A pesar de que desde antes de llegar a la entrevista tenía pensado volver al departamento de Patricia para
pasar con ella la tarde, el extraño encuentro con
la modelo Miranda Arévalo cambió un poco sus planes y ocupó un lugar importante junto a lo que debería ser prioridad; la entrevista de trabajo con Roberto
Santa María, el gerente comercial de Asunto Externo resultó ser todo lo contrario del edificio en donde este se
desempeñaba, ya que se comportó como un igual y no como su superior y trató de hacerla sentir cómoda en todo momento. Parecía que ella ya
estaba contratada y ese paso solo era un trámite, aunque por las circunstancias que estaba viviendo la satisfacción de saberse dentro de un proyecto importante fue
menor de lo que habría sido en otro
caso; tan pronto terminó lo que
finalmente fue una conversación bastante
animada, fue directo a su departamento sin avisar nada ni llamar a sus padres y
se conectó a internet desde el portátil.
>Cuerpos imposibles<
Debió suponer que lo
primero que iba a salir en internet era una selección, bastante de cabaret por lo demás, de imágenes de
mujeres en su gran mayoría y algunos
hombres, cuál de ellos con
menos ropa que el otro, todos con figuras esculpidas por ejercicio interminable
en algunos casos y en la mayoría por la mano
de algún cirujano de mejor o peor reputación. Inmediatamente abajo figuraba una serie de artículos de periódicos o citas
de programas de televisión dentro de los
cuales se mencionaba a figuras del espectáculo que
supuestamente cumplirían con ese
adjetivo; optó por
especificar la búsqueda.
>Clínica cuerpos imposibles<
La búsqueda, para su
sorpresa, dio cero resultados.
-No puede ser...
No encontrar ningún resultado
producto de una información en la red era
muy extraño en los tiempos que corrían, pero de alguna manera no le sorprendió tanto sabiendo de donde venía. Pero había una pregunta más importante ¿Porque una
modelo muy conocida, excepcionalmente hermosa y rostro e imagen de marcas
conocidas aparecía en la calle
llorando totalmente descompensada, para luego ser arrastrada por un acompañante que dejaba dinero en las manos de desconocidos, y
después buscaba a una desconocida para entregarle una
tarjeta con información que no estaba
en ninguna parte? Casi rió de lo ridículo que sonaba en su mente todo eso. ¿Porque estaba prestando atención a algo como eso en un momento así, cuando podía ir con su
hermana, compartir la buena nueva que además sería un punto de apoyo para lo que iba a venir en los
tratamientos?
Tenía que reconocer que en esa situación había algo que le
resultaba curiosamente llamativo, desde que vio a la modelo en la calle y mucho
más al encontrarla por casualidad antes de una
entrevista de trabajo, y lo de la Clínica Cuerpos
imposibles sonaba intrigante por mucho que su lado lógico le dijera que estaba perdiendo el tiempo.
-Solo tengo una alternativa.
Aquello era una completa locura, pero insistió en seguir la idea que se estaba formando en su mente,
tomo nuevamente el bolso y salió rumbo a la
dirección que figuraba en la tarjeta.
2
Las sorpresas nunca parecían terminar
cuando se trataba de lo que estuviera relacionado con Miranda Arévalo, y Matilde se llevó una más al llegar al
sitio que figuraba en la breve reseña de la
tarjeta. Se trataba de un edificio plano de cinco pisos, gris piedra con
enormes ventanas que no permitían ver al
interior y una entrada tan sencilla que parecía sacada de un sector industrial y no del costoso barrio en donde
estaba; llegar no había sido difícil aunque si un poco tedioso por lo distante, pero la
zona era principalmente ocupada por edificios de oficinas similares entre ellos
y otros claramente de departamentos por su diseño más original cuyas primeras plantas eran tiendas caras
como chocolaterías y perfumerías por las que seguramente pasaban los mismos
habitantes o sus amigos en tiempos de ocio. Un grupo de calles poco
transitadas, lejos varias cuadras de la locomoción colectiva, sin atisbos de ruido o enormes centros comerciales pero con
vida en ellas y algún que otro
adulto desocupado paseando a su mascota. No había ninguna clínica de las que
tanto les gustaban por esos lados, esos edificios grandes como catedrales, con
enormes puertas de cristal y el nombre en caracteres llamativos, entrada de
estacionamiento y una serie de locales afines alrededor como farmacias y
tiendas de insumos. Suspiró.
-Estoy perdiendo el tiempo.
Si se había sentido ridícula al preguntarse el motivo por el cual la tarjeta
llegó a sus manos, verse a sí misma parada en una calle desconocida para ella hasta ese momento y
frente a un edificio que podía ser cualquier
otro y cualquier cosa menos una clínica llego al límite. Miró la hora en el
reloj de pulsera: las cinco treinta de la tarde.
¿Que podía perder de todos modos? Ya estaba ahí, lo peor que le podía pasar era que en la recepción le hicieran
ver que estaba completamente loca.
-Muy bien, lo haré.
Respiró profundamente
y traspuso la puerta, pero aunque no era tan extraño, en el pequeño mesón de recepción que se
ubicaba a poca distancia de la entrada, una mujer se puso de pie y le sonrió.
-Muy buenas tardes señorita.
No era extraño que fuera una
mujer, pero si lo era que se tratara de una increíblemente bonita: quizás tenía treinta años, pero parecía sacada de una revista, sin defectos a la vista,
tanto en su rostro alargado y de piel perfecta como en su figura perfectamente
proporcionada; la mujer se le acercó y le tendió una mano como si hablara con alguien que conociera o
esperara.
-¿Tiene cita?
-¿Disculpe? yo...
-O tal vez fue recomendada -sonrió hablando con
voz cantarina- seguro es eso, no recuerdo haber visto una cita para esta hora. ¿Podría darme su
tarjeta por favor?
Matilde la saludó por cortesía, pero no estaba entendiendo nada. Y lo primero que
se le vino a la mente fue un reportaje del noticiero sobre clínicas clandestinas, donde las ingenuas que se atendían sufrían atroces
intervenciones completamente al margen de la ley. Tenía que salir de ahí.
-Disculpe, creo que estoy en el lugar equivocado.
-Yo creo que no -replico la otra mujer sonriente- pero tranquila, es
normal que se sienta un poco nerviosa, es el efecto de la novedad, créame que a mí también me pasó, esta clínica puede hacer tantas cosas maravillosas que uno se
siente un poco abrumada. Disculpe, mi nombre es Adriana, voy a acompañarla en su llegada, solo necesito su tarjeta de
recomendación.
Tenía la tarjeta en el bolso, y la mujer estaba diciéndole que se la entregara ¿Pero qué clase de clínica podía haber ahí? Realmente tenía la
oportunidad de dar media vuelta e irse, pero por otro lado, de hacerlo, nunca
sabría qué era lo que
pretendía la modelo al entregarle semejante información.
-Estoy un poco confundida -dijo con evasivas- se suponía que esto era una clínica pero...
-Las instalaciones no están aquí -dijo la recepcionista con celeridad pero sin perder
un ápice de su simpatía- este es el
sitio donde realizamos la primera etapa ¿Cuál es su nombre?
-Matilde.
-Matilde, es un placer conocerla, quiero que sepa que siempre va a estar
acompañada por mí en su llegada,
quiero que se sienta en confianza.
Tanta amabilidad podía resultar incluso un poco amenazadora,
sobre todo cuando venía
de alguien a quien veía
por primera vez en su vida. Pero no iba a quedarse con la duda así nada más, así
que aún
sin sacar del bolso la tarjeta decidió
hacer una pregunta apropiada.
-Disculpe, pero el caso es que esto no se trata de mí, es por mi hermana que vine.
-Comprendo.
-No, no estoy segura de que comprenda. Mi hermana
sufrió
quemaduras bastante graves hace unos días,
y los doctores dicen que tendrá
que estar en tratamiento por meses, pero que nunca volverá a ser la misma, y en este momento su
rostro y su cuello están...
La mujer alzó
las manos con las palmas unidas en gesto de súplica, mientras su rostro mutaba de la
simpatía
original a la compasión,
algo un poco extraño
porque en su piel no se dibujaba un solo pliegue o marca; si era obra de
maquillaje, era muy bueno porque aún a
poca distancia parecía
real.
-No necesita decir más Matilde, está sufriendo y puedo ver eso con claridad,
cualquier persona con un mínimo
de sensibilidad lo notaria, mucho más
yo que estoy dedicada a hacer mi mejor esfuerzo por ayudar a los que pueda
desde mi posición.
-Si pero...
-Lo que es importante que entienda Matilde, es que
puede ayudar a su hermana, se lo digo de todo corazón. Deme la tarjeta y las acompañaré
para que lo vean por ustedes mismas.
Desconfiar de una promesa como esa era lo más racional, pero el sentimentalismo le
indicaba que no podía
dejar pasar alguna posibilidad por extraña
que fuera, y de hecho mientras se entrevistaba con Roberto lo que pensaba era
en cuanto podría
destinar a los tratamientos de su hermana. Extrajo la tarjeta lentamente desde
su bolso y se la entregó a
la recepcionista.
-Muchas gracias. Si gusta puede decirle a su hermana
que venga.
-Ella no está
aquí.
-Entiendo -dijo la mujer prestamente - es
comprensible, seguramente usted no quiso hacerle pasar algún mal momento si es que le dábamos una noticia negativa; no hay
problema, la acompañaré ahora mismo, solo deme un momento para
archivar esta tarjeta de recomendación.
-¿No
va a preguntarme de donde obtuve esa tarjeta?
La mujer se inclinó ante el mesón de recepción mirándola
levemente sorprendida.
-De ninguna manera, la confidencialidad es parte de
nuestro estilo de trabajo, usted sabe que para muchos es importante mantener
cierta discreción,
pero es lógico
que quien le entrego la tarjeta lo hizo no solo porque confía en usted, sino además porque esta consiente de la gran
diferencia que se puede hacer aquí.
Matilde se sentía
"abrumada" como dijera la propia recepcionista ante tal muestra de empatía por un caso que en términos prácticos era de una desconocida que ni
siquiera estaba ahí.
Si se trataba de seguir las palabras que dijera esa mujer, las maravillas del
mundo estaban garantizadas, pero había
que reconocer que todo trabajador tenía
una obligación
contractual de defender la marca a la
que perteneciera por mucho que nada de lo que estuviera pasando sonara similar
a algo reconocido ¿Porque
una clínica
no aparecía
en internet donde se podían
encontrar casi de todo?
-Acompáñeme
por aquí.
Guiada por la recepcionista mientras trataba de
entender lo que sucedía,
Matilde traspaso el umbral de la siguiente puerta, encontrándose con una sala muy iluminada con
sillones de estilo moderno y colores llamativos en torno a una mesa
transparente donde había
una serie de recipientes y una pantalla.
-Matilde, antes que comencemos es muy importante
explicarle que nuestro servicio se realiza solo a las personas indicadas y es
parte de nuestro protocolo de atención
que la información
se mantenga bajo cautela, porque gracias a eso podemos seguir creciendo.
-¿Que
quiere decir con mantener bajo cautela?
-Me imagino que nunca antes había escuchado de nosotros ¿Verdad?
-Sí,
es verdad.
-Esa es nuestra garantía, que cualquier persona que se atienda
aquí
puede tener asegurado un servicio de calidad inigualable y sin lo molesto que
resulta la presencia de gente inapropiada como medios de comunicación o curiosos, usted entiende.
Por supuesto, a una modelo como Miranda Arévalo la publicidad podía parecerle molesta, sobre todo en el caso
de ser una figura que hablara a favor de la vida sana y en contra de las
intervenciones quirúrgicas,
aunque sobre eso no podía
estar segura; pero si la clínica
era frecuentada por personas del espectáculo,
estaba claro que no querían
publicidad si eso no era beneficioso.
-Ahora mismo no tengo imágenes del caso de mi hermana.
-Eso no es importante en este momento. Permítame mostrarle algunos casos en los que
hemos tenido éxito
en el tiempo más
reciente Matilde, siéntese
aquí a
mi lado. Me decía
que su hermana había
sufrido quemaduras en la cara ¿Me podría indicar en que zona es eso?
-Las quemaduras son principalmente en la zona de la
mejilla izquierda, el cuello, hombro y el brazo, el doctor dijo que eran de
segundo grado profundo.
La mujer desplazaba los dedos por rapidez con la
pantalla táctil
de una carpeta a otra, hasta que finalmente se detuvo
e ingresó en
ella.
-Estos casos son menos comunes que otros, pero aquí hay uno, se trata de un hombre de
cuarenta y cinco años,
un accidente en su casa en la playa, ya sabe que a veces hay electrodomésticos que no funcionan correctamente
después
de varios meses de desuso; como puede ver, quemaduras en la cara, en su caso
fue en el mentón y
parte de ambas mejillas.
La imagen que apareció en primer lugar tenía la parte superior del rostro difuminado
para evitar reconocimiento, pero efectivamente el mentón estaba afectado por quemaduras similares
a las que tenía
Patricia. Poco a poco Adriana fue pasando por una secuencia de imágenes.
-Mire, estas son las fotos que tomamos en los primeros
quince días,
y luego van avanzando cada quince hasta finalizar la segunda etapa, en total
son dos meses.
El resultado era tan impresionante como los que se
mostraban en televisión
en los comerciales de cremas para el rostro, solo que en vez de disminuir
arrugas, las quemaduras iban desapareciendo lentamente a lo largo del periodo,
dejando ver nuevamente una piel lozana y saludable como si está siempre hubiera estado bajo la parte
lastimada. Nada de eso era parecido a lo que había visto en la consulta o el desesperanzador resultado de una simple
búsqueda
en internet.
-Es muy impresionante.
-Es verdad, yo misma no dejo de sorprenderme al ver
los cambios y como es que lo hemos conseguido en poco tiempo. Ahora -la miró los ojos muy seria- es necesario que
hablemos de otro tema.
-Espere -intervino Matilde aún sin salir de su sorpresa- si este
sistema que tienen es tan bueno ¿Porque
no es público,
porque nadie lo conoce?
Hipotéticamente
una pregunta como esa habría
sido un poco conflictiva, pero Adriana una vez más dio muestras de su evidente capacidad de
evitar los puntos débiles
de cualquier argumento.
-La respuesta es sencilla Matilde y usted me leyó el pensamiento, porque la razón es que es muy costoso. Muy pocas
personas pueden permitirse un tratamiento como este, imagine lo angustiante que
sería
para una persona que no puede acceder a algo como esto, saber que otros lo
hacen frecuentemente, eso solo generaría
odio y resentimiento en ambos lados de la moneda, y créame cundo le digo que no por ser costoso
significa que no tratamos de ayudar a quienes lo necesitan. Mientras hablamos,
expertos en el tema hacen su mejor esfuerzo para conseguir que los métodos estén a disposición de
las autoridades correspondientes para que hagan lo necesario;
seguramente en un futuro cercano eso será
posible, de momento queremos ayudar a quien puede hacerlo también por sí mismo.
Que el tratamiento fuera costoso era lógico de acuerdo al nivel de clientes que
supuestamente tenían,
aunque eso desde luego era una amenaza para sus ideas.
-Dice que es costoso y estoy de acuerdo en que los
resultados que me muestra son sorprendentes, pero ¿cuál
es el nivel de éxito
que tienen?
-Nuestro nivel de éxito es de un cien por ciento -explicó la mujer sencillamente- en mejora de
marcas en la piel, y de un noventa y ocho por ciento en el caso de quemaduras
como las que estamos comentando; con esto quiero decir que el restante dos por
ciento tienen una mejoría
que es similar a esta etapa como resultado final.
Señaló una imagen de la misma secuencia un par
de fotos atrás,
donde lo único
que quedaba de las quemaduras era relieve mínimo y algo de enrojecimiento, lo que
perfectamente podía
pasar inadvertido solo con algo de maquillaje. No tenía sentido seguir extendiendo la duda, si
había
llegado hasta allí,
era imprescindible saber siquiera si podrían
financiar algo como ese tratamiento que parecía un auténtico milagro.
-¿Cuánto cuesta el tratamiento?
-Aproximadamente cuarenta y cinco mil dólares.
Increíble
suma de dinero a cambio de un increíble
tratamiento que prometía
curar las quemaduras que de lo contrario quedarían para siempre en el rostro de su
hermana. Parecía
un precio justo, pero para su nivel de vida era exorbitante.
-Es bastante elevado.
-Tiene razón
Matilde, pero tal vez usted necesite hablar con su contador o su agente para
tener una idea más
clara de la suma en general, si desea puedo facilitarle un teléfono para que haga las llamadas
correspondientes.
Solo en ese momento la joven reaccionó a algo que estaba relegado a un segundo
plano. Seguía
vistiendo el atuendo elegido para la entrevista de trabajo poco antes, por lo
que probablemente la mujer de ese lugar había asumido que se trataba de alguien de
mucho mayor poder adquisitivo de lo que en realidad era, de ahí que en ningún momento cuestionara su capacidad de
pagar y si había
hecho referencia a tener una idea de cuánto
estaba invirtiendo. A esas alturas no podía
saber si habría
obtenido el mismo tipo de atención
si llegara vestida con algo más
casual, pero eso perdía
importancia al recordar que tal vez ni siquiera habría llegado allí de no ser por la tarjeta, y la propia
Adriana le había
indicado que el motivo por el que se mantuviera en reserva el tratamiento era
el costo del mismo y el deseo de los pacientes de tener privacidad. ¿Creería
que ella era una alta ejecutiva, una dueña
de algo?
-Sí,
creo que necesito el teléfono.
La mujer volvió en
un segundo con un inalámbrico
metalizado y lo depositó en
la mesa.
-Voy a darle un poco de espacio, vuelvo en un
instante.
Se alejó
hacia la puerta por la que habían
entrado, pero se detuvo.
-Matilde, creo que es importante decirle algo antes
que hable con su agente de finanzas.
-¿De qué se trata?
-No hay mucho tiempo disponible para tomar la decisión correcta -dijo la mujer sinceramente-
según
mi experiencia, a veces lo que sentimos en primer momento suele ser lo que
debemos, después
de lo cual vienen los cuestionamientos, que pueden ser por los motivos
correctos pero no en el sentido que queremos.
Sin decir más salió de la sala, dejando a Matilde sola ante
el teléfono.
Aquello era casi risible ¿Porque
seguía allí ante una oferta de un costo de cuarenta y
cinco mil dólares?
¿Acaso
ella podía
pagar esa suma? De manera automática
recordó
que si había
una forma, al menos de manera hipotética
de financiar semejante gasto, y era a través
de la casa que sus padres habían comprado
y dejado en arriendo años atrás; esa propiedad era bastante costosa y se
encontraba en una buena zona en el sector costero, de modo que no solo tenía una buena plusvalía, sino que el dinero del arriendo iba
directo a una cuenta que ellos jamás
tocaban, porque como decía
su padre, el dinero podía
servir en alguna emergencia.
Pero la casa no estaba a su nombre, no podía simplemente decidir que se hacía con ella y aunque así fuera, aún tendría que realizar todo un trámite de desalojo de los inquilinos y esas
cosas llevaban tiempo. Pero una propiedad podía hipotecarse.
-No, no puede ser.
Estaba haciendo castillos en el aire ¿Quién
le decía
que en primer lugar eso podía
hacerse? sopesando las posibilidades resultaba muy probable que se pudiera pero
¿Que
dirían
sus padres? Verdaderamente era mucho dinero, pero valía la pena el riesgo.
-¿Qué hago?
Valía
la pena el riesgo pero ¿valdría para Patricia? sería ella capaz de entender que se haría eso por ella como por cualquiera de la
familia, o en el estado en que estaba diría
que era dinero perdido y que ya no tenía
importancia? No, no podían
permitirle eso, si era necesario la obligarían, pero de hacerlo sería la solución a todos los problemas, tenía en el horizonte la posibilidad de
regresar el tiempo. Marcó un
numero en el teléfono,
uno que conocía
de memoria no por uso, sino porque era antiguo, de Carlos Soria, un viejo amigo
de la familia que se encargaba de los asuntos financieros; cuando eran niñas y estaban en su casa jugaban con su teléfono y llamaban a otro de la misma
residencia, llamada que nunca se realizaba pero que fomentaba sus juegos. El hombre
de voz rasposa contestó
con su habitual tranquilidad.
-Diga.
-Don Carlos, soy Matilde.
-Cariño
-replicó el
alegremente- que alegría,
dime como esta Patricia, espero que hayan recibido mis saludos.
-Claro que si, muchas gracias por preocuparse.
-No hay nada que agradecer.
-Patricia está en
recuperación.
Don Carlos -siguió
haciendo acopio de valor- necesito hacerle una pregunta ¿Es posible hipotecar la otra casa de mis
padres?
Podía
ver la línea
formándose
horizontal en la frente de Soria; era un hombre mayor que ya no salía mucho por diversas razones de salud,
pero eso no había
minado su increíble
aptitud para los negocios. Un segundo después ya debía haberse hecho mil ideas en su mente.
-Matilde, los costos de la urgencia fueron saldados
por El cuerpo de policía,
y según
se, el tratamiento corre por cuenta de un centro con financiamiento solidario además de lo que corresponde al Seguro
institucional.
-No se trata de eso -replicó ella en voz baja- es decir, no
directamente- escuche, mis padres y yo vamos a hablar con usted en breve para
darle detalles de lo que va a suceder, pero en primer lugar necesito saber si
es posible hipotecar esa casa.
-Si necesitan un crédito puedo hablar con...
-No -lo interrumpió tratando de sonar natural- es más dinero, ¿por favor podría decirme?
Eso no iba a gustarle, primero por su olfato y segundo
por su amistad con la familia, pero si quería hacer algo al respecto, necesitaba más información, igual que ella.
-¿Cuánto dinero es el que necesitan Matilde?
-Cuarenta y cinco mil dólares.
-Y es una suma en dólares -se asombró el hombre con una leve exhalación- tengo que ser honesto contigo cariño, me preocupa escuchar eso ¿Acaso lo de Patricia se complicó, le sucedió algo a Rosario o a Benjamín?
-No es nada de eso, es solo que hay una opción, estamos evaluando un tratamiento
alternativo y es algo costoso, pero en primer lugar necesitamos saber si es
posible hipotecar esa propiedad.
Sucedió un
breve silencio, en el que el hombre estaba evaluando que hacer o que decir;
estaba claro que sus padres recibirían
muy pronto una llamada y quizás
antes que ella pudiera decirles en persona, pero ya había dado el paso y tenía que resolver esa duda.
-En un caso potencial, es posible -respondió con cautela- pero hay que hacer una serie
de cálculos,
no es tan sencillo como decir que se hace y está hecho.
-Tiene razón
en eso -coincidió
ella para ganar tiempo- pero saber que es posible es un buen avance. ¿Cree que podría cubrirse esa suma?
-Es probable aunque riesgoso. Matilde, me veo en la obligación, como amigo de la familia, de decirte
que cualquier tipo de transacción
de esta magnitud es sumamente compleja y que requiere de un estudio previo, no
pueden hacer ningún
tipo de compromiso, no importa bajo que circunstancia, sin estudiarlo antes.
-Lo entiendo.
-Matilde -continuó él con voz muy seria- por favor dime que no
han firmado nada sin consultarlo.
En ese momento entró en la sala la recepcionista con su andar
suelto y natural, mirándola
sonriente; venía
con un documento impreso en las manos.
-Se lo aseguro.
-Nada Matilde. Ni una sola firma.
-No se preocupe. Lo llamaré, hasta luego.
Cuando colgó se
sentía lívida, como si de alguna manera el hombre
estuviera viendo lo que pasaba alrededor de ella a pesar de la distancia;
Adriana se sentó a
su lado y depositó el
documento sobre la mesa.
-¿Algún problema?
-No -respondió
intentando sonar natural- todo está
bien.
-Matilde -dijo la mujer seriamente- necesito
preguntarle si ya tomó
una decisión.
-Sí,
la tomé, y
realmente quiero ayudar a mi hermana.
Cualquier posible muestra de euforia en la mujer quedo
completamente disimulada en caso de existir, y solo se limitó a asentir.
-En ese caso solo tiene que decirle que venga, y
firmar el contrato de confidencialidad.
-¿Contrato
de confidencialidad?
-Es simple burocracia -explicó la mujer sin dar ni quitar importancia al
tema- un requisito para que todos los pacientes tengan la misma tranquilidad, y
la posibilidad de cambiar sus vidas por completo.
Desde luego que tenía que haber papeleo, pero aun llegada a
ese punto no había
pensado en esa posibilidad.
-Creo que tendría
que llevarlo con mi asesor.
-Me temo que tendría que ser al contrario Matilde, necesito
pedirle que lo firme aquí,
aunque si lo desea por supuesto que puede pedirle a su abogado que venga, estoy
segura de que no habrá
problema.
-Si mi hermana va a ser la beneficiada, ¿Tendrá
que firmar ella?
-Nuestro protocolo indica que tiene que firmarlo quien
tiene la tarjeta de invitación,
por lo tanto será
usted y personalmente creo que será también un alivio para su hermana no tener que
someterse a este tipo de entrevistas. De todas maneras quiero recordarle para
su tranquilidad que dentro de nuestro protocolo de atención, el costo del tratamiento en su
totalidad solo será
cobrado en caso de llegar a termino con el resultado proyectado en el momento
del diagnóstico,
gracias a eso es que usted y su familia saben que tienen nuestro apoyo de
manera íntegra.
-Sí,
claro.
-¿Entonces
va a llamar a su abogado?
La cabeza se le estaba volviendo un nudo en ese
momento, necesitaba pensar y no lo haría
en ese sitio, eso sin contar con Soria y lo que pudiera pasar con sus padres. Debía ganar algo de tiempo, y si Adriana la creyó una mujer de mucho más dinero de lo que era, podía aprovechar eso en su favor.
-Tengo una reunión
en unos minutos, volveré
con mi abogado si no es problema.
-Por supuesto que no es problema, la esperaré. ¿Quiere
que le pida un taxi o vino en su auto?
-Pídame
el taxi si no es molestia -replicó en
voz baja mientras se ponía
de pie- le agradezco por toda la explicación,
es muy importante.
-Todo lo que pueda servir para ayudar es poco -dijo la
mujer sonriendo- pero aunque no debiera adelantar nada de manera oficial, creo
que es bueno que sepa que la vida de su hermana no solo puede volver a ser lo
que era antes de ese momento tan dramático,
sino que puede ser mucho más.
Avanzaron hacia la puerta, y la joven volteó para mirar el contrato que reposaba sobre
la mesa donde momentos antes estuvieran viendo las sorprendentes imágenes que podían replicarse en su hermana. Parecía haber tan poco que la separaba de una
nueva vida.
Próximo
episodio: Algunos días
soleados. Primera
parte La ultima herida capítulo 6: Es solo
una firma
A pesar de que desde antes de llegar a la entrevista tenía pensado volver al departamento de Patricia para
pasar con ella la tarde, el extraño encuentro con
la modelo Miranda Arévalo cambió un poco sus planes y ocupó un lugar importante junto a lo que debería ser prioridad; la entrevista de trabajo con Roberto
Santa María, el gerente comercial de Asunto Externo resultó ser todo lo contrario del edificio en donde este se
desempeñaba, ya que se comportó como un igual y no como su superior y trató de hacerla sentir cómoda en todo momento. Parecía que ella ya
estaba contratada y ese paso solo era un trámite, aunque por las circunstancias que estaba viviendo la satisfacción de saberse dentro de un proyecto importante fue
menor de lo que habría sido en otro
caso; tan pronto terminó lo que
finalmente fue una conversación bastante
animada, fue directo a su departamento sin avisar nada ni llamar a sus padres y
se conectó a internet desde el portátil.
>Cuerpos imposibles<
Debió suponer que lo
primero que iba a salir en internet era una selección, bastante de cabaret por lo demás, de imágenes de
mujeres en su gran mayoría y algunos
hombres, cuál de ellos con
menos ropa que el otro, todos con figuras esculpidas por ejercicio interminable
en algunos casos y en la mayoría por la mano
de algún cirujano de mejor o peor reputación. Inmediatamente abajo figuraba una serie de artículos de periódicos o citas
de programas de televisión dentro de los
cuales se mencionaba a figuras del espectáculo que
supuestamente cumplirían con ese
adjetivo; optó por
especificar la búsqueda.
>Clínica cuerpos imposibles<
La búsqueda, para su
sorpresa, dio cero resultados.
-No puede ser...
No encontrar ningún resultado
producto de una información en la red era
muy extraño en los tiempos que corrían, pero de alguna manera no le sorprendió tanto sabiendo de donde venía. Pero había una pregunta más importante ¿Porque una
modelo muy conocida, excepcionalmente hermosa y rostro e imagen de marcas
conocidas aparecía en la calle
llorando totalmente descompensada, para luego ser arrastrada por un acompañante que dejaba dinero en las manos de desconocidos, y
después buscaba a una desconocida para entregarle una
tarjeta con información que no estaba
en ninguna parte? Casi rió de lo ridículo que sonaba en su mente todo eso. ¿Porque estaba prestando atención a algo como eso en un momento así, cuando podía ir con su
hermana, compartir la buena nueva que además sería un punto de apoyo para lo que iba a venir en los
tratamientos?
Tenía que reconocer que en esa situación había algo que le
resultaba curiosamente llamativo, desde que vio a la modelo en la calle y mucho
más al encontrarla por casualidad antes de una
entrevista de trabajo, y lo de la Clínica Cuerpos
imposibles sonaba intrigante por mucho que su lado lógico le dijera que estaba perdiendo el tiempo.
-Solo tengo una alternativa.
Aquello era una completa locura, pero insistió en seguir la idea que se estaba formando en su mente,
tomo nuevamente el bolso y salió rumbo a la
dirección que figuraba en la tarjeta.
2
Las sorpresas nunca parecían terminar
cuando se trataba de lo que estuviera relacionado con Miranda Arévalo, y Matilde se llevó una más al llegar al
sitio que figuraba en la breve reseña de la
tarjeta. Se trataba de un edificio plano de cinco pisos, gris piedra con
enormes ventanas que no permitían ver al
interior y una entrada tan sencilla que parecía sacada de un sector industrial y no del costoso barrio en donde
estaba; llegar no había sido difícil aunque si un poco tedioso por lo distante, pero la
zona era principalmente ocupada por edificios de oficinas similares entre ellos
y otros claramente de departamentos por su diseño más original cuyas primeras plantas eran tiendas caras
como chocolaterías y perfumerías por las que seguramente pasaban los mismos
habitantes o sus amigos en tiempos de ocio. Un grupo de calles poco
transitadas, lejos varias cuadras de la locomoción colectiva, sin atisbos de ruido o enormes centros comerciales pero con
vida en ellas y algún que otro
adulto desocupado paseando a su mascota. No había ninguna clínica de las que
tanto les gustaban por esos lados, esos edificios grandes como catedrales, con
enormes puertas de cristal y el nombre en caracteres llamativos, entrada de
estacionamiento y una serie de locales afines alrededor como farmacias y
tiendas de insumos. Suspiró.
-Estoy perdiendo el tiempo.
Si se había sentido ridícula al preguntarse el motivo por el cual la tarjeta
llegó a sus manos, verse a sí misma parada en una calle desconocida para ella hasta ese momento y
frente a un edificio que podía ser cualquier
otro y cualquier cosa menos una clínica llego al límite. Miró la hora en el
reloj de pulsera: las cinco treinta de la tarde.
¿Que podía perder de todos modos? Ya estaba ahí, lo peor que le podía pasar era que en la recepción le hicieran
ver que estaba completamente loca.
-Muy bien, lo haré.
Respiró profundamente
y traspuso la puerta, pero aunque no era tan extraño, en el pequeño mesón de recepción que se
ubicaba a poca distancia de la entrada, una mujer se puso de pie y le sonrió.
-Muy buenas tardes señorita.
No era extraño que fuera una
mujer, pero si lo era que se tratara de una increíblemente bonita: quizás tenía treinta años, pero parecía sacada de una revista, sin defectos a la vista,
tanto en su rostro alargado y de piel perfecta como en su figura perfectamente
proporcionada; la mujer se le acercó y le tendió una mano como si hablara con alguien que conociera o
esperara.
-¿Tiene cita?
-¿Disculpe? yo...
-O tal vez fue recomendada -sonrió hablando con
voz cantarina- seguro es eso, no recuerdo haber visto una cita para esta hora. ¿Podría darme su
tarjeta por favor?
Matilde la saludó por cortesía, pero no estaba entendiendo nada. Y lo primero que
se le vino a la mente fue un reportaje del noticiero sobre clínicas clandestinas, donde las ingenuas que se atendían sufrían atroces
intervenciones completamente al margen de la ley. Tenía que salir de ahí.
-Disculpe, creo que estoy en el lugar equivocado.
-Yo creo que no -replico la otra mujer sonriente- pero tranquila, es
normal que se sienta un poco nerviosa, es el efecto de la novedad, créame que a mí también me pasó, esta clínica puede hacer tantas cosas maravillosas que uno se
siente un poco abrumada. Disculpe, mi nombre es Adriana, voy a acompañarla en su llegada, solo necesito su tarjeta de
recomendación.
Tenía la tarjeta en el bolso, y la mujer estaba diciéndole que se la entregara ¿Pero qué clase de clínica podía haber ahí? Realmente tenía la
oportunidad de dar media vuelta e irse, pero por otro lado, de hacerlo, nunca
sabría qué era lo que
pretendía la modelo al entregarle semejante información.
-Estoy un poco confundida -dijo con evasivas- se suponía que esto era una clínica pero...
-Las instalaciones no están aquí -dijo la recepcionista con celeridad pero sin perder
un ápice de su simpatía- este es el
sitio donde realizamos la primera etapa ¿Cuál es su nombre?
-Matilde.
-Matilde, es un placer conocerla, quiero que sepa que siempre va a estar
acompañada por mí en su llegada,
quiero que se sienta en confianza.
Tanta amabilidad podía resultar incluso un poco amenazadora,
sobre todo cuando venía
de alguien a quien veía
por primera vez en su vida. Pero no iba a quedarse con la duda así nada más, así
que aún
sin sacar del bolso la tarjeta decidió
hacer una pregunta apropiada.
-Disculpe, pero el caso es que esto no se trata de mí, es por mi hermana que vine.
-Comprendo.
-No, no estoy segura de que comprenda. Mi hermana
sufrió
quemaduras bastante graves hace unos días,
y los doctores dicen que tendrá
que estar en tratamiento por meses, pero que nunca volverá a ser la misma, y en este momento su
rostro y su cuello están...
La mujer alzó
las manos con las palmas unidas en gesto de súplica, mientras su rostro mutaba de la
simpatía
original a la compasión,
algo un poco extraño
porque en su piel no se dibujaba un solo pliegue o marca; si era obra de
maquillaje, era muy bueno porque aún a
poca distancia parecía
real.
-No necesita decir más Matilde, está sufriendo y puedo ver eso con claridad,
cualquier persona con un mínimo
de sensibilidad lo notaria, mucho más
yo que estoy dedicada a hacer mi mejor esfuerzo por ayudar a los que pueda
desde mi posición.
-Si pero...
-Lo que es importante que entienda Matilde, es que
puede ayudar a su hermana, se lo digo de todo corazón. Deme la tarjeta y las acompañaré
para que lo vean por ustedes mismas.
Desconfiar de una promesa como esa era lo más racional, pero el sentimentalismo le
indicaba que no podía
dejar pasar alguna posibilidad por extraña
que fuera, y de hecho mientras se entrevistaba con Roberto lo que pensaba era
en cuanto podría
destinar a los tratamientos de su hermana. Extrajo la tarjeta lentamente desde
su bolso y se la entregó a
la recepcionista.
-Muchas gracias. Si gusta puede decirle a su hermana
que venga.
-Ella no está
aquí.
-Entiendo -dijo la mujer prestamente - es
comprensible, seguramente usted no quiso hacerle pasar algún mal momento si es que le dábamos una noticia negativa; no hay
problema, la acompañaré ahora mismo, solo deme un momento para
archivar esta tarjeta de recomendación.
-¿No
va a preguntarme de donde obtuve esa tarjeta?
La mujer se inclinó ante el mesón de recepción mirándola
levemente sorprendida.
-De ninguna manera, la confidencialidad es parte de
nuestro estilo de trabajo, usted sabe que para muchos es importante mantener
cierta discreción,
pero es lógico
que quien le entrego la tarjeta lo hizo no solo porque confía en usted, sino además porque esta consiente de la gran
diferencia que se puede hacer aquí.
Matilde se sentía
"abrumada" como dijera la propia recepcionista ante tal muestra de empatía por un caso que en términos prácticos era de una desconocida que ni
siquiera estaba ahí.
Si se trataba de seguir las palabras que dijera esa mujer, las maravillas del
mundo estaban garantizadas, pero había
que reconocer que todo trabajador tenía
una obligación
contractual de defender la marca a la
que perteneciera por mucho que nada de lo que estuviera pasando sonara similar
a algo reconocido ¿Porque
una clínica
no aparecía
en internet donde se podían
encontrar casi de todo?
-Acompáñeme
por aquí.
Guiada por la recepcionista mientras trataba de
entender lo que sucedía,
Matilde traspaso el umbral de la siguiente puerta, encontrándose con una sala muy iluminada con
sillones de estilo moderno y colores llamativos en torno a una mesa
transparente donde había
una serie de recipientes y una pantalla.
-Matilde, antes que comencemos es muy importante
explicarle que nuestro servicio se realiza solo a las personas indicadas y es
parte de nuestro protocolo de atención
que la información
se mantenga bajo cautela, porque gracias a eso podemos seguir creciendo.
-¿Que
quiere decir con mantener bajo cautela?
-Me imagino que nunca antes había escuchado de nosotros ¿Verdad?
-Sí,
es verdad.
-Esa es nuestra garantía, que cualquier persona que se atienda
aquí
puede tener asegurado un servicio de calidad inigualable y sin lo molesto que
resulta la presencia de gente inapropiada como medios de comunicación o curiosos, usted entiende.
Por supuesto, a una modelo como Miranda Arévalo la publicidad podía parecerle molesta, sobre todo en el caso
de ser una figura que hablara a favor de la vida sana y en contra de las
intervenciones quirúrgicas,
aunque sobre eso no podía
estar segura; pero si la clínica
era frecuentada por personas del espectáculo,
estaba claro que no querían
publicidad si eso no era beneficioso.
-Ahora mismo no tengo imágenes del caso de mi hermana.
-Eso no es importante en este momento. Permítame mostrarle algunos casos en los que
hemos tenido éxito
en el tiempo más
reciente Matilde, siéntese
aquí a
mi lado. Me decía
que su hermana había
sufrido quemaduras en la cara ¿Me podría indicar en que zona es eso?
-Las quemaduras son principalmente en la zona de la
mejilla izquierda, el cuello, hombro y el brazo, el doctor dijo que eran de
segundo grado profundo.
La mujer desplazaba los dedos por rapidez con la
pantalla táctil
de una carpeta a otra, hasta que finalmente se detuvo
e ingresó en
ella.
-Estos casos son menos comunes que otros, pero aquí hay uno, se trata de un hombre de
cuarenta y cinco años,
un accidente en su casa en la playa, ya sabe que a veces hay electrodomésticos que no funcionan correctamente
después
de varios meses de desuso; como puede ver, quemaduras en la cara, en su caso
fue en el mentón y
parte de ambas mejillas.
La imagen que apareció en primer lugar tenía la parte superior del rostro difuminado
para evitar reconocimiento, pero efectivamente el mentón estaba afectado por quemaduras similares
a las que tenía
Patricia. Poco a poco Adriana fue pasando por una secuencia de imágenes.
-Mire, estas son las fotos que tomamos en los primeros
quince días,
y luego van avanzando cada quince hasta finalizar la segunda etapa, en total
son dos meses.
El resultado era tan impresionante como los que se
mostraban en televisión
en los comerciales de cremas para el rostro, solo que en vez de disminuir
arrugas, las quemaduras iban desapareciendo lentamente a lo largo del periodo,
dejando ver nuevamente una piel lozana y saludable como si está siempre hubiera estado bajo la parte
lastimada. Nada de eso era parecido a lo que había visto en la consulta o el desesperanzador resultado de una simple
búsqueda
en internet.
-Es muy impresionante.
-Es verdad, yo misma no dejo de sorprenderme al ver
los cambios y como es que lo hemos conseguido en poco tiempo. Ahora -la miró los ojos muy seria- es necesario que
hablemos de otro tema.
-Espere -intervino Matilde aún sin salir de su sorpresa- si este
sistema que tienen es tan bueno ¿Porque
no es público,
porque nadie lo conoce?
Hipotéticamente
una pregunta como esa habría
sido un poco conflictiva, pero Adriana una vez más dio muestras de su evidente capacidad de
evitar los puntos débiles
de cualquier argumento.
-La respuesta es sencilla Matilde y usted me leyó el pensamiento, porque la razón es que es muy costoso. Muy pocas
personas pueden permitirse un tratamiento como este, imagine lo angustiante que
sería
para una persona que no puede acceder a algo como esto, saber que otros lo
hacen frecuentemente, eso solo generaría
odio y resentimiento en ambos lados de la moneda, y créame cundo le digo que no por ser costoso
significa que no tratamos de ayudar a quienes lo necesitan. Mientras hablamos,
expertos en el tema hacen su mejor esfuerzo para conseguir que los métodos estén a disposición de
las autoridades correspondientes para que hagan lo necesario;
seguramente en un futuro cercano eso será
posible, de momento queremos ayudar a quien puede hacerlo también por sí mismo.
Que el tratamiento fuera costoso era lógico de acuerdo al nivel de clientes que
supuestamente tenían,
aunque eso desde luego era una amenaza para sus ideas.
-Dice que es costoso y estoy de acuerdo en que los
resultados que me muestra son sorprendentes, pero ¿cuál
es el nivel de éxito
que tienen?
-Nuestro nivel de éxito es de un cien por ciento -explicó la mujer sencillamente- en mejora de
marcas en la piel, y de un noventa y ocho por ciento en el caso de quemaduras
como las que estamos comentando; con esto quiero decir que el restante dos por
ciento tienen una mejoría
que es similar a esta etapa como resultado final.
Señaló una imagen de la misma secuencia un par
de fotos atrás,
donde lo único
que quedaba de las quemaduras era relieve mínimo y algo de enrojecimiento, lo que
perfectamente podía
pasar inadvertido solo con algo de maquillaje. No tenía sentido seguir extendiendo la duda, si
había
llegado hasta allí,
era imprescindible saber siquiera si podrían
financiar algo como ese tratamiento que parecía un auténtico milagro.
-¿Cuánto cuesta el tratamiento?
-Aproximadamente cuarenta y cinco mil dólares.
Increíble
suma de dinero a cambio de un increíble
tratamiento que prometía
curar las quemaduras que de lo contrario quedarían para siempre en el rostro de su
hermana. Parecía
un precio justo, pero para su nivel de vida era exorbitante.
-Es bastante elevado.
-Tiene razón
Matilde, pero tal vez usted necesite hablar con su contador o su agente para
tener una idea más
clara de la suma en general, si desea puedo facilitarle un teléfono para que haga las llamadas
correspondientes.
Solo en ese momento la joven reaccionó a algo que estaba relegado a un segundo
plano. Seguía
vistiendo el atuendo elegido para la entrevista de trabajo poco antes, por lo
que probablemente la mujer de ese lugar había asumido que se trataba de alguien de
mucho mayor poder adquisitivo de lo que en realidad era, de ahí que en ningún momento cuestionara su capacidad de
pagar y si había
hecho referencia a tener una idea de cuánto
estaba invirtiendo. A esas alturas no podía
saber si habría
obtenido el mismo tipo de atención
si llegara vestida con algo más
casual, pero eso perdía
importancia al recordar que tal vez ni siquiera habría llegado allí de no ser por la tarjeta, y la propia
Adriana le había
indicado que el motivo por el que se mantuviera en reserva el tratamiento era
el costo del mismo y el deseo de los pacientes de tener privacidad. ¿Creería
que ella era una alta ejecutiva, una dueña
de algo?
-Sí,
creo que necesito el teléfono.
La mujer volvió en
un segundo con un inalámbrico
metalizado y lo depositó en
la mesa.
-Voy a darle un poco de espacio, vuelvo en un
instante.
Se alejó
hacia la puerta por la que habían
entrado, pero se detuvo.
-Matilde, creo que es importante decirle algo antes
que hable con su agente de finanzas.
-¿De qué se trata?
-No hay mucho tiempo disponible para tomar la decisión correcta -dijo la mujer sinceramente-
según
mi experiencia, a veces lo que sentimos en primer momento suele ser lo que
debemos, después
de lo cual vienen los cuestionamientos, que pueden ser por los motivos
correctos pero no en el sentido que queremos.
Sin decir más salió de la sala, dejando a Matilde sola ante
el teléfono.
Aquello era casi risible ¿Porque
seguía allí ante una oferta de un costo de cuarenta y
cinco mil dólares?
¿Acaso
ella podía
pagar esa suma? De manera automática
recordó
que si había
una forma, al menos de manera hipotética
de financiar semejante gasto, y era a través
de la casa que sus padres habían comprado
y dejado en arriendo años atrás; esa propiedad era bastante costosa y se
encontraba en una buena zona en el sector costero, de modo que no solo tenía una buena plusvalía, sino que el dinero del arriendo iba
directo a una cuenta que ellos jamás
tocaban, porque como decía
su padre, el dinero podía
servir en alguna emergencia.
Pero la casa no estaba a su nombre, no podía simplemente decidir que se hacía con ella y aunque así fuera, aún tendría que realizar todo un trámite de desalojo de los inquilinos y esas
cosas llevaban tiempo. Pero una propiedad podía hipotecarse.
-No, no puede ser.
Estaba haciendo castillos en el aire ¿Quién
le decía
que en primer lugar eso podía
hacerse? sopesando las posibilidades resultaba muy probable que se pudiera pero
¿Que
dirían
sus padres? Verdaderamente era mucho dinero, pero valía la pena el riesgo.
-¿Qué hago?
Valía
la pena el riesgo pero ¿valdría para Patricia? sería ella capaz de entender que se haría eso por ella como por cualquiera de la
familia, o en el estado en que estaba diría
que era dinero perdido y que ya no tenía
importancia? No, no podían
permitirle eso, si era necesario la obligarían, pero de hacerlo sería la solución a todos los problemas, tenía en el horizonte la posibilidad de
regresar el tiempo. Marcó un
numero en el teléfono,
uno que conocía
de memoria no por uso, sino porque era antiguo, de Carlos Soria, un viejo amigo
de la familia que se encargaba de los asuntos financieros; cuando eran niñas y estaban en su casa jugaban con su teléfono y llamaban a otro de la misma
residencia, llamada que nunca se realizaba pero que fomentaba sus juegos. El hombre
de voz rasposa contestó
con su habitual tranquilidad.
-Diga.
-Don Carlos, soy Matilde.
-Cariño
-replicó el
alegremente- que alegría,
dime como esta Patricia, espero que hayan recibido mis saludos.
-Claro que si, muchas gracias por preocuparse.
-No hay nada que agradecer.
-Patricia está en
recuperación.
Don Carlos -siguió
haciendo acopio de valor- necesito hacerle una pregunta ¿Es posible hipotecar la otra casa de mis
padres?
Podía
ver la línea
formándose
horizontal en la frente de Soria; era un hombre mayor que ya no salía mucho por diversas razones de salud,
pero eso no había
minado su increíble
aptitud para los negocios. Un segundo después ya debía haberse hecho mil ideas en su mente.
-Matilde, los costos de la urgencia fueron saldados
por El cuerpo de policía,
y según
se, el tratamiento corre por cuenta de un centro con financiamiento solidario además de lo que corresponde al Seguro
institucional.
-No se trata de eso -replicó ella en voz baja- es decir, no
directamente- escuche, mis padres y yo vamos a hablar con usted en breve para
darle detalles de lo que va a suceder, pero en primer lugar necesito saber si
es posible hipotecar esa casa.
-Si necesitan un crédito puedo hablar con...
-No -lo interrumpió tratando de sonar natural- es más dinero, ¿por favor podría decirme?
Eso no iba a gustarle, primero por su olfato y segundo
por su amistad con la familia, pero si quería hacer algo al respecto, necesitaba más información, igual que ella.
-¿Cuánto dinero es el que necesitan Matilde?
-Cuarenta y cinco mil dólares.
-Y es una suma en dólares -se asombró el hombre con una leve exhalación- tengo que ser honesto contigo cariño, me preocupa escuchar eso ¿Acaso lo de Patricia se complicó, le sucedió algo a Rosario o a Benjamín?
-No es nada de eso, es solo que hay una opción, estamos evaluando un tratamiento
alternativo y es algo costoso, pero en primer lugar necesitamos saber si es
posible hipotecar esa propiedad.
Sucedió un
breve silencio, en el que el hombre estaba evaluando que hacer o que decir;
estaba claro que sus padres recibirían
muy pronto una llamada y quizás
antes que ella pudiera decirles en persona, pero ya había dado el paso y tenía que resolver esa duda.
-En un caso potencial, es posible -respondió con cautela- pero hay que hacer una serie
de cálculos,
no es tan sencillo como decir que se hace y está hecho.
-Tiene razón
en eso -coincidió
ella para ganar tiempo- pero saber que es posible es un buen avance. ¿Cree que podría cubrirse esa suma?
-Es probable aunque riesgoso. Matilde, me veo en la obligación, como amigo de la familia, de decirte
que cualquier tipo de transacción
de esta magnitud es sumamente compleja y que requiere de un estudio previo, no
pueden hacer ningún
tipo de compromiso, no importa bajo que circunstancia, sin estudiarlo antes.
-Lo entiendo.
-Matilde -continuó él con voz muy seria- por favor dime que no
han firmado nada sin consultarlo.
En ese momento entró en la sala la recepcionista con su andar
suelto y natural, mirándola
sonriente; venía
con un documento impreso en las manos.
-Se lo aseguro.
-Nada Matilde. Ni una sola firma.
-No se preocupe. Lo llamaré, hasta luego.
Cuando colgó se
sentía lívida, como si de alguna manera el hombre
estuviera viendo lo que pasaba alrededor de ella a pesar de la distancia;
Adriana se sentó a
su lado y depositó el
documento sobre la mesa.
-¿Algún problema?
-No -respondió
intentando sonar natural- todo está
bien.
-Matilde -dijo la mujer seriamente- necesito
preguntarle si ya tomó
una decisión.
-Sí,
la tomé, y
realmente quiero ayudar a mi hermana.
Cualquier posible muestra de euforia en la mujer quedo
completamente disimulada en caso de existir, y solo se limitó a asentir.
-En ese caso solo tiene que decirle que venga, y
firmar el contrato de confidencialidad.
-¿Contrato
de confidencialidad?
-Es simple burocracia -explicó la mujer sin dar ni quitar importancia al
tema- un requisito para que todos los pacientes tengan la misma tranquilidad, y
la posibilidad de cambiar sus vidas por completo.
Desde luego que tenía que haber papeleo, pero aun llegada a
ese punto no había
pensado en esa posibilidad.
-Creo que tendría
que llevarlo con mi asesor.
-Me temo que tendría que ser al contrario Matilde, necesito
pedirle que lo firme aquí,
aunque si lo desea por supuesto que puede pedirle a su abogado que venga, estoy
segura de que no habrá
problema.
-Si mi hermana va a ser la beneficiada, ¿Tendrá
que firmar ella?
-Nuestro protocolo indica que tiene que firmarlo quien
tiene la tarjeta de invitación,
por lo tanto será
usted y personalmente creo que será también un alivio para su hermana no tener que
someterse a este tipo de entrevistas. De todas maneras quiero recordarle para
su tranquilidad que dentro de nuestro protocolo de atención, el costo del tratamiento en su
totalidad solo será
cobrado en caso de llegar a termino con el resultado proyectado en el momento
del diagnóstico,
gracias a eso es que usted y su familia saben que tienen nuestro apoyo de
manera íntegra.
-Sí,
claro.
-¿Entonces
va a llamar a su abogado?
La cabeza se le estaba volviendo un nudo en ese
momento, necesitaba pensar y no lo haría
en ese sitio, eso sin contar con Soria y lo que pudiera pasar con sus padres. Debía ganar algo de tiempo, y si Adriana la creyó una mujer de mucho más dinero de lo que era, podía aprovechar eso en su favor.
-Tengo una reunión
en unos minutos, volveré
con mi abogado si no es problema.
-Por supuesto que no es problema, la esperaré. ¿Quiere
que le pida un taxi o vino en su auto?
-Pídame
el taxi si no es molestia -replicó en
voz baja mientras se ponía
de pie- le agradezco por toda la explicación,
es muy importante.
-Todo lo que pueda servir para ayudar es poco -dijo la
mujer sonriendo- pero aunque no debiera adelantar nada de manera oficial, creo
que es bueno que sepa que la vida de su hermana no solo puede volver a ser lo
que era antes de ese momento tan dramático,
sino que puede ser mucho más.
Avanzaron hacia la puerta, y la joven volteó para mirar el contrato que reposaba sobre
la mesa donde momentos antes estuvieran viendo las sorprendentes imágenes que podían replicarse en su hermana. Parecía haber tan poco que la separaba de una
nueva vida.
Próximo
episodio: Algunos días
soleados. Primera
parte
Una recreación realista, creíble, bien narrada. Eres un buen observador e intérprete de la vida. Abrazo. @lobigus
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, es muy valioso Gustavo. te invito a ver todo lo disponible, semana a semana iré incorporando novedades. Un gran saludo.
EliminarVine a visitar tu blog, pero luego de ver que hay varios capítulos anteriores, me parece más lógico comenzar desde el 1°, voy a tomarme el tiempo que mereces.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Muchas gracias Humberto por tu comentario. Pronto comenzaré algunas modificaciones para que sea más fácil acceder a las series anteriores. Un gran saludo.
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