Por ti eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando lentamente. Volteó hacia el niño y nuevamente hacia la ventanilla, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

-Dios mío - murmuró asustado - viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para  salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía simplemente quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

-No hagas ruido.

Sintiendo un sudor frío en la espalda, con todos los músculos contraídos por el nerviosismo. Pero en ese momento pensó que tal vez quie fuera que se acercaba no tenía por qué saber quien era él, podía muy bien ser un simple lugareño.

-No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fué capaz.

-¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

-Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

-¿Que es lo que quiere?
-¿Puedo acercarme?
-¡No!
-De acuerdo - exclamó impasible - no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

-¿Quien es usted?

La voz sonó casi divertida.

-Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Que  hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

-Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

-¿Que hace aquí?
-Vengo del otro pueblo - explicó amablemente - estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

-Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
-¿Y donde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la prescencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

-Estoy pensando en eso.
-Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo - comentó livianamente - porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

-No, solo estoy de paso.
-Siendo así - asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios - creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.


                                      2


Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

-¿Que pasa Gómez?
-Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

-Dame los datos.
-Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fué con ellos.
-Dime que lo rastrearon.
-Ya hablamos con él jefe - comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz - nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dió señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

-¿Algo más?
-Si, una llamada de un anónimo que dijo que lo vió ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona  oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

-¿Que parte de la zona sur?
-Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
-Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido efectivamente todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y  aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

-¿Que ocurre?
-Buena nueva - explicó Gómez saltándose los saludos - tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

-¿Dónde fué?
-Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

-Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del gps del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aún siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un bebé. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.


                                   3


Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

-Parece que van a detenerse.
-Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

-Entrevistar a la familia de la madre no fué mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en éstos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

-Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
-Escucha ésto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
-Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto - secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia adónde seguían sus objetivos.

-Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "¿Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

-¿Y solo eso?
-¿Que más querías?
-Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en ésto.
-Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.


                                   4


El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al Víctor, pero él prefirió mantenerlo consigo mientras conducía; habían hablado casi durante el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

-Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
-Si, era la única forma que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

-Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que seguramente eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

-Siéntate.
-Gracias.
-Puedes pasar la noche aquí - le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta - no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
-Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

-¿Tienes hambre?
-No.
-Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
-Gracias.
-Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

-¿Porqué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
-No lo sé - respondió lentamente - estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe que hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

-Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar exactamente al hombre frente a él, aunque en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

-Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

-Debí cantarte una canción de cuna - susurró con los ojos cerrados - pero no me sé ninguna...¿Que te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

-Debes estar cansado.
-Si...
-¿Crees que debías huír con el bebé?
-No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

-¿Porque huiste?
-Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
-Pero has estado corriendo peligros, quizás ésto no es lo mejor.
-Las cosas siempre pueden ser mejores.
-¿Quieres lo mejor para él?
-Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
-Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos lentamente, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose lentamente al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, pero amenazante.

-¿Que hace?
-No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

-Usted...
-¿Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó violentamente contra el pecho.

-¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

-Usted me engañó ¿Porqué?
-No te engañé - replicó impasible - aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

-No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
-Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
-¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

-Lo tendré mientras te tranquilizas.
-¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisera y el hombre que continuaba acercándose.

-Puedes apretarlo y hacerle daño.
-Le dije que no se acercara - replicó nerviosamente - ¿Porqué me hizo ésto? Yo confié en usted.
-Hiciste lo correcto, puedes confiar en mi.

Podía echar abajo la puerta, pero no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisera y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

-¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fué directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

-¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

-¡Aléjese!
-¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

-¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

-¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

-¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

-¡Entrégueme las llaves!
-¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
-¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.


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