Maldita secundaria Capítulo 12: Sin temor



Jueves 18 Octubre
Plaza las flores

Los siete se reunieron en la plaza temprano antes de clases, en medio de un total ambiente de nerviosismo.

— ¿Crees que ésto sea buena idea?

Dani había dormido muy poco pensando en las consecuencias de todo lo que había pasado el día anterior, y aunque tendía a ser optimista, en esa ocasión no estaba seguro de sus propias decisiones.

—No, no creo que sea buena idea. Pero no tenemos alternativa, ya hablamos de eso.

Carolina se sentía mentalmente agotada.

—La señal que dejamos en la red debería funcionar; si aparecen aquí significa que tenemos razón.
—Lo que no me alegra especialmente —comentó Leticia— ahora mismo siento que caminamos hacia el abismo.

Fernando trató de sonar divertido, pero no lo consiguió.

—Que yo sepa estábamos cayendo en un abismo desde hace rato. Propongo que los dejemos  hablar en primer lugar.
—Ahí vienen.

Todos voltearon ante la advertencia de Hernán; por una de las calles laterales caminaban tres jóvenes del otro tercer año de la secundaria, una chica alta y de contextura fuerte, de cabello corto oscuro, otra, más baja de estatura, de figura voluptuosa, rasgos muy agraciados y cabello largo rubio, que a todas luces no encajaba en el uniforme de colegiala, y un chico, de rasgos bastante infantiles, pequeño y menudo de estatura, que perfectamente pasaba por uno de primer año, aunque su mirada y expresión era inteligente y vivaz. Soledad apretó los puños.

—Buenos días a todos. Es un enorme placer conocerlos a todos.

Quedaron enfrentados por un momento, Dani al frente de los suyos, el menudo joven al frente, a pocos metros de distancia y con cientos de preguntas reuniéndolos y a la vez separándolos.

—Hola.
—Si, hola, es un gusto conocerlos. Dani, Lorena, Hernán, Soledad, Carolina, Leticia, Fernando.

Se hizo un silencio; ninguno esperaba que la información fuera tanta.

—Nos presentamos, mi colega rubia es Luciana, mi otra colega es Teresa, y yo soy Alberto. Vi el mensaje que dejaron en Sured, así que aunque lo lamento porque tenía preparada una entrada espectacular, me parece genial que nos conozcamos. Ya era hora.

Soledad miró de uno en uno a los otros; Luciana estaba luchando contra sus propios nervios, de la misma manera que ella tiempo atrás. Que lejos parecían esos momentos.

—Esta situación es extraña, pero no los voy a privar de los detalles —dijo Alberto adueñándose de la escena— porque todo comenzó el Miércoles de la semana pasada, o al menos eso creíamos. Hasta que repentinamente fui atacado a última hora por cuatro chicos del cuarto año, nada excepcional dirán ustedes, excepto que en primera me cayeron a golpes sin ningún motivo, segunda, que parecían almas que se las lleva el diablo, y tercera, que cuando fui a hablar con los inspectores, nadie me prestó atención y todo el mundo parecía muy molesto por alguna causa. Reconozco que soy un poco paranoico, así que como ocurrió eso tan raro, decidí hacer algunas investigaciones porque pensé que había algún deporte nuevo como golpear gente o algo así. Y cuál es mi sorpresa al descubrir que Luciana quedó misteriosamente encerrada en el laboratorio de química, sin que la puerta estuviera cerrada ni nada por el estilo, y aparte mientras en la sala había un experimento que podía ser muy peligroso; a ella tampoco nadie la escuchó.

Leticia miró a Teresa; era una joven de contextura grande y fuerte, pero su actitud era totalmente opuesta a eso; era frágil y estaba asustada.

—Yo no presté atención al principio —dijo Luciana— y de hecho, tampoco tomé en cuenta a Alberto, aunque si me pareció muy raro como al día siguiente todos en la secundaria, incluso nuestros compañeros y los profesores, se comportaban de un modo muy extraño.

Fernando se sentía incómodo en esa situación, estaban prácticamente entregándose después de tanto proteger el secreto, y aún no sabían si estaban haciendo lo correcto o no.

—Pero yo seguí insistiendo —continuó Alberto— porque resulta ser que no lograba hacer encajar las piezas y me encantan los rompecabezas. Así que investigué, y caí en la cuenta de que desde hacía un tiempo se repetían hechos como ese, accidentes, agresiones y sucesos inexplicables.

Lorena estaba cada vez más convencida de que estaban haciendo lo correcto; todo lo que estaba pasando los llevaba allí.

—Este tipo de cosas siempre tienen un patrón común —explicó Alberto— y entre preguntas y averiguaciones, supe que si había algo en común: ustedes siete.

Hernán miró a Dani y a Lorena, que eran los únicos del grupo que se veían resueltos; él mismo tenía dudas, no quería arriesgarse a perder todo el esfuerzo por el que habían pasado.

—Un accidente ahí, un ataque allá, nada tenía sentido real por sí solo, pero el punto en común es que estaban involucrados todos ustedes, o algunos. Nunca nadie más. Y además, por favor, deben ser los estudiantes con la mayor cantidad de permisos autorizados y visitas a la enfermería de toda la secundaria, y aunque aún eso sería poco importante, solo bastaba unir datos para ver que las visitas a la Señorita Bastías y los permisos siempre estaban después de algún hecho fuera de lo común.

Teresa le tocó un hombro al pequeño.

—No le des más largas.

Alberto se removió un poco incómodo, claramente estaba siendo difícil para él, por mucho que estuviera dramatizando con tanto detalle; para él era necesario poner las cosas en contexto.

—Alguna pelea sin sentido —continuó con fuerza— y estaban ustedes. Un accidente raro e inexplicable, y estaban ustedes, y solamente ustedes, siempre. Llegué a creer que estaban detrás de alguna maquinación o broma macabra, hasta que Teresa me dijo algo que lo cambió todo.

La aludida intervino hablando en voz baja, aunque eso no disimulaba su nerviosismo.

—Ésto pasó el Viernes —explicó lentamente— tuve un sueño muy extraño, y tengo que explicarles que nosotros tres no teníamos ningún tipo de relación antes de eso; en el sueño estaba yo junto con Luciana y Alberto, en una extraña versión de los jardines de la secundaria, pero no solo estábamos nosotros, también había otra persona, un muchacho.

Carolina contuvo la respiración. Antes de escuchar el resto, ya sabía de qué se trataba.

— ¿Un muchacho?
—Sí. No podía ver su cara, pero si podía escuchar su voz, aunque esa voz no se parecía a nada que haya escuchado antes.

Soledad se sintió por un momento transportada a una escena pasada, pero a una real, no a una que fuese parte de un sueño.

—Solo dijo una cosa, pero fue muy claro: dijo "Ayúdenme"

Leticia nunca se mareaba, pero al oír eso se sintió auténticamente mal.

—Lo más inquietante de todo no fue eso, sino lo que vi después; después de esa extraña escena, vi a alguien más.

Dani supo en ese momento que habían tomado la decisión correcta.

— ¿A quién viste?
—A ustedes siete.

Lorena tragó saliva; esa era una visión mucho más clara que cualquiera de las intuiciones que ella misma había tenido hasta ese momento, pero al menos no dejaba lugar a dudas de que la compleja decisión que tomaran antes era la correcta. Alberto tomó la palabra.

—Teresa nos reunió a los tres y nos contó el sueño, y yo aproveché para contar lo que había estado descubriendo sobre ustedes, y por loco que parezca, todo parece tener mucho más sentido cuando juntas unas cosas con otras.
—Alberto...
—Van a escucharme ahora —sentenció Alberto con decisión— la única razón por la que no hice un escándalo de todo ésto es porque Teresa insistió en que teníamos que darles el beneficio de la duda, pero es la única vez que lo haré. Quiero, es decir,  queremos saber ahora mismo que es lo que está pasando, queremos saber qué es lo que han estado haciendo en ésta secundaria.

Antes que nadie pudiera hablar, Hernán soltó un bufido.

—Estás equivocado muchachito. Tú no quieres saber.
—Cállate Hernán.
— ¿Acaso querías saber tú Fernando? —lo enfrentó con mala expresión— no te hagas el héroe ahora.
—Y tú no lo compliques más.

Dani elevó su voz por sobre las de los demás.

—Basta. Por favor basta, lo dos. Teresa, Luciana, Alberto, ésto es... estamos metidos en algo, eso es verdad, pero las cosas son mucho más complicadas de lo que ustedes se imaginan.

Alberto sonrió con las cejas alzadas.

—No sé muy bien que es lo que nos estamos imaginando, de por medio hay agresiones, sucesos paranormales  y algo así como sueños proféticos. Hablen de una vez.

Dani respiró profundo.

—Tienes razón al decir que está pasando algo en la secundaria, pero no es algo que nosotros estemos haciendo. Es algo que está pasándonos. A todos nosotros.

Luciana miró a todos de uno en uno; estaba claro que no tenían absolutamente nada en común, al igual que ella con Teresa y Alberto. ¿Porque habían estado pasando esas cosas tan extrañas que los relacionaban a todos? Por un momento pensó que quizás no quería saber la respuesta.

— ¿Y qué es lo que está pasando?
—De alguna manera el sueño que tuvo Teresa lo explica todo —dijo Dani lentamente— tanto para ustedes como para nosotros; el chico que viste en tu sueño se llama Matías, y es el espíritu de un muchacho que murió trágicamente hace seis años.

Luciana no pudo contener una exclamación.

— ¿Qué estás diciendo?
—Es verdad —respondió Lorena— hace seis años un grupo de hombres secuestró a Matías, pero algo salió muy mal, y todos murieron dentro de lo que ahora es la secundaria.
— ¡No puede ser! — exclamó Teresa horrorizada — lo que estás diciendo es horrible.

Dani asintió.

—Lo sabemos. Pero aunque es horrible y muy difícil de entender, lo que estamos diciendo es cierto. La razón por la que han pasado todas las cosas de las que nos hablan y muchas más, es que los espíritus de los secuestradores de Matías y el del propio Matías están atrapados en la secundaria, porque hay algo que los ata aquí, y hasta el día de hoy nadie sabe que es. Y la razón por la que nosotros estamos involucrados es que Matías nos necesita para ayudarlo a liberarse y descansar en paz.

Alberto se rió a voz fuerte, aunque su risa denotaba un dejo de locura.

— ¿Me estás diciendo que a alguien se le ocurrió construir una secundaria en un sitio que está infestado de espíritus?
—Infestado es un término un poco fuerte.
— ¿Fuerte? —exclamó Luciana— ¿fuerte? No tienes idea de las cosas fuertes que se me están pasando por la cabeza en estos momentos.
—Cálmate —la interrumpió Alberto— todavía hay muchas cosas que hablar.
— ¡No me digas que me calme! —gritó fuera de si— ésto es un insulto, es una completa locura. Cuando nosotros tres hablamos de éste asunto supusimos varias cosas pero no ésto. Dime una cosa —apuntó a Dani— dime cómo es que tenemos que creer esa monstruosidad así como así, nosotros también podríamos pensar que ustedes están detrás de todo ésto.

Leticia avanzó un paso, pero Fernando la contuvo.

—Mira princesita, no hables de las cosas que no sabes.
—Sin embargo tiene sentido —intervino Alberto fríamente— y reconozco que soy culpable de no haber previsto que ustedes siete estuvieran detrás de alguna cosa así, lo más lejos que llegué es hasta las sectas que hacen brujería.
—Es bastante más complicado que la brujería —explicó Dani— y como te dije, el sueño lo explica todo. No tienes que creernos, pero si de verdad quieren saber qué es lo que está sucediendo, podemos demostrarlo, porque hay pruebas.

Teresa sintió un nudo en la garganta.

— ¿Qué clase de pruebas?
—Hay un lugar en la secundaria en donde nos comunicamos con el espíritu de Matías —respondió Lorena— a través de ese sitio nos comunicamos con él, y así Matías nos pidió nuestra ayuda.
— ¿Por qué? —exclamó Teresa— dime por qué ustedes están metidos en esto, por qué nosotros.

Dani se tomó un instante para responder; ahora se veía a si mismo en ellos, ahora entendía qué tan fuerte era pasar por toda esa situación, y lo peor es que después de todo lo ocurrido no solo seguían sin llegar a una solución, sino que además los problemas parecían aumentar.

—No sabemos la respuesta. Pero si hay algo que creemos, y es que ustedes están involucrados, porque Matías los necesita a ustedes igual que a nosotros.

Sucedió un breve silencio, en el que todos quedaron enfrentándose, debatiéndose entre lo que tenían que hacer y lo que debían, entre lo que el impulso dictaba y aquello que parecía imposible.

—Ésto es una locura absoluta —dijo Luciana temblando— están hablando de muertos como si se tratara de cualquier cosa, no debimos venir aquí ni seguir tus ideas Alberto.
— ¿Y qué propones? —exclamó Fernando— si tanto piensan que somos responsables de lo que les pasó o de sus sueños, entonces vayan a hablar con el director, hablen con quien quieran.
— ¡Fernando!
—Es la verdad Leticia, ya no estamos para éstas cosas, no después de todo lo que hemos pasado. Pero tienen que saber que todo lo que ha pasado no es nada en comparación con lo que habría ocurrido si nosotros no hubiéramos estado ahí para controlar la situación, y todo ésto es tan difícil para nosotros como para ustedes.
—Fernando, para —lo detuvo Dani— ellos no son nuestros enemigos.
—Lo sé.
—Muchachos, la única forma sensata de solucionar todas las dudas es que hagan lo mismo que hicimos nosotros cuando nos enteramos de lo que pasaba a nuestro alrededor; ir al sitio donde nos comunicamos con Matías.

Pero Alberto no replicó a eso, sino que a otro tema que lo mantenía inquieto desde el principio.

—Ustedes descubrieron que nosotros los estábamos vigilando, o que estábamos investigando sobre lo que hacían, y también dijeron que han estado... evitando —procuró remarcar las sílabas— que pasen cosas peores.
—Si —replicó Dani sabiendo que venía algo más— es muy peligroso que la gente se entere de ésto, pero ahora que ustedes están involucrados, ya sabemos que son necesarios.
—Y por eso nos lo dijeron.
—No teníamos alternativa, ya han pasado demasiadas cosas como para arriesgarnos a que el asunto se haga público y todo se vuelva a salir de control.

Alberto siguió en voz mucho más baja, aunque sus palabras fueron perfectamente audibles.

—Entonces es una trampa.

Eso fue suficiente para Hernán, que se acercó amenazante al otro; por un milímetro Dani alcanzó a interponerse entre ambos.

—Hernán.
—No te atrevas a decir algo como eso, ¿qué te crees que estamos de fiesta?
—No nos hables de ese modo —lo increpó Luciana— más bien fíjate en la locura de la que están hablando, no puedes esperar que celebremos ésta sarta de aberraciones.
—Basta, cállense todos —exclamó Alberto por sobre las voces de los demás— no quise acusarlos de nada, al menos no todavía. Pero creo que tienes razón, la única forma de resolver todas éstas dudas es hacer lo que tú dices; hay que hablar con ese espíritu que nos metió en todo ésto.

Teresa volvió a ver pasar frente a sus ojos las cosas que había soñado hacía poco, y aunque le resultaba difícil convencerse de lo que estaban planteándole, el recuerdo del sueño la hacía creer en esa posibilidad mucho más de lo que quisiera.

—Alberto tiene razón. Si llegamos hasta aquí, no podemos abandonar, tiene que haber alguna razón para que estemos aquí, para que hayamos acordado venir, y yo sé que ustedes sienten igual que yo que toda ésta locura no es tan imposible.

Luciana mantuvo el suspenso un momento más, pero finalmente se rindió.

—Tendremos que hacerlo. Es la única forma.



Próximo capítulo: Sin casualidades

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