rasgado en un extremo, seguramente el que se enganchara en la muralla del ascensor. ¿Qué iba a hacer? Antonio había tratado de matarla, y ahora todo el mundo estaba definitivamente de cabeza. ¿por qué motivo? ¿Cuál sería la verdadera motivación para que él, un ex compañero de estudios en el instituto, un tipo tranquilo, parte de su círculo de amigos quisiera hacerle algún tipo de daño?
Él había estado ahí, le había dicho que iba a ayudarla a contactarse con Miranda Arévalo, él había ido a la urgencia cuando sucedió el accidente de su hermana, para acompañarla, incluso había utilizado sus conocimientos para ayudarla con un tema relacionado con la informática, por eso es que ella después…

–Oh por Dios…

Antonio.

–Oh no… no…

Volvió a sentir un miedo casi como el que sintiera dentro del conducto del ascensor. Antonio había estado en la urgencia para acompañarla luego del accidente de Patricia, Antonio había aparecido de sorpresa a darle su apoyo después que no se vieran desde la salida del instituto, Antonio había respondido a su llamada y dicho que iba a ayudarla en todo lo posible, que iba a concertar una cita con esa modelo, que con sus conocimientos podía descubrir cualquier tipo de información.

–No, no puede ser…

Antonio. Él había estado desde el principio, él dijo que tenía acceso a información de todo tipo gracias a su trabajo, y luego trataba de matarla. ¿Por qué no lo había visto desde el principio, por qué no sospechó de esa aparición tan inesperada, de la disposición?
Porque en un mundo normal las personas que te conocían no trataban de matarte.


4


Soraya ya estaba entrando en pánico cuando llegó a la urgencia en  donde habían tratado a Patricia luego del accidente de la explosión; al salir lo que sentía era que nada tenía sentido.


– ¿Dónde están?

Inmediatamente había ido al centro médico donde Patricia se trataba con una sicóloga o terapeuta antes de que la familia tomara esa extraña decisión de someterla a otro tipo de tratamiento, pero tampoco obtuvo respuesta, la última vez que estuvo allí fue la que ella ya sabía; iba de salida cuando se topó con una doctora que se le acercó.

–Buenos días, ¿Usted estaba preguntando por Patricia Andrade?

Le pareció vagamente conocida.

–Si ¿Usted la atendió?
–Estaba haciendo terapia con ella antes que la sacaran de aquí –repuso la mujer asintiendo– disculpe, pero escuché cuando preguntaba por ella y pensé que le sucedía algo. Mi nombre es Romina Miranda.

Matilde le había hablado de ella, dijo que estaba haciendo un gran trabajo con Patricia; seguramente la vio en una visita.

–Usted estaba en la urgencia.
–Si, aunque en ese momento no trabajaba en su caso, pero puede ser que me haya visto, también trabajo en el Centro de tratamiento Acacios y en mi consulta particular.

A esas alturas Soraya tenía muy poca idea de qué era lo que podía hacer, y si bien era cierto que en ocasiones podía pecar de exagerada, en ese momento estaba segura de que no era un error, además sus presentimientos iban desde la noche anterior cuando lo único que tenía en su poder era una llamada rara.

–No sé si pasa algo o no doctora –anunció tratando de no sonar alarmista– y sé que tal vez Matilde va a matarme cuando sepa que vine para acá pero…
– ¿Qué ocurrió?
–Acabo de descubrir que Patricia tuvo alguna emergencia de salud en la madrugada, y ahora no puedo ubicar a Matilde, ya fui a la urgencia y al Acacios y no la encuentro.

La doctora Miranda frunció el ceño al escuchar eso; en un momento así deseaba no tener ese séptimo sentido que le advertía de cosas que finalmente no podía evitar ¿Acaso ese misterioso tratamiento que Matilde aseguraba estaba resultando de maravillas había terminado mal?

–Eso es preocupante.
–Matilde no contesta el celular y sus padres no están en la ciudad, no quiero alarmarlos si es que todo no es más que un mal entendido, pero estoy preocupada porque ella me llamó anoche y… va a pensar que estoy loca, pero sonaba extraña.
–No voy a pensar que está loca –afirmó la doctora– de hecho cuando Patricia avisó que abandonaría el tratamiento fui personalmente a hablar con ella, pero no me dejaron verla.

Soraya no comentó nada, pero recordó sus propias dudas sobre Patricia ¿Por qué nadie la había visto desde que iniciara ese tratamiento nuevo?




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La última herida Capítulo 13: Caída libre




Matilde seguía mirando fijamente a Antonio a los ojos; le había respondido con tanta seguridad que eso la había animado a seguir hablando.

– ¿De verdad crees que puedes hacerlo?
–Por supuesto –dijo él sin dejar de mirarla fijamente– sólo tengo que encender mi computador y en un par de horas te conseguiré un número privado o algo más.

Eso no era nada. Patricia seguía inconsciente y la gente de la clínica seguía desaparecida, pero si podía encontrar esa mujer por medio de Antonio tal vez podría encontrar también a los responsables de lo que fuera que estuviera sucediéndole a su hermana.

–Eso sería maravilloso.

Antonio abrió mucho los ojos por un momento y luego volvió a concentrarse en ella con el ceño fruncido, marcando las arrugas alrededor de los ojos.

–Esa modelo te habló de la clínica.

El ascensor finalmente llegó y Matilde sintió su espalda como las puertas metálicas se abrían con un sordo sonido, un tintineo agudo y breve anunciando que la máquina ya estaba en el piso solicitado.

–Sí.

La mano de él ya estaba frente a ella; la empujó tan rápido y con tanta fuerza que Matilde no tuvo ninguna oportunidad de reaccionar. Durante un eterno momento la joven pudo ver como el rostro de él desaparecía de su campo visual y era sustituido por el techo gris y frío sobre ella. Dio un paso hacia atrás, pero el segundo paso fue torpe, y con el cuerpo torcido por la fuerza sobre él desatada fue en falso. En ese instante perdió por completo el equilibrio; durante una fracción de segundo quiso gritar, moverse o reaccionar de alguna manera pero toda la energía parecía haber abandonado su ser con tan sólo un movimiento. Con terror vio el umbral de la puerta del ascensor y nuevamente el techo oscuro pero no se estrelló contra ninguna superficie; flotó y flotó de espalda cayendo como en un terrorífico sueño antes de despertar, como cuando era niño y no podía diferenciar entre la realidad y lo que pasaba por su mente. Estaba desapareciendo, siendo absorbida por algo que no podía identificar y para cuando su mente comprendió lo que estaba sucediendo ya era demasiado tarde: una de sus piernas chocó con algo, su cuerpo cambió de curso en la caída, se golpeó la espalda y los brazos, sintió como que rodaba contra algo, luego un tirón y casi de inmediato se estrelló contra una superficie, escuchó su propio grito ahogado en sus pulmones, la cabeza como presionada por un gran peso y después todo se oscureció.






2


Soraya estaba maquillándose antes de salir esa mañana; no se lo había dicho a nadie, tampoco a Eliana cuando estaban hablando el día anterior a la hora de almuerzo, pero había algo que no estaba bien. Llevaba pensando lo mismo hacía días a pesar de que nadie de su familia había pasado por una situación similar, ella comprendía bastante bien lo que tenía que ver con heridas y esas cosas y desde un principio había entendido que Patricia y su familia quisieran mantener reserva respecto del tratamiento y en el proceso de recuperación, sobre todo considerando que la mujer había sido afectada en la cara. Pero habían sacado a Patricia de la clínica y después de eso nadie la había vuelto a ver y su vida a partir de entonces había transcurrido entre el departamento donde estaban sus padres y el centro donde estaba realizando tratamientos, que por la callada alegría de Matilde por lo visto prometía bastante. Ni siquiera ella que era del círculo más íntimo de las hermanas había visto a Patricia ¿cuál es el motivo? Matilde no había podido disimular su nerviosismo cuando la llamó por teléfono, y eso de reunirse así porque sí era también muy extraño, más parecía una excusa para disimular algo. Había pensado en llamarla, pero decidió que era mejor esperar un poco más para averiguar que estaba sucediendo.


3


Cuando abrió los ojos, Matilde no vio absolutamente nada a su alrededor. ¿Qué había sucedido?
Inmediatamente después sintió dolor expandido por su cuerpo e instintivamente intentó moverse pero no pudo hacerlo ¿Qué estaba pasando, dónde estaba, porque estaba tan oscuro? Había una especie de olor como aceite o líquido de frenos y obviamente estaba aturdida; de momento no podía recordar qué es lo que estaba sucediendo, y sentir que estaba atrapada en una especie de pesadilla no estaba ayudando mucho. Sintió su corazón azotando su pecho y la respiración cada vez más agitada, estaba entrando en pánico pero precisamente en ese momento la mente hizo el trabajo necesario y recordó qué era lo que había sucedido. ¿Acaso realmente estaba dentro de un sueño  horrendo? ¿Acaso todo no era más que una pesadilla y aún estaba en su departamento luchando contra la realidad? Intentó gritar o hablar, pero sólo salió un balbuceo jadeante de sus labios, tenía el pecho oprimido y la garganta completamente cerrada; de pronto frente a sus ojos en su memoria volvió a ver Antonio empujándola con un movimiento decidido y un instante antes esa mirada extraña con los ojos muy abiertos, para luego mirarla fijamente sin pestañear. ¿Por qué la había empujado, que era lo que estaba sucediendo?
Entonces recordó lo que había sucedido anteriormente: habían quedado de juntarse en un café pero a última hora y le dijo que se reunieran en un restaurante en un subterráneo, se encontraron en el estacionamiento y caminaron juntos hacia la puerta del ascensor; ella estaba pidiéndole ayuda había decidido contarle algunas cosas del caso de Patricia para que él pudiera ayudarla a encontrar a la modelo Miranda Arévalo, y se sentía tan nerviosa mientras le hacía preguntas, sentía que tenía que confiar en él, que tenía que confiar en alguien que pudiera ayudarla y su amigo del instituto había demostrado tener conocimientos. ¿Por qué la había empujado? ¿Por qué? ¿Dónde se encontraba en ese momento? Unos instantes después los recuerdos aparecieron con un poco más de claridad: estaban hablando frente a la puerta del ascensor y éste anunció su llegada con esa campanilla, sintió en sus oídos el sonido anunciando que el ascensor ya estaba en el piso y se volteó hacia él para decirle algo más. Luego simplemente vio aparecer el techo y desaparecer el suelo bajo sus pies, pero ahora todo estaba oscuro y ella estaba completamente perdida dentro de un lugar que no podía identificar. ¿Habría perdido el conocimiento? trató de moverse palpando la zona en donde estaba y encontró cables y tuercas, la superficie era metálica y había efectivamente algo grasiento en algunas partes; sentía dolor en la espalda, en la cabeza y en las extremidades, pero hizo un esfuerzo y consiguió ponerse de rodillas. El miedo continuaba amenazando con apoderarse de ella.

–Cálmate, tranquilízate, respira, tienes que respirar.

Se dijo a sí misma tratando de animarse de alguna manera; en ese preciso instante no importaba Antonio ni lo que hubiera hecho, lo que importaba ir a descubrir en donde estaba y que era lo que había ocurrido. Decidió que debía comprobar si tenía alguna herida grave además de los dolores que se expandían por su cuerpo. Respira Matilde, respira. Después de unos momentos había conseguido controlar un poco su respiración y comprobado que no tenía algún hueso roto aunque sí tenía muchos dolores; tocó a su alrededor y continuó encontrando superficie metálica, tuercas y salientes también de metal, lo que significaba que no podía estar dentro del ascensor, ninguna de esas cosas era de lo que hay dentro de un ascensor, más parecía  el interior de un auto o algo parecido. Por supuesto que tenía miedo y ese sentimiento sólo parecía aumentar con el paso de los momentos, pero su lado sensato le decía que tenía que estar tranquila al menos hasta saber en dónde se encontraba. Lentamente intentó ponerse de pie, pero apoyar la pierna izquierda sobre la superficie la hizo dar un grito de dolor; volvió a arrodillarse en la superficie y comprobó que tenía inflamado el tobillo y prácticamente no lo podía mover, además lo que tenía en la pierna no era la misma grasa de la superficie metálica, era sangre. Pero al tocar se dio cuenta que el corte no era profundo.

–Ayúdenme...

Su voz salió entre sollozos, nuevamente estaba quebrándose. ¿Qué iba a hacer sola, golpeada, herida y completamente perdida? Necesitaba ayuda, pero la última vez que había pedido ayuda habían tratado de matarla. Sin embargo tenía claro que no podía quedarse allí simplemente, estaba obligada a hacer algo, de modo que volvió a intentar ponerse de pie aunque apoyando el peso del cuerpo en la pierna derecha; así logró mantener algo de estabilidad y extendió los brazos lentamente hacia delante y a los lados para ver si podía encontrar algo.
Estaba encerrada, sola, perdida, herida y muerta de miedo, pero no podía quedarse simplemente así, aun cuando la oscuridad confabulara en su contra. Se arriesgó a desplazarse por la superficie irregular mientras sus manos tocaban más tuercas y salientes de metal hasta que tocó una cadena engrasada; sólo podía ser eso, una cadena gruesa y de metal qué iba de arriba a abajo ¡estaba en el interior del conducto del ascensor! Por fin comprendió que de alguna manera Antonio había conseguido arrojarla al interior del conducto, pero no se encontraba en el compartimiento del ascensor, estaba encerrada en un pasillo oscuro y vertical. Se le congeló el corazón al pensar que si ya no estaba en el interior del ascensor, esa máquina en cualquier momento podría defender y aplastarla.



4


El doctor Medel había estado evaluando la situación de Patricia durante las últimas horas; desde un punto de vista clínico jamás había imaginado algo semejante y como profesional se sentía profundamente intrigado, pero estaba consciente de que había algo más. Le había mentido a Matilde al decirle que solicitaría exámenes, ya que casi desde el principio había tomado la decisión de mantener todo lo más oculto posible.
Las insólita historia de esa muchacha, el estado en el que se encontraba Patricia y los distintos signos que él como profesional podía advertir le decían que se encontraba frente a un caso prácticamente sobrenatural, y a pesar de saber que probablemente el médico en jefe daría aviso a las autoridades, tomó la decisión de hacerse cargo personalmente de ese caso utilizando en su favor el habitual ajetreo de todos estos pasillos y habitaciones. Estaba prácticamente seguro de que esa muchacha no podría encontrar información que le ayudara a ir a dilucidar sus dudas, pero su constante presencia allí y sus llantos no eran de ayuda, por lo cual agradeció cuando ella fue a dormir un poco a su casa ya que le permitió sacar a Patricia y esconderla en el lugar en donde en ese momento se encontraba; no esperó más y desconectó el saturómetro y apagó también las otras máquinas de las que disponía en ese lugar, y se sentó junto a la camilla esperando saber qué es lo que iba a ocurrir a partir de ese preciso instante ¿Acaso la bella durmiente iba a pasar a mejor vida?



Próximo episodio: Llamada distante

La traición de Adán en rostros humanos

Debido a la re-publicación de La traición de Adán en diversos medios, decidí hacer un arte conceptual donde los personajes de ésta entretenida novela de intriga son "interpretados" por actores y actrices de carne y hueso.

En la imagen promocional de La traición de Adán, con los rostros referenciales que ven a continuación.
Podemos ver a Hellen Mirren como Carmen Basaure, Rebecca de Mornay como Bernarda Solar, Elizabeth Olsen como Pilar Basaure, Ginifer Goodwin como Micaela Riveros y Eduardo Verastegui como Adán Valdovinos.


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