La última herida capítulo 9: Ideas sugerentes




Abrir los ojos se estaba convirtiendo poco a poco en una experiencia renovadora para Patricia; aún se sentía prisionera al estar recluída en su casa por causa del tratamiento, pero levantarse y ver en el espejo su piel cada vez más renovada y sana era un pago justo por cualquier tipo de sacrificio.

—Buenos días mamá.
—Buenos días hija.
—Matilde ya salió.
—Si, dijo que no olvides no asomar la nariz fuera de aquí.
—Lo tendré en cuenta.

Entró al baño directamente a pararse frente al espejo para sacarse as vendas y realizar el cambio: Todos los días debía cambiarlas.

—Vamos a ver.

Ya era Viernes diez de Junio, casi daba un mes desde que tuviera el accidente pero ni ella misma diría que era tan poco al verla, parecían haber pasado meses por su piel. Por fuerza mantenía corto el cabello en el lado izquierdo para no obstruir el efecto de los medicamentos, lo que dejaba al descubierto la piel más suave y tersa del costado de la cabeza, la mejilla y el hombro. A juzgar por las imágenes que vio en la red, el avance de sus quemaduras podía fácilmente compararse con el de cinco meses de un tratamiento regular, y todavía podría decir que era aún mejor: lo que inicialmente era piel quemada, enrojecida, con gran relieve, ahora estaba mucho más lisa, de un color rojo tenue y con sensibilidad más cercana al resto del cuerpo. Además y como le anunciara su doctor, la piel de la cara avanzaba más lentamente al ser mucho más sensible, podía palpar y ver los surcos y gesticular seguía siendo bastante doloroso, pero no podía quejarse.

—Ahora a cambiar las vendas.

Le entregaban los vendajes dentro de una caja plástica esterilizada, desde donde sacaba una bolsa sellada al vacío por una abertura en el extremo. Al quitar el sello se sentía un suave perfume como de flores, aunque se evaporaba y solo quedaba una sensación fresca en el aire; en su trabajo tenía que saber cosas básicas de primeros auxilios, pero los días que habían pasado la convirtieron en una experta en vendajes y casi podría hacerlo sin mirar, aunque secretamente sabía que se miraba atentamente porque no tenía la intención de perder detalle alguno de la evolución de su cuerpo.
A pesar de que podía llegar perfectamente sola al lugar de tratamiento, igualmente un vehículo pasaba por ella para llevarla, aunque a diferencia del primer día no era una ambulancia sino un automóvil gris conducido por un enfermero llamado Saúl y que siempre parecía muy animado; habían conversado bastante en los últimos días.

— ¿Vas a tomar desayuno?
—Solo una ensalada de fruta mamá, gracias.

Estar quieta en la casa iba a estropear su estado físico, pero por otro lado estaba disfrutando de un período de consentimiento ya que sus padres insistieran en quedarse a hacerle compañía; lo que antes le habría parecido muy molesto y un peligro para su privacidad, ahora le venía bien, al menos hasta el momento, además que en algún día muy cercano todo volvería  a la normalidad y todos retomarían sus actividades ¿Que iba a hacer con la policía?
Quizás lo único doloroso en ese tiempo había sido rechazar continuamente las invitaciones y visitas de sus amigos de la unidad y los externos, aunque claramente estaba rodeada de personas que la querían y se preocupaban por ella pero ¿Cómo iba a explicarles que de un día para otro estaba a medio camino de una recuperación casi milagrosa? Aún con las vendas puestas se notaba la diferencia en la piel, y no solo estaba lo visual, también las excusas que no terminaban de fabricar. Matilde tenía razón al decirle constantemente que debía mantenerse en el departamento y no dejarse ver, porque por mucho que confiaba en sus amigos, y que a los de a unidad les confiaría la vida, no podía arriesgar el patrimonio que le quedaba  a la familia exponiendo lo que le estaba pasando, al menos no todavía. Cuando pasara más tiempo podría reaparecer, y decir que en realidad las quemaduras eran menos profundas de lo que decía el primer diagnóstico o que había estado fuera del país atendiéndose con alguna eminencia, esas ideas eran frecuentes en sus conversaciones con sus padres, que se habían tomado muy a pecho lo de mantenerla oculta por mucho que no hablaran de la hipoteca.
La hipoteca.
En ocasiones se enfadaba con Matilde por haber propuesto arriesgar la casa y una suma de dinero tan grande en lo del tratamiento, pero estaría mintiéndose a sí misma si no reconociera su alegría porque lo hiciera. Además ella misma trabajaría con todas sus fuerzas para devolver el dinero, y mientas nadie dijera nada no había motivos para preocuparse de la amenazadora cláusula del contrato de confidencialidad.
Con las vendas cambiadas y de muy buen ánimo, Patricia desayunó con sus padres, y luego se preparó para la llegada del vehículo, que se presentó puntualmente a las once. Por suerte pasaba directo al estacionamiento, de modo que la posibilidad de ser vista era mucho menor.

—Buenos días señorita.
—Buenos días.
—Que gusto verla, nos vamos ahora mismo.

No había mucho que ver a través de las ventanas ahumadas del vehículo, pero la charla del conductor arreglaba las cosas, y a gran velocidad por la carretera urbana llegaban en pocos minutos a destino, y aunque ya tenía varias visitas, no podía dejar de sorprenderse: El edificio en donde se realizaba el tratamiento estaba ubicado en probablemente uno de los sectores más exclusivos de la ciudad, cerca de los límites de hecho, en el interior de una especie de condominio cercado por unos prados que tenían por lo menos el tamaño de un estadio deportivo y lucían perfectamente cuidados como los de los programas de turismo. Una vez sorteada la entrada, el vehículo seguía un camino serpenteante hacia un conjunto de edificios compuesto de no más de diez construcciones, todas de menos de diez pisos y con diseños innovadores que destacaban materiales de distintos colores o espejos o sistemas iluminados a plena luz de día. El edificio hacia donde iban estaba en el centro de los otros, al cual se accedía por un estacionamiento subterráneo que los dejaba justo al lado de los ascensores, los que desde luego eran digitales y funcionaban solo articulando el número del piso al que se deseaba ir, tras lo cual las puertas cerraban con un ronroneo y una voz digitalizada daba los buenos días. Una vez en el quinto piso el conductor se despidió.

—Que tenga un buen día, voy a hacer mi reporte y luego tomaré mis labores aquí, la veré después.
—Gracias Saúl.

El hombre siguió hacia el piso superior dejando a Patricia ante un mesón donde una mujer vestida de blanco la esperaba sonriente.

—Buenos días Patricia ¿Cómo se encuentra?
—Muy bien, buenos días.
—Acompáñeme por favor, vamos a realizar el diagnóstico de hoy. ¿Trajo la caja de las píldoras?

Patricia se la enseñó dentro de su bolso.

—Sí, aunque quedan algunas.
—No se preocupe —comentó la mujer mientras entraban a una oficina— lo importante es que las haya tomado según lo indicado, ahora según el diagnóstico  se realizará una nueva calibración de vitaminas para su caso, las demás son desechadas de inmediato.

Solo en ese momento Patricia recordó algo que tenía que ver con lo que llevaba en su bolso. Claro que habían quedado pastillas, pero una de ellas no estaba allí, sino en su velador; la noche anterior la había sacado por aburrimiento, y después de mirar largo rato los diminutos dibujos sin sentido y que tramaban una especie de mapa, no supo qué hacer con la pastilla, ya que la caja en donde se guardaban tenía un sistema de enfriamiento a baterías y le habían advertido solo sacarlas para ingerirlas. Creyendo que lo mejor sería dejarla fuera para evitar algún tipo de contaminación como ocurría con los alimentos, decidió esperar al día siguiente para preguntar que hacer con la pequeña píldora.

—Usted es por lejos nuestra paciente más obediente Patricia —dijo uno de los doctores al entrar— le aseguro que su comportamiento es fundamental en los avances que hemos tenido hasta ahora.

Patricia se sintió culpable por haber dejado la pastilla fuera de la caja en ese momento; pero ya no tenía remedio, y si de todos modos el sobrante era desechado, no tenía mayor sentido confesar una actitud francamente infantil. Lo desecharía ella también.

—Hago lo posible por seguir sus instrucciones —dijo en voz baja— supongo que cualquiera haría lo mismo.
—No siempre es así, pero lo importante es que lo está haciendo muy bien. Ahora haremos un diagnóstico.


2


Durante el día siempre había alguna actividad en la clínica, de hecho desde que iniciara el tratamiento, tenía muchas más ocupaciones allí que en su departamento. Estaban los diagnósticos, los testeos de reflejos, la terapia con luz en las zonas afectadas, una sesión de masajes en el resto del cuerpo ya que los profesionales decían que era bueno mantener a toda la estructura física en buenas condiciones, tratamientos para el cabello que estaban enfocados a fortalecerlo, y vaya que le hacían muy bien, los tiempos obligatorios de descanso sobre una camilla en una habitación oscura y absolutamente aislada, y la ingesta de preparados de vitaminas que más sabor tenían a jugos naturales, aunque hacían maravillas con su estado de ánimo. Entre todo eso, algunos momentos permitían interactuar con otros pacientes, aunque los que había visto por lo general estaban acompañados, seguramente por lo que indicaba Matilde de ser personajes famosos que estarían con algún guardia o consejero o quizás incluso un amigo que compartiera sus deseos, pero entre todos ellos se encontró con Vicente, un empresario de poco más de treinta y con quien inició charla casi de manera espontánea cuando se trasladaban de una de las tantas dependencias a otra; el hombre tenía una serie de cortes en la espalda, según le explicó por una caída en su casa en la playa, y parecía tener una absurda aversión por las heridas propias pero no por las ajenas. Se trataba de un hombre agradable y de buen trato, guapo desde luego, pero principalmente agradable y sencillo, nada pretencioso como otras personas que veía de vez en cuando. Durante la tarde se lo encontró en el pasillo hacia el cuarto de descanso.

—Patricia, que gusto, pensé que hoy no venías.

En el interior del lugar no llevaban ropa de calle, aunque por suerte habían tenido la buena idea de no dejarlos con esos ridículos camisones casi transparentes de los hospitales, y en cambio llevaban una camisa y pantalón blanco de los de producción en masa, a fin de cuentas que entre los exámenes y los masajes era mucho más cómodo y el ambiente estaba tan bien temperado que se agradecía la tranquilidad.

—Hola.
—Te ves genial, me encanta como te estás recuperando.

Era el primer elogio que recibía desde el accidente, y se escuchaba especialmente bien viniendo de alguien como él.

—Gracias, que gentil.
—No lo digo por gentileza, es lo que veo.
—Bueno, pero gracias igualmente.

Él se descubrió un poco la espalda. Las huellas eran ya casi imperceptibles y desde luego mucho menos evidentes que la semana anterior.

—Lo que lamento es que ya no nos vamos a ver aquí, el Martes me van a dar de alta.

Eso era bastante lógico, aunque internamente la mujer lo lamentó.

—No deberías lamentarlo, al fin y al cabo todos queremos salir de aquí.
—Sí, pero —se acercó un poco más— lo que no quiero es dejar de verte. Y especialmente me gustaría que tú y yo pudiéramos conversar en un lugar donde hubiera privacidad y tranquilidad.

Se quedaron mirando unos momentos. Patricia no era ninguna muchachita inocente para no notar que él estaba flirteando con ella y que era cada vez menos reservado, pero le gustaba y por supuesto que era un aliciente para su ego en un momento en que estaba bastante alicaído. Coquetear con un hombre adulto y sincero era atractivo para ella, lo demás podía verse en el camino.

—Supongo que podemos mantener el contacto.
—Por supuesto que si —repuso él sonriendo— la semana que viene tengo que retomar toneladas de trabajo que no se han hecho mientras estoy aquí, pero el día 26 voy a estar desocupado y creo que podrías acompañarme a una fiesta.

Patricia sonrió, burlona.

—Cualquiera diría que tenías ésto preparado.

Pero él soltó una risa alegre que la sorprendió.

—Patricia, créeme que cuando estoy en plan de conquista prefiero hacerlo fuera de una clínica, en un lugar entretenido y no desnudo debajo de ropa horrenda. O al menos eso último puede ser dependiendo del sitio en donde esté.

Ambos rieron alegremente. Cielos, estaba riendo de buena gana, la última vez que recordaba haber estado de un humor similar había sido la mañana del accidente, y la verdad parecía una jornada muy lejana.

—Te doy el punto, tal vez no está tan preparado. ¿Y de qué fiesta se trata?
—Mi celebración de aniversario de la creación de mi primera empresa, es algo modesto en la playa. Bueno, la fecha no es exactamente pero...ya te explicaré.
—En la playa, parece un buen panorama. Creo que puedo aceptar.

El hombre sonrió triunfante y sacó del pequeño bolsillo del pantalón una tarjeta y un bolígrafo plateado de tamaño diminuto.

—Ten mi número. Y puedes apuntar tu número para llamarte también.

La mujer recibió la tarjeta y apuntó el número en una esquina del papel, lo cortó y se lo devolvió junto al bolígrafo. Era un juego divertido.

—Ésto vale oro para mí, te voy a llamar.

Patricia decidió usar un arma algo infantil, similar a estar cambiando números en trozos de papel.

—Espero que lo hagas o tu secretaria va a tener muchas llamadas mías.


3


Para cuando Matilde llegó al departamento de Patricia, ésta ya estaba de regreso y de muy buen humor.

—Te ves cansada.
—Debe ser porque lo estoy —repuso la joven entrando a sentarse— ha sido un día muy duro, pero a ti te veo radiante.

Matilde se sentó y dejó el bolso y una carpeta en la mesita de centro.

—No me puedo quejar hermanita, mi tratamiento va viento en popa y ya te voy  a mostrar unas fotos de como estoy ahora mismo, pero hay algo que no te había contado.

Por fin empiezan a mantener conversaciones de tipo casual y con la confianza anterior al accidente, eso era un beneficio adicional del tratamiento.

— ¿Qué pasó?
—Hay un hombre que estoy conociendo.

Por un momento la cabeza de Matilde dio vueltas.

— ¿Un hombre? es decir ¿es de la clínica?
—No de ahí pero se está tratando, y hemos conversado bastante éstos días.
—Creí que habías dicho que siempre te tenían ocupada con un tratamiento y otro.

Su hermana sonrió casi con la misma naturalidad de antes.

—Bueno, eso es así, pero entre idas y venidas comenzamos a conversar.

Matilde se imaginó conociendo a alguien en un lugar así, pero la verdad era que su mente la llevaba a un sitio lleno de sufrimiento y desesperanza, no a un lujoso lugar donde la gente no solo se recuperaba, sino que además se embellecía. Aún con las permanentes vendas, su hermana lucía cada vez mejor.

—No puedo negar que me sorprende, pero creo que es excelente ¿Ya tienen una cita o algo?
—Puedo decir que sí, aunque no todavía, es para fin de mes.
—Pero dijeron que tu tratamiento no termina hasta Julio, no puedes estar saliendo a menos que sea cubierta y no me parece que...

Patricia la detuvo levantando las manos, aunque aún sonreía.

—Tranquila, tranquila, hice las preguntas pertinentes en la clínica, y me dijeron que si el tratamiento sigue el ritmo de hasta ahora, para fin de mes podré hacer salidas breves siempre que no sea de día y solo con un vendaje ligero.
— ¿Tan avanzado está?
—Mira.

Patricia le enseñó unas fotos sacadas en el estudio, en donde frente a un fondo blanco se podía ver su rostro y cuello sin vendas ni apósito alguno, y la joven se quedó realmente sin palabras. No quedaba rastro de las quemaduras originales que habían arruinado su vida, ahora tenía, desde luego, marcada la zona, con relieve y esa textura enrojecida típica de la piel lacerada por el fuego, pero estaba tan distante de esa otra piel quebrada y sin elasticidad que parecía otra persona.

—Patricia, ésto es impresionante.
—Todos los días me digo lo mismo en la mañana cuando me cambio las vendas, pero a la luz de la clínica y desde otra perspectiva es diferente, no puedo creer que esté sucediendo de verdad.

En ese momento aparecieron en la sala los padres de las mujeres, aunque se veían un tanto serios.

—Papá, creí que estarían durmiendo, casi dan las diez.
—Necesitamos hablar con ustedes —dijo él simplemente— que bueno que viniste hoy hija.

Ambos se sentaron frente a sus hijas mirándolas fijamente.

—Ocurrió algo en Río dulce. Antalasio falleció.

Durante un momento nadie dijo nada, pero Matilde sabía muy bien de quien se trataba y a poco estuvo de preguntar si se trataba de un broma; Antalasio era un campesino que comenzó a trabajar para sus padres hacía demasiados años, era un hombre curtido y rudo de campo, pero al mismo tiempo una de las personas más sinceras y confiables del mundo entero. Era un hombre sencillo pero de ideas muy claras, del tipo de persona que si confiaba en ti, sería capaz tanto de dejar su vida en tus manos como de proteger la tuya a costa de todo. Y ya era tan viejo cuando ellas eran niñas que parecía no envejecer, incluso bromeaba diciendo que la muerte era su novia y que por eso no se lo llevaba.

— ¿Cómo fue?

Patricia recuperó en ese momento su aspecto policial, donde se hace cargo de hechos concretos.

—Simplemente se durmió —explicó su madre con ojos llorosos— nos llamaron hace unos minutos, dijo que tenía sueño, se recostó en la mecedora y se durmió.

Patricia de inmediato de sintió angustiada por lo que pudiera estar pasando en la hacienda: sin sus padres y sin Antalasio, no había nadie capacitado para ir a hacerse cargo de trámites o siquiera de coordinar llamados y esas cosas. Y ella no podía moverse de la ciudad.

—Tienen que ir a Río dulce —sentenció antes que ellos dijeran algo más— todo debe ser un caos, además hay que darle una despedida como corresponde a Antalasio.
—Eso teníamos que decirles —dijo su madre en voz baja— lo siento, pero no podemos dejarlo ahora. Quisiera haber estado con él en ese momento.
—Yo también cariño —le dijo él con voz muy suave— pero no lo podemos arreglar.

Matilde recuperó en ese instante las palabras, a tiempo para tragarse las lágrimas que estaban por brotar. Al día siguiente y pese a ser Sábado, tenía una salida a terreno completamente impostergable.

—Si, tienen que ir, tienen que estar ahí por nosotras. Y tienen que decirle a Lavinia que la queremos mucho, que nos fue imposible ir pero que estamos con ella y con él también.

Su madre asintió, pensativa. Claramente para ellos no era sencillo dejar a sus hijas antes del tiempo que tenían presupuestado, antes de que terminara el tratamiento de Patricia, pero si bien las dos hijas habían aceptado reconocer sus fragilidades y necesidades, en una situación como esa debían demostrar que no eran una carga.

—Vamos a estar bien mamá, no te preocupes —dijo con la mayor seguridad de la que fue capaz— me voy a encargar que mi hermana no se mueva ni un centímetro del plan que hay para que se recupere, no se preocupen.


4


Los días siguientes a la noticia de la muerte del anciano Antalasio pasaron en una tensa calma para las hermanas. Matilde se ofreció para quedarse en el departamento de Patricia, pero ella se opuso asegurándole que no iba a moverse del departamento a menos que fuera a tratamiento, y que el motivo extra de tener una posible cita era más que suficiente para mantenerla controlada, además por supuesto de las constantes recomendaciones de su hermana y el yugo de la hipoteca pesando sobre ambas. De igual manera Matilde se pasaba en la tarde a llevarle suministros y compartir un poco con ella, antes de volar a su departamento y tratar de descansar antes de un nuevo día de trabajo. Con solo una parte del Sábado y el Domingo como descanso, la joven se sentía bastante apurada la semana siguiente, pero se terminó acostumbrando y además tuvo la tranquilidad de una menor carga laboral. Cuando llegó el Domingo veintiséis y después de una jornada de películas, Matilde salió a comprar un refresco y se encontró con una gran sorpresa: Patricia se había puesto un hermoso vestido largo hasta más abajo de las rodillas, ajustado en la cintura y con una sola manga, que era la izquierda, con lo que disimulaba los vendajes que aún mantenía; en tanto el pañuelo que llevaba al cuello, azul como el tono del vestido, disimulaba casi todo el resto de las marcas, aunque desde luego no todo quedaba oculto ya que  la mejilla mostraba un parche color piel, sin embargo de lo cual la mujer se había peinado con el cabello en una especie de descuidado flequillo que distraía la atención.

—Te ves estupenda.
—Gracias, estaba esperando el momento de estrenarlo y creo que es apropiado.

Casi daban las ocho de la noche y Patricia estaba revisando el contenido del bolso de mano mientras su hermana le ayudaba con las cintas de los tacones a juego con el vestido.

— ¿No crees que es demasiado evidente?
—Dijiste que él también tenía heridas —comentó Matilde quitando importancia al tema— así que no creo que le preocupe. Además usaste todo a tu favor, y con la forma en que dispusiste el parche en la mejilla cualquiera diría que es por algún malestar, como cuando te da el aire frío de golpe.

Patricia no había pensado en eso.

—Sabes que creo que tienes razón, supongo que Vicente no le habrá dicho a sus amigos lo que me pasó, y si alguien me pregunta, solo tengo que decir que me quemé en el solárium o que me picó un insecto o algo así.
—Buena idea.

Matilde recordó algo importante justo en ese momento.

—Patricia, la píldora.
—Es verdad, lo había olvidado, voy por ella. Si llega Vicente dile que espere afuera, quiero encontrarlo en terreno neutral por ahora.
—Está bien, como quieras.

Era normal que Patricia se sintiera nerviosa en un momento como ese después de lo que le había pasado; Matilde suponía que normalmente no lo estaría tanto en un caso como ese, pero estaba de más decir que su ego estaba en juego y que un hombre se mostrara interesado en ella, aún si era algo superficial, ayudaría a confirmar que estaba en franca recuperación más que cualquier terapia sicológica. Era una buena noticia después de lo sucedido anteriormente, y aunque ninguna de las dos quería darle más importancia de la que merecía, sabían que hasta sus padres estarían contentos; las cosas en Río dulce estaban más tranquilas, aunque el cariño de la gente de la hacienda y del pueblo por Antalasio se demostró con creces, según su padre llegó gente de todas partes a dar el último adiós para él.
Entonces golpearon tres veces a la puerta, y una voz masculina con tono divertido se anunció a si misma.

—Llegué Patricia ¿Estás lista?

Y el hombre era atrevido. Matilde giró para ir a abrir la puerta, cuando un sonido la hizo voltear repentinamente hacia el cuarto de su hermana.

— ¿Patricia?

Sonó como algo al caer o golpearse, tal vez estaba llevándolo difícil con los tacones. Pero casi sobre el sonido original se escuchó otro más, definitivamente el de algo golpearse violentamente.

—Patricia.

Sin entender qué podía estar sucediendo, pero sintiendo de manera instintiva que ocurría algo malo, la joven abrió la puerta del cuarto y entró.

— ¡Patricia!

Su hermana estaba en el suelo, sufriendo violentas convulsiones.



Próximo episodio: Personas invisibles

La traición de Adán en la web

El tiempo pasa y tengo algunas novedades, en particular respecto de la primera novela que fue publicada en éste blog.
Me refiero a La traición de Adán.

En ésta historia, Adán es un hombre sobresaliente, inteligente, atractivo, y que pretende utilizar todas sus capacidades para llegar a lo más alto en la vida, sin importarle a quien deba destruír en el camino.
Sus primeros pasos en el mundo del arte son su primer objetivo, conseguir dinero y poder infinito el límite; en su camino conocerá distintas personas que pretende utilizar como piezas en un tablero diseñado por él para llegar hasta donde pretende.

Ésta novela tiene una nueva oportunidad de darse a conocer, a través de tres plataformas. La primera de ellas es el foro Forjadores de sueños, donde distintos autores publican sus obras, y por supuesto los lectores tienen la oportunidad de leer y comentar lo que opinan:

http://hacedores.foroactivo.com/t1100-la-traicion-de-adan#9965

El segundo sitio es You are writter, plataforma internacional donde los escritores tienen la oportunidad de actualizar sus publicaciones de manera semanal, con la interesante idea de agregar imágenes referenciales de actrices o actores famosos como intérpretes de los personajes de sus obras, una idea muy atractiva a la hora de hacer más llamativa cada creación.

https://youarewriter.wordpress.com/category/relatos/la-traicion-de-adan-por-emilio-lopez/

La tercera plataforma es Wattpad, un sitio social donde puedes hacer amigos y conocer nuevas obras, y que además cuenta con una entretenida aplicación para teléfonos celulares, en la que puedes tener organizados tus contactos y tu librería.

http://www.wattpad.com/story/13626705-la-traici%C3%B3n-de-ad%C3%A1n

Tres nuevas formas de disfrutar de una novela llena de intriga, pasión y ambición, en ediciones entretenidas, llamativas y que puedes llevar a cualquier parte.

Pronto más novedades para que puedas disfrutar de la literatura a tu alcance y en solo un click.


La última herida capitulo 8: Algunos días soleados. Segunda parte




Recibir un mensaje de su hermana asegurando que las cosas iban a volver a ser como antes para ella resultó al mismo tiempo emocionante y un poco angustiante; lo primero desde luego porque significaba que realmente existía una luz de esperanza, lo segundo porque en lo más íntimo nunca esperó que hubiera algún tipo de reacción tan pronto, solo el primer día de tratamiento. El primer impulso fue de llamarla, pero decidió que era mejor dejar eso para después y esperar a llegar al departamento, aunque estaba bastante cansada.

—Gracias Dios mío...

Guardó el celular y continuó su viaje hacia el departamento. Necesitaba ducharse y cambiarse ropa antes de ir a ver que buenas nuevas tenía su hermana.


2


Sencillamente le parecía increíble. Tan pronto llegó al departamento de Patricia, Matilde fue recibida por su madre quien no podía evitar que la alegría y la esperanza inundaran su rostro; en la sala estaba su hermana sentada esperando por ella.

—Hermana, tienes que ver ésto.

Aún tenía puestas las vendas, pero descubrió un poco el borde de las que tenía en el hombro izquierdo para demostrar los efectos que anticipara un rato antes: increíblemente los bordes de la quemadura estaban suavizados como se ve en una quemadura que tiene varios días de tratamiento, con la piel más suave y un color más opaco que el rojo encendido de los primeros días. Matilde estaba siguiendo los avances desde el principio, y aunque permanentemente animaba a su hermana haciendo que viera como evolucionaba, sabía que el proceso era lento y que un avance como ese solo podría esperarse después de varias semanas de tratamiento.

—No puedo creerlo...

Patricia estaba sinceramente entusiasmada con lo que estaba experimentando y se veía con claridad que el mismo buen ánimo se estaba transmitiendo a sus padres.

—No sabes lo que fue, es realmente impresionante.

En ese momento apareció su padre con una bandeja con tazones con chocolate caliente para todos y un sobre en las manos.

—Hija, que bueno que ya estés aquí, mira las fotos mientras dejo los chocolates por aquí.

Su madre tomó el sobre en sus manos sacó las fotos; en ellas habían primeros planos de las quemaduras, las que por supuesto seguían siendo profundas como se vieran desde antes, pero las diferencias entre el inicio y el término de la sesión eran impresionantes no por la extensión sino por lo dramático del cambio.

—Ésto es increíble.

Al parecer la primera sesión solo se había centrado en el hombro, pero a decir verdad bastaba para hacerse una idea de lo que iba a conseguirse: el borde de las quemaduras parecía haberse trasladado al menos veinte días en el tiempo.

—Ésto es lo que me dijeron —dijo su hermana tomando en sus manos uno de los tazones— el tratamiento comienza en los bordes para que la piel comience a acostumbrarse, y al reaccionar, se sigue hacia el centro poco a poco; te prometo que no podía creer cuando vi en el espejo la diferencia.

Matilde estaba contagiándose de la misma emoción, pero a diferencia de ellos no estuvo presente, por lo que tenía bastantes dudas.

—Espera un poco, antes dime que pasó, como es la clínica.
—Es bastante discreta para ser lo que es, debe tener seis pisos máximo, pero todo parece funcionar como un reloj.
—Es lo mínimo para el precio que van a cobrar —comentó livianamente su madre— pero todo me parece perfecto si es por éste motivo.
— ¿Y dónde está la clínica?
—No lo tengo muy claro.

Eso sonó realmente extraño. ¿Cómo no iban a saberlo? Sin embargo a la única a la que le parecía raro era a ella misma.

— ¿A qué te refieres con que no lo tienes claro?
—Mira, como nos habían anunciado un vehículo vino a buscarme y cuando llegamos a esa oficina, confirmaron los datos, y después me dijeron que el vehículo estaba listo para el traslado; era una ambulancia grande y moderna, con un asistente que fue preparándome durante el trayecto, y reconozco que estaba bastante nerviosa al principio.

La joven de 24 años desplazó la mirada hacia sus padres que contemplaban a su hija mayor atentamente.

—Nosotros la acompañamos —dijo su madre ante la mirada interrogadora— y nos ofrecieron quedar ahí o acercarnos a algún lugar donde pudiéramos pasar el rato, así que fuimos a un centro comercial.

Que se hubieran llevado a Patricia sola en una ambulancia podía sonar escandaloso, pero por otro lado tenía mucho sentido de acuerdo con lo que antes se les dejó claro respecto de  confidencialidad del tratamiento, las instalaciones y todo lo demás. Patricia precisamente fue a ese punto.

—Al principio me pareció extraño que no pudieran acompañarme, pero me dijeron que solo se realizaría el tratamiento y que al ser ambulatorio no tenían instalaciones como cafetería y esas cosas, y a juzgar por como es el lugar tenían razón, allí cada persona está trabajando en algo.

Seguir haciendo preguntas sobre eso no tenía sentido en ese momento, pero de todos modos Matilde tomó nota mental; de todas maneras estaba demasiado contenta de ver a su hermana tan animada como para preocuparse por eso.

— ¿Y qué hicieron, es decir como es el tratamiento?

Patricia tomó un sorbo de chocolate.

—Lo primero que hicieron fue llevarme a una sala donde usaron una especie de scanner en mi piel, con lo que hicieron una imagen digital de las quemaduras; después tomaron varias muestras de sangre, pelo y piel, y me dejaron en espera mientras hacía algunos test de reflejos.
—Parece que trabajan muy intensamente.
—Es verdad. Cuando terminé los testeos de reflejos tenían lista una parte del tratamiento, que según me explicó el doctor Rosales es un medicamento nuevo y muy avanzado.

Se notaba que estaba interesada en el asunto y a juzgar por lo que se veía, no era para menos; Matilde estaba cada vez más alegre.

— ¿Te inyectaron o algo?
—Sí, me aplicaron una serie de inyecciones y una terapia con luces especiales, y además me dieron un preparado con vitaminas para mantenerme en buenas condiciones.
— ¿Y tienes que hacer algún cuidado especial?
—Sí, éstos vendajes son distintos a los anteriores, casi no se sienten y son bastante ligeros.

Efectivamente el material sintético de los vendajes era de textura sedosa, no se parecía a nada que hubiera visto antes y se veía poroso para dejar respirar la piel pero a la vez era resistente al tacto.

—Parece cómodo.
—Lo es. La siguiente sesión que tengo es el Viernes, te aseguro que no veo la hora de ir para ver los siguientes avances.
—Pero mientras tanto —intervino su madre precavidamente— tienes que guardar reposo, alimentarte bien y evitar el Sol todo lo posible, y tomar las píldoras.

Su madre tenía en las manos una caja metálica pequeña, dentro de la cual había una serie de pastillas en cápsulas transparentes.

— ¿Y éstas que son?
—Son un complejo vitamínico especialmente preparado, lo hicieron después de hacer algunos exámenes. Tengo que tomar una diaria por la noche.

Hasta el momento la jornada no podía ir mejor.

—No sé qué decir, estoy tan contenta hermana, las cosas parece que están resultando como lo esperábamos.
—Es verdad, pero reconozco que desconfié de ti y no te he dado las gracias.
—No es necesario.
—Sí, lo es —dijo  hermana seriamente— aunque aún sigue dando vueltas en mi cabeza lo del dinero, ver que desde el primer paso están cumpliendo con lo que ofrecen es muy esperanzador. Gracias.


3


El trabajo con Roberto Santa María resultaba sencillo y bastante gratificante. El hombre tenía más de treinta y cinco pero lucía muy joven y actuaba como si cada persona con la que hablara fuera un conocido, lo que hacía reconfortante los primeros pasos en Asunto externo. Matilde estaba incorporándose al equipo creativo que iba a asesorar directamente a una famosa multinacional de telecomunicaciones en una nueva etapa.

—Escucha, lo del trato con los medios siempre es complejo porque de inmediato la competencia ataca con campañas parecidas o diciendo que nuestro cliente hace mal su trabajo ¿Qué crees que deberíamos hacer?

La tormenta de ideas era básica para comenzar a crear, y como nueva encargada del proyecto creativo, para Matilde era primordial saber tanto lo que quería el cliente como lo que pretendía la empresa.

— ¿Sabes lo que pienso? Que por lo general las empresas de telecomunicaciones basan sus nuevas campañas en decir lo buenas que son sus alternativas en comparación con las de los otros o que proveerán una experiencia inolvidable, pero pocas veces hablan de los aspectos negativos de sus productos.

Roberto la miró con el ceño fruncido.

—Creo que no sigo tu idea, ninguna empresa quiere decirle al mundo lo malo que tiene porque...ah...ya entiendo...
—Exacto —intervino la joven— nadie dice las cosas malas, así que podemos empezar por ahí, por llamar la atención de todos con una primera etapa donde comentamos lo malo que es el servicio.
— ¿Y después?
—Después atacamos con una segunda etapa donde explicamos cómo esas cosas malas no son importantes en comparación con los nuevos beneficios.

Él sonrió satisfecho.

—Me gusta tu enfoque, ahora a lo tuyo, dime que es lo que piensas hacer con la estética general.

Finalmente la estética de cualquier compañía no se definía por lo que hiciera una empresa externa en una campaña específica, pero muchas veces servía de inspiración para la imagen final y si ese era el caso, tanto la empresa de asesoría como sus integrantes ganan muchos puntos en el mercado laboral. Matilde  se acercó a la pantalla del ordenador para enseñarle lo que había estado pensando.

—Estuve revisando algunos datos y me  cuenta de ésto: las empresas están optando tanto por logos como por estéticas modernas, con mezcla de colores, apariencias en tres dimensiones, todo muy orientado a la era actual, pero creo que al final todo es similar.
—Y apuesto a que en ese punto también quieres hacer lo contrario.
—Sí, me gustaría revivir éste logo de la compañía, como puedes ver en la imagen es uno de los primeros, pero me parece que el tema está en ésta esquina, si te fijas el así, con ese quiebre; usemos ese punto como una puerta, y al pasar a la segunda etapa...

El hombre parecía divertirse auténticamente con el modo de trabajar, y eso la animaba mucho.

—Descubrimos el nuevo logo.
—No, descubrimos solamente esa esquina con un símbolo nuevo en tres dimensiones, así nos comprometemos con la nueva era pero sin desmerecer lo original.
—Me gusta, me gusta —celebró Roberto— estoy completamente de acuerdo, vamos a llamar a los demás para empezar a trabajar en los primeros pasos, quiero que estemos preparados para todo.



4


Las siguientes dos semanas fueron algo totalmente distinto a lo anteriormente vivido por Matilde y su familia; el tratamiento seguido en la clínica Cuerpos imposibles no podía ser mejor, y aunque claramente faltaba algún tiempo para que terminara, ya las quemaduras en el cuello y hombro estaban muy atenuadas, y las del brazo y rostro mostraban avances sorprendentes. Por recomendación del doctor Patricia debía seguir guardando reposo, motivo por el cual siempre se estaba quejando de aburrimiento, y mantener la dieta recomendada, el consumo de las píldoras entregadas y evitar la exposición al Sol, pero a todos les parecía un precio bastante bajo a cambio de la increíble recuperación que día a día avanzaba a pasos agigantados. Mientras tanto Matilde estaba a tope con el trabajo, ya que su idea original para la campaña publicitaria había sido bien recibida y por lo tanto tenía a su cargo al equipo creativo muchas más horas de las que tenía prevista, pero todos en el equipo estaban dispuestos a sacar adelante el trabajo con el mejor resultado posible, y estaba claro que su jefe de proyecto sabía muy bien cómo elegir a su personal ya que todos estaban más o menos en sintonía y después de unos días era posible afirmar que ya estaban conformando un equipo de trabajo. Sin embargo y aunque se sentía contenta viendo como su vida y la de su hermana regresaba a la normalidad, el trabajo estaba absorbiendo gran parte de su tiempo y eso la mantenía bastante al margen del día a día, por lo que detalles como conocer el lugar en donde se realizaba el tratamiento o compartir más tiempo juntas estaba en un segundo plano.
Cerca de las nueve de la noche del Miércoles ocho de Junio la joven estaba llegando a su departamento bastante cansada, pero se encontró en la puerta con Romina Miranda, la doctora que se había hecho cargo del caso de su hermana en el Centro de tratamiento de heridas. La mujer le dedicó un asentimiento.

—Buenas noches Matilde.

Patricia había llamado al Centro para decir que no iba a seguir asistiendo de igual manera que lo hiciera con la consulta sicológica, y aunque se esperaban algunas preguntas, el tema parecía cerrado.

—Buenas noches doctora, es una sorpresa verla aquí.

La mujer tenía un carácter fuerte, justo lo que se necesitaba para su cargo, pero al verla, la joven imaginó que estaría preocupada por su hermana. ¿O acaso la había visto?

—A mí me sorprende lo que ha pasado en éstos días Matilde ¿Que ocurre con su hermana?

Llegados a ese punto tenía completamente claro que no podía arriesgarse a decir nada que pudiera delatar lo del tratamiento, el constante recuerdo del contrato de confidencialidad pesaba demasiado en su memoria como para arriesgarse, por eso es que constantemente se lo recordaba a sus padres y a la propia Patricia.

— ¿A qué se refiere?
—A que repentinamente dejó el tratamiento, y además en una etapa muy inicial. Matilde, es muy preocupante que pase algo como eso, además de dejar el tratamiento sicológico.
—Mi hermana decidió tomar un tratamiento alternativo doctora.
— ¿Qué clase de tratamiento? —la mujer percibió la reserva de Matilde, y cambió su estrategia— escuche, seguramente se está preguntando porqué una doctora con muchos pacientes viene a su casa en la noche a hablar de un tratamiento de su hermana, y le voy a decir porqué: hace muchos años, cuando estaba en primer año de Universidad, un incendio afectó a un centro de estudios y varias amigas mías sufrieron quemaduras. Como se imaginará mis compañeros y yo estuvimos todo el tiempo con ellas prestando apoyo, pero al cabo de un tiempo descubrimos que algunas secuelas no estaban a la vista: una de ellas tenía una herida muy cerca de un seno,  y se sentía violentada de tratarse esa zona en particular, fue muy difícil convencerla de hacerlo, pero lo peor es que su familia no lo sabía, no estaban enterados de ese tema tan íntimo y creían que su problema estaba superado.

Matilde se sintió súbitamente acorralada, la doctora trataba de llegar a un punto mucho más personal de lo que se esperaba. Podía tener toda la buena intención del mundo, pero no era apropiado hablar con ella o podría decir algo inapropiado.

—Doctora —intervino esforzándose por sonar tranquila— agradezco su preocupación y hablo también por mi hermana, pero de verdad que todo está bien, ella está en tratamiento, es solo que como familia decidimos seguir otro curso y tenemos excelentes referencias.
—Eso es lo mismo que me dijo su madre.
— ¿Estuvo en el departamento de mi hermana?
—Fui ahí en primer lugar porque es la dirección que me dejó su hermana, pero a ella no la he visto ¿Cree que podría verla?

Al menos no la había visto, en eso sus padres habían sido precavidos.

—Patricia está con reposo muy estricto, así que no creo que sea posible, pero le diré que vino.

La doctora se dio por vencida.

—Discúlpeme por haberme entrometido.
—No se disculpe, se lo agradezco mucho.
—No tiene nada que agradecer Matilde —repuso la mujer con una sombría expresión en el rostro— lo hice porque sentí que estaba pasando algo grave y no quise dejarlo pasar.

Hizo ademán de irse, pero antes le pasó una tarjeta.

—Espero que no esté molesta, pero aunque lo esté, quiero que sepa que mi única intención fue ayudar. Si en algún momento le es de utilidad, guarde mi número, y llame si necesita cualquier cosa.

La doctora volteó y siguió por la calle sin despedirse. Matilde contempló con un enorme sentimiento de culpa la tarjeta y el lugar por donde se había ido la profesional, pero aunque experimentara esa sensación, la decisión había sido tomada y el tiempo estaba demostrando que era lo correcto.



Próximo episodio: Ideas sugerentes

La ultima herida capítulo 7: Algunos días soleados. Primera parte



– ¿Que hiciste qué?

La reacción de Patricia fue casi exactamente como lo que Matilde había supuesto mientras se desplazaba hacia su departamento; la expresión asombrada de ambos padres no ayudaba mucho, y eso que aún no hablaban con Soria.

–Sé que puede sonar a una locura pero...
–Es que no suena a una locura, es una locura –sentenció su hermana fulminándola con la mirada– cuarenta y cinco mil dólares, es demencial.

Como sucedía en ocasiones, su padre intervino para dar un poco de calma a la escena, aunque se le notaba en la voz que se le había secado la garganta.

– ¿Matilde, hay alguna forma de que te aseguren lo que estás diciendo?
–Papa, sabes que no haría nada que perjudicara a Patricia, mama, tu también lo sabes.

Recurrir a su madre podía ser un acto desesperado después de lo que paso en el centro de urgencias el día del accidente, pero al mirarla directamente estaba apelando a su corazón de madre, eso tenía que servir de algo.

–Todos tenemos buenas intenciones hija, pero quiero decir, nunca habíamos escuchado de algo como eso, suena demasiado increíble para ser verdad.
–Escuchen –intervino para ganar tiempo– lo que estipula el documento es que solo van a cobrar el dinero en caso de que el tratamiento resulte efectivo, eso quiere decir que garantizan que va a funcionar –y directo a su hermana– tendrías que haber visto, Patricia, los resultados son increíbles.

Patricia se había puesto de pie y camino hacia la ventana. Llegar y decirles que tenía una importante noticia que darles probablemente los había predispuesto, pero después de leer y firmar el contrato se había sentido presionada por hablar en primer lugar, como si Carlos Soria o alguien de Cuerpos imposibles pudiera adelantarse y hablar antes que ella y eso estropeara todo; en vista de lo que estaba pasando no veía mucha diferencia.

–No se trata de eso Matilde, no puedes disponer de las propiedades de nuestros padres sin consultarlo con ellos.
–No he dispuesto de nada ¿Puedes simplemente pensar en lo que te estoy diciendo? Existe una posibilidad de que te recuperes, de volver a ser la de siempre, de no perder tu vida como la tienes.

Su madre se interpuso entre ambas, y aunque no dijo nada, ambas la miraron expectantes, igual como cuando eran niñas y estaban discutiendo.

–No discutan ahora. Matilde, ¿dijiste que llamaste a Carlos y él te dijo que podía hipotecarse la casa Verdad?
–Sí.

No les dijo de sus aprensiones, aunque ambos lo conocían lo suficiente como para saber más o menos lo que estaría pensando en ese momento y de seguro querrían hablar con él o tener algún tipo de asistencia legal antes de dar el siguiente paso. Pero ninguno de los dos se había mostrado tan alterado como la principal involucrada.

–Creo que podemos hacerlo si hay una buena posibilidad –dijo en voz baja dirigiéndose a su esposo– ¿Qué crees tú?

Su padre estaba muy quieto, mirando a las tres de hito en hito. Al final hablo también en voz baja.

–Siempre hemos dicho que esa propiedad es para las emergencias, y me parece que es una ocasión apropiada.
–Papa...
–Patricia –la interrumpió frunciendo el ceño– ¿Que sucede contigo? Tú deberías estar feliz por esto.

El siguiente silencio dejo en evidencia los temores de la mujer de 28 años; por primera vez estaban hablando de ella y de lo que sentía, y no le gustaba la combinación.

–No están entendiendo nada ustedes tres. No pueden simplemente hipotecar la casa para ese objetivo Que van a hacer después, vender Rio Dulce?

Rio dulce era el nombre de la hacienda sobre la que sus padres habían construido la mayor parte de sus vidas, y que llevaba ese nombre en honor a un sitio visitado por ellos en su juventud. A veces Matilde sentía que esa hacienda era la mitad de la vida de ellos.

–No estamos hablando de Rio dulce –replico su padre sin alterarse– y no has respondido mi pregunta.
–Lo que me sucede –respondió ella con tono desafiante– es que no quiero ser una carga para nadie, mucho menos para ustedes, no después de ser una mujer independiente hasta esta edad. Se supone que ustedes deberían encargarse de vivir tranquilamente después de todo lo que se han esforzado toda su vida, tener ese dinero para viajar o hacer cualquier cosa que quieran, no para un tratamiento que supuestamente va a quitarme esto.

Era muy dura consigo misma, pero de alguna manera la propia Matilde había pensado en lo mismo, que ellas tendrían que ser independientes para que sus padres pudieran disfrutar la vejez.

–Patricia, siempre vamos a ser tus padres, no puedes evitar que nos preocupemos por ti y que queramos ayudarte. No quiero viajar por el mundo si a cambio puedo ayudarte con esas heridas.
–No se trata de eso ¿Cómo crees que voy a pagar la hipoteca?
–Basta –la voz de su madre sorprendió a los tres– hija, este no es un asunto de dinero y lo sabes, quiero que me digas ahora que es lo que está pasando.

La capacidad sobrehumana de saber qué es lo que le pasa a un hijo puede alcanzar límites insondables. Patricia sufrió un estremecimiento, pero se mantuvo firme y contesto aun cuando su voz temblaba ligeramente.

–No quiero ilusionarme –respondió lentamente– no quiero que mi hermana llegue aquí y diga que de pronto todo lo que paso puede quedar en el pasado así sin más, que basta con hacer algo que nadie conoce y santo remedio No entienden que es difícil para mí? Recién estoy tratando de acostumbrarme al hecho de tener que empezar desde cero mi vida, no puedes esperar que me comporte como si no hubiera ninguna novedad, como si esto fuera lo más normal del mundo.

Sin darse cuenta su voz se había tornado en un chillido muy poco usual en ella. Su madre, con la sabiduría que solo puede dar el sentimiento, se acercó a ella y la acogió en sus brazos, acunándola  con cariño, hasta que la mujer rompió a llorar; probablemente era la primera vez que lloraba de esa manera desde que tuviera el accidente, antes siempre había estado conteniéndose, y sin embargo verla así, tan frágil, hizo que todo rastro de arrepentimiento por firmar el contrato de confidencialidad desapareciera de la mente de Matilde.


2


Carlos Soria no podía acompañarlos al lugar en donde Matilde había firmado dos horas antes el contrato de confidencialidad, pero había dejado a la familia a cargo de Benjamín Larios, un joven abogado que trabajaba en su estudio. Cuando caía la tarde la familia llego junto con el ante la misma puerta y fueron recibidos por la misma recepcionista, quien diligentemente los llevo hacia una sala distinta de la anterior, en una puerta contigua a la de antes; no había mucha diferencia, sillones y una mesa central, una pantalla en ese momento apagada y dos puertas además de la entrada.

–Patricia, me alegra mucho que este aquí, espero que este contenta.

Patricia estaba muy callada, probablemente contenida ante la posibilidad que se le presentaba pero sin querer ser demasiado efusiva.

–Mi hermana me dijo que tenían un tratamiento nuevo.
–Es importante que entiendan que se trata de algo completamente seguro –replico la mujer sinceramente– y que según nuestro protocolo nunca van a tener de que preocuparse.
–Buenas tardes –saludo Larios– me gustaría hablar con usted sobre el contrato que firmo mi cliente y lo que tenga que firmar en el futuro.
–Por supuesto, si gusta puede acompañarme, le explicare todo. Mientras tanto ustedes podrían esperar aquí, por favor.

Todos se sentían inquietos y nerviosos. Su madre le dedico una mirada que podría ser de agradecimiento, debido a que Matilde le pidió a todos que se vistieran elegantemente antes de salir, lo que llegado el caso parecía lógico por el tipo de barrio en el que estaba, aunque a decir verdad  hasta ese momento ella había evitado todos los detalles que apuntaban a la modelo que le entregara la nota y a lo que tal vez sería una confusión de parte de la recepcionista sobre su estatus social porque eso habría quitado veracidad a sus esfuerzos. Durante un par de minutos nadie dijo nada, hasta que finalmente quien interrumpió el silencio fue Adriana regresando con el abogado, que para sorpresa de Matilde, parecía bastante satisfecho.

–Los dejare solos un momento mientras traigo algo importante.

Esa fue una excelente ocasión para quedarse a solas con Larios, quien se sentó frente a ellos mucho más calmado de lo que la joven preveía.

–La verdad continua diciendo que no hay que firmar nada sin antes consultarlo, pero en este caso el contrato es muy sencillo aunque tiene un punto fuerte.
– ¿A qué se refiere?
–Es un contrato de confidencialidad que en este país no se ve mucho, pero es corriente en otras partes en matrimonios y acuerdos empresariales, jamás lo había visto en un caso así. Al firmar el contrato te obligas a no revelar ningún detalle relacionado con el centro en donde será realizado el tratamiento, así como nombres de medicamentos, profesionales involucrados, lugares físicos, fechas, episodios, reacciones y cualquier otro tema relacionado con la recuperación de tu hermana, y es extendido sin fecha de caducidad, lo que significa que tienes que adherir de manera permanente, comprometiendo en ello el importe total del pago entregado a cambio del tratamiento ya terminado, es decir cuarenta y cinco mil dólares exactamente.

Eso quería decir que si revelaba algún detalle y alguien de la clínica lo descubría, la exhortarían a ella a pagar otros cuarenta y cinco mil dólares. Se entendía porque no había en internet ninguna referencia a esa clínica, nadie, ni siquiera un personaje del mundo del espectáculo querría poner en riesgo esa suma de dinero, fuera de que no podía saber si para otros casos la suma de dinero tal vez sería mucho mayor. Quizás había tenido suerte que la creyeran "tan solo" una empresaria de recursos.

–No creo que sea tan difícil –dijo tratando de quitarle importancia al tema– es decir, es lógico que habrá preguntas, pero podemos mantener el secreto tal y como es necesario.
–Es verdad –concordó el abogado, al parecer estaba un poco molesto de no ser tan necesario como seguramente las advertencias de Soria le habían hecho ver– También tienen que saber que hay otro contrato, el que habla específicamente del pago; es bastante sencillo, la organización se compromete a cobrar la suma indicada solo cuando termine el tratamiento especificado en una hoja cronograma, y aclara también que en caso de no conseguirse los resultados esperados, la organización declinara de realizar cualquier tipo de cobro a la paciente, a ti que eres quien firma o a cualquiera de sus relacionados en cualquier fecha, es decir te garantizan éxito o te dejan en paz.

Lo mismo que había dicho Adriana. Éxito en un noventa y ocho por ciento o no tocaban su dinero, podría haber sido un perfecto eslogan para la televisión si no hubiera tanto famoso perseguido por los medios de comunicación exigiendo secreto y más secreto.

–También es importante que tengan en cuenta algo: el segundo contrato es independiente del primero, lo que significa que aun si el tratamiento falla y por ende no tengas ningún cobro, debes mantener en estricto secreto todo lo que explica el primer documento. Eso es todo.

Pensando las palabras del abogado, las cosas parecían un poco más fáciles y menos riesgosas. Si, tendría que firmar un contrato y sus padres ya habían solicitado la transferencia de dinero a su cuenta en el banco luego de pedir un estimado por la hipoteca, una excepción en toda regla que la entidad realizo solamente en honor a los cuarenta años que tenía el matrimonio como clientes y luego de asegurar que la hipoteca cubriría todo. Adriana volvió a aparecer haciendo gala de toda su simpatía.

–Espero que todo esté bien.
–Sí, desde luego.

Mientras iban hacia el edificio, y mucho más mientras escuchaba las palabras del abogado, Matilde había llegado a la conclusión de que era mucho más conveniente que sus padres supieran lo menos posible de Cuerpos imposibles y del tratamiento, así habría menos riesgo de que la información llegara a oídos de cualquier persona; no creía que sus padres fueran a estar contando algo que sabían debía ser un secreto, pero la misma euforia o frustración, cualquiera de las dos, podía ser igual de peligrosa si se manejaba mal y todos tendrían mucho menos de que preocuparse si había menos en riesgo. El problema es que no había alcanzado a decirles eso antes de la llegada de Adriana, y si quería evitar un conflicto bochornoso era mejor evitar el contacto.

– ¿Matilde, me acompañaría a firmar el contrato? Mientras tanto me gustaría que Patricia pasara a realizar un breve diagnostico con nuestro especialista.

En la iluminada sala entro un hombre joven con un delantal blanco sobre el cuerpo y saludo escuetamente. Patricia lo acompañó hasta  la puerta de la derecha mientras Matilde entraba en la de la izquierda detrás de la recepcionista; alcanzo a ver por el rabillo del ojo como sus padres les sonreían a ambas.


3


El diagnostico de Patricia no duro más de cinco minutos, y según ella consistió en que el doctor simplemente levanto un poco los vendajes, y reviso las heridas, apuntando en un bloc los detalles como tipo y extensión de las heridas, tiempo y otra información, muy similar a lo que le realizaban en el Centro de tratamiento de heridas. Al reunirse, el hombre le indico a todos que tendrían que retirarse, y que Patricia debía presentarse al día siguiente para comenzar con el tratamiento. Adriana estaba tan feliz que cualquiera habría dicho que era parte de la familia.
Llegaron al departamento casi a las nueve de la noche después de tomar una once bastante ligera en una cafetería y el cansancio en los rostros de los padres era evidente ya que eran personas acostumbradas a la vida campestre y por ende se acostaban temprano; Patricia estaba bastante silenciosa, pero eso era mejor que tenerla discutiendo por todo.

–Nosotros vamos a dormir, buenas noches.

Las hermanas se quedaron solas en la sala y en silencio durante unos momentos hasta que finalmente fue Patricia quien rompió el hielo.

–Lamento haberte tratado como lo hice.
–No te preocupes –replico Matilde– no tiene importancia.
–Es que si la tiene –dijo su hermana con su habitual intensidad– desde que ocurrió todo esto tú has estado junto a mí permanentemente y yo solo te he contestado con desdén y eso no es justo. Ni siquiera te pregunte como es que te fue en la entrevista de trabajo.

Eso parecía devolver a ambas el nexo que había desde siempre, aunque claramente las condiciones no eran las mismas y las dos lo sabían.

–Me fue increíblemente bien –respondió sentándose junto a ella– de hecho mucho mejor de lo que esperaba, estoy contratada.
–Eso es excelente, pero dime algo más de lo que estás haciendo, de que se trata.

Por extraño que le sonaba a ella misma pensarlo, hasta el momento nadie le había preguntado de donde saco la información de Cuerpos imposibles, pero sabía que en algún momento pasaría, de modo que mientras tanto era bueno hablar de otra cosa para distraer la atención.

–La verdad es que no me esperaba tantas buenas atenciones, porque el gerente de proyecto me trato como si me conociera, es decir, estaba encantado conmigo, comenzamos a planificar casi de inmediato. Se trata de una empresa que realiza                                                                    



Así que para incorporarme voy a tener que trabajar bastante.
– ¿Porque dices que no te esperabas eso?
–Porque postule a ese trabajo hace  semanas, y ya había pasado el tiempo que me indicaron; de hecho tuve que hacer un esfuerzo por recordar de que se trataba, para no parecer una tonta en la entrevista. Pero use la vieja estrategia de ser lo suficientemente retorica para no parecer sonsa y hacer hablar a la otra parte.

Patricia de verdad estaba demostrando interés, o se esforzaba mucho porque así pareciera, pero de todos modos persistía en su ser la incertidumbre y eso era lógico, sobre todo considerando sus propias palabras más temprano, había pasado de tener que resignarse a una nueva vida que no le iba nada de bien, a la posibilidad de recuperar todo lo perdido. La verdad, todos estaban expectantes, incluso ella, aunque insistía en creer, en decirse que nada de eso era casual, que a pesar de la tragedia y las lágrimas, la coincidencia de encontrarse con esa modelo el mismo día del accidente le había dado un regalo que nadie en el mundo habría podido darle; de algún modo tenia a la mano, casi por gracia del destino, un trozo de las exquisiteces y exclusividades que los personajes famosos y los adinerados podían tomar frecuentemente, en esos instantes cobraban sentido todas esas especulaciones absurdas que hacían en los programas misceláneos de la televisión sobre la edad de las actrices o los cuerpos de los cantantes, y de cómo algunos parecían haberle doblado la mano al tiempo. La mayoría de esas personas sobre las cuales se teorizaba tanto eran personajes conocidos, pero muchos otros no, los que eran ricos y a veces llamados excéntricos y que podían comprar un yate para recorrer el mundo solo por estar aburridos, los mismos que podían disponer de lo que quisieran y cuando lo quisieran.



4


El Día Martes comenzó muy agitado para la familia; por primera vez en mucho tiempo resultaba gratificante tener la compañía de los padres, ya que ellos se encargaron de dar la cuota de humanidad a las agitadas vidas de ambas y además permitieron que Matilde se hiciera cargo de su trabajo ya que insistieron en acompañar a Patricia a su primer día de tratamiento. Al momento de despedirse, las cosas entre las hermanas fueron casi como antes.

–Que tengas buen día.
–Y que a ti te vaya bien y tómalo todo con calma.

Patricia estaba muy sencilla con una camisa y pantalones, bastante distinto de Matilde que había tomado un vestido azul oscuro y una chaqueta a juego con los tacones para su primer día oficial. Matilde se sentía pésima por no acompañarla, pero muy temprano la había llamado Roberto para decirle que tenían una nueva reunión, y el ánimo del hombre no menguaba ni un poco sobre el futuro trabajo.

–Promete que vas a estar tranquila y que vas a colaborar en todo lo que te digan.
–Te lo prometo.
– ¿Decidiste si vas a avisar de inmediato o no al Centro de tratamiento?

Habían hablado de eso bastante entrada la noche, pero sin llegar a una conclusión: el contrato les impedía hablar de los motivos por los cuales tendría que dejar de asistir a atenderse y era obvio que allí querrían saber porque, pero decirle a un profesional de la medicina algo semejante y esperar secreto era absurdo, aunque por otro lado en la clínica le habían dicho que mientras se atendiera con ellos era necesario que no lo hiciera con otro centro.

–No, lo pensare durante el día. Suerte.

Matilde salió con el corazón dividido entre la responsabilidad y el sentimiento, pero no tenía opción, ya que el mes estaba por terminar y además de tener apuros económicos, no podía estar haciendo exigencias de ese tipo en su primer día, por mucho que su jefe la adorara.

– ¿Hola?
– ¿Cómo va todo amiga?

Soraya dispuesta a ayudar como siempre; no se habían visto mucho en los últimos días, pero siempre contaba con su llamada para verificar como iban las cosas.

–Voy directo a mi primer día.
– ¿Nerviosa?
–Aunque te parezca extraño, no, supongo que es porque mi jefe se comporta como si trabajáramos hace años juntos.

Su amiga soltó una risita.

–Es que eres encantadora. Tengo que dejarte, te llamo después para saber cómo va tu primer día, no me dejes con la duda de tu hermana.

Las preguntas por Patricia iban a comenzar a ser preocupantes dentro de poco, pero mientras tanto podía irse con evasivas.

–Está en tratamiento, ya sabes que estas cosas toman tiempo.
–Lo harán increíble, estoy convencida que todo va a mejorar. Te dejo.

Y corto. Si, si las cosas eran como se le había prometido, realmente iban a cambiar mucho desde ese día en adelante.
Pero lo que esperaba fuera un día de trabajo se convirtió en una nueva tanda de sorpresas. A las siete de la tarde y después de una jornada extensa aunque sumamente productiva donde nadie se dignó a llamarla para darle algún tipo de noticia, la joven recibió un mensaje en su teléfono a través de la red. Era de Patricia.



Próximo episodio: Algunos días soleados. Segunda parte



Nueva imagen

La última herida estrena nueva imagen, a la espera del siguiente episodio.


Muy pronto las cosas van a cambiar.

Nuevas plataformas literarias

Los tiempos van avanzando y pretendo que todos ustedes tengan acceso más fácil al material disponible en éste blog.
En primer lugar debuta ésta nueva plantilla, con un color de fondo menos chocante a la hora de leer y algunos cambios estéticos que espero sean de su gusto.
También hay algo respecto de las plataformas de publicación, y al respecto estaré actualizando éstos días, pero lo importante es contarles que estoy presente en nuevos sitios dedicados a la literatura, donde agrego nuevos conceptos e ideas además de ligeras variaciones o actualizaciones en las que ustedes como público tienen un espacio vital.
Como he ingresado recientemente a los sitios Wattpad, Me gusta escribir y Forjadores de sueños, decidí hacerlo a través de la primera novela compartida en éste blog, La traición de Adán, por lo que a partir de éste mes estaré compartiendo con ustedes los accesos directos a éstos nuevos y fantásticos sitios además de las versiones definitivas de las novelas anteriores y con algunos detalles que pueden ser muy innovadores.