Por ti eternamente Capítulo 10: Buscando el olvido



Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.

-En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en el pueblo...

Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido profundamente.

-Al fin se durmió.

Había estado llorando constantemente desde su escape de la Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin detenerse, manteniendo apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo, aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a si mismo. La carretera se extendía negra y solitaria s su vista, solo removida momentáneamente por las débiles luces de los faros. Vió la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las once de la noche ¿en que momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había confiado en ese hombre que supuestamente debía apoyarlo y darle cobijo, pero simplemente lo había engañado con palabras dulces. Seguramente él ya había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, simplemente utilizó la cercanía que se había provocado para intentar...

-Oh, por Dios...

La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!

Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo; miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba siguiendo, porque perfectamente podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada. Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.


                                     2


Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su equipo se alejaba lentamente explorando las cercanías de la Iglesia; la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque si tenía que reconocer que el tipo se movía rápido.

-¿Se encuentra bien?

El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.

-¿Que sucedió?
-Traté de ayudarlo - explicó lentamente - me di cuenta de quien era mientras me contaba como había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo de alguna manera.
-Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
-Si, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su actitud que no estaba bien,  actuaba muy extraño. Me golpeó, y luego se fué.
-¿Como fue el enfrentamiento?
-Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó con mi bastón y luego se fué en el furgón en el que lo encontré al principio, con el niño con él.

El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba alrededor nuevamente; si tan solo Segovia no hubiera huído. Pero al menos saber que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo dejaba en un buen pie para encontrarlo.

-¿Que clase de persona le pareció que era Segovia?
-Parecía perturbado - explicó el otro hombre - traté de explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
-¿Y el bebé?
-Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
-Escuche padre, un equipo médico viene en camino para constatar lesiones; tengo que retirarme.
-Muchas gracias.

Regresó al automóvil rápidamente. Por las dudas tenía a su equipo revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al menos no todavía. Pero si podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero que estaba adaptado para terrenos diversos.

-Demonios.

Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque forzosamente tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.


Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector de la Iglesia.

-No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva diez minutos de adelanto.
-Calma.
-Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia adonde va y por eso llama a la policía.
-Es probable.
-Esas camionetas - continuó Álvaro - son rápidas, nos vamos a perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
-Cálmate Álvaro por Dios - lo interrumpió ella firmemente - pareces un niño. escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación personalmente, ¿no es asi?

Él respiró profundamente.

-Es cierto.
-Entonces las cosas cambian un poco; mira, ésto es lo que creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
-Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo revelarlo y el asesino huyó finalmente.
-El punto no es el secreto, sino lo que puede significar. Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en otra dirección, de eso estoy segura.  

Él se revolvió el cabello.

-Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
-Si colega - sonrió divertida - así que por el momento sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como ese gorila nos lleva al centro del caso.


                                     3


La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado anteriormente. Víctor se vió obligado a detener el avance del furgón, exhausto después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.

-Cielos...

Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa oscuridad salió rápidamente para disfrutar de un poco del viento de la madrugada, que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos anteriores se hubieran convertido en sueño.

-¿Y ahora que hago?

Miró en todas direcciones, pero adonde quiera que mirara era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había propuesto?

-Cálmate Víctor - siguió  hablando consigo mismo - vas en la dirección correcta, el Norte es en esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin ver nada.

Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose momentáneamente en la oscuridad, aunque ésto no duraría mucho, muy pronto el día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.

-Dios, que sueño tengo...

El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía profundamente. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar que sentía muchos deseos de saber que era lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos, increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente" o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores, pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.

-Un correo de Arturo...

Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un momento, pero finalmente decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que se había imaginado en los momentos previos.

"Víctor.
        Estoy devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Que pasó, porque desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé que es lo que está pasando ¿Que van a decir en tu trabajo? ¿Que van a decir tus  amigos? Por favor, no importa lo que esté pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos en todo, pero no desaparezcas, no hagas ésto.

Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño, principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar, pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, si, pero no se comprometía a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando de eso.

-¿Que puede ser?

Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante, era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero como iba a comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando, no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos momentáneamente. Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el correcto, ingresó al sitio, y se identificó; internamente sintió un estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo, aunque si lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. para su sorpresa el usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje de Engrane, es decir Arturo.

-¿Eres tú?
-Si - escribió rápidamente - que sorpresa.

Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.

-Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de punta.
-¿La policía ya habló contigo?
-Crees que eso es necesario? - le preguntó el interlocutor - todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fué lo que hiciste.
-No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada malo.

Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje de regreso.

-No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
-Gracias.
-Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.

Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior.

-Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi hijo.
-¿Que?
-Es en serio, es hijo de ella y mío.
-¿Y entonces porqué estás desaparecido? Si es tu hijo simplemente ve a la policía y di toda la verdad.

Dicho así parecía muy fácil.


-No puedo.
-¿Porqué no?
-Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me llamaron para amenazarme.
-Pero con mayor razón ve a la policía.

Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo hiciera.

-Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me amenazaron, tienes que creerme.
-Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude, ellos pueden probar que es tu hijo.
-¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme algo.

Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los hechos, decidiendo si debía continuar o no.

-¿Dónde estás?
-No puedo decírtelo.
-¿Que vas a hacer?
-Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como consigo arreglar las cosas.
-Está bien, pero tienes que saber que la policía está buscándote, todos están pendientes.
-Necesito saber si estás conmigo.
-¿Bromeas? Claro que si, por algo soy tu amigo, si dices que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a aparecer y a decir toda la verdad.
-Lo haré.
-No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben estar rastreándote.
-¿Que vas a hacer?
-Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te fuiste y que no sé donde estás.
-Gracias.
-No me lo agradezcas tanto, solo cuidate. Y vuelve.

Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como para exponerse.



                                        4



Armendáriz estaba detenido en su autómovil en medio de la nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus oficiales.

-Marianne.
-Señor, tengo algunas noticias.
-¿Que ocurrió?
-Estuvimos revisando la información de la gente cercana a Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
-No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que la envió y entrevistenla.

Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.

-Señor, soy Méndez.

Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas noticias.

-¿Que hay?
-Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que estar Segovia. No hay rastros de él.
-Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la carretera, después los contacto.
-Está bien señor.

Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Que pasaba con ese hombre, que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus ojos?
En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.


Por ti eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando lentamente. Volteó hacia el niño y nuevamente hacia la ventanilla, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

-Dios mío - murmuró asustado - viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para  salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía simplemente quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

-No hagas ruido.

Sintiendo un sudor frío en la espalda, con todos los músculos contraídos por el nerviosismo. Pero en ese momento pensó que tal vez quie fuera que se acercaba no tenía por qué saber quien era él, podía muy bien ser un simple lugareño.

-No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fué capaz.

-¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

-Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

-¿Que es lo que quiere?
-¿Puedo acercarme?
-¡No!
-De acuerdo - exclamó impasible - no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

-¿Quien es usted?

La voz sonó casi divertida.

-Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Que  hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

-Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

-¿Que hace aquí?
-Vengo del otro pueblo - explicó amablemente - estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

-Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
-¿Y donde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la prescencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

-Estoy pensando en eso.
-Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo - comentó livianamente - porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

-No, solo estoy de paso.
-Siendo así - asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios - creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.


                                      2


Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

-¿Que pasa Gómez?
-Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

-Dame los datos.
-Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fué con ellos.
-Dime que lo rastrearon.
-Ya hablamos con él jefe - comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz - nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dió señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

-¿Algo más?
-Si, una llamada de un anónimo que dijo que lo vió ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona  oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

-¿Que parte de la zona sur?
-Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
-Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido efectivamente todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y  aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

-¿Que ocurre?
-Buena nueva - explicó Gómez saltándose los saludos - tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

-¿Dónde fué?
-Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

-Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del gps del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aún siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un bebé. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.


                                   3


Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

-Parece que van a detenerse.
-Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

-Entrevistar a la familia de la madre no fué mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en éstos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

-Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
-Escucha ésto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
-Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto - secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia adónde seguían sus objetivos.

-Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "¿Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

-¿Y solo eso?
-¿Que más querías?
-Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en ésto.
-Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.


                                   4


El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al Víctor, pero él prefirió mantenerlo consigo mientras conducía; habían hablado casi durante el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

-Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
-Si, era la única forma que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

-Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que seguramente eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

-Siéntate.
-Gracias.
-Puedes pasar la noche aquí - le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta - no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
-Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

-¿Tienes hambre?
-No.
-Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
-Gracias.
-Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

-¿Porqué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
-No lo sé - respondió lentamente - estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe que hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

-Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar exactamente al hombre frente a él, aunque en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

-Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

-Debí cantarte una canción de cuna - susurró con los ojos cerrados - pero no me sé ninguna...¿Que te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

-Debes estar cansado.
-Si...
-¿Crees que debías huír con el bebé?
-No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

-¿Porque huiste?
-Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
-Pero has estado corriendo peligros, quizás ésto no es lo mejor.
-Las cosas siempre pueden ser mejores.
-¿Quieres lo mejor para él?
-Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
-Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos lentamente, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose lentamente al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, pero amenazante.

-¿Que hace?
-No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

-Usted...
-¿Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó violentamente contra el pecho.

-¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

-Usted me engañó ¿Porqué?
-No te engañé - replicó impasible - aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

-No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
-Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
-¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

-Lo tendré mientras te tranquilizas.
-¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisera y el hombre que continuaba acercándose.

-Puedes apretarlo y hacerle daño.
-Le dije que no se acercara - replicó nerviosamente - ¿Porqué me hizo ésto? Yo confié en usted.
-Hiciste lo correcto, puedes confiar en mi.

Podía echar abajo la puerta, pero no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisera y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

-¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fué directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

-¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

-¡Aléjese!
-¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

-¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

-¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

-¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

-¡Entrégueme las llaves!
-¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
-¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.


Por ti eternamente Capítulo 8: Verdades a medias



-Hoy día Ariel, es Viernes Nueve de Mayo. Mira, las semanas tienen siete días, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, viernes, Sábado y Domingo. Los meses tiene cuatro semanas, pero no son tan exactos porque varios tienen treinta días, algunos treinta y uno, e incluso hay un mes que tiene veintiocho o vientinueve, dependiendo del caso. Cuando tú te duermes en la noche y está oscuro y después despiertas con Sol, es porque pasaste a un nuevo día. Por ejemplo, tú y yo ya nos conocemos casi dos días.

Llevaba un par de horas de viaje, algo más tranquilo de tener un poco del control de la situación; viró a la izquierda y unos momentos después sintió que el bebé comenzaba a sollozar.

-¿Que pasa Ariel? ¿Estás incómodo?

Acercó una mano al pequeño, que se removía incómodo, mientras los sollozos aumentaban de volumen.

-Espera, no puedo parar ahora, espera un momento...

Los sollozos del pequeño aumentaban de volumen, de modo que optó por aumentar la velocidad; ya estaba en una zona semi urbana, por lo que no le costó encontrar un terreno vacío al costado del camino. Al estacionarse miró la hora y comprendió.

-Ay Dios mío, pero cómo no vas a estar molesto, si son más de las doce y no te he dado tu leche...espera, espera un poco por favor.

Alargó el brazo hacia atrás, tomó el bolso y comenzó a reunir lo necesario para preparar la leche. Mientras abría el termo donde mantenía agua caliente seguía hablando, aunque no sabía con claridad si era para tranquilizar al pequeño o a si mismo.

-Estoy preparándolo ¿ves? ya va a estar, solo dame un momento más, creo que lo mejor es que programe algunas alarmas para que no te pases de tus horas, al menos mientras consigo establecerme en alguna parte y todo se normaliza...ya está, ya está lista, lo lamento, estaba pensando en cualquier cosa, ya sabes que los adultos no comemos tan seguido...

Tomó al bebé en sus brazos y le acercó la mamadera, con lo que calmó sus llantos inmediatamente; pero pensándolo mejor, abrió la puerta del copiloto y se sentó allí con el bebé, para que a ambos les diera un poco de la luz del sol de la mañana.

-Está bueno...si, lo mejor es que programe la alarma, pero ya ves que en un instante estás comiendo. Aquí ya está empezando la zona rural, es decir que empieza el campo, mira, ya no hay tanto cemento, hay árboles y mucho más sol, éstas zonas son bonitas. Ahora que lo pienso, no he comido nada desde anoche, yo también tengo hambre...

Realmente la tensión lo tenía en otro mundo, porque solo al pensar en comer es que había notado el vacío en el estómago y la necesidad de alimentarse. Algunos metros más atrás había un almacén o algo por el estilo, tendría que devolverse y comprar algo para él, principalmente para no perder tiempo después; también necesitaría un mapa, porque sus escasos conocimientos de la zona en donde estaba ya se terminaban. Tan pronto como terminó de alimentar al bebé, volvió al asiento del piloto y se dispuso a reanudar la marcha, pero se detuvo.

-Tal vez no sea buena idea.

No le pareció recomendable pasar por un lugar con el bebé en sus brazos. Había escuchado en las noticias todo lo posible, y con una denuncia por secuestro, todo llamaría la atención a su alrededor. Emprendió la marcha lentamente, y estacionó el vehículo a prudente distancia del almacén que había visto, pero dejó al pequeño en el asiento del copiloto.

-Espera aquí, voy a comprar algunas cosas porque aunque no lo creas no se me ocurrió comer. Voy por algo de fruta, a ver si es que hay comida preparada, una bebida que muero por una bebida, y vuelvo en un momento.

Descendió del vehículo y caminó rápido hacia el almacén, donde esperaba en el mesón una mujer de cierta edad leyendo un periódico.

-Buenos días.
-Buenos días joven - saludó ella amablemente - dígame que necesita.
-Necesito varias cosas, comida en realidad.

Ella dejó el periódico en el mesón; suerte, aún no había ninguna noticia impresa.

-¿Va de día de campo?
-Si - respondió automáticamente - mi familia ya llegó, yo fuí a buscar el vehículo para que volvamos a la tarde, pero estoy un poco perdido porque siempre es mi papá el que conduce.
-Eso es normal, la gente se pierde un poco por aquí. ¿Que va a necesitar?
-¿Usted vende comida preparada?

La mujer se trasladó hacia un costado.

-Si, tengo rollos de carne, ensaladas, sandwich, oiga, ¿pero la familia no trajo nada?

No se suponía que empezara a dar explicaciones, pero ya que lo había hecho, quería al menos pasar por un citadino perdido más que por alguien que llamara la atención.

-No trajeron nada, porque se vinieron en la camioneta de un vecino que es amigo nuestro, y yo quedé a cargo de traer el furgón y comprar la comida, ya sabe lo que pasa cuando el papá empieza con lo de ser responsable y todo eso...

Sonrió esperando sonar creíble, pero al menos a ella no le sonó extraño.

-Eso es bueno, así se maneja mejor. Saque un mapa de esa esquina.
-Gracias. Voy a querer algunos rollos de carne, unos cuatro sandwich, bebidas, y algunas ensaladas.
-Son buenos para comer.
-Si, y eso que somos solo cinco.

Pagó y cargó las bolsas, ahora realmente ansioso de comer algo; la mujer le hizo un gesto con la mano.

-Váyase con cuidado joven, a la vuelta del sauce el camino está bastante malo.
-Muchas gracias.

Salió y volvió rápidamente al vehículo, sorprendido de la facilidad con la que Ariel se quedaba quieto y en silencio, a la vez que volvía a mirarlo fijamente como parecía ser su costumbre.

-Ya volví. Mira, ya tengo algo para comer, así que vamos a movernos un poco y voy a buscar un lugar tranquilo para almorzar, realmente necesito comer.

Dejó toda la compra junto con los bolsos en la parte de atrás, abrió una bebida personal y se la tomó de un trago, agradeciendo el frío líquido y el sabor refrescante a esa hora, aunque seguía con hambre. Reinició la marcha.


                                     2


Ignacio Armendáriz era un hombre alto, que casi llegaba al metro noventa de estatura, de figura imponente, cuerpo musculoso trabajado por años de ejercicio, rasgos duros en un rostro de piel morena y ojos oscuros de aguda mirada, que usaba el cabello prácticamente rapado. Se le conocía por tener un carácter inquebrantable, y a sus treinta y siete años tenía una fama de policía duro y fuerte, aunque siempre bastante callado y pensativo, una combinación algo extraña. Había entrado al cuerpo de policía siendo muy joven, y ahí se había forjado, haciendo uso de todas sus capacidades para convertirse en un verdadero sabueso, especializado en alcanzar su meta de detener a los criminales a los que se le encargaba. Esa mañana de Viernes entró en la oficina del comandante Véliz, un hombre delgado, de pasados los cincuenta años, que aún mantenía su aspecto de autoridad y sabiduría.

-Buenos días comandante.
-Armendáriz - le pasó una carpeta roja - ya tienes un nuevo caso.

Comenzó a revisar el contenido mientras el otro hombre permanecía sentado con los brazos cruzados.

-Ahí están los datos del caso y la información que tenemos hasta el momento. Estarás a cargo del caso del secuestro del menor.

Armendáriz lo miró con las cejas levantadas.

-¿Un menor desaparecido? Señor, no parece la clase de caso que yo...
-Es un secuestro - lo cortó el otro oficial - el menor está efectivamente desaparecido, la denuncia ya está hecha y hay un sospechoso apuntado por la familia de la madre, un hombre que extrañamente desapareció del mapa ayer, justo cuando se conoció la desaparición del infante y la muerte de la madre.

El otro oficial había escuchado algunos datos, pero no con detalle.

-Señor, ésta es la unidad de reos fugados y delincuentes peligrosos, pero por lo que veo aquí éste tipo ni siquiera tiene una multa de tránsito.
-Eso es irrelevante - explicó su superior con calma - el tipo es hasta ahora el único sospechoso de tener a un bebé de cinco meses de vida con él, y sabes que se podría prestar para una serie de cosas.
-Pero eso es de delitos sexuales.
-No, es tú caso - sentenció el comandante algo hastiado - por algo te lo estoy diciendo. Tú sabes muy bien que delitos sexuales no opera como nosotros, si le pasan un caso en el que no hay ninguna prueba, van a tener que seguir sus procedimientos y eso toma tiempo. recuerda que hace dos años pasó algo parecido con ese monstruo que se llevó a la niña de dos años, y sabes que la asesinó después de hacerle cosas horribles.

Armendáriz se cruzó de brazos.

-El tipo es un hijo de perra.

El comandante lo miró con el ceño fruncido.

-Lo siento señor. ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Habla.
-Son órdenes de arriba ¿verdad?
-No exactamente, y aunque lo fuera, eso no lo hace menos importante.
-Lo sé señor, es solo que me llama la atención que precisamente...
-No quiero que nada te llame la atención - lo cortó el otro oficial - lo que quiero es que organices a gente de tu confianza y registren ésta ciudad para encontrar a ese hombre, pero principalmente al pequeño. Y quiero que sea lo más pronto posible.

Se miraron fijo sin hablar durante unos momentos. Armendáriz no acostumbraba a cuestionar las órdenes de un superior, mucho menos de alguien como Véliz que solo le inspiraba respeto y confianza, pero de todos modos le llamaba la atención que un caso como ese estuviera en sus manos en esos momentos. Pensó que posiblemente la familia de la madre hubiera hablado con las personas correctas, o que algún personaje de muy arriba estuviera preocupado por la imagen de la institución luego de ciertos escándalos financieros tiempo atrás, pero ya había estirado demasiado la confianza con su comandante.

-Señor, reuniré a mi gente ahora mismo, pero necesitaré algunas cosas.
-Dile eso a Martinez.
-Señor - continuó con decisión - según éstos datos, el tipo no puede estar muy lejos, es geográficamente imposible. Le prometo que voy a recuperar a ese pequeño.


                                     3

Víctor estacionó el furgón a un costado del camino, lo suficientemente lejos de la vista de quien pasara por esa vía sin prestar mucha atención; abrió la puerta trasera se acomodó con el bebé en su regazo; su cuerpo luchaba por algo de alimento, así que no esperó más y sacó de una de las bolsas uno de los rollos de carne, el que desenvolvió al instante. Solo sentir el aroma de la comida despertó todos sus sentidos, y lo hizo comer ansiosamente, prácticamente devorando la pieza de comida tibia, sazonada y aromática.

-Dios, que hambre tenía...

Se terminó el rollo de carne en un par de mordidas, y sacó otro de inmediato, el que comenzó a comer con un poco más de calma; en eso notó que el bebé en sus brazos lo miraba ansiosamente.

-¿Que ocurre? ¿Quieres comer? Pero si tú eres muy chico todavía, no tienes ni dientes.

Pero lo seguía mirando, de modo que Víctor sacó del rollo de carne un trozo de zanahoria y se lo acercó a los labios.


-A ver, prueba ésto...mira, parece que te gusta, es zanahoria, y tiene el sabor del jugo de la carne...no vas a poder comer, pero parece que te gusta el sabor, vas a ser bueno para comer más adelante.

Dejó el rollo de carne a un lado, y acomodó al bebé en su regazo para que quedara mirando hacia el prado.

-¿Ves? Ésto es un prado...hay muchas plantas y animales, y también hay árboles. En un lugar como éste me gustaría vivir...nada de ésto tiene sentido, estoy escapando contigo en un furgón destartalado, estoy saliendo de la ciudad y no sé adonde voy a ir. Me siento tan inseguro, pero me gustaría que tú pudieras sentirte seguro conmigo porque eso es lo que quería Magdalena...

Se quedó en silencio unos instantes, y sintió que repentinamente el reposo, la aparente calma y los nervios comienzan a jugarle una mala pasada. A lo lejos unas aves vuelan raso, bajo el Sol del mediodía, mientras un hombre comienza a sentirse verdaderamente asustado y solo.

-Yo...no lo sé, solo quisiera que las cosas hubieran sido distintas...me habría gustado...no sé, es extraño, pero ahora siento que habría querido de verdad poder acompañar a Magdalena, no solo por ti, sino que porque ella realmente no merecía pasar por todas esas cosas sola. La echo de menos porque ella era una gran mujer, y la prueba es que te crió sola y a pesar de todo, y la echo de menos porque estoy seguro de que ella habría sabido mejor que yo que hacer. Ahora estoy tan asustado, pero no es por haber dejado todo lo que tenía, porque siento que esas cosas no son importantes, es porque...porque todo pasó tan de prisa y yo solo trataba de hacer lo que debía hacer, pero no sé si estoy haciendo lo correcto. No sé lo que que va a suceder, solo sé quiero mantenerte a salvo, y que  me habría gustado enamorarme de Magdalena, para que ella no nos dejara solos.

Sintió la presión en el pecho, la emoción fluyendo al escucharse a si mismo plantear un panorama que era aún peor de lo que sonaba, pero se obligó a mantener la calma; no podía perder el norte, no podía dejar que las emociones lo superaran, porque había algo importante, preservar la tranquilidad y la seguridad del bebé.


                                      4

Arturo estaba recluído en su habitación, pero no había dormido nada en toda la noche; el día anterior su amigo Víctor le había pedido ayuda para poder vender todas sus pertenencias, pero después de un rato había desaparecido por completo, no contestaba el celular y además aparecía desconectado en las redes sociales.

-Es increíble.

Volvió a ver la noticia en el ordenador, donde salía un periodista hablando de una denuncia hecha por presunto secuestro de un niño de cinco meses de vida. Y luego decía que extraoficialmente la identidad del principal y único sospechoso era la misma que la de su amigo.

-¿Que significa ésto Víctor? ¿Que hiciste?

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pero él mismo estaba involucrado; por eso no había dormido en toda la noche, desde que al volver a la casa de Víctor no lo encontrara. Por esos azares del destino no se toparon con nadie del pasaje cuando sacaron todo de la casa, y cuando él regresó tampoco, de modo que nadie de muy cerca podía asegurar que hubiera estado ahí, y si lo hacía, bien podía decir que no sabía nada y que no lo había visto.

-Dios santo...

Pero pensar de esa manera no le daba seguridad alguna. Que su amigo decidiera vender todas sus pertenencias de la noche a la mañana podía ser extraño, pero tampoco era un delito, sobre todo si considerabas que Víctor no tenía familia, por lo que no estaba atado como él u otras personas; además cualquiera podía querer un cambio de vida. Pero luego estaba lo otro, los momentos en que estuvo acompañándolo y lo extraño que estaba, con tanto nerviosismo y sin decirle nada. Tenía al cuello la cadena que le había pedido y por la que no había esperado ¿como podía ser que él, precisamente él, hubiera secuestrado a un bebé?

-No, no puede ser...

Arturo estaba angustiado, sentía que en cualquier momento la policía iba a aparecer en su casa a exigirle explicaciones. Siempre podía decir justo la verdad, que Víctor no le había dicho nada y que desconocía su paradero, pero al final, su amistad era más fuerte, y se resistía a hacer cualquier cosa que pudiera significar entregarlo, al menos mientras no tuviera la confirmación. Sin embargo lo sabía, en algún momento la policía llamaría a su puerta, y tendría que hablar, pero hasta ese momento, trataría de mantenerse al margen, y de seguir creyendo que Víctor no era capaz de hacer nada malo, por muy malo que pareciera.


                                       5


Armendáriz estaba hablando con la dueña de la pieza que hasta hacía poco habitaba su objetivo, pero internamente estaba sorprendido de no haber encontrado nada. La habitación estaba vacía, y solo quedaban algunas prendas de ropa vieja y cosas inútiles, claramente el tipo había decidido salir con todo, pero eso no le ayudaba a completar el panorama.

-¿Entonces usted no vió nada?

La mujer estaba claramente irritada, aunque no se notaba muy bien cual era el motivo.

-Nada señor, nada. Yo en la mañana no estaba, y usted ve, por aquí la gente es muy tranquila, incluso poca gente sale, pero cuando volví me di cuenta que la puerta estaba entreabierta y me acerqué, imagínese como quedé cuando vi que la pieza estaba vacía.
-Debe haber sido una sorpresa.
-Claro. Fui a hablar con los vecinos, pero nadie había visto nada, solo una señora, de la casa de afuera dijo que pasó un camión, pero no sé más.

Comenzaba a parecerle lógico que lo hubieran dejado a cargo del caso.

-¿Que clase de persona es Segovia?

La mujer dudó. Claro, no quería quedar mal diciendo lo que pensaba de él, pero tampoco tenía pruebas de nada.

-Mire, yo nunca lo aprobé, es de esas cosas que uno siente.
-¿Lo vió en alguna actitud extraña?
-No - titubeó tratando de darle sustancia a sus sopechas - le podría decir que no pasaba mucho aquí, supongo que se iba para el Boulevard del Centro comercial como muchos jóvenes o con su amigo, ese tal Arturo, le dije lo mismo a los periodistas que estuvieron hace un rato aquí.

Los periodistas se le habían adelantado, eso no era buena señal, porque las pruebas o los testimonios de los testigos pueden cambiar ante las preguntas insidiosas de ellos.

-¿Sabe algo de ese amigo, lo vió por aquí?
-Pasaba seguido por aquí, supongo que lo venía a buscar para ir a alguna de sus fiestas, ¿porque, cree que tiene algo que ver con lo que están diciendo en las noticias también?

Armendáriz frunció el ceño.

-Solo estoy reuniendo información, por favor dígame si sabe como encontrar a ese amigo del que me habla.
-No lo sé, pero podría preguntar por el centro comercial, creo que trabaja ahí en alguna tienda.
-Muchas gracias - le pasó una tarjeta - escuche, si recuerda cualquier dato adicional, llame a éste número, no se preocupe si es por cobrar, la atenderé de inmediato, recuerde que es muy importante.

Volvió sobre sus pasos hacia la casa que la mujer le había indicado para conseguir más información. ¿Acaso había subestimado el caso? Le parecía improbable que una persona común y corriente desapareciera de la noche a la mañana y llevándose todas sus cosas, lo que indicaba que probablemente las sospechas del comandante Véliz eran fundadas y ahí había algo más. Tenía que apurarse y bloquear el paso de los periodistas, y ordenar a su equipo. Marcó un número en su celular para pedir que buscaran los registros de las cámaras de seguridad de las avenidas más cercanas, a ver si por ahí tenía suerte.


                                    6


Álvaro conducía velozmente mientras Romina finalizaba una llamada.

-No me vas a creer lo que acabo de confirmar.
-¿Que?
-Adivina a quien pusieron en el caso del niño.
-Supongo que a Martínez de la º14.
-¡No! ¡A Armendáriz!

Él detuvo violentamente la camioneta en un semáforo.

-¡Oye más cuidado!
-Lo siento, pero es que no me lo creo, el gorilote es de reos fugados o peligrosos, ¿Que hace en éste caso?

Reanudaron la marcha para tomar el acceso al centro comercial.

-Tal vez hay algo que no sabemos.
-¿Como qué?
-No lo sé, también estoy sorprendida, tal vez la familia les dijo algo adicional o éste tipo estaba en seguimiento, algo que no aparezca en los informes oficiales.
-Puede ser, pero eso significa que si está el gorilote, tenemos que apurarnos al máximo porque ese tipo es un sabueso, recuerda lo que pasó hace seis meses.

Ella encendió una grabadora portátil y se la guardó en un bolsillo de la chaqueta.

-Malas noticias Álvaro, mira.

El automóvil conducido por Armendáriz pasó a toda máquina hacia el centro comercial.

-Diablos, éste tipo nos está pisando los talones.
-Deténlo - dijo ella bajándose mientras se estacionaban - deténlo lo más que puedas, voy a subir por el otro ascensor.

Álvaro se bajó a toda carrera de la camioneta y logró interceptar al policía cuando éste bajaba de su auto.

-Oficial Armendáriz, que oportuno encontrarlo, quisiera hacerle unas preguntas.

El policía se mantuvo imperturbable.

-¿Que se te ofrece?
-Solo unas preguntas, supe que está en el caso del menor desaparecido.
-No estoy en ningún caso.
-¿Que piensa del secuestro del menor?

Armendáriz había tenido problemas con los periodistas habitualmente en su carrera, pero en ese momento no le convenía discutir ni tampoco dejar pista alguna de lo que estaba haciendo, aunque evidentemente ese estaba tras la misma pista que él, y seguramente no estaba solo.

-Sería un delito grave.
-¿Cuales van a ser sus pasos a partir de ahora para encontrarlo?
-La división encargada se hará cargo.
-Pero seguramente le han pedido ayuda, ¿estaría dispuesto a colaborar?
-Todo policía está dispuesto a ayudar en cualquier caso si se le solicita.

Llegó al ascensor. Tenía la impresión de haber visto a una periodista subir al otro ascensor del estacionamiento, necesitaba apurarse.

-¿Maneja información privilegiada acerca de éste terrible caso que pueda ayudar a resolverlo?
-No estoy en ningún caso, por lo tanto no manejo ninguna clase de información.
-Pero ahora mismo está en un automóvil institucional.
-Desde luego, estoy en mi hora de almuerzo, tengo permiso de desplazarme en auto institucional para una situacíon así.

Y con un hábil movimiento entró al ascensor dejando a Álvaro afuera. Tenía que conseguir la información precisa mientras su gente conseguía informes, pero lo que estaba claro es que ese caso tenía muchos elementos que lo hacían especial, por decir de alguna manera.

                                  7


La noche se apoderaba de los alrededores, mientras una sombra se internaba en la parte trasera de un vehículo.

-¿Lo ves? Ya estoy de vuelta, solo me tardé dos minutos, eso es porque yo no uso pañales como tú.

Tomó una botella con agua, se lavó las manos con jabón, enjuagó la botella y se secó con una toalla pequeña. Se subió y cerró la puerta; daban más de las siete de la tarde, estaba en un lugar tranquilo y hacía buen clima, pero no podía quedarse ahí toda la noche, tenía que pensar en un plan.

-Ah, pero aquí no hay luz. Espera, voy a hacer un cambio, ya vas a ver.

Buscó en la guantera y encontró un destornillador, con el que sacó una de las dos pequeñas ampolletas del techo de adelante, y en unos momentos la instaló atrás.

-Listo, ahora tenemos luz, para que veas de las cosas que aprende uno en la vida.

Se recostó junto al bebé, que continuaba mirándolo fijamente, con esos ojos grandes y brillantes.

-¿Porqué será que me miras tanto? ¿Creerás que soy feo, o estarás preguntándote qué es lo que pretendo hacer ahora qjue estamos en la mitad de la nada? Espero que algún día puedas decirme por qué me miras tanto.

Se sorprendió a si mismo hablando cordialmente con el bebé, a diferencia de lo que había pasado hasta entonces, donde le hablaba para tranquilizarlo, o realmente para tranquilizarse a si mismo. Casi se sentía tranquilo, quieto junto con el bebé, mientras pensaba que tendría que reiniciar el viaje para encontrar alguna posada donde pasar la noche; había visto en el mapa que a no mucha distancia había algún pueblo, ahí tendría que encontrar la forma de alojarse sin llamar mucho la atención.

-Mejor me levanto un poco o me voy a quedar dormido...

Tocó suavemente sus mejillas.

-Estás tibio, que bueno que...

De pronto se quedó callado. Algo no estaba bien, algo estaba despertando su atención, y arrodillado dentro del furgón, el hombre aguzó el oído. Un ruido extraño, algo afuera lo estaba incomodando.

-No hagas ruido - susurró levantándose - voy a ver que pasa.

Iba a abrir la puerta trasera, pero optó por acercarse y mirar por la ventanilla. Y cuando lo hizo, su corazón casi se detuvo.