La última herida Capítulo 17: Personas que caminan





Soraya había conseguido sacarle la información a Matilde entre sollozos, pero ya tenía una idea más o menos clara de lo que estaba sucediendo, y efectivamente era peor que cualquiera de las cosas que se había imaginado mientras trataba de descubrir alguna pista.

–Y entonces lograste salir de ahí, es un milagro que estés viva mujer.

Matilde luchaba con las lágrimas; dicho de esa manera, las cosas parecían a cada minuto más horribles que antes, y la doctora no aparecía.

–No sabía que hacer, estaba tan asustada, y cuando salí de ese sitio lo primero que pensé es que si él sabe cosas de internet, perfectamente podría rastrearme, o tal vez lo estaba haciendo desde antes y yo... sé que todo es una locura.
–No, no lo es.

Aunque a ella si le parecía que lo era, pero después de lo que había escuchado, realmente podía dejar espacio para la duda.

–Escucha, hiciste lo correcto al dejar apagado el teléfono, si ese loco de Antonio hizo eso puede ser capaz de cualquier cosa. Mira, lo importante es que  estás bien, y que esperemos a que la doctora salga de ahí.
–Tengo tanto miedo por Patricia...
–Tranquilízate, mira...

Soraya se quedó con las palabras en la boca. En el retrovisor estaba viendo a Antonio caminando hacia la urgencia.

–Dios mío...

Matilde recorrió el curso de su mirada y vio con espanto como el hombre que hasta unas horas antes creía era su amigo estaba entrando en la urgencia.

–No puede ser, Soraya, tiene que haberme seguido de alguna manera.

Soraya tenía la piel helada; se veía tan normal, tan como siempre ¿Y era un asesino? No podía decirle a su amiga que poco antes se había encontrado "casualmente" con ese mismo hombre, eso solo la pondría peor, aunque la perspectiva de verlo en ese sitio era aterradora. No había tiempo para pensar, mientras no supieran qué pasaba, era mejor mantenerse lejos.

–No lo creo, si te hubiera seguido vendría para acá ¿No crees? creo que más bien vino a lo mismo que nosotras, tengo que llamar a la doctora.

Marcó el número agradeciendo haberle dicho a la mujer que se lo dijera mientras iban en el auto, y ambas esperaron la respuesta. Por fortuna la doctora respondió, aunque su tono era parecido a la incomodidad.

– ¿Qué sucede?
–Ocurrió algo, Antonio está entrando en la urgencia en este momento.
–Demonios, es el mismo hombre que la saludó antes ¿No? no pueden quedarse ahí.
–No podemos irnos...
–Escuche –la cortó firmemente– Patricia está bien, pero si ese hombre descubre que Matilde está en este sitio puede ponerse peligroso, salgan de ahí ahora mismo.
– ¿Está segura que está bien?
–La estoy viendo ahora mismo. Espérenme en el Boulevard del Parque Centenario, iré tan pronto pueda y por favor, tengan cuidado.
–Está bien.

Soraya cortó y se pasó nerviosamente las manos por el cabello, dejándolo más revuelto de lo que estaba antes. Matilde había captado que estaban hablando de su hermana y la miraba ansiosamente.

– ¿Qué pasó con Patricia?
–La doctora dice que está bien.
– ¡Tengo que ir a verla!

Soraya alcanzó por la mínima a sujetarla y mantenerla dentro del vehículo; nunca había visto a su amiga tan nerviosa y angustiada, ni siquiera cuando había pasado lo del accidente, pero probablemente el ataque de Antonio la había superado.

– ¡No Matilde!
– ¡Tengo que ir por ella!
– ¡Que no ves que Antonio acaba de entrar! Escucha, tenemos que salir de aquí.
– ¡No puedo dejarla de nuevo!
–No vas a dejarla –exclamó Soraya por sobre sus gritos– escúchame porque es muy importante, la doctora está ahí adentro y dice que tu hermana está bien. No está muerta. Antonio entró hace un momento, tal vez le dicen lo mismo que a ti, espera, espera.

Ambas se quedaron quietas mirando por el retrovisor; Antonio había salido de la urgencia, pero ésta vez su actitud era distinta: daba pasos cortos de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza con una mano y mantenía el celular en la otra, al parecer en una conversación bastante fuerte porque se lo veía hablar mucho y con los ojos muy abiertos.

–Tenemos que irnos.
–Pero...

Matilde estaba temblando de pies a cabeza; saber que Antonio había tratado de matarla era muy distinto a verlo ahí ¿Por qué se vería en ese estado? Soraya encendió el motor.

–Está demasiado cerca, tenemos que irnos.
–Está bien, está bien.
–Recuéstate, que no te vea.

Soraya también estaba nerviosa y tenía el pulso a mil, pero desde siempre había podido enfrentar con la mente clara las emergencias, y sabía que en ese momento tenía que ser fuerte. Por suerte al sacar el vehículo no tenía que girar, de modo que valiéndose del retrovisor lateral y con cuidado de no mirar en la dirección equivocada, logró sacar el vehículo mientras Antonio continuaba hablando sin parar ante la portada de la urgencia. Un momento después el vehículo salió del estacionamiento con el rumbo que la doctora había indicado.


2


–No puedo creerlo.

Una vez que cortó la llamada, Romina volvió a sentirse absorta en lo que estaba mirando; sabía que era incorrecto, pero se había dedicado a la medicina por varias razones y una de ellas había sido el interés por la investigación, por descubrir nuevas aristas y campos en los cuales nutrirse de nuevos conocimientos. A pesar de haberse especializado en tratamientos sicológico derivados de traumas o heridas, el campo de la cirugía no le era ajeno, y constantemente estaba revisando las publicaciones oficiales de los centros avanzados de Europa o Estados unidos en el área. Y lo que estaba viendo en esos momentos no lo había visto en su vida.

– ¿Lo ves? –dijo el doctor apuntándola con dedos ligeros– no estaba hablando de más. Romina, lo que está sucediendo aquí no es algo normal.
–No, no lo es.

Volvió a mirar la fotografía que Medel había sacado una hora antes, y el cambio era sorprendente.

–Espera un momento, dijiste que la habías traído aquí porque pensaste que podía estar en peligro ¿Ocurrió algo que no me hayas dicho?

Por suerte el hombre parecía resignado a decirle todo, pero también había una nota de alteración en su actitud.

–Dijiste que Matilde te había contado ¿te parece poco?
–Por supuesto que no –replicó ella maldiciéndose por no haber hecho más preguntas– pero ella no sabía que pretendías ocultar a su hermana, hiciste desaparecer los informes o algo parecido.

Medel se alejó un par de pasos dentro de la habitación tan bien iluminada, donde la luz hacía contraste con sus rasgos cansados y alterados. Justo como aquella vez.

–Cuando Matilde me contó todo eso de la clínica y el tratamiento, al principio pensé que eran fantasías suyas, o que un charlatán se las había ingeniado para sacarle dinero, pero luego vi los exámenes y las modificaciones en la piel de Patricia, y pensé que las cosas tal vez iban mucho más allá; recordé esos rumores que circulan hace años, lo de la clínica misteriosa.

Romina también había pensado en eso al ver a Patricia, pero las cosas no parecían tener sentido, al menos no como ella lo veía.

–No lo creo, no tiene sentido.
–Por favor, no puedes negar la evidencia científica, estás viendo a la paciente –dijo él firmemente– sabes que en los círculos médicos existe hace años un rumor de una clínica especial, un conjunto de médicos que realizan tratamientos especiales, cosas fuera de lo común.
–Pero esos mismos rumores dicen que es la medicina de los poderosos –replicó ella aun sin dar crédito a esas palabras– Matilde y su hermana son mujeres comunes y corrientes.
–O eso es lo que nosotros creemos. ¿Qué pasaría si llegado el momento apareciera alguna herencia, un familiar rico que quisiera ayudarlas? Esas cosas pasan y lo sabes. Ahora bien, ésto es lo que creo que pasó: Todo iba bien con el tratamiento, pero anoche Patricia tiene ese ataque...
–Exacto, tiene un ataque, ¿por qué?
–Matilde tampoco sospecha nada –dijo él– pero tiene que haber pasado algo diferente que detonó esa reacción, y creo que por ese motivo esa supuesta clínica despareció, porque alguien quiere cubrirse las espaldas.

Tenía sentido, pero la presencia de Antonio merodeando por los hospitales y la actitud de Medel eran un problema adicional.

– ¿Adónde quieres llegar?
–Solo hay que tomar algunas muestras adicionales –dijo el hombre con energía– necesitamos hacer exámenes y pruebas, con eso podemos descubrir que tipo de tratamiento se utilizó, podríamos realizar un logro gigantesco.

Sí, estaba actuando exactamente como la vez anterior; Romina lo fulminó con la mirada.

– ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
–Desde luego que sí.
–No, no te das cuenta –replicó ella en voz más alta– es una persona, en este momento se encuentra sin conocimiento y el estado de su piel parece cambiar segundo a segundo ¿Y quieres hacer exámenes?

Medel le devolvió la mirada.

–No me digas ahora que el caso no despierta tu curiosidad.
–No se trata de eso ¿Que acaso vas a empezar con lo mismo de hace siete años?
– ¡Ya te dije que eso está en el pasado!
–Al mirarte eso no es lo que pareciera, no puedes pretender hacer exámenes sobre una persona que probablemente se encuentre en peligro mortal, y no me digas que es para buscar una cura porque no te creo. ¿Qué es lo que piensas, que vas a hacerte rico como aquella vez?
–Eso es diferente.
–Era tráfico de órganos, no me hagas recordarte que ibas a intervenir a pacientes jóvenes para hacer una venta.

Medel golpeó una pared con el puño, pero la mujer no se intimidó.

–Basta, te dije que eso se terminó. Detuve esa locura, y si el culpable no fue a la cárcel y escapó del país no es mi culpa. Desde entonces he vivido para la profesión, soportando la presión de que tú y mi ex mujer estén vigilando cada cosa que hago, no soy un maldito criminal.
– ¡Entonces no te comportes como si lo fueras! –exclamó ella– tenemos que proteger a Patricia y mantenerla a salvo mientras logramos averiguar algo más, no te actúes como si quisieras pasar por sobre ese hecho.
– ¿Qué es lo que quieres que haga entonces?
–Por ahora que te quedes aquí y verifiques que no empeore. Y que no hagas nada que pueda ponerla en peligro. Yo voy a conseguir un medio para sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro.
– ¿Dónde pretendes llevarla?
–No lo sé, aun no pienso en eso.
–Espera ¿quién era ese hombre del que hablabas por teléfono?

Era una pregunta que había estado rondando en su mente; el hombre había estado casi sobre sus pasos, seguramente eso porque estaban tras la misma pista, pero quizás no sabía que ella estaba involucrada de momento, al menos no mientras no la viera de nuevo el mismo día; y no podía saber si se lo iba a encontrar o no, además que no estaba segura de poder reconocerlo. Saldría por una salida para personal.

–Creo que es verdad que hay más gente involucrada en esto ¿crees que es seguro estar aquí?
–Sí, el lugar está en mantención, no hay motivo para que se acerque un civil.
– ¿Dijiste que te retirabas verdad?
–Sí.

Era agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tenía otra opción mientras no tuviera un poco más de información y un lugar seguro para las hermanas.

–Supongo que eso te mantendrá a resguardo por mientras. Roberto, prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

El doctor se acercó a ella y la miró a los ojos.

–He estado tratando todo este tiempo de demostrar que cambié, no lo voy a estropear justo ahora. Además –continuó esbozando una débil sonrisa– no puedo ir a ninguna parte, no sin tu ayuda.
–Está bien, mantén el celular encendido, te llamaré apenas tenga noticias.


3


El Boulevard del Parque Centenario era un punto importante dentro de los sitios más visitados de la ciudad. Entre sus decenas de tiendas había de todo tipo de venta de ropa, restaurantes, tiendas temáticas y espacios dedicados al arte y el cuidado personal, y habitualmente era muy visitado tanto por turistas como por familias. Soraya estacionó el auto de la doctora una esquina cerca de la salida a la calle Claro de luna, para poder salir rápidamente si era el caso, y era bastante fuerte estar pensando de ese modo, estaba paranoica; por suerte Matilde ya estaba un poco más tranquila.

– ¿No ha llamado aún?
–No. Tenemos que esperar.

¿En qué momento su vida se había vuelto una película de acción? Decidió calmarse ella también para no entrar en pánico y concentrarse en seguir indagando en lo que pasaba con su amiga.

–Dime algo, ¿tus padres saben lo que está pasando? Me refiero a lo que acaba de pasar.
–No, no lo saben –replicó Matilde cansadamente– cuando mi hermana tuvo el ataque intenté comunicarme, pero las líneas están cortadas, así que no lo saben; y ahora creo que lo mejor es que no sepan nada, no sé qué haría si les pasara algo.
–No pienses en eso ahora. ¿Cómo fue que llegaron a lo de ese tratamiento del que me hablaste?

Matilde le había dicho varias cosas, pero aún no llegaban a la génesis del conflicto, y realmente empezaba a dudar que fuera realmente esa.

– ¿Recuerdas cuando estábamos en la urgencia y salí muy angustiada?
–Sí.
–Lo que pasó es que... ahora siento que todo es tan ridículo, o increíble, ni siquiera sé cómo explicarlo. En una calle cercana vi a una mujer, la modelo Miranda Arévalo.
–Si...
–Ella estaba muy extraña, lloraba y decía cosas sin sentido. La verdad es que no hice nada, solo me acerqué a ella tratando de pensar si podía ayudarla en algo o no, ni siquiera la reconocí; lo que sucede es que después, el día que fui a la entrevista para el trabajo, me encontré casualmente con ella y me dio una tarjeta, dijo que en el sitio que indicaba podían ayudar a mi hermana, que había visto las noticias. Fui a ese sitio, y había todo un sistema, atendieron a mi hermana y dijeron que tenían un tratamiento nuevo, que podían devolverle todo lo que había perdido con las quemaduras.

La historia sonaba a cada segundo más insólita. ¿Por qué alguien creería en la palabra de una desconocida para confiar en un tratamiento del cual aparentemente no había ningún tipo de información? Porque tal vez cuando estás desesperado por el sufrimiento de alguien a quien amas, puedes confiar en lo que sea. Soraya sintió un escalofrío.

–Y tomaron esa opción.
–Sí. Soraya, no dijimos nada porque nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad, para que no reveláramos el tratamiento, dijeron que teníamos que mantener el secreto.
–No tienes que darme explicaciones cariño, hiciste lo que creías que era correcto en ese momento, pero dime que sucedió después con Patricia, por qué la mantuvieron tan escondida.

Matilde suspiró.

–Eso era parte del tratamiento. Tenía que guardar reposo, y además mantenerse lejos del sol; además no podíamos dejar que nadie la viera, no habría forma de explicar los resultados.
– ¿A que te refieres?
–Estaba regresando el tiempo –respondió Matilde con una triste sonrisa en el rostro– pasaban los días y se veía cada vez mejor, su piel se restauraba, era como si el tiempo corriera hacia atrás. La iban a buscar, la llevaban a la clínica y le hacían tratamientos, ella al principio estaba desconfiada, pero con el paso de los días los resultados la fueron animando. Y de pronto sufrió ese ataque.

Se quedó un momento sin palabras, recordando la creciente alegría y confianza de su hermana, y como eso había cambiado de manera tan drástica en tan poco tiempo. Las cosas no solo habían ido de mal en peor, también faltaban tantas cosas, el cariño y comprensión de sus padres, la sensación de seguridad que perdiera con el ataque, la confianza que en ese momento parecía reducida a Soraya y a la doctora.

–Dijiste que "todo había desaparecido"
–Cuando tuvo el ataque intenté encontrarlos pero –su sonrisa esta vez fue de desconcierto– no había nada. La clínica no estaba en el lugar en donde se suponía que debía estar, solo había un edificio, y la oficina donde fui en primer lugar tampoco estaba, solo era otro edificio más. Por eso llamé a Antonio, porque pensé que él podría ayudarme a encontrar a Miranda Arévalo, pero se reunió conmigo para tratar de matarme, no viste su mirada, la forma en que me miró antes de empujarme en ese túnel de ascensor, es como si nunca antes hubiera visto a sus ojos antes.

Soraya escuchaba y trataba de reducir la cara de sorpresa, aunque era bastante difícil. Pero mientras escuchaba, también pensaba en Antonio en el centro de tratamiento, saludándola como si nada, poniendo sonrisas y hablando de una tía imaginaria cuando hacía poco se había desecho según él de Matilde ¿Habría tratado de matarla también a ella si hubiera sabido que ella sospechaba algo? Al verlo se había sentido confundida, pero si no hubiera visto a la doctora ¿Habría querido hablar con él para tratar de buscar apoyo como antes lo había hecho Matilde? A esas alturas todo era cosa de posibilidades.

–Entonces lo que es posible es que Antonio esté involucrado con la gente de la clínica –reflexionó en voz alta– pero no me explico por qué, o mejor dicho como, si la primera vez que lo viste fue en la urgencia cuando aún no pasaba lo de esa modelo.

Matilde también le había estado dando vueltas al asunto. Y aunque con miedo y angustia, ya sentía que podía ordenar algunas ideas, la primera de ellas respecto de ese hombre que de pronto se convirtiera en un monstruo. Al final no se trataba de algo tan complejo, la verdad estaba ahí, en alguna calle, entre todas esas personas de la ciudad que como Antonio parecían ser las mismas de siempre.

–Dijiste que se encontraron con Antonio de camino a la urgencia.
–Sí.
–Lo que creo –dijo con más fuerza– es que la clave está en eso. En saber por qué estaba ahí.






Próximo episodio: La persona perfecta

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