Maldita secundaria Capítulo 16: Encuentros



Martes 23 Octubre

Alberto cerró la puerta de golpe.

—Cielos, ésto es lo... no, no voy a decir nada, absolutamente nada.

Fernando estaba tomando en sus brazos a la desmayada Teresa.

—Deja y hablar y ayúdame.
—No puede ser —dijo Carolina mirando por la ventana— los maestros están haciendo que todos vuelvan a las salas.
—No importa, sólo hay que salir sin llamar la atención.
— ¿Cómo salimos con una desmayada sin llamar la atención?
—No lo sé, solo aparenten que todo va bien, no vamos a resistir seguir llamando la atención tan seguido.

Poco después Teresa estaba en la enfermería y los demás se reunieron en la recepción.

— ¿Señorita Bastías, que tiene nuestra amiga?

La enfermera estaba muy seria, y tomó el teléfono marcando velozmente el número.

—Hola. Gabriela, necesito tu ayuda, tengo un caso acá en la secundaria, necesito que me envíes una ambulancia ahora mismo.

Dani y los demás se miraron alarmados.

—No me importa lo que diga tu jefe, déjame a ese viejo a mí, tengo un posible shock. De acuerdo, dile al chofer que entre por... si, por esa calle... cinco minutos, genial, gracias.

Cortó y se puso de pie.

—Vayan a clase, a Teresa la van a recoger ahora mismo.
—Pero díganos que es lo que le pasa.
—Eso lo tienen que decir los médicos —sentenció la señorita Bastías— pero no creo que sea un simple desmayo. Ustedes dos —indicó a Leticia y a Luciana— son sus amigas, acompáñenla a la ambulancia, los demás vuelvan a clase.

Y sin más los dejó por fuera de la oficina. Alberto comenzó a entrar en pánico.

—Ésto es tremendo, espero que esté bien.
— ¿Bien Carolina? —se escandalizó el más pequeño— ¿no se dan cuenta? El estado en el que está Teresa podría ser obra de los espíritus, ahora no sabemos cómo atacan; hay que ir a urgencias.
—No podemos saberlo —terció Dani— además, por lo mismo, si están pasando cosas, no podemos dejar sola la secundaria. Hay que esperar a que las chicas nos den alguna novedad, y mientras tanto estar atentos a lo que pueda pasar aquí.

Más tarde, Leticia y Luciana estaban en la sala de espera de la urgencia, aún sin novedades.

—Oye —dijo Luciana después de bastante rato de silencio— lamento lo del otro día, no quería ser agresiva.
—No tiene importancia —replicó Leticia— de todos modos ninguna de las dos ha sido amable.

En eso llegaron los demás.

— ¿Tienen alguna novedad?

Leticia se cruzó de brazos.

—Los padres de Teresa llegaron y se encerraron con un doctor en una oficina y aún no salen, así que no pinta muy bien que digamos.

Soledad se sentó a un costado.

—Ésto es muy preocupante, incluso tiendo a creer en lo que decía Alberto, ya ha pasado bastante rato y no hay noticias, yo esperaba que para cuando llegáramos ya estuviera bien.
—No hay que hacer conjeturas —intervino Dani con cautela— por lo menos no ha pasado nada más grave, ya saben que las noticias malas son las que vuelan; además no pasó nada en la secundaria, eso también es distinto.

En ese momento apareció Teresa acompañada de sus padres, y a pesar de lo que todos podían esperar, se veía muy tranquila; la joven se apartó de sus padres y caminó hacia el grupo.

—Teresa, estábamos muy preocupados —le dijo Carolina— ¿qué te pasó?
—Nada grave, disculpen por haberlos preocupado.

Hizo una pausa.

—Escuchen, hay algo de lo que no les he hablado; hace un tiempo me detectaron cáncer.
— ¿Qué?
—Así es; pero no es grave, es decir, en su momento lo fue, mis padres lo pasaron bastante mal, pero afortunadamente la enfermedad fue detectada a tiempo.
—Pero si se resolvió —le preguntó Soledad— ¿entonces qué pasó?
—Después que terminé el tratamiento, me prescribieron una serie de medicamentos, y tengo que ser rigurosa con eso para mantenerme estable, así me evito problemas, pero con todo lo que ha estado pasando me descompensé y por eso terminé aquí.

Dani no dijo nada, pero estar en esa situación le recordó otras escenas de antes; por supuesto, había algo que habían dejado pasar, y que él personalmente no había retomado, pero estaba casi seguro.

—Teresa, me alegro que estés bien.
—Muchas gracias Lorena.

Alberto consideró que ya la pausa había sido suficiente e intervino.

—Chicos, no es por ser alarmista, pero aunque lo de Teresa no haya sido nada de lo de los espíritus, sospecho que igual hay algo que pasa en ese sentido.

Fernando lo miró sorprendido.

— ¿Y en qué te basas?
—Me baso —respondió lentamente— en que por alguna razón, desde que nosotros estamos involucrados, han cambiado las cosas; por ejemplo, hay sistemas eléctricos afectados, mobiliario que ataca a las personas, ¿por qué no iba a haber algo que nos afectara directamente? Al fin y al cabo ustedes mismos nos dijeron que los espíritus de los secuestradores los agredían, y está claro que no todo sigue como antes.

Lorena y Dani se miraron.

— ¿Tú dices como si ahora pudieran hacer que tuviéramos problemas de salud?
—Sí.
—Es posible Alberto, pero la verdad es que todo es tan reciente que no lo podemos saber; de todos modos hay que estar pendientes.
—Si —comentó Dani— hay que tener todos los factores en cuenta; Teresa, me alegro de que finalmente todo esté bien, pero no debes descuidarte, sobre todo por todo lo que estamos pasando.

Alberto no dijo nada. Había una teoría que estaba creando en su mente, pero aún necesitaba tiempo para madurar la idea y ver si estaba en lo cierto.

Alrededores de la secundaria
Por la noche

Alberto estaba cerca de la puerta del estacionamiento, preparado para entrar; estaba más nervioso en esa ocasión que cuando habían entrado con los demás a la bodega, quizás porque estaba solo y había una enorme cantidad de cosas que podían salir mal.

—Bien —susurró para si— no es tan terrible, voy a entrar...

En ese momento alguien se deslizó por la vereda hacia él.

—Rayos.

No tenía donde esconderse y francamente no pasaba desapercibido; pero unos momentos después comprobó que era Hernán.

— ¿Y tú que haces aquí?

El rapado lo miró de arriba a abajo.

—Es divertido que tú me preguntes eso.
—Si, cierto, yo estoy entrando, tengo que hacer unas averiguaciones, ¿y tú?
—Evitando que te mates en el intento, entremos por ese lado, no por acá.

Entraron por un costado y caminaron silenciosamente hacia la bodega.

—Por cierto, ¿cómo es que Dani supo que yo estaba aquí?
—Dani no sabe que estoy aquí —respondió el rapado— ésto es culpa de Lorena, por lo visto empezó de nuevo con lo de las visiones, porque me llamó, parece que fui el primero al que encontró.

Eso pareció escandalizar al más pequeño en vez de tranquilizarlo.

— ¿Quieres decir que los demás vienen para acá?
—Claro que no, le dije que no era necesario. Ahora dime que hacemos acá a ésta hora.

Alberto sacó de un bolsillo un aparato electrónico y lo acercó a la puerta de la bodega.

—Ésta maquinita detecta las variaciones de la energía —siempre supe que las clases de electrónica servirían para algo— y quiero usarla para descubrir si aquí continúa pasando lo mismo.
— ¿Y cómo pretendes entrar sin las llaves?

Alberto fingió un estremecimiento.

—Por ahora no es necesario entrar, la energía que corresponde a Matías y a los secuestradores es tan fuerte en ésta zona que no es necesario.

Hernán se cruzó de brazos mientras el más pequeño registraba el área.

—Creo que tenemos un problema —resolvió apagando la máquina— porque mi invento no registra nada.
—  ¿Y entonces?
—Mañana a primera a hora tenemos que hablar con los demás, hay que hablar de algo importante, creo que Matías está perdido.



Próximo capítulo: Respuestas absolutas

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