Maldita secundaria en Soopbook

Ahora también está disponible la novela terminada en ésta fantástica plataforma.

http://malditasecundaria.soopbook.es/

Maldita secundaria formato Epub

Desde ahora puedes descargar Maldita secundaria a través del enlace que está más abajo en formato Epub, para que puedas leerlo cómodamente en tu Kindle o Reader. Éste trabajo me ha llevado tiempo y esfuerzo, y a cambio solo te pido  que compartas éste blog en tu muro o que hagas Me gusta en la página de Facebook del libro. Disfruta de Maldita secundaria en cualquier sitio y con toda la tranquilidad de tener el formato que se ajusta a tus necesidades.



https://skydrive.live.com/?cid=dc2e525b4d7fc2aa&id=DC2E525B4D7FC2AA%21125&authkey=!AG-Dr81e268rQ8A

Portada y nuevas noticias

Ahora también disponible a través de Facebook en el siguiente enlace https://www.facebook.com/PorTiEternamente
Y con publicaciones y adelantos exclusivos a través de Twitter
https://twitter.com/lopezescritor en https://twitter.com/search?q=%23Portieternamente&src=hash

Por ti eternamente Capítulo 3: Única opción



Tan pronto como salió de la casa en donde había encontrado a Magdalena, un poderoso sentimiento de inseguridad se apoderó de Víctor. Parecía como si todo lo que pasara fuera una película, una fantasía en la que estaba atrapado sin poder hacer nada más que seguir participando, una situación excepcional en la que nada estaba bien, y donde parecía que todos podían estar observándolo. Con el bebé en sus brazos y muy bien envuelto en las cobijas, el hombre caminó varias cuadras en la dirección contraria por donde había llegado, sin poder sacarse de la cabeza las palabras de Magdalena, y la amenaza de la familia De la Torre como un ojo amenazante muy cerca de él.
Algunas cuadras después se subió a un taxi, pero descendió a cierta distancia de su casa, sin tener muy claro que hacer; a fin de cuentas tenía un bebé en sus manos, y la posibilidad de que alguien lo viera con él era incómoda y desagradable. Caminando a paso rápido entró en el pasaje y se metió a su cuarto, sorprendiéndose de no haber topado con nadie en el trayecto, pero cuando se encontró en lo que consideraba la seguridad de su privacidad, comenzó a sentirse más angustiado.

-Ésto no puede estar pasando...

Se sentó en la cama y dejó al bebé sobre las cobijas; seguía estando muy quieto, y aunque estaba despierto, no hacía mas que respirar y mirarlo, muy fijamente con esos impresionantes ojos castaños que había heredado de su madre, casi como si quisiera conocerlo, como si estuviera estudiando su cara y sus rasgos.

-Tengo que ir a buscar a Magdalena.

Que ella le hubiera dicho con tanta propiedad que confiaba en él para hacerse cargo de Ariel era un peso que comenzaba a sentir sobre los hombros, pero aún en esos momentos no procesaba todo lo que estaba pasando; Magdalena estaba muy enferma, pero seguramente había algo que se podía hacer, además, el peligro que ella temía de su familia no era directo si era él quien tenía al bebé, lo que les daría tiempo para conseguir ayuda. De primera, lo importante era llevarla a algún centro asistencial, para que se hicieran cargo de estabilizarla. Pero obviamente no podía hacerse cargo del bebé y de ella a la vez, eso lo sabía desde el principio.

-Voy a tener que salir...

Sabía que estaba muy nervioso, pero al menos tenía algo en su favor, y es que cuando más joven había trabajado de canguro, así que sabía todo lo necesario del cuidado de un bebé o un niño, desde los alimentos hasta como detectar determinadas reacciones, y en ese momento Ariel estaba totalmente tranquilo, lo que le daba un tiempo en su favor.
Aunque no estaba muy convencido, acomodó al bebé justo en medio de la cama, y armó a su alrededor con las cobijas una estructura que lo mantuviera quieto, ligeramente ladeado y con la cabeza en ángulo para mantenerlo estable y con las vías despejadas. Tomó algo de dinero de entre sus cosas, pero se detuvo y puso música ambiental en el minicomponente, a un volumen suficiente para no molestar al bebé, pero suficiente también para que cubriera los llantos si es que los había.

-Volveré pronto, pórtate bien.

El bebé lo miró fijamente, pero no pareció alterado por quedarse en la cama, seguramente porque con la enfermedad de la madre estaba acostumbrado a permanecer sobre el lecho. Encomendándose a si mismo a todos los santos, Victor salió a toda velocidad y se subió a un taxi y comenzó el viaje, sabiendo que se tardaría aproximadamente ocho minutos en llegar. Luego tendría que rogar no tardarse demasiado en sacar a Magdalena de ese sitio en donde estaba.

Mientras Víctor hacía esos planes, Magdalena yacía sola sobre la cama, respirando lenta y cansadamente. De pronto su celular anunció una llamada, y con algo de dificultad lo alcanzó; era un número desconocido, pero sabía de quien se trataba, y no contestaría.

-Víctor...

Sus murmuraciones apenas se escuchaban en sus propios oídos; apagó el celular, sabiendo que le había entregado su hijo a su padre en el momento preciso, porque los hombres de su padre ya la habían localizado. Que tan cerca estarían? Ya no importaba.

-Víctor - murmuró como hablando con él - te confío a Ariel para que cuides de él; solo puedo confiar en ti, y mi corazón de madre me dice que harás lo correcto. Adiós Víctor.

Cerró los ojos, y ya no sentía más preocupación; no podía estar equivocada, el hombre al que había conocido antes y que era el padre de Ariel no era ni por lejos perfecto, y claramente era joven como ella, pero algo en su interior le decía insistentemente que había tomado la decisión correcta, porque alguien que se estremece en un abrazo como el que le dió, alguien que puede sintonizar con lo realmente importante a pesar de todo lo demás, es realmente la persona indicada para criar a un niño.
La joven madre se quedó muy quieta, orgullosa de su hijo y tranquila con su decisión, y con los ojos cerrados esperó el momento, en que tuviera que dormir.

Víctor se bajó del taxi a un par de cuadras del sitio en donde estaba la casa donde poco antes encontrara a Magdalena, y mientras caminaba en esa dirección sacó del bolsillo el celular para llamarla; pero cambió de opinión, porque le pareció absurdo llamarla. Antes de girar en una esquina se le cayó el celular, y tuvo que detenerse a recogerlo, cuando escuchó unas voces del otro lado de la esquina.

-Y que se supone que vamos a hacer?
-Tenemos que llamar a Don Fernando, hay que decirle ahora mismo.
-Ese hombre se va  a poner como una fiera cuando le digamos que encontramos a la señorita Magdalena muerta en esa casa.

Muerta? Víctor sintió que se le helaba la sangre.

-Es verdad, pero hay que decirle ya mismo, después veremos como reacciona.

Los dos hombres se alejaron, justo en la dirección en donde estaba la casa donde había encontrado a Magdalena; Víctor se puso de pie dificultuosamente, con las manos temblorosas, sin poder creer nada de lo que estaba sucediendo. Como podía estar muerta? Es cierto que estaba  enferma, pero demostraba tanta fuerza al hablar de su hijo, y de como estuvo dispuesta a todo para ponerlo a salvo de...

-Oh por Dios...

Se tapó la boca con las manos para no dar un grito de espanto. Como no lo había entendido, como no se había dado cuenta de lo que en realidad estaba pasando.

-Dios mío...

Ni daba crédito a su ingenuidad. Magdalena le había mentido, o le había dicho algo que no era totalmente cierto al menos; estaba encargándole a su hijo, pero no era por su familia o la enfermedad, o al menos esos no eran el motivo principal. Cuando le encargó al bebé, ella sabía que su muerte estaba cerca, muchísimo más cerca de lo que se veía y de lo que ella misma dijera, porque la estaba viviendo, no era una exageración decir que no quería que su hijo presenciara la muerte.
Estaba estupefacto, no podía creer lo que estaba pasando, pero de pronto reaccionó y supo que tenía que salir de allí lo más pronto posible; giró en dirección contraria, y caminó a toda velocidad, tenía que salir de ahí, tenía que alejarse de ese sitio y no volver, y lo más importante de todo, tenía que volver a su cuarto, y tomar una decisión muy importante.

                        2                  

Víctor volvió en pocos minutos al cuarto, sin poder terminar de procesar nada de lo que estaba pasando; todo parecía una pesadilla, en la que estaba irremediablemente involucrado, pero ahora no tenía más opción que vivir, y decidir lo que iba a hacer.

-Que voy a hacer?

Se sentó en la cama junto al bebé, y se quedó mirándolo detenidamente. El pequeño estaba prácticamente en la misma posición de antes, y se encontró con su mirada penetrante buscando la suya.

-Tengo que hacer algo, no puedo seguir así...

Lo primero que asomó en su mente fué la idea más inmediata, llamar a la policía y advertirles de lo que había ocurrido, creyendo que seguramente ellos tomarían la mejor decisión. Pero un momento después reaccionó, y recordó lo que la propia Magdalena le había dicho; no solo eso, el recuerdo de las palabras de esos hombres hablando de su muerte, la realidad de su muerte, todo se conjugaba para hacerle entender poco a poco la realidad.

No podía llamar a la policía sin perder a Ariel en el intento, y nuevamente apareció en su mente la imagen de Magdalena pidiéndole que le asegurara que cuidaría a su hijo. Él mismo no sabía muy bien como es que no había salido corriendo, ni tampoco porqué es que seguía involucrado, sin huir como de seguro haría cualquiera en su lugar. Tomó al bebé en sus brazos y lo liberó de las cobijas que lo envolvían; llevaba un trajecito celeste de dos partes, y lentamente, con sumo cuidado, levantó la tela para ver la piel. Ahí estaba, un lunar rojo alargado, increíblemente similar al suyo, que delataba la verdad en las palabras de Magdalena.

-Cielo santo, no puedo creerlo...

Era su hijo tal como ella lo había dicho, y se sintió culpable por haber dudado de sus palabras, pero comprobar con esa prueba que el bebé realmente llevaba su sangre no facilitaba las cosas, al contrario, las hacía muchísimo más complicadas.

-Así que te llamas Ariel...

Sostuvo al pequeño frente a si, mientras él lo miraba nuevamente, con esos profundos ojos color castaña, como si estuviera analizándolo, o queriendo decirle algo.

-Te llamas Ariel...yo soy Víctor, soy...

Pero no pudo decirlo. Era una tontería porque en su mente ya lo tenía claro, pero igualmente no pudo exteriorizarlo, solo pudo quedarse mirando al bebé mientras éste parecía querer escudriñar su alma a través de los ojos.

Tenía que tomar una decisión que iba a definir su vida.

No podía simplemente aparecer con un bebé de la nada, por mucho que fuera su hijo; existía Servicios infantiles, y tan pronto como alguien descubriera al pequeño, los tendría a ellos y a la policía encima, pero tampoco tenía ningún plan, no había nada que se le ocurriera, y desde luego no tenía familia en ninguna parte como para recurrir a ese tipo de salida momentánea. Ya lo tenía decidido, conservaría al pequeño ahí durante la tarde, y luego decidiría con más calma que hacer, pero lo que tenía claro, al menos en  su mente, es que no iba a entregar al niño a la primera.

-Magdalena tenía razón - murmuró lentamente - tú no deberias vivir en un entorno como el de su familia, y si se lo prometí, no puedo fallarle, además que tú eres...

Se quedó un momento sin palabras, la música ambiental aún se dejaba escuchar, pero él no podía oír nada, solo sabía que todo había cambiado del cielo a la tierra en menos de un día, y que todas esas sorpresas y cambios lo hacían sentir sacudido, con una sensación total de vacío en el estómago.

-No sé que es lo que va a pasar, ni tampoco sé si ésta es la decisión correcta, pero le hice una promesa a tu madre y haré lo posible por cumplirla.

Volvió a envolver al bebé en las cobijas, sintiendo el ritmo del corazón acelerado y la respiración entrecortada. A partir de ese momento no sabía lo que iba a pasar y sentía miedo de todo, pero algo en su interior pujaba por hacerlo cumplir la promesa que había hecho a una madre desesperada.


Por ti eternamente Capítulo 2: Todo o nada



Víctor estaba en la  habitación vacía, enfrentando a Magdalena, aún sin poder creer nada de lo que estaba viendo ni escuchando.

-Estás diciendo que tu familia es la familia De la Torre?
-Supongo que entenderás porqué nunca lo había mencionado - repuso ella predicamento - desde siempre he huido de la huella de mi familia, pero cuando descubrí todo ésto las cosas se complicaron.

Víctor necesitaba sentarse, respirar, gritar, hacer cualquier cosa menos seguir allí, pero no podía, no podía moverse ni reaccionar, la sorpresa lo tenía fascinado, estúpidamente quieto frente a una mujer mortalmente enferma, sin poder hacer nada más.

-Cuando supe que estaba embarazada también supe que mi vida había cambiado para siempre, incluso antes de descubrir el cáncer; mi padre llegó a éste país de la mano de mi abuelo, y desde muy joven se involucró en distintos delitos, y con los contactos que tenía no le fué difícil formar el pequeño imperio que tiene ahora, con el que maneja los negocios, el movimiento de armas y tráfico en varias zonas de la Capital.

Él lo sabía de igual manera que cualquier persona medianamente informada, la familia De la Torre tenía contactos importantes, y se sabía que manejaban a Dealers y traficantes menores, pero de manera oficial solo era una familia de mucho dinero, que tenía inversiones en el exterior y en campos en el sur, lo que obviamente indicaba que además de lavado de dinero, había mucha manipulación de información. Y Magdalena era parte de esa familia.

-Dijiste que siempre tratabas de apartarte de tu familia, eso quiere decir que...
-Era inevitable que se enteraran de mi embarazo - replicó lentamente - pero aún así tenía la posibilidad de mantenerme al margen, pero saber que estaba enferma haría que quisieran quitarme al bebé, y eso no podía permitirlo.

Guardó silencio unos momentos, producto del cansancio que evidentemente le provocaba hablar; Víctor sentía el corazón oprimido.

-Y entonces que hiciste?
-Tuve que desaparecer - explicó ella - la única forma era desaparecer, aunque por fortuna tenía dinero en mi poder como para hacerlo. Al principio no sabía muy bien que hacer, pero fuí ingenua, porque creí que bastaba con dejar de frecuentar los sitios de siempre y no fué así.
-Entonces tu familia empezó a buscarte.
-Por eso me deshice de mi número, pero eso no era suficiente; gracias al dinero que tenía pude estar trasladándome de un sitio a otro, pero conforme pasaba el tiempo, la enfermedad avanzaba y todo se hacía mas complejo. Como comprenderás tuve que abandonar los tratamientos, porque de quedarme o estar pasando regularmente, haría demasiado fácil que me encontraran, y además la enfermedad estaba muy avanzada como para poder hacer algo al respecto.

Víctor trataba de plantearse la situación, pero aunque estaba viendo el estado en que estaba ella, le resultaba difícil imaginarla tratando de ocultarse de su propia familia, enferma y además embarazada.

-Magdalena...murmuró lentamente - dijiste que estabas tratando de sacar adelante tu embarazo, pero no me has dicho que sucedió después.
-Llegó un momento en que empecé a sentirme invalidada, todo lo que hacía me significaba un gran esfuerzo, los dolores eran frecuentes y a menudo intensos, y en uno de los esporádicos exámenes que me hice, la doctora me dijo que la situación era extrema, si quería salvar mi vida o al menos prolongarla, tenía que interrumpir el embarazo a como diera lugar.

Entonces eso explicaba en que había terminado todo; pero antes que pudiera decir algo más, Magdalena se le adelantó, hablando entre sola y con él, pero con mucha más determinación que antes.

-Te parecerá una locura, pero en ese momento, cuando me dijeron que debía detener el embarazo, fué la única vez que sentí auténtico miedo; ese fué el momento en que decidí que mi bebé iba a vivir, que viviría a costa de lo que fuera, y así fué.

Él no dijo nada, pero al escucharla comprendió lo equivocado que estaba al pensar que el bebé no había sobrevivido, y al dejar de pensar y comenzar a ver a su alrededor, descubrió que lo que inicialmente había creido solo eran algunas prendas de ropa apiladas, era mucho más.

-Oh, por Dios...

No pudo evitar la sorpresa; si no hubiera estado aún sujeto de la puerta, seguramente se habría caído de la impresión. Entre las impecables cobijas había un bebé, durmiendo o al menos reposando plácidamente, sin darse cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor.

-Ese...es tu bebé - murmuró sin dar crédito a lo que estaba viendo - es tu hijo...

Después se acercó torpemente, rompiendo al final la distancia que los separaba, y que parecía mucho más que algunos meses, parecía una vida completa, que los hubiera puesto por capricho en el mismo lugar. Sintiendo todavía el cuerpo lívido, Víctor se sentó en la cama junto a ella, e incluso ante su sorpresa, al verla de cerca, entre la apariencia enferma y la piel pálida, y tras las arrugas producidas por la delgadez y los dolores, seguía estando la misma mujer fuerte que él había conocido.

-Se llama Ariel - dijo ella con los ojos brillantes de orgullo - tiene cinco meses.
-Pero - dijo él en voz baja - porque me llamaste a mi en particular?
-Porque tú eres el padre de mi hijo.

A la sorpresa anterior se le sumó un nuevo golpe; estuvo a punto de decir "no puede ser" pero automáticamente su lado lógico le dijo que si, que mientras estuvieron saliendo, en alguna que otra ocasión no se habían cuidado, lo que hacía perfectamente posible que ese bebé fuera suyo. Y además, sacando una simple cuenta podía hacer calzar las fechas con espantosa facilidad. Pero aún en el estado en que estaba, Magdalena identificó con la rapidez del rayo la desconfianza en sus ojos.

-Magdalena...
-No esperaba que me creyeras - le replicó con entereza - pero para bien o para mal, es la verdad, e incluso hay una prueba de ello. Tiene el mismo lunar rojo en la cadera que tienes tú.

Inconscientemente se llevó la mano al costado. Cuando era niño, lo habían examinado por causa de ese lunar, y el resultado fué que era benigno, no representaba riesgo alguno, pero era hereditario, por lo que cualquier miembro de su familia podía también tenerlo.

-Magdalena, yo...
-No pensaba decírtelo desde el principio - lo interrumpió ella con fuerza - cuando estuvimos saliendo sé que no nos cuidamos en varias ocasiones, así que simplemente estaba asumiendo mi responsabilidad en el asunto; pero la enfermedad hizo que volviera a pensar muchas cosas, y entre ello, en lo que podía pasarme a mí, pero mucho más importante que eso, lo que pudiera pasarle a mi hijo.

Se detuvo unos momentos, claramente estaba haciendo un gran esfuerzo, pero no estaba dispuesta a detenerse, no todavía.

-Si el embarazo no estaba en mis planes, el cáncer estaba totalmente fuera de control; pero lo hice, y bastante bien creo, pero en el último tiempo entendí que mi tiempo había llegado. Estoy muriendo Víctor, y por eso tuve que llamarte, porque no tengo nadie más a quien recurrir.

A pesar de sentirse abrumado por todo lo que estaba oyendo y prescenciando, al ver la mirada en los ojos de Magdalena, Víctor sintió como por un momento se olvidaba de todo, y como asomaba en su ser un nuevo estremecimiento, que no era más que admiración por una mujer indefensa y sola, que en vez de preocuparse por sí misma, estaba luchando como una leona por proteger a su hijo. Entonces rompió definitivamente la distancia que los separaba, y con el máximo de cuidado la tomó en sus brazos y la abrazó, tiernamente, acunando su cuerpo cansado, sintiendo como su propio corazón azotaba su pecho, invadiéndolo tanto de temor como de angustia, haciendolo temblar con la respiración entrecortada.

-Debiste habérmelo dicho - murmuró conmocionado - yo nunca imaginé que podías estar pasando por algo así. Tal vez no sea el tipo más comprometido del mundo, pero algo habríamos hecho, no debiste pasar por todo ésto, no debiste hacerlo tú sola.
-Ahora eso ya no importa.
-Claro que importa. Tú no te lo mereces.
-No estamos para esas declaraciones - replicó ella lentamente - perdóname Víctor, no quería involucrarte en ésto.

Ambos guardaron silencio durante unos instantes, aún abrazados, quietos en medio de esa habitación vacía en un lugar olvidado, abrazados como jamás antes lo habían hecho, con todos los sentimientos a flor de piel, entregados a sus temores y angustias más profundas, que por una fatal coincidencia del destino los volvía a unir en las peores circunstancias posibles. Ella se soltó de él y quedó sentada en la cama, mirándolo fijamente.

-Te llamé porque eres la única persona que queda Víctor, eres el único en quien puedo confiar, y eres su padre. Debo pedirte que te lleves a Ariel.

Eso fué un golpe aún peor que todos los que había sentido antes.

-Que? Pero porque, que quieres decir?
-No puedo negar la realidad, y ahora estoy en un punto en que no puedo seguir; estoy muriendo, y sé que ya no hay nada que pueda hacer. Últimamente había luchado por mantenerme a flote, por darle todo lo que necesitaba y su alimento, pero estoy conciente de que ya no puedo más. No me quedan más fuerzas.

Hizo una nueva pausa, pero en sus ojos seguía estando el mismo fuego, la misma decisión que la había llevado a contactarlo.

-En éstas condiciones ya no puedo hacerme cargo de él; durante éste tiempo he estado cambiando de sitio para que mi familia no me encuentre, pero últimamente ya no tengo energías para desplazarme; es solo cuestión de tiempo para que mi familia o los hombres de mi padre me encuentren, y cuando lo hagan, se quedarán con Ariel.

Ahora lo entendía todo; de alguna manera en ese momento comprendía, en ese instante supo porqué había contestado la llamada, y porqué estaba ahí.

-No puedo permitir que mi hijo crezca en el mismo mundo en que crecí yo, en medio de la delincuencia, rodeado siempre de peligro, mostrando una imagen que no es, viviendo una vida falsa mientras que alrededor sabes que puede pasar lo peor en cualquier momento. No puedo permitirlo, pero ésta vez la enfermedad me supera, por eso es que te ruego que te hagas cargo de él.

Víctor tomó en sus  manos el bultito que era el bebé. Dentro de las suaves cobijas el pequeño se veía completamente relajado, durmiendo con los ojos semicerrados, abstraído de todo lo que estaba pasando a su alrededor.

-Tiene tus ojos.
-Y tiene tus labios.
-Se ve tan tranquilo - siguió mirándolo con ojos vidriosos - se llama Ariel, verdad?
-Si, ese era el nombre de mi bisabuelo. El fué un hombre de mucho esfuerzo, siempre luchó por lograr todo con una vida honrada, y fué el último miembro de mi familia en lograrlo.
-Es decir que lo llamaste así para darle una buena estrella.
-Si, y creo que la tiene, porque a pesar de todo es sano y fuerte, y además tiene un gran carácter.

El bultito casi no pesaba en sus manos, pero su significado se hacía enorme en sus hombros.

-Magdalena, yo no sé si voy a poder hacerlo...
-Víctor...
-Todo ésto es tan repentino, y yo solo soy un hombre, no sé si podré cuidar de otra persona, mucho menos de un niño...
-Puedes sentir el latido de su corazón?

Obligándose a callar, el hombre se quedó con el bebé muy cerca de su cuerpo, y sintió como el estómago le daba un vuelo al notar el vigoroso latido del corazón contra su pecho.

-Si, lo siento.
-Entonces no necesito nada más.
-Que quieres decir?
-Ser padre no es algo que vaya en la sangre - murmuró ella lentamente - es algo que se siente, y cuando necesites encontrar el camino, sentir el latido de su corazón te guiará.

Víctor volvió a mirarla a los ojos; era una extraña mezcla, la esencia de la mujer que había conocido, junto a la fuerza y la decisión de una madre. Pero en ella había algún tipo de paz, una tranquilidad que no se escuchara antes por teléfono, ni tampoco en los minutos que habían hablado.

-Tienes que irte.
-No, no puedo - exclamó él - no puedo simplemente irme, tengo que llevarte conmigo.
-No seas iluso, no te sería de ninguna ayuda - replicó ella con determinación - además, no quiero que mi hijo vea muerte, ni siquiera la mía. Estaré lista para lo que suceda, solo necesito saber si puedo confiar en ti, si te harás cargo de Ariel.

Víctor sentía que la sangre se le congelaba; no podía pensar con claridad, no podía hacerse la idea de lo que ella estaba insinuando, ni tampoco reaccionar de ninguna manera. Pero ahí, en ese lugar tan frío y seco, no pudo responder de otra manera.

-Lo haré. Me haré cargo de Ariel, te lo prometo.

Ella sólo asintió, y se quedó muy quieta, mirando con nostalgia a su hijo; parecía dormitar, seguramente por el esfuerzo que había hecho. Víctor se acercó a ella con nerviosismo, temiendo lo peor, pero ella seguía ahí, solo descansando, solo con una media sonrisa al saber que dejaba a su hijo con quien esperaba fuera la persona indicada. Él se puso de pie con dificultad, pero volvió a sentarse junto a ella, susurrando muy bajito para no incomodarla.

-Dejaré a Ariel en un lugar seguro, y volveré a buscarte, para que alguien te atienda. Espérame Magdalena.


Por ti eternamente Capítulo 1: Un nuevo inicio



-Tengo que aprovechar éste día, así que más vale que salga de una vez.

Victor estaba en su cuarto terminando de vestirse cuando pasaba de las once de la mañans; era un hombre joven, de solo 24 años, de alrededor de 1.75 de estatura, atlético  y de cuerpo delgado. Se trataba de un joven saludable, de cabello castaño corto que en ese día llevaba húmedo y desordenado, y brillantes y expresivos ojos color miel; sabía muy bien que, aunque físicamente no era nada espectacular y otros tenían músculos y eso, lo suyo iba por el lado de la seducción, en ser interesante, tener conversación, escuchar y por supuesto mirar, que era su principal arma.

-Hola? Javi, ya están en el centro comercial? Genial, llego en un rato.

Cortó y se dió una última mirada al espejo; ese día tenía libre de su trabajo en la tienda de ropa, y después de dormir un poco hasta tarde, tenía cita con su grupo en el centro comercial y si las cosas salían como esperaba, probablemente la tarde la tendría ocupada en algo mucho más personal.

-Muy bien Víctor - se dijo admirándose, divertido - y vas de blanco para parecer un palomito desamparado, es lo mejor para que Marina caiga rendida ante ti.

Tomó el celular, se lo guardó en el bolsillo junto con las llaves y salió inmediatamente.

Poco después, Víctor llegó al centro comercial y se reunió con sus amigos.

-Como estás Víctor?
-Maquinando algunas cositas Benjamín - sonrió saludando a todos - hoy quiero que sea un día muy especial.

El Boulevard del centro comercial era muy visitado por jóvenes en época primaveral, y desde hacía tiempo se había vuelto un sitio para conocer y buscar nuevas conquistas, exactamente a lo que iba Víctor ese día Miércoles.

-Y cual es tu idea?
-Marina mi querido Benjamín.

El otro dió un silbido.

-La que trabaja en la tienda de electrónicos, la prima de Carlos?
-Si.
-Estás tratando de volar bastante alto, esa chica es muy quisquillosa.

Pero Víctor no estaba preocupado.

-Es clienta en la tienda de ropa, así que he estado hablando con ella y logré que hablemos de fuera, tengo preparado el camino.

Selina  se acercó y lo saludó cariñosamente.

-Hola. Oye, te tengo malas noticias.
-Que pasó?
-La señora que tenía en arriendo los departamentos me dijo que sin aval no arrienda, ni aunque sea recomendado mío, y el depa que le queda lo estará arrendando ésta semana.

Víctor se encogió de hombros.

-No importa Selina, pero muchas gracias igual.
-Tendrás que seguir en tu cuarto.

Víctor arrendaba un cuarto en un pasaje interior hacía tiempo; era un lugar relativamente pequeño, tenía baño independiente y una cocina en donde literalmente cabía solo una persona de pie y sin moverse mucho, pero tenía un precio inmejorable y era un lugar bien ubicado. De cualquier manera ya era más grande, tenía algunos ahorros y quería irse a un lugar más grande, además que así podía llevarse a alguna conquista con más facilidad y sin cuidarse de mirones.
Compartir con su grupo de amigos de trabajo se había vuelto una costumbre, todos se conocían y habían trascendido lo estrictamente laboral.

-Si - comentó entre risas - con ésta tenida salgo inmediatamente para la iglesia. Oye pero...

En ese momento sonó su celular; se apartó un momento para escuchar mejor y contestó.

-Hola.
-Víctor, eres tú? Soy Magdalena.

Tan pronto escuchó la voz la reconoció; no podía olvidar ese acento indefinible, esa voz suavemente rasposa, de Magdalena.

-Eres tú Magdalena?

Era una pregunta tonta, ya sabía que era ella, y sonrió tontamente al hablar.

-Víctor, necesito verte.

Al escucharla hablar de nuevo, notó dos cosas: una, que su voz no era lo fresca y natural de antes, y lo otro, algo que nunca había escuchado de ella, miedo.

-Que sorpresa - dijo sin mucha convicción - ha pasado bastante tiempo.
-Victor, necesito verte - insistió ella pasándose por alto el comentario de él - necesito verte ahora mismo.

Había un tono de urgencia, una desesperación en su hablar, que de inmediatamente lo hizo sentir angustia.

-Que sucede Magdalena?
-No puedo decírtelo por teléfono, por favor.

Que Magdalena lo llamara de por si ya era extraño, pero que hablara de esa manera volvía todo mucho más complejo; frunció el ceño. Nunca podía decirle que no a una mujer atractiva, y ella estaba entre las primeras cinco.

-Está bien, si es tan urgente, podríamos vernos a la tarde.
-Tiene que ser ahora.

De acuerdo, eso era más raro aún, pero optó por saltarse esa insistencia.

-Donde estás?
-Te acuerdas de esa plaza donde íbamos a veces?
-Claro, la plaza...
-No lo digas - lo interrumpió súbitamente - no tienes que decirlo por teléfono.
-Pero por que no?

La voz de ella tomó una nota más apremiante, que lo hizo cortar sus palabras.

-Solo necesito que llegues. Desde esa plaza a veces íbamos a comprar bizcochos a una pastelería, lo recuerdas?
-Si.
-Ve a ese lugar, y llamame otra vez.
-Está bien pero...

La llamada se cortó. Víctor había conocido a Magdalena hacía un año y cuatro meses en una fiesta, y la química fué instantánea; Magdalena era una mujer de mundo, inteligente, sumamente atractiva y decidida, el tipo de mujer que a él en particular le atraía muchísimo, y si a eso le agregaba que dentro de un grupo de tipos atractivos se había fijado justo en él, el panorama era completo; por desgracia ella tenía una serie de conflictos familiares sobre los que no le gustaba hablar, y terminó por desaparecer de todas partes; inicialmente se sintió bastante ofendido por lo que estaba pasando, pero optó por olvidarse y quedarse con el buen recuerdo. Y ahora lo llamaba con ese tono de urgencia, porque así, porqué en ese momento?

-Oye a donde vas?
-Vuelvo al rato - comentó mientras se alejaba - tengo que ver un asunto, después nos vemos.

A él mismo le parecía todo muy extraño, pero mientras la curiosidad crecía, decidió ir para descubrir de que se trataba, a fin de cuentas era su día de descanso y por lo demás no iba a quedarse con miles de ideas en la cabeza ante una llamada de ese tipo de alguien como ella.

                2

Siguiendo las instrucciones de Magdalena, Víctor llegó a la calle Asturias, y caminó hacia donde Magdalena le había indicado; mientras caminaba, recordó como hace un tiempo, cuando estaban saliendo, se juntaban en la plaza  de ahí caminaban hacia la pastelería, y compraban bizcochos con crema y chocolate. Era la parte inocente, lo más cercano a un noviazgo que tenían, a pesar de que la mayor parte del tiempo estaban en fiestas y desde luego jugueteando en algún motel. Todo eso era muy raro, incluso que de pronto ella decidiera contactarlo por alguna pasión antigua, no tenía sentido, más aún porque ella no era ese tipo de chica; marcó de vuelta el número.

-Magdalena?
-Ya llegaste?
-Si.
-Puedes ver una antena con el extremo rojo?

Víctor se sintió jugando a las escondidas.

-Este...si, la veo.
-Es en la casa de junto, donde no hay plantas. Solo entra.

Cortó nuevamente, sin esperar respuesta; ya era extraño, no podía evadir el tema, ella realmente se escuchaba extraña, como asustada, que era lo que estaba sucediendo?  Sin esperar más, el joven avanzó casi cinco cuadras, hasta que se encontró frente a una descuidada casa sin jardín. La puerta estaba entreabierta.

-Magdalena?

No hubo respuesta; siguiendo la instrucción, Víctor entró al lugar, entendiendo cada vez menos, sin comprender como es que precisamente alguien como ella estaba en un lugar así, en una casa a maltraer y que a la vista no estaba siendo mantenida. Una vez dentro de la casa se encontró con una sala desprovista de muebles, sin iluminación, aunque por contra de como se veía el exterior, estaba limpio, y la única mesa y silla estaban justo en el centro, y a pesar de no haber papel tapiz ni alfombra o suelo, las paredes desnudas y el cemento estaban limpios. Era como un lugar pobre pero decente, pensó con algo de vergüenza por sentirlo de esa manera, sobre todo porque le recordaba al hogar en donde había estado de adolescente.

-No sé que estoy haciendo aquí...

Se sentía progresivamente más nervioso, aunque claramente ahí no había nada para asustar, solo era un sitio vacío, casi como una casa antes de ser ocupada por primera vez, aunque por supuesto ahí había alguien. Avanzó unos pasos más, y se encontró con un pasillo muy corto, que conducía a dos puertas, una blanca que era evidentemente del baño, y otra oscura de madera que estaba entreabierta.

-Magdalena, soy Víctor...

No dijo nada más, era absurdo sentirse angustiado, de hecho era ridículo estar ahí, pero aunque racionalmente lo sentía así, no se detuvo, y entró en la habitación.

-No...no puede ser...

Tan pronto entró en el lugar, fué como si hubiera sido transportado a una escena de una película. Con los sentidos azotados por lo que estaba viendo, el joven retrocedió un paso, sintiendo las piernas frágiles y temblorosas, y tuvo que sujetarse de la puerta para no caerse.

Solo en ese momento, al ver, entendió porqué la voz de ella se escuchaba tan trastornada por teléfono, y de alguna manera comprendió el motivo de su llamada, la razón de su presencia ahí.

-Magdalena...que te ocurrió?

La escena escapaba por lejos a todo lo que hubiera imaginado en algún momento desde la llamada o en el trayecto; en la habitación, sobre la cama, estaba Magdalena, aunque a decir verdad la persona que estaba viendo no parecía realmente ella, era como un fantasma de la exhuberante mujer que tenía en su memoria.

-Oh, no...

Se sentía completamente idiota, no lograba reaccionar ni articular palabra, solo estaba allí mirando a esa mujer, a esa que era y al mismo tiempo no era Magdalena. A pesar de su juventud, se veía extremadamente delgada, su rostro contraído por la delgadez, los ojos hundidos en las cuencas, la piel pálida y sin color, el cabello antes abundante cayendo opaco y sin vida sobre los hombros; tenía sobre el cuerpo un sencillo vestido largo tejido de color blanco piedra, y permanecía muy quieta recostada sobre una cama de una plaza con cobijas en distintos tonos de castaño y violeta.

-Creo que ésto no te lo esperabas. Hola Víctor.

Su voz era débil, y no tenía que preguntarse porqué, aunque a partir de ese momento empezaban a surgir nuevas incógnitas en su mente.

-Que...que te ocurrió?
-Estoy condenada a muerte.

No lo dijo con una inflexión especial en la voz, más bien parecía simplemente respondiendo una pregunta; Víctor sintió nuevamente el cuerpo lívido, y se mantuvo sujeto de la puerta, evitando caerse, sin comprender del todo lo que estaba escuchando o viendo. Nada tenía sentido, estar ahí, verla en ese estado, escucharla hablar de ese modo, porqué él mismo estaba ahí, porqué en ese momento?

-De que estás hablando Magdalena, yo...yo no entiendo nada...

Ella se incorporó un poco para quedar semisentada en la cama, aunque se notaba que hacerlo le llevaba un gran esfuerzo; lo miró directamente, y por un instante pareció que sus ojos estaban llenándose de lágrimas, pero el instante pasó y ella suspiró dificultuosamente antes de continuar.

-Víctor, no sabes por lo que he pasado...

Él seguía ahí, en el umbral de la puerta, sujeto al pomo para evitar caer de la impresión, tratando de procesar algo de todo lo que lo estaba bombardeando sin cesar, porque a medida que los instantes pasaban, las preguntas no hacían más que aumentar.

-Que te pasó?
-Lo que estás viendo de mi - replicó lentamente - es el resultado del cáncer; ésta enfermedad se ha llevado casi toda mi vida.

Cáncer. En su diccionario, la palabra cáncer era sinónimo instantáneo de muerte, y la apariencia de ella cuadraba dramáticamente con ese concepto; pero aún con esa respuesta inicial no ayudaba en nada con todo lo demás.

-Cáncer - repitió estupidamente - pero tú, es decir...

Ella levantó levemente una mano para hacerlo callar.

-Entiendo que debes estar haciéndote muchas preguntas ahora, pero estoy demasiado débil como para contestarlas todas, prefiero contarte las cosas de la forma mas clara que pueda.

Víctor guardó silencio, aún sin procesar correctamente lo que estaba presenciando.

-No sé cuando comenzó exactamente, pero debe haber sido hace tiempo, solo que jamás tuve ningún síntoma, te lo aseguro; quizás algo de cansancio, pero todos nos cansamos alguna vez, eso no era motivo para sentirme preocupada. Las cosas cambiaron cuando descubrí que estaba embarazada.

Embarazada? Víctor sintió que la habitación le daba vueltas, solo ellos dos ahí, a lados opuestos, una ampolleta pendiendo solitaria del techo, silencio alrededor.

-Supongo que por lo mismo las cosas se complicaron desde el principio. Cuando comencé a sentirme mal fuí a revisarme, y descubrí que tenía  poco más de tres meses de embarazo, pero lo grave vino cuando la doctora me dijo que mis exámenes estaban complicados y me pidió otros más; nunca había tenido problemas de salud, pero sabía que unas tías habían tenido embarazos complicados y en el fondo no le di mayor importancia. En cierto tiempo me notificaron la terrible noticia, un cáncer estaba alojado en mi cuerpo y el diagnóstico era muy malo, tanto así que la doctora dejó todo en mis manos; para cuando tuve el diagnóstico tenía más de cinco meses de concepción, pero lo principal es que el cáncer estaba tan avanzado que ya no se podía realizar ningún tratamiento invasivo sin matarme en el intento, y el embarazo ponía en riesgo tanto mi vida como la de mi bebé. Los dos estábamos condenados.

Entonces eso quería decir que el embarazo había terminado en...

-Y entonces...
-Ninguno de los dos tenía esperanza - explicó ella débilmente - aunque había una posibilidad de prolongar mi vida si detenía el embarazo, pero ni siquiera eso era seguro porque mi enfermedad estaba muy avanzada. Ahí empecé a deteriorarme más rápido, pero no fué el único problema. Recuerdas que te hablé de mi familia?

La familia, claro, esa era otra de las interminables preguntas que se agolpaban en su cabeza.

-Dijiste que no querías tener ningún tipo de contacto con ellos. Pero nunca me dijiste muy bien porqué.

Magdalena tuvo que hacer una pausa por un acceso de dolor; un momento después siguió hablando, pero más débilmente que antes.

-Lo que te dije es cierto, lo que nunca te dije es cual era la razón principal; mi apellido no es Torre, es De la Torre. El mismo apellido de la familia De la Torre.

Aunque creía que no podía estar más sorprendido, descubrió que sí era posible; el apellido De la Torre era sumamente conocido en el país y sobretodo en la Ciudad, y estaba relacionado directamente con la delincuencia.


Nueva serie semanal: Por ti, eternamente

Ahora comienza una nueva serie se inicia. Por ti, eternamente, es un libro que trata sobre el amor fraternal y las intrigas. En él, el protagonista tendrá que elegir entre su vida común y una nueva existencia, que gira en torno a alguien más que él mismo.

En el clásico formato de publicación semanal, ésta nueva serie aborda temas como el amor, la responsabilidad, la mentira y el poder, desde el punto de vista de un hombre joven que debe enfrentar una serie de peligros.


Fin de Maldita secundaria

Aquí termina Maldita secundaria, ahora sigo con la publicación de la nueva serie semanal Por ti, eternamente

Maldita secundaria Capítulo 20: Noche de estudios

Capítulo 20: Noche de estudios: Primera parte

Jueves 25 Octubre
Centro comercial

El director San Luis se reunió con el grupo durante la tarde, casi llegando la noche.

—Lamento la demora —dijo con tono de urgencia— pero tuve que inventar una serie de excusas para salir de mi casa y luego para hablar con el director del Salustre, aunque por suerte es antiguo conocido mío.
—Disculpe por presionarlo —le dijo Dani— pero no podemos esperar, la información es muy importante.

San Luis se sentó frente a ellos.

—El problema es que los informes de esa secundaria no están digitalizados, así que la única forma de verlos es ir directamente a ese lugar y revisar los archivos.
— ¿Y podemos ir ahora?
—Alberto, son casi las nueve de la noche.
—En realidad por eso vine —intervino el Director— podemos ir ahora mismo, pero tenemos muy poco tiempo, así que si tienen alguna información más clara que la que me dijeron por teléfono, sería excelente.

Dani se encogió de hombros.

—Pues la verdad es que...

Iba a decir algo más, pero Soledad le tocó fuertemente el hombro mientras contestaba el celular.

—Si... se lo agradezco muchísimo... hasta luego.
— ¿Qué pasó?
—Acaba de llamarme el padre de Luciana. Ella despertó.

El grupo se revolucionó con la noticia.

—Eso es perfecto, perfecto —exclamó Alberto— tenemos que ir ahora mismo, estoy seguro de que ella tiene información.
—Debe tener algo —intervino Soledad— porque el papá de Luciana me dijo que ella necesitaba hablar con nosotros.
—Tendremos que dividirnos —dijo Dani— Alberto, tú, Leticia, Hernán, Carolina y Soledad vayan con el director a revisar la información, los demás iremos a la clínica a hablar con Luciana.

Clínica Santa Próxima
Minutos después.

Dani, Lorena, Teresa y Fernando ingresaron a la sala de espera de la clínica, dejando a Adriano del Real esperando en el auto afuera.

—Me preocupa como se ve, está muy cansado.
—Es mejor que descanse por ahora.

Se encontraron con el padre de Luciana, que físicamente estaba más cansado que antes, pero que en esos momentos se mostraba aliviado, incluso contento.

—Gracias por venir.
—Los demás envían saludos, pero no pudieron venir —se excusó Dani— ¿cómo está Luciana?
—Sorprendentemente bien —respondió el hombre con un dejo de satisfacción— despertó como si hubiera simplemente dormido, pero me pidió hablar con ustedes.

El grupo acompañó al hombre al interior de un pulcro e iluminado pasillo.

—No sabía que hubiera horario de visita a ésta hora.
—Fernando, es una clínica privada.
—Es cierto.

Finalmente llegaron a una habitación con una enorme camilla en donde reposaba Luciana. Se veía casi como de costumbre, excepto que llevaba clínica blanca y estaba sin brillo ni sombra de ojos, aunque no parecía haber estado en coma.

—Gracias por venir amigos.
—Estamos contentos de que estés bien —replicó Lorena— estábamos muy preocupados.
—Gracias por llamarlos papa —le dijo con una sonrisa cariñosa— ¿podrías dejarnos un momento a solas?
—Desde luego cariño, vuelvo en un momento.

El hombre salió mientras Luciana se incorporaba un poco en la camilla.

—Qué bueno que vinieron, tenemos que hablar.
—Espera un momento —la interrumpió Fernando— acabas de estar en coma, pero parece que estuvieras de fiesta.
—Me siento bien —replicó ella simplemente— después les voy a decir los detalles, ahora hay algo más de que hablar.
— ¿Más importante?
—Por supuesto, no los habría llamado a ésta hora y en ésta facha por nada.

Dani sonrió aliviado; seguía siendo la misma.

—Tienes toda la razón. ¿Qué ocurrió?
— ¿Dónde están los demás? Esperaba a Alberto.
—Tuvieron que ver otro asunto.
—Ni modo; escuchen, mientras estuve dormida, se me apareció  el espíritu de Matías, aunque no fue como esa vez en la bodega, más bien fue como... como si hubiéramos estado los dos en el mismo sitio.

Lorena y Teresa cruzaron miradas alarmadas.

— ¿Y qué pasó ahí?
—Nada. Es decir, de pronto era como cuando empiezas a hablar con un desconocido y charlas y esas cosas; pero no había palabras, él no me hablaba pero yo le entendía, no sé si me explico.
—Te entiendo —la tranquilizó Lorena— te estabas comunicando con él.
—Si, y de pronto tenía así tristeza, y yo quería saber que le pasaba, era extraño porque sabía quién era y al mismo tiempo era como si hablara con alguien más, quiero decir que no parecía muerto.
—Claro.
—La cosa es que le dije que su papá estaba preocupado por él, y también nosotros, y fue como si se me acercara, algo así como cuando abrazas a una persona que está triste. Por supuesto que era un sueño o una visión así que no estaba abrazando a nadie físicamente; y después había una cara, la de una niña como de nuestra edad, y él estaba angustiado, supongo que por ella.

La niña del cuaderno, pensó Lorena.

— ¿Y cómo era ésta niña?
—Bastante común diría yo.
—Ya, pero era alta o baja, morena, esas cosas.
—Ah, pues era como bajita, de piel clara y ojos y cabello largo y lacio, como castaño o parecido, nada más.
— ¿Y que sucedió después?

Luciana hizo algo de memoria.

—Después vi la bodega, y después desperté.
— ¿Quieres decir que la bodega fue lo último que viste?
—Sí.

Lorena tenía las ideas muy claras.

—Hay que llamar a Alberto de inmediato.

Secundaria Martín de Salustre
Mientras tanto

Alberto, Carolina, Hernán y Soledad acompañaron al director San Luis al interior de la secundaria, tras un extrañado nochero.

—Muchas gracias Benjamín, desde aquí podemos continuar.
—De nada, no se preocupe.
—Saldremos en poco tiempo.

Entraron en una sala mal iluminada y llena de armarios metálicos con archivadores en su interior. Hernán silbó agudamente.

—No vamos a terminar jamás.
—No es tan complicado —comentó el director— por fortuna los informes de ese año están solo en un sitio. Según la información que tengo, debería ser... esa esquina de ahí.

Se acercaron a una esquina con varios archivadores de color verde oscuro; después de un momento de quitar polvo y telarañas, comenzaron a revisar los archivadores.

—Aquí está el curso de Matías —dijo el director enseñando un archivador— revisemos los datos de aquí primero.
— ¿Y qué estamos buscando?
—A una niña sin nombre, claro —comentó Alberto como si fuera obvio— pero si el nombre que aparece en el cuaderno es Riela, lo más probable es que sea una clave o un anagrama. No, pensándolo bien no puede ser un anagrama, juego por una palabra clave.

Se dispusieron las hojas entre ellos, cada uno apartado a una repisa diferente.

—No podíamos esperar que estuvieran segmentados por sexo —dijo Soledad— ésto nos va a llevar más tiempo.

En ese momento sonó el celular de Alberto.

—Hola... Dani, dime... que...? En serio...? Pero cuéntame más... y dime como era... excelente, genial, los amo a todos, te tengo que cortar, hablamos luego.

Cortó con la cara totalmente iluminada.

—Luciana acaba de salvarnos la vida.
— ¿Que dijo?
—Que se le apareció Matías y le mostró una imagen; es de una joven como de nuestra edad, y me dio algunos rasgos.
— ¿En serio?
—Si, dijo que tenía el cabello largo y lacio, castaño y la piel clara.

Hernán resopló con las cejas levantadas.

—Eso no reduce mucho las posibilidades.
—Ya, pero sabemos que hay alguien igual; mira, tenemos que buscar las fotos.

Soledad estaba revolviendo papeles cuando encontró una foto.

— ¡Ay por Dios!
— ¿Qué pasa?
—Miren, hay una foto de todo el curso, aunque la calidad es mala. De aquí solo hay seis que coinciden con la descripción de la niña.
—Genial, dame la hoja con la descripción de la imagen.
— ¿Que hoja? No hay ninguna hoja.

Alberto le quitó la foto de las manos.

—Pero ésto es inútil, ahora tendremos que revisar igual ficha por ficha, ¿porque no ponen un relato de la foto?
—Porque no es una película norteamericana, ahora cálmate, tenemos que hacer.

Durante los siguientes minutos, todos se dedicaron a buscar entre los registros las imágenes que necesitaban; después de un tiempo ya tenían las seis fichas que querían.

—De acuerdo, ahora hay que descifrar cual es.
—Qué raro, ninguna coincide por nombre —se extrañó Alberto— y además en el listado no hay ninguna Mariela, Gabriela o algo parecido.

Carolina volvió a rebuscar en algunos informes.

—Director, ¿qué significa el código 1601?
—Es un permiso especial por traslado, ¿por qué?

Carolina extrajo una hoja.

—Porque en éste reporte de mitad de año aparece destacado, y hay un nombre: Gabriela Ortuzar.

El director tomó la hoja y la leyó un par de veces.

—Esto significa que una estudiante fue transferida a ésta secundaria, pero luego la volvieron a transferir.
— ¿Y eso se puede?
—Ahora sería más engorroso, pero en esos años era más sencillo, bastaba llenar una ficha y ya.

Carolina volvió al archivador.

— ¿Y aquí habrá una foto de ella?
—Es difícil saberlo, si por lo que dice aquí estuvo solo cuatro meses, habría que revisar hoja por hoja.

Volvieron a repartirse el contenido que quedaba del archivador, revisando frenéticamente toda la información relacionada. Después de unos momentos Carolina encontró algo.

—Miren, aquí hay una fotografía, aunque no es muy clara que digamos.

En la imagen se veían varios estudiantes en una especie de presentación en clase, y entre ellos estaba una joven menuda, que coincidía muy bien con la descripción que había dado Luciana; todos tenían carteles con sus nombres, y en el de ella aparecía el nombre Gabriela.

—Es ella, debe ser ella.
—Pero aquí no dice nada de ella —se quejó Alberto— ¿dónde podrá estar esa información?

El director volvió a remover los archivos en el estante.

—Aquí hay un registro de estudiantes, pero no sé qué tan completo sea. Déjenme ver... aquí se menciona una muchacha transferida, pero no hay ficha de ella, supongo que no la ingresaron porque sabían que iba a estar poco tiempo.
— ¿Pero y entonces?
—Están los nombres de sus padres, y un número de contacto, es lo único que hay.

Soledad marcó el número en su celular.

—Aparece fuera de servicio, pero podríamos buscar en la guía telefónica.
—Se me ocurre algo mejor —intervino Alberto— busquemos en internet. Vamos a mi casa a ver que sale.

Pero el director le alcanzó un celular que superaba en calidad a cualquiera de los otros.

—Revisa la información desde aquí.
—Ay Dios mío —balbuceó Alberto tomando el celular— perdón, es decir, déjeme revisar aquí... lo mejor que puedo hacer es revisar en ésta red, porque no necesito claves y no es invasiva... ah... oh por todos los cielos... no puede ser...
— ¿Qué pasa?
—Estoy bastante seguro de haberla encontrado —repuso muy serio— y si es quien creo, hay una poderosa razón por la que no hay mucha información de ella. Pero no podemos resolver todo aquí, necesito mi ordenador.

San Luis comenzó a devolver los papeles a los archivos.

—Creo que ahora no podemos hacer mucho más, es tarde y le prometí al director que sería poco tiempo; ¿creen que con esa información puedan hacer algo?
—Mire, no sé si logremos solucionar todo ésto, pero tiene razón en que no podemos hacer nada más aquí.

Viernes 26 Octubre
Casa de Alberto, por la mañana.

El grupo, excepto Luciana, se reunió temprano para analizar todo lo que había pasado la noche anterior.

—Chicos, podemos hablar en paz porque, bendita sea, mi madre tuvo que hacer unos trámites y salió.

Entraron al escritorio, donde se distrajeron unos momentos en escoger de la bandeja de dulces que les había dejado la madre de Alberto.

—Miren, lo que creo es lo siguiente: Matías estaba enamorado de ésta chica, nunca la olvidó cuando ella se fue, murió queriendo decirle adiós y ahora lo que tenemos que hacer es encontrarla y hacer que ella se despida.

Leticia se sentó a un costado de brazos cruzados.

— ¿Te das cuenta que eso suena a argumento de telenovela juvenil?

El pequeño le hizo una morisqueta.

—Ya pero no es que tengamos muchas más opciones ¿o a alguien se le ocurre algo mejor?
—Yo creo que no hay que ir tan lejos —comentó Dani pensativo— primero deberíamos ver como localizamos a la chica.
— ¿Y que no me ves las ojeras? He dormido como dos horas, gracias al cielo que San Luis nos dio un permiso por hoy; ya localicé a la chica, pero, no sé cómo decirlo pero hay un problema.

Fernando se sirvió más refresco.

—Eso no es nada nuevo ¿qué pasó ahora?
—No vive en el país.
— ¿Qué?
—De hecho no es de aquí. Estuve husmeando en su muro, y creo entender que sus padres son de aquí y ella tiene doble nacionalidad, pero el problema no es que esté a kilómetros de distancia.
— ¿No? —se extrañó Soledad— eso quiere decir que hay algo peor.
—Lo hay.
— ¡Está muerta!
—No.
—Pues mejor dilo de una vez.
—Verán, la chica tiene... un hijo.

En ese momento Carolina experimentó una sensación muy parecida a las que describía Lorena cuando veía más allá de lo que podía el resto. El puzzle estaba completo.

—Alberto ¿qué edad tiene ese hijo?
— ¿Qué? Pues según el muro, seis ¿por qué?
— ¿Cómo que por qué? Alberto ¿no lo ves?

El más pequeño se sentó sobre su escritorio.

—Pues ella fue bastante precoz, pero no veo como eso podría...
—Ay Alberto, eres tan inteligente para unas cosas y tan ingenuo para otras.

Lorena comprendió cual era el curso de las palabras de su amiga.

— ¿Tú crees? Pero claro, tiene sentido.
—Por supuesto Lore, es lo único que tiene sentido para todos los casos.

Aparentemente ellas dos eran las únicas que entendían de lo que hablaban. Teresa tosió.

—Disculpen, pero si descubrieron algo sería bueno que... oh por Dios... no estarán diciendo que...?
— ¡Sí!
— ¡Pero eso sería increíble!
— ¡Ay por favor! —protestó el más pequeño aún sin entender— dejen de hablar como si yo no estuviera aquí.

Carolina sonrió emocionada.

—Alberto. El hijo de esa chica tiene seis años, podría ser hijo de Matías.

Alberto se lo tomó como un caso de matemáticas.

—Cielos, tienen bastante razón, pero aun así sigue estando la dificultad de la distancia, ella está a dos países de aquí, y aunque yo podría votar por hablarle por la red, lo más probable es que sea un poco violento.

Fernando se cruzó de brazos.

—Ya, supongamos que el hijo de esa chica es hijo de Matías, y por increíble que me suene a mí mismo decirlo, tendría todo el sentido del mundo que él siguiera aquí preocupado por él, no veo cómo podríamos hacer algo al respecto.

Hernán parecía, quizás por primera vez, muy tranquilo.

— ¿No creen que se están complicando mucho?
— ¿Qué quieres decir?
—El muerto tiene un hijo, la madre está en otro país, a lo mejor ni sabe que el padre está muerto. ¿Que no basta con tomar el teléfono, llamarla y decirle la verdad?
— ¿Estás loco? —exclamó Alberto— se va a morir cuando le digamos.
—Puede ser, pero quizás ella tiene derecho a saber, y el crío también ¿o no?

Poco después todos estaban en la sala; por decisión unánime dejaron a Lorena encargada de hacer la llamada, que ya se hacía esperar después de todo el tiempo tratando de encontrar los medios.

—De acuerdo. Muchísimas gracias, y disculpe la molestia.
— ¿Qué pasó?

Lorena se veía confundida.

—No sé si es bueno o malo, pero Gabriela no está en su casa y sus padres tampoco.
— ¿Y cómo a qué hora llegan?
—No es a que hora, es que día. Están de viaje, por lo que entendí su padre tiene un trabajo que les exige movilizarse.

Alberto se dejó caer en un sofá, derrotado.

—Por todos los cielos...
—Eso explicaría por qué hace años estaban aquí —comentó Dani— ¿pero no te dijeron en dónde están?
—Se supone que aquí, en éste país.

Carolina dio un aplauso.

—Pero eso es estupendo, solo hay que encontrarla, quizás es la única oportunidad que tengamos de terminar con toda ésta situación.
—Entonces hay que ponerse en acción ahora mismo —comentó Dani— si supuestamente vienen para éste país, hay que revisar las estadísticas del aeropuerto, Leticia, tú manejas bastante de ese tipo de redes.
—Nunca he explorado algo como esa red, pero lo puedo intentar.

Teresa tenía otra idea.

—Pero mientras tanto los demás no vamos a estar haciendo nada. Podemos dividirnos y confirmar también en el lugar.
—Buena idea —concedió Soledad— Vamos al aeropuerto, ustedes sigan buscando, nos mantendremos comunicados.

Mediodía
Aeropuerto

Dani, Soledad, Fernando y Teresa estaban ya de salida en medio de una jornada de mucho viento alrededor.

—Esto es mejor de lo que podríamos habernos imaginado —celebró Dani— gracias a los datos que encontraron Leticia y Alberto, pudimos comprobarlo, Gabriela está en la ciudad, solo tenemos que encontrarla.
—"Solo" es un término bastante optimista —comentó Fernando— cuando se trata de mala suerte nos topamos con medio mundo, pero ahora no podemos saber en dónde está.
—Tranquilo, los chicos están rastreando alguna información antigua a ver que resulta, ya tendremos novedades.
—Espero que todo resulte.

Soledad mientras tanto contestaba su celular.

—Señor Del real. Si, estamos en eso... si... no se preocupe, le avisaremos en cuanto tengamos alguna noticia, por supuesto.

Cortó y suspiró.

—Está muy emocionado, no tendríamos que haberle dicho tan pronto.
—La verdad es que él es más resistente de lo que parece, eso hay que concedérselo —opinó Teresa— además está en su derecho, objetivamente yo estoy muy emocionada también.
—Tienes razón.

En eso Dani estaba recibiendo una llamada.

—Si... Alberto, dime... si... si, conozco el lugar, podemos reunirnos allá, estaremos como en unos veinte minutos. De acuerdo.

Cuando cortó se veía radiante.

—La encontraron.



Treinta minutos después.
Alrededores de Parque Vicente Mendoza.

El grupo se reunió en el lugar acordado, y todos se veían emocionados ante lo que venía.

—Una tía de ella vive por aquí cerca —comentó Alberto— llamamos y nos dijo que estaban de paso, así que hay que ir de inmediato.
—Que emoción —dijo Lorena— siento que ésta vez sí que estamos en el camino correcto.

Comenzaron a caminar por una calle lateral.

— ¿Y dónde está el señor Del real?
—Le pedí que se mantuviera un poco al margen —explicó Dani— estaba muy alterado, pero lo mantendré informado de todo.
— ¿Que casa es?
—Esa azul de ahí.

Hernán intervino en voz baja.

—Oigan ¿no creen que podría verse un poco mal que vayamos todos? Mal que mal somos un grupo bien extraño.
—Tienes toda la razón Hernán —admitió Dani— pero tengo a Luciana en el celular, y la verdad es que si estamos equivocados no podemos hacer más el ridículo, y si es lo correcto, cumpliremos con lo que hemos dicho siempre, tenemos que ser todos, o ninguno.

Puso en altavoz su celular para que Luciana pudiera oírse.

— ¿Quieren apurarse? Esto parece el radioteatro del que hablaba mi abuelo.

Finalmente llegaron a una casa de ladrillos azules, y dejaron a Soledad para que tocara el timbre. Salió una joven de poco más de veinte años, de baja estatura, de piel muy blanca y cabello largo lacio, que los miró interrogativamente.

— ¿Hola?
—Hola —la saludó Soledad— Disculpa ¿eres Gabriela Ortúzar?

La joven pareció entre sorprendida y divertida por la pregunta.

—Si, lo soy —pronunció con un extraño acento que no parecía ser de ninguna parte en especial— ¿Quiénes son ustedes?

Alberto estaba a punto de decir algo, pero Dani lo calmó con un gesto.

—Tal vez te va a parecer una locura lo que vamos a preguntarte, pero tenemos algo que ver con la secundaria Martín de Salustre y creemos que hay algo importante que hablar contigo.
— ¿Del Martín de Salustre? — repitió notablemente sorprendida — ¿y qué es lo que quieren, por qué están aquí?

Cuarenta y cinco minutos más tarde, todos estaban apretujados en una salita al interior de la casa; Gabriela estaba entre ellos, con los ojos rojos después de haber llorado la mayor parte del tiempo que había pasado, ante la historia que le contaron entre todos.

—Todo lo que me han dicho es... tremendo, terrible, y completamente inesperado.

Sacó de su bolsillo una foto de ella y Matías.

—Lo de nosotros fue... fulminante. Nunca se lo dijimos a nadie, las cosas nunca son tan sencillas como te las imaginas; éramos básicamente chicos, teníamos la misma edad que ustedes ahora, solo pensábamos en nuestro amor y en todo lo que estábamos conociendo. Pero los negocios de mi padre estaban mal, estábamos casi arruinados, y de un día para otro las maletas estaban listas. Lloré muchísimo cuando supe que teníamos que partir, y por supuesto nos prometimos seguir en contacto, volvernos a ver y todo...

Por un momento no siguió con su relato; estaba recordando, volviendo a vivir muchas de las cosas que probablemente no había hablado con nadie en seis años.

— ¿Y qué pasó después?
—Tienen que comprender que años atrás la comunicación no era tan sencilla como ahora; cuando salimos de aquí, pasaron tres meses de viaje, en que un día dormíamos en un hotel y al otro en una posada. Cuando al fin nos instalamos, le envié correos, contándole mil cosas, diciéndole cuanto lo extrañaba, pero nunca contestó. Y como les dije, yo era una niña, cuando vi que no me contestaba los correos, pensé que simplemente había sido una tonta, que él se había divertido a costa mía y que lo que hubo entre nosotros solo había sido una ilusión. Casi de inmediato me enteré que estaba embarazada, y claro, fue un embarazo poco usual, porque lo descubrí cuando tenía prácticamente cinco meses. De pronto estaba embarazada, y tuve que elegir entre mi hijo y el recuerdo de un niño tonto que según yo me había mentido, así que decidí por mi hijo y quedarme con los buenos recuerdos. Y como nunca volvimos al país hasta ahora, no era especialmente fácil enterarme de lo que había pasado. Que horrible, pobre Matías, ahora entiendo todo.

Se puso de pie y caminó hacia un costado. Dani intervino en voz baja.

—Creemos que la razón por la que Matías está atrapado en éste mundo es esa; suponemos que de alguna manera, cuando murió, su espíritu quedó aquí porque supo que había un asunto sin terminar, y que es eso lo que le falta para poder descansar en paz.

Cuando la joven volteó hacia ellos, en su rostro seguía estando la huella de las lágrimas, pero también había decisión.

—Quiero ir. Quiero ir con mi hijo a esa secundaria.

Alrededores de la secundaria
Por la tarde.

— ¿Dónde está?

Del Real estaba emocionado, sentía a su corazón latiendo a toda velocidad ante la expectativa; los jóvenes también estaban ansiosos por lo que estaba a punto de ocurrir.

—Viene caminando. Ella es Gabriela, y ese niño es Benjamín, y es su nieto.

Por primera vez desde que lo conocían, Dani y los demás vieron sonreír auténticamente a Adriano del Real; el hombre caminó lentamente hacia la joven, quien se arrodilló junto a su hijo para hablarle de quien se les acercaba.

—Vamos, dejemos espacio.
—Ay, pero  yo quería ver...
—Alberto —lo reprendió Soledad— se está reuniendo una familia, hay que dejar que se conozcan, aunque es un poco extraño que lo hagan al lado de la secundaria, pero como estaban diciendo, ésta vez todo tiene sentido.

Teresa marcó el número de Luciana para confirmarle la información, mientras Fernando estiraba los brazos y el grupo caminaba lentamente en sentido contrario.

— ¿Saben una cosa? Me siento increíblemente tranquilo.
—Tienes razón —comentó Leticia— yo también, es muy raro pero desde que empezó todo ésto nunca había estado tan tranquila, es como si todo el nerviosismo y el estrés de estos días simplemente se hubiera esfumado.

Lorena estaba terminando una oración en voz baja.

—Creo que eso es porque las cosas están resueltas. Matías se reencontró con su gran amor, sabe que su hijo está bien, y el señor Del Real está  reunido con su nuera y su nieto.
—Ay, que lindo —dijo Luciana por altavoz en el celular de Soledad— que bueno que ya las cosas están bien. Porque todo está bien ¿o no?

Carolina suspiró aliviada también.

—Si. Yo diría que sí, que todo está resuelto.
— ¿Es decir que se terminó? —exclamó Alberto— vaya, la verdad es que yo igual me siento muy distinto, como cuando duermes mucho luego de haber estado sin dormir, aunque reconozco que esperaba algo más espectacular, alguna luz o algo así.
—Pero si hay una luz —dijo Teresa— mira hacia allá, hay un hombre que sabe que su hijo descansa en paz y que de regalo acaba de conocer a su nieto. No necesitamos nada más.
—Que loco —comentó Fernando— tanto tiempo tratando de encontrar una solución y ahora no lo podemos creer.
—Yo estoy contenta —comentó Soledad— después de todo lo que pasamos, parece que por fin valió la pena.
—Durante éste tiempo nos enfrentamos a muchas cosas —dijo Dani satisfecho— pasamos penas, peleas, tuvimos que aprender a llevarnos un poco, pero al final las cosas terminaron bien, creo que no podemos esperar más.

Hernán se quedó mirando un momento la extraña pero a la vez familiar escena de Adriano del Real con Gabriela y el niño, y supo que ya era suficiente.

—Igual habrá que estar pendiente de lo que pase en la secundaria a partir de mañana.
—Tienes razón Hernán, pero honestamente, no creo que pase nada. Siento que ya Matías descansa en paz, y que los secuestradores también se fueron.
—Que bueno. Me voy, hablamos después.

Lorena trató de detenerlo.

—Espera ¿adónde vas?
—Por ahí —respondió simplemente— al fin de cuentas lo que nos mantuvo unidos todo éste tiempo ya está hecho. Hay que volver a la normalidad.

Dani le hizo un guiño.

—Por supuesto, tienes toda la razón. Gracias.

Mientras Hernán se alejaba, los demás siguieron caminando a paso lento.

—De todos modos él tiene razón —dijo Luciana a través del altavoz después de un rato— hay que volver a la normalidad, ahora vienen los exámenes finales y esas cosas.
—A estas alturas ni me preocupan los exámenes —rió Soledad— quien me escuchara ahora.

22 Noviembre
Casa de Luciana

—Y entonces aplicas ese color y le das profundidad.

Luciana estaba terminando un trabajo de pintura junto con Teresa, Carolina y Lorena.

—Nos salvaste la vida, que suerte que sabes de ésto.

Luciana no era exactamente amiga de ellas, pero se había reconocido a si misma que lo que pasó en la secundaria, y sobre todo ese sueño o visión con Matías había hecho que reconsiderara muchas cosas; lo primero de eso fue ser un poco más accesible, y tener la disposición para colaborar con otros, o en ese caso ayudar si podía, y todas las asignaturas de arte se le daban excepcionalmente bien, probablemente por la educación de casa y las vacaciones en otros países. Las chicas le agradaban, de hecho después de lo ocurrido con los espíritus tuvieron oportunidad de conversar más, y encontró varios puntos para llevarse bien.

—De nada, además me sirve para ir practicando, quiero especializarme; y tú Carolina ¿te vas a especializar en toma de exámenes con rayos?

Las cuatro rieron ante el chiste. Carolina estaba cada vez más segura de cuál era el futuro que quería para ella, y no iba a ser en el área de la salud: lo suyo iba a ir por el lado de la naturaleza, y en esos tiempos las carreras que aportaran a la sustentabilidad y la mantención del medio ambiente no solo eran cotizadas, también tenían buen futuro.

—No, ni de lejos, pero lo importante es que estamos pasando todos los exámenes bien y que tú nos ayudaste con arte. Ahora que me acuerdo, Alberto quiere hacer una reunión con todos en unos días más, en su casa.
—Yo me apunto —comentó Lorena— me parece una muy buena idea.
—Si, es verdad, además que por estar en la clínica yo me perdí de la última parte, así que no me perderé esa reunión, solo díganle al chiquito que la haga después de exámenes, por ahora estoy muy ocupada.

Casa de Leticia

Fernando estaba sirviendo refrescos para ambos mientras pasaban los créditos de la película.

—No me gustó esa parte, pero el final estuvo épico.
—Si, es verdad, estuvo de lujo, aparte por un momento me imaginé a mí disparándole a un par de personas.

Los dos rieron de buena gana. Su amistad había pasado por altos y bajos, pero en esos momentos era mucho más fuerte que antes y eso era lo importante. Tenían sus propios códigos, y les divertía ver el mundo desde una perspectiva crítica y a la vez socarrona.

—Oye ¿te llegó la invitación de Alberto?
—Sí, hay que ir, aunque de todos modos va a ser extraño, durante éste tiempo todo está como antes, es decir ya no pasamos los diez todo el día juntos. No es que extrañe esos días, pero sabes de lo que hablo.

Fernando tomó el control para volver al menú.

—Sí, pero mejor. Además está por terminar el año, luego vienen las vacaciones y yo el año entrante seré un sexy estudiante de cuarto.
—Y modesto.
—Tú no digas nada que estás en la mira de Mariano del otro tercero, quiere acercarse a ti por los medios que sean.

Leticia rió. Sabía que era así, pero de momento quería terminar el año lo más pronto posible, porque por mucho que hubiera pasado toda la tortura de los fantasmas, aún tenía que sobrevivir a los exámenes.

—Creo que ya habíamos pasado por conversaciones así antes; por ahora no, pero el próximo año, quien sabe...
—Te haces de rogar.
—Mira quien lo dice —replicó ella alegremente— últimamente andas de galán ayudando a damiselas en peligro en los preparativos de fin de año, se te quedó pegado lo de ser héroe, no creas que no vi lo que pasó con las de segundo el otro día.

Esa vez fue Fernando quien rió alegremente. Si, algo de eso había.

—Es solo una chapa, no me tomes tan en serio. Aunque reconozco que lamento que no hayamos podido hacer público el tema, no puedo usar mi capa y mi espada para ganar puntos.


Casa de Soledad

Soledad estaba el teléfono conversando animadamente.

—Si, es verdad. Lo escucho, tiene mucha energía, y eso que es tarde. Si, no tengo inconveniente, podemos juntarnos el fin de semana siguiente. No te preocupes, trata de hacer dormir a Benjamín. Buenas noches.

La madre de Soledad se acercó con dos humeantes tazas de chocolate.

—Me leíste el pensamiento mamá.
—Por supuesto que sí, soy tu madre. ¿Con quién hablabas?
—Con Gabriela, una amiga.

Su madre se sentó junto a ella mientras la joven probaba el tibio líquido.

— ¿Y Dani?
—Me abandonó por ir a los videojuegos —protestó falsamente enojada— pero no importa.
—Y esa niña Gabriela ¿de dónde la conoces?
—Es amiga de un amigo, es un poco mayor y tiene un hijo precioso, se llama Benjamín, quería invitarla el próximo fin de semana a cenar.
—Por mí no hay problema, ya sabes que me encantan tus amistades; hija ¿sabes algo? estuve bastante preocupada últimamente por ti, te notaba estresada y cansada, pero de un tiempo a ésta parte estás bien nuevamente, te veo con ganas y con energías.

Soledad sabía muy bien a que se refería, pero aunque ya todos los peligros habían pasado, prefería dejar toda esa historia en el lugar que le correspondía. Se sentía contenta por haber terminado con toda esa historia de los fantasmas, pero la vida le había reservado una sorpresa más, y era la amistad con Gabriela. Ella había tomado la decisión de quedarse un tiempo en el país, y naturalmente hicieron buen trato, con lo que el contacto se había mantenido; según ella y el propio señor Del real, el pequeño Benjamín era una nueva versión de Matías, lo que completaba el cuadro para esa familia. Y era sorprendente ver como Adriano del Real estaba de mucho mejor aspecto gracias a ese regalo del destino. Se sentía contenta.

—Tienes razón, yo también me siento bien ahora; y tengo ganas que termine el año para que podamos salir de vacaciones, y aunque a mí misma me asombra decirlo, quiero tomar ya el último año de secundaria.

Casa de Alberto

Alberto estaba hablando por teléfono mientras escribía en el ordenador portátil.

— ¿Y cómo ha estado señor Del real? Me alegro mucho... yo bien, estudiando bastante; los demás le envían sus saludos... ¿que por qué lo llamé?

Se puso de pie y se acercó a la biblioteca. Ahora había más libros, algunos relacionados con temas paranormales.

—No, todo está bien, solo tuve la inquietud de saber cómo estaba. Me alegro que esté tranquilo, al final todos lo estamos. Eso es verdad, tiene que estar bien para aprovechar a su nieto. Les daré sus saludos a todos. Buenas noches.

Cortó y se quedó mirando la biblioteca. Durante mucho tiempo se había refugiado en los textos, con el miedo constante de que algún día tuviera que recurrir a ellos para recuperar lo que su cerebro había perdido, pero si algo era cierto de todo lo que habían vivido en la secundaria, es que cuando realmente lo necesitas, las cosas están ahí, solo tienes que descubrir cómo llegar a ellas. Eso era parte de crecer, de la madurez que él mismo y los otros estaban experimentando, y por primera vez no se sentía con tanto miedo. Pero por las dudas tomó su agenda y apuntó un par de horas extra de trabajo, al final que si quería ser un exitoso hombre de negocios, no tendría mucho tiempo, y una noche de estudios siempre le abría nuevos horizontes.


Casa de Dani

Tenían botellas de refresco en la mesa de centro, y el joven ya se había ubicado sobre el sofá, dejando a un costado las ruedas. Hernán iba seguido a visitarlo, aunque de pronto se desaparecía. No hablaban muy a menudo de temas complejos, pero Dani veía que tenía menos heridas nuevas, al menos en eso las cosas mejoraban.

—Y tú sigues tan apartado de todos como antes, casi no te vemos la sombra en clase o en los recreos.

Hernán se sentó junto a él ante el televisor y la consola de video. Se tomó un minuto para beber un poco, venía cansado después de correr, pero se sentía casi tan bien como pelear, así que como sustituto estaba bien. Por suerte Dani no hacía preguntas de sobra.

—Cállate, tenemos una partida pendiente, no te voy a dar espacio solo porque eres el dueño de casa.

Sin esperar, comenzó el juego, pero Dani no estaba concentrado todavía. Dejó que los gráficos corrieran con toda la espectacularidad inicial y la secuencia que era parte del tráiler; ahora jugaban después que el rapado llegaba de correr y se daba una ducha, y aunque él no lo decía, daba la impresión de estar haciéndolo como excusa para salir de su casa. Por él todo lo que pudiera ayudar estaba de lujo, pero eso no era todo.

—Ha pasado casi un mes desde que las cosas se solucionaron en la secundaria; ahora todo es normal, estamos por pasar los exámenes finales, y Alberto quiere reunir a todos, pero como estamos en dos cursos distintos y ya no hay espíritus, el director no nos va a dar más permisos, somos otra vez estudiantes comunes y corrientes.
—Eso es lo que somos.
— ¿Vas a ir si hay una reunión?
— ¿Y para qué?

Dani ya estaba acostumbrado a la actitud del rapado, pero no se preocupaba. Incluso no le preocupaba que el otro no lo tomara en cuenta en la secundaria, de hecho eso era parte de su decisión implícita de dejar todo como antes que comenzaran los problemas. Se entendían bastante bien.

—Para comer dulces de la madre de Alberto, no me digas que no te gustan. Será divertido, además que perdimos casi todo contacto con los exámenes.
—Eso es porque no somos todos amigos; estás eligiendo el mismo personaje que yo.
—Lo siento. En eso tienes razón, pero a la larga, todos estuvimos en lo mismo, hay una conexión, llámala como quieras, entre todos, a fin de cuentas fue gracias a todos que logramos encontrar la paz para Matías.
—Está bien, iré, pero solo un rato. Si no te digo eso no vas a comenzar nunca.

Dani sonrió satisfecho.

—Gracias.
—No me lo agradezcas, es solo para que dejes de molestarme con lo mismo.
—No es por eso. Gracias por tu amistad.

El otro puso los ojos en blanco y comenzó el juego. No le gustaban las cursilerías, pero Dani sabía que podía contar con él ante todo, y que era realmente su amigo.





                                                                              Fin


Maldita secundaria Capítulo 19: Nunca más



Miércoles 24
Clínica Santa Próxima, por la tarde

Tan pronto como se enteraron de la noticia de Luciana, todos fueron directamente a la clínica, pero no pudieron pasar de recepción, y nadie les dio ninguna respuesta. Alberto estaba empezando a colapsar.

—Ésto ya lo habíamos vivido antes —reclamó Alberto— ahora díganme que no tengo razón en lo de la influencia de los espíritus en nosotros.
—Aún no sabemos qué le pasa, puede que esté simplemente enferma.
—No es eso, no es eso, y lo peor es que si estoy en lo cierto no podré, no podré...

Dani lo interrumpió a tiempo.

—Basta. Alberto, estás demasiado nervioso, Fernando, por favor llévalo a la cafetería y dale un té.

El aludido se llevó a Alberto medio a la fuerza hacia la cafetería. Mientras tanto, el grupo se quedó un momento en silencio, a la espera. Después de un par de minutos apareció un hombre alto y bien parecido, vestido elegantemente, pero que en su rostro mostraba cansancio y preocupación.

— ¿Ustedes son amigos de mi hija?

Dani se adelantó.

—Si, somos amigos de Luciana. ¿Cómo está ella?
—No se sabe con seguridad, le están haciendo exámenes.
— ¿Podemos verla?

El hombre iba a responder algo, pero se contuvo y respiró profundamente.

—Nadie puede verla, ni siquiera nosotros la hemos visto; no es normal que haya desmayado de esa manera.
— ¿Quiere decir que ella no tiene algún problema de salud o algo así?
—Luciana tiene una excelente salud —respondió el padre algo sorprendido— es una característica de nuestra familia. Lo lamento, pero ahora no van a conseguir nada aquí, es mejor que se vayan a sus casas.

Teresa intervino preocupada.

—Señor, disculpe, pero queremos que Luciana sepa que estamos preocupados por ella. Cuando pueda verla, hable con ella, aunque esté dormida, yo sé que de todos modos puede escuchar y sentir; dígale que estamos aquí, que sus compañeros de la secundaria estamos preocupados, que tenemos fe en ella.

El hombre apretó los puños; claramente estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse entero frente a los demás.

—Lo haré. Muchas gracias por venir.

Se retiró de la sala de espera, dejando al grupo más conmovido que antes; Leticia hizo una mueca.

—La verdad es que estoy pensando que las cosas pueden ponerse bravas; cuando Alberto lo sepa, se va a querer morir.

Cafetería, momentos después.

— ¡Ay, ahora que lo sé, me quiero morir!

El pequeño se llevó dramáticamente las manos a la cabeza mientras estaba sentado ante una de las mesas de la cafetería.

—Cálmate, por lo menos tampoco es tan grave.
— ¿Cómo qué no? Justo ahora que estamos tan cerca, tan cerca, y la necesitamos a ella.

Tenemos que ser todos, o ninguno. Las palabras volvieron a la mente de Dani al instante.

—Por ahora no tiene sentido que nos torturemos, hay que esperar los resultados de los exámenes, y mientras tanto, rogar que no sea nada grave.
—Y ésto no es todo —agregó Fernando— Adriano del Real está inubicable, no sé por qué no contesta el celular.

Teresa estaba con la mente más en Luciana, pero igual estaba pendiente de todo lo que ocurría.

—Dijeron que cuando lo conocimos no se veía muy bien.
—Es un decir —replicó Fernando— nunca ha estado muy bien que digamos, pero...

Se quedó en silencio al pensar en lo que eso podía significar.

—Esperen, ¿no creerán que él también...?
—Eso sí que sería un golpe fuerte —dijo Soledad— y la verdad es que con lo de Luciana tiendo a estar más sensible a ese asunto.

En ese momento apareció en la cafetería Del real, y efectivamente se le veía más demacrado aún, si eso era posible. Al principio no reaccionó, pero luego de un momento se acercó muy sorprendido.

—Muchachos, ¿qué hacen aquí, qué ocurre?
—Buenas tardes señor Del Real —lo saludó Dani— estamos aquí porque una amiga está un poco enferma, y queríamos comunicarnos con usted porque han pasado algunas cosas, no sabíamos que estaba aquí.

Del Real los guió hacia el exterior para que pudieran hablar con más tranquilidad.

—Me sentido un poco mal, pero no se ocupen de eso, explíquenme que pasa en la secundaria.

A Lorena ya le parecía que Adriano del Real podría estar sospechando de lo que pasaba en la secundaria, eso sería una muestra de que las cosas realmente habían cambiado mucho en el último tiempo.

— Señor Del Real, disculpe, pero hay algo de lo que tenemos que hablar; necesitamos que nos acompañe a la bodega en la secundaria, lo más pronto posible.
— ¿Y por qué, que ocurrió?

Lorena miró alarmada al más pequeño, pero el hombre mayor interpretó la mirada y se adelantó.

—No tienen que preocuparse por mí. Díganme que es lo que sucede.
—Aún no lo podemos confirmar, pero tenemos la sospecha de que algo cambió, y es posible que la fuente de energía de donde proviene Matías, haya cambiado de posición.

Nadie dijo nada por unos momentos; Del Real no pareció tan sorprendido como alterado.

— ¿Qué tratan de decir? ¿Qué pasó, donde está mi hijo?
—No tenemos nada claro —se adelantó Dani— pero han cambiado muchas cosas y necesitamos confirmar ese asunto.
—Eso no es todo —intervino Alberto atropelladamente— hay algo más, ahora descubrimos...
—Que lo necesitamos en buenas condiciones —lo interrumpió Dani— y la verdad es que desde la otra vez lo vemos distinto, nos preocupa que esté sometido a mucho estrés o que no se esté cuidando como corresponde.

Alberto logró captar el mensaje y se quedó callado; por fortuna Del Real entró en sintonía con la preocupación de Dani y el resto y no notó el cambio de tema.

—La verdad es que hace unos días me he estado sintiendo mal, he tenido sueños horrendos y me siento muy cansado e irritable; en ésta clínica trabaja un viejo conocido mío, así que vine a chequearme, y me dijeron que efectivamente estoy con bastante estrés, pero —continuó con más fuerza— eso no es importante. Si pueden, iremos ésta misma noche a la secundaria.

Miércoles 24
Estacionamiento de la secundaria
Por la noche

Hernán, Fernando y Leticia fueron los primeros en llegar al lugar.

—Ya se nos está haciendo costumbre hacer ésto —comentó Fernando— lo que me pregunto es como es que nunca nadie nos ha descubierto.
—Tampoco vamos a decir que el nochero hace rondas como loco —comentó Leticia con una risita— además que estos barrios son tan tranquilos que parece difícil que alguien venga a robar.

Hernán volvió a mirar la hora.

— ¿Dónde diablos están los demás?

Justo en ese momento se dejaron ver Soledad junto a Dani, y más atrás Teresa, Carolina, Lorena y Alberto. Casi junto apareció Del Real.

—Qué bueno que ya estamos todos. Ahora entremos.

El grupo volvió a ingresar a la secundaria por los estacionamientos, y en completo silencio caminaron hasta la bodega que seguía siendo el último vestigio tanto de la edificación original como de la existencia física de Matías; sin decir palabra, aunque con manos temblorosas, Adriano abrió la puerta y entró, en primer lugar, al sitio en donde antes los jóvenes habían entrado en contacto con el espíritu sufriente del hijo del hombre mayor, pero esa vez, las cosas fueron diferentes.

—Matías...

Si bien físicamente el interior de la bodega seguía mostrando la destrucción provocada por el fuego años atrás, en esa noche no existió señal de ningún tipo, ni nadie escuchó nada en su mente; realmente parecía que el espíritu se había ido.

—Ésto no puede ser —murmuró Adriano totalmente incrédulo— todo es distinto ahora, no puedo sentir ningún tipo de fuerza, pero a la vez sigo sintiendo la misma angustia, el mismo dolor de siempre.

Se quedó de pie, solo en medio de la bodega destruida, desconcertado, sintiéndose más solo y más dolorido que nunca, con la esencia de su hijo perdida y un grupo de jóvenes que perfectamente podrían ser él, pero que jamás lo serían. Alberto le hizo un gesto a Dani y a Lorena, y éstos asintieron.

—Señor Del Real, nosotros creemos...

Iba a decir algo más, pero no tuvo tiempo. El hombre de aspecto enfermizo se tambaleó sin sentido y se desplomó; solo Fernando y Alberto estaban lo suficientemente cerca, y lo sujetaron para evitar que se estrellara contra el suelo.

— ¡Señor!
— ¡Ayúdenme!

Con ayuda de Hernán sacaron a Del Real de la bodega y lo sentaron en un banquito a un costado.

—No puede ser, él también...
—No creo que sea eso —intervino Soledad— solo parece atontado, tal vez fue demasiada sorpresa para él.
—No debimos traerlo.
—Hay que llamar a una ambulancia.

Leticia hizo un amplio gesto mostrando donde estaban.

—Claro, podemos aprovechar de decirles que pasen al estacionamiento.
—Calma, calma —intervino Dani— llevémoslo afuera, de todos modos tendremos que llamar a una ambulancia.

Mientras lo llevaban en andas hacia el exterior, Del Real reaccionó.

—La bodega...
—Tranquilícese, conseguiremos ayuda.
—No, no.

El hombre logró pararse y detuvo el avance del grupo; se veía despierto, pero no mucho más repuesto.

—Hay que cerrar la bodega.
—Ya lo hicimos —lo tranquilizó Soledad— y tenemos las llaves, no se preocupe por favor.
—No van a llamar a nadie —sentenció enfrentando a los jóvenes— estoy bien, solo quiero que me ayuden a entender que es lo que está pasando, y ésta me oculten vez no nada.

Todos estaban dudando, incluso Alberto que era el más decidido a descubrir la verdad. Lorena se mostró más comprensiva.

—No se trata de ocultarle cosas, pero... es que usted no luce bien de salud.
—No queremos que le pase algo.

El hombre inspiró profundamente; no quería sonar agresivo, pero de todas formas su voz sonó más dura de lo que esperaba.

—Sobreviví a la muerte de mi hijo, puedo con ésto.

Nadie replicó a esas palabras, pero el hombre mayor pudo ver como había hecho efecto en todos ellos.

—Lo lamento.
—Señor...

Percibió las miradas entre varios de ellos, pero estaba decidido, no iba a dejar que las cosas pasaran así nada más, tenía que saber.

—Hablen por favor. No teman por mí.
—Tenemos una teoría —comenzó Lorena— creemos que cuando las cosas se nos fueron de las manos, Matías pidió más ayuda y por eso se vieron involucrados Alberto, Luciana y Teresa, pero al mismo tiempo las energías cambiaron de ubicación.
— ¿Y qué piensan al respecto?
—Creemos —explicó Alberto— que la fuente de energía de Matías cambió de ubicación porque nosotros estamos más cerca de descubrir cuál es el motivo por el que permanece atrapado aquí.

La mirada del hombre pareció iluminarse por unos momentos, pero se contuvo.

—Explícate.
—Llegamos a la conclusión de que hay alguien, una persona a quien Matías amaba, además de usted, por quien estaba preocupado o angustiado al momento de morir, y creemos que tenemos que encontrar a esa persona para que él pueda estar tranquilo. Claro que las cosas se nos complican un poco porque ya sabe, los adolescentes no acostumbramos a decirle ciertas cosas a nuestros padres.

Del Real no pareció ofenderse por la explicación.

—Lo que dices tiene bastante sentido, excepto que sería muy extraño que, quien fuera esa persona, no diera ninguna señal cuando ocurrió todo, la noticia salió hasta en los diarios.
—Es cierto, eso es extraño —consintió Dani— pero es algo que de todos modos tenemos que resolver, o de lo contrario nunca lo sabremos con seguridad. Matías está aquí, está un poco más libre, estamos seguros de que eso tiene que tener un significado importante.

En ese momento el hombre tomó una decisión.

—Ahora es tarde; vayan a sus casas, mañana nos reuniremos para hacer algo distinto, tomaré cosas de mi hijo, recuerdos y ese tipo de cosas. Las he visto mil veces, pero ustedes son jóvenes, quizás vean algo que yo no puedo ver.

Jueves 25
Segundo recreo

—Las cosas sí que han cambiado —comentó Teresa— desde ayer no ha pasado nada, ni enajenados ni manifestaciones de ningún tipo.
—Es cierto —dijo Soledad— y no hay noticias de Luciana, me comuniqué con la clínica y después de mucho insistir me dijeron que sigue en observación.
—Seguramente Matías tenía una novia oculta —sugirió Alberto— o un novio...
—Deja de complicar las cosas —lo reprendió Teresa— ésto no nos lleva a ninguna parte, además si es verdad que tenemos que estar todos en ésto, lo de Luciana no solo es preocupante sino que nos expone más aún.
—Lo bueno es que como decías, no hay que preocuparse tanto por lo de los enajenados, cualquiera diría que estamos en una secundaria común y corriente.

Dani también estaba preocupado.

—Me pregunto dónde estará Matías.

Lorena casi dio un salto cuando gritó asombrada.

— ¡Ya lo sé!
—Baja la voz.
—Es cierto, lo lamento. Chicos, creo que sé dónde está Matías.
— ¿Donde?
—En el cuerpo de Luciana.

Todos se quedaron varios segundos sin articular palabra, hasta que al final Hernán soltó un bufido.

— ¿Que no se supone que los que se meten en el cuerpo de la gente son los secuestradores?
—Espera, antes que eso —intervino Alberto fríamente— ¿por qué crees eso, volviste a soñar o a ver algo?
—No — respondió la aludida — pero que Matías no se haya metido en el cuerpo de alguien no significa que eso no pueda pasar; recuerden que nosotros mismos concluimos que las cosas habían cambiado y las fuerzas se habían movido, perfectamente Matías puede haber encontrado un punto de fuga y terminar en Luciana.
—Técnicamente eso puede pasar, según lo que he leído un espíritu puede hacer conexión de muchas maneras y la prueba de que eso pasa somos nosotros. Un momento. Acabo de recordar algo; Dani, Carolina, Lorena, ustedes estuvieron investigándonos sobre traumas y esas cosas. ¿Cuál es el trauma de Luciana?

Carolina se encogió de hombros.

—No lo sabemos. Cuando estábamos investigando no la pudimos encontrar y después las cosas pasaron muy rápido.

Leticia hizo una mueca.

—No puedo creer que ahora sea la princesita quien tenga la clave de todo, siempre pensé que sería una de ustedes dos.

Lorena sonrió sencillamente ante el comentario saltándose la pregunta; prefería no preguntar si eso era un elogio o no.

—Por el momento todo son especulaciones, creo que lo primero es descubrir lo que nos traiga el padre de Matías, y después tratar de resolver el misterio.

Jueves 25
Plaza Las flores. Por la tarde

Adriano Del Real se reunió con el grupo después de clase; llevaba consigo un maletín, y se veía notablemente alterado.

—Disculpen si estoy algo extraño, pero es difícil revivir de golpe ciertas cosas.
—No se preocupe, lo entendemos.

El hombre hizo un esfuerzo por mostrarse más sereno, y se sentó con el maletín sobre las piernas; de él sacó un cuaderno.

—Matías escribía cosas en sus cuadernos de clase, y éste es de historia del arte, una de las asignaturas que más le gustaban. Durante mucho tiempo revisé los datos, pedí que otras personas vieran si había algún mensaje oculto, pero nada funcionó.

Alberto iba a abalanzarse sobre el cuaderno, pero Lorena le lanzó una mirada de advertencia.

—Con su permiso.

Tomó el cuaderno y comenzó a hojearlo ante las miradas de los demás; durante unos segundos permaneció en silencio, pero al cabo de unos momentos dejó de revisar y levantó la vista.

—Aquí hay algo mal.
— ¿Por qué lo dices?
—Mira, en ésta parte está tomando apuntes sobre Temis, pero la información no concuerda, porque en lo de la descendencia habla de que tuvo  varias hijas ¿te acuerdas?
—Creo que si —respondió Dani— eran Horas, Eunomia, Irene y... ¿cómo se llamaba?
—Dice —replicó Alberto— Dice es la cuarta hermana.

Teresa cruzó miradas de interrogación con los demás.

—Ni me mires —se defendió Fernando— yo me perdí en el nombre de los apuntes.
—Eso es lo que está mal, aquí mencionan a una tal Riela, pero en ninguna parte de la mitología sale mencionada, aparte según todos los textos habían cuatro hijas, no cinco.
— ¿Estás tratando de decir que...?
—Si — replicó Alberto decidido — creo que Riela es un nombre clave, no una mitología.

Adriano Del Real mientras tanto trataba de hacer memoria.

—Yo en alguna ocasión tuve la sospecha de que mi hijo tenía una novia, o que estaba interesado en alguien, pero nunca me dijo algo concreto.

Leticia frunció el ceño.

— ¿No les parece que es obvio lo que hay que hacer? Tenemos que buscar en los registros de estudiantes de su secundaria, díganos cual es.
—Es la Martín de Salustre.
—Tenemos que llamar al director —dijo Dani— seguramente él podrá conseguir esa información. Hay que rogar que esa niña sea de la secundaria, porque si es de otra parte, las cosas quedarán igual que ahora.



Próximo capítulo: Noche de estudios