La traición de Adán Capítulo 12: El comienzo del paraíso





Eva llegó al restaurant a las once en punto y se encontró con Adán ya esperándola.

– Es un placer, de nuevo.
– Igual para mi – sonrió ella.

Se quedaron mirando unos segundos; Adán estaba cada vez más fascinado con esa mujer, mientras que ella sentía una atracción muy  fuerte y repentina. ¿Quién era ese hombre que la miraba de ese modo y le resultaba tan atractivo desde el primer contacto? Estaba claro que era guapo y de estupenda figura, pero en él había algo más, tenía una fuerza interna que había llegado desde que lo divisó en la gala, mucho más  ahora que lo tenía en frente, pero no se quedaba ahí, porque a la vez sentía la misma atracción fluyendo desde él y con la misma fuerza, lo que hacía que no se sintiera intimidada ni avergonzada. Era gratificante y a la vez muy extraño. Se sentaron a una mesa al fondo junto a unos mosaicos de cristal.

–La idea de formar una sociedad neutral es interesante –comentó ella mientras les servían espumosos cafés –aunque supongo que sabes que está al borde de la legalidad.
–Nada de lo que hacemos está exento de peligro, pero en particular prefiero tomar la decisión en vez de quedarme mirando la vida pasar.
–Y este proyecto es importante para ti.

Estaba apuntando directo a sus objetivos básicos tras todo eso, era intuitiva y seguramente tenía grandes ambiciones.

–Lo es porque de él depende mi presente, quiero dejar firme este escalón, supongo que también es tu caso en esa constructora.

Era como estar hablando con alguien que la conociera desde siempre, pensó Eva, era estimulante saber que por una vez en la vida no tenía ante sí un baboso.

–Es verdad. ¿Y cuáles son tus objetivos?
–De momento tener un proyecto propio, manejo la administración, también varios conceptos del arte y de logística, así que algo se me puede ocurrir.
–Eso es cierto, yo estoy de paso por la constructora, me sirve mientras me establezco en un  proyecto que esté de acuerdo con mis estudios de Ciencias de negocios.

Adán sonrió; era tan estimulante estar hablando con ella, mucho más de lo que había proyectado desde antes, le resultaba familiar, hablaban en los mismos términos y por si todo eso fuera poco, era evidente que a ella le estaba pasando algo también con él al mismo tiempo que percibía su interés y no se mostraba molesta por eso. ¿Cómo podía pedir algo más en ese momento? No solo se sentía en confianza total con ella, sino que también percibía en su mirada y sus gestos una complicidad que cualquiera solo esperaría tener luego de mucho tiempo de conocerse.
Bebió un trago de café.

–Si estás pensando en hacer proyectos propios, entonces podrías hacerte inversionista de una de las obras de Carmen Basaure, te reportaría beneficios.
–Eso significa que la inauguración sigue en pie.
–Por supuesto Eva, sufrimos un retraso pero nada más que eso, y claramente podemos mover las cosas en nuestro favor para generar aún más beneficios. Como te lo dije antes, la sociedad neutral solo nos trae beneficios.

Eva también bebió algo de café.

–Lo sé, y por eso es que quiero conocer a fondo el proyecto lo más pronto posible, necesito manejar toda la información con urgencia.
–Haré todo lo que necesites – replicó el sonriendo – te aseguro que tendremos excelentes resultados, incluso si quieres puedes acompañarme ahora mismo a la galería.

Pero ella negó con la cabeza mientras bebía más café.

–Sería fabuloso pero no puedo; tengo que estar en quince minutos en terreno para tener una idea clara del proyecto, es la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario.
–Es una pena, en la tarde tengo un almuerzo y después estoy obligado con asuntos de la galería. ¿Te parece a las ocho?
–Ocho quince – corrigió ella revisando la agenda en su teléfono – así me da tiempo de pasar por el hotel después de la reunión en la constructora.
–Estupendo – replicó el sonriendo – entonces quedamos en esa hora, te paso a buscar al hotel o llegas directo a la galería.

Eva aun no tenía todo el conocimiento de la ciudad después de varios años en el exterior, pero detestaba quedar como la que consigue chofer sin motivo. Bien podía dejar que la llevara en otra ocasión.

–Prefiero llegar directo a la galería.
–Genial, entonces nos vemos a las ocho y quince.

Terminaron el café, y al ponerse de pie estrecharon las manos, pero aunque fue en un principio un gesto protocolar de ambos, sucedió  algo inesperado: al tener contacto físico, una corriente eléctrica pasó de uno a otro, despertando los sentidos de los dos con un estímulo sexual automático. Se quedaron inmóviles, mirándose con intensidad inusitada, transmitiendo por la vista el deseo que estaban experimentando desde ese instante, sin tener nada más que ver que una al otro, sintiendo como las pulsaciones aumentaban de golpe y la respiración se agitaba por el brusco cambio de estado; Adán la habría tomado en ese instante entre sus brazos, quería mantener eternamente el contacto con esa piel, conocer sus formas, palpar la temperatura de su deseo con sus labios, quería hacerle el amor de inmediato y no separarse de ella hasta más allá de los limites, y sentir como fluye de la persona perfecta la más perfecta sensación. Eva no conseguía quitar la mirada de esos profundos ojos que brillaban con deseo desenfrenado, y se sintió abrumada por su propia excitación, por lo imposible del momento en que  sucedía, por lo incorrecto de sentir deseos de quitarle la ropa y tomarlo para sí, porque quería hacerlo suyo, quería excitarlo de todas las formas posibles y sacarlo de los limites conocidos para hacerlo experimentar nuevos placeres hasta enloquecerlo, el mundo no importaría después porque él solo tendría sentidos para ella.
Separaron las manos con dificultad, sin hablar, sabiendo perfectamente lo que estaban pensando, pero recuperando algo de la cordura al romper la conexión directa y entendiendo que no era el lugar ni el momento, que dejarse llevar por ese deseo sería inútil, porque para eso podrían crear un momento perfecto. Aun sin hablar, Eva salió lentamente del café y subió a un taxi, donde dio una vaga indicación, lo importante era salir de allí de inmediato, antes que perdiera por completo la compostura.

– ¿Se siente bien señorita?
–Estoy bien, gracias.

No estaba bien, estaba descolocada por lo que había pasado, a la vez confundida y maravillada, con la temperatura por las nubes y el corazón aun azotándole el pecho; habían quedado de acuerdo en reunirse a la noche en la galería, lo que significaba que estarían solos, y no sabía que iba a ocurrir entonces, no sabía si tendría otra vez las mismas sensaciones o siquiera si podría controlarse; pero no faltaría.
En el café, Adán entro al baño y se mojó la cara, pero el líquido no parecía estar frio o hacer efecto sobre la temperatura de su cuerpo; estaba excitado, mucho más de lo que habría creído, acababa  de pasar por una experiencia nueva y por lo demás muy interesante: había tenido una conexión visual completa con Eva San Román, y en esos momentos en que se tocaron sin poder dejar de mirarse, sintió como el nexo se hacía más y más fuerte, como no eran necesarias las palabras porque ambos sabían exactamente lo que estaban sintiendo y como el deseo los dominaba por completo. Tenía que hacerle el amor, tenía que crear el momento perfecto para que estuvieran a solas, pero también tenía el tiempo en contra porque esa misma noche volverían a verse y no sabía si en una nueva reunión y esa vez solos, podría controlar lo que sentía.
Finalmente llegó la tarde, y a las ocho y quince en punto Eva llego a la galería, donde la esperaba Adán con una sonrisa en los labios.

–Acompáñame.
–Está bien.

Siguieron en silencio, aun sin tocarse, caminando lentamente pero no hacia la galería, sino que a un conjunto de casas a cierta distancia, y que eran utilizadas tanto como set televisivos como para hacer publicidad; el sector estaba cerrado pero no vigilado, de modo que pudieron entrar con toda tranquilidad y caminar por las callecitas de la pequeña ciudad. Así llegaron a una casa, a la que entraron todavía en silencio, todavía sin tocarse.

–Pasa.

Eva pudo ver ante la blanca luz las paredes cubiertas de telas de colores cálidos, los que se mezclaban entre sí, dando al recinto un aspecto interminable, con paredes invisibles y lienzos como un océano de fuego en movimiento constante, con aroma a delicadas fragancias, con una brisa cálida aunque no sofocante que mecía su cuerpo casi al ritmo de una música inexistente. Él estaba decidido, había creado un escenario irreal solo para ella, y ahora la miraba con la misma intensidad que en la mañana, esperando solo la respuesta o la primera reacción. El hombre la miró con infinito deseo, pero aun sin tocarla, extendiendo el momento más allá de la lógica, solo respirando con dificultad mientras su propia temperatura subía sin detenerse.
Eva lo miró sin ocultar el deseo que sentía, no tenía temor a lo desconocido ni se sentía atrapada, desde el momento en que tuvieron el primer contacto supo que eso ocurriría, y también lo quería, pero en ese instante no sabía cómo  comenzar. Iluminado por las luces tenues del artificial atardecer, el hombre se despojó de las ropas en silencio, lentamente y sin ceremonia, hasta quedar completamente desnudo frente a ella, demostrando así su entrega y su pasión, jamás importaría el después, en ese sitio que solo era para los dos solo importaba el presente.

–Ven...

Avanzó un paso, dos, y estuvo entonces a milímetros de tocarla, y ella pudo contemplar su piel bronceada con el calor emanando al compás de los latidos del corazón, atreviéndose entonces a acercarse a un terreno que no por inexplorado le era desconocido; entendía sus movimientos como si antes los hubiera visto mil veces, entendía la respiración porque ella misma llevaba el compás inconscientemente, y sabía la reacción de ambos desde antes de hacerlo. Lo tocó, rozó con las yemas de los dedos el pecho y los hombros, y se estremeció al percibir la temperatura y el deseo en su piel como una señal que segundo y segundo la llamaba.
Adán no pudo esperar más, y en un gesto de total entrega que jamás creyó realizar por voluntad, ahí desnudo en esa habitación se arrodilló a los pies de Eva, abrazándola fervientemente mientras el contacto estremecía a ambos; ella podía sentir la agitada respiración de él en torno a su cadera, así como escuchó su voz no solo por oído sino que también dentro de su mente.

–Tengo que ser tuyo Eva... tienes que hacerme tuyo, o no podré vivir otro día sin ti.

No era una declaración de amor por ella, de hecho no lo dijo con romanticismo, más bien fue la expresión de su necesidad, porque en ese momento Eva lo era todo, y sabía desde su interior que segundo a segundo estaba fundiéndose con su existencia, así que sin esa parte con él no sabía que iba a sucederle: Eva en tanto estaba cayendo en la desesperación, no podía sentir nada más que a él, y aun siendo una actitud insensata e ilógica, no tenía fuerzas ni motivos para seguir negándose, había en el contacto con Adán algo básico, un instinto primitivo que la llevaba hacia él sin retorno.
Finalmente se dejaron llevar por el insólito deseo que estaban experimentando, y siguieron así entre caricias a un sexo salvaje e incontrolable, donde todo era nuevo para los dos, y cada sensación era como una descarga eléctrica que no cesaba, y hacía que con cada caricia desearan más, que con cada gemido el deseo subiera y con cada nueva experiencia quisieran llegar al siguiente nivel; Adán jamás había sentido tal  deseo por ninguna de las mujeres que había tenido, pero  ellas no existían, Eva era la primera que lo hacía salir de control, con ella solo quería entregarse y  darle placer, ser suyo sin querer un final, y al mismo tiempo deseando el fin para comenzar una vez más; casi no habían palabras entre ellos, en medio del silencio del lugar se entendían a la perfección, y Eva descargaba a la vez en él sus deseos y sus ansias, no quería dejar un centímetro de piel siquiera sin tocar, y los minutos se sucedían irrealmente, sin pausas, que deseo tan intenso estaba viviendo, la fantasía más perfecta hecha realidad, el hombre al que nunca había buscado, ahí solo para ella, entregado por completo para su deleite, el hombre que podía conseguir lo que quisiera de ella y que como único deseo quería satisfacerla, y ella misma ansiaba que la noche no terminara jamás, que siguieran conectados en ese banquete para los sentidos que no tenía limite, con él estaba disfrutando experiencias desconocidas, y sintiendo niveles de placer que no creyó poder sentir alguna vez, un placer que era tanto físico como mental, que la llevaba a la entrega sin pensar en después.
Pasaba la medianoche y los dos estaban tendidos en el suelo sobre la suave superficie, agotados luego del clímax, aun conmovidos, sin poder dejar de mirarse, entrelazados y con la mirada fija, sabiendo que se habían dicho cosas únicas sin palabras, y viviendo ahora un tipo de comunicación corporal, donde cada uno sabía que la entrega y el placer habían sido totales. Ahora se hacía extraño hablar.

–Ven a mi departamento.
–Debería estar en el hotel, mañana hay mucho trabajo.
–No quiero que te alejes – dijo él con aprensión – no quiero dejar de verte.

Ella sentía lo mismo. ¿Qué clase de droga había en su piel o en su aroma?

–No voy a alejarme y tú tampoco –dijo en un susurro– ya no nos alejaremos, no es posible.

Le dio un beso y callaron por unos momentos. Si, tenía razón, ahora no existía la distancia física entre ellos porque estaban conectados, Eva en Adán y Adán en Eva, y ahora sabía que eso permanecería, tendrían la conexión física y mental aun estando en sitios diferentes, era la cadena perfecta de la que jamás querría liberarse.

– ¿Tienes sueño?
–No, tengo ganas de comenzar de nuevo.
–No te detengas.

No fue necesario decir más; las caricias reactivaron los deseos de ambos, y lo siguiente fue más y más placer.
A la mañana siguiente Adán llegó a su departamento aun sin poder creer lo que había pasado la noche anterior; aun le parecía sentir las manos de Eva acariciándolo, sus labios quemando su piel momento a momento en una secuencia siempre nueva y fantástica de la que tuvieron que reprimirse cuando despunto el alba. Había vuelto a su centro, tenía claro como de costumbre sus objetivos, pero en su vida había algo nuevo, la existencia de Eva, la mujer que nunca se iría; para cualquier persona una noche de pasión sería seguida por la incertidumbre, pero en este caso sabía que ya estaba hecho el nexo, tenía tanta necesidad de volver a verla como ella a él, y eso era seguro y permanente, sin preguntas, sin cuestionamientos al que o al cómo, solamente siguiendo sus deseos más profundos. Se sirvió un café cuando sonó su teléfono.

–Hola.
–Buenos días Adán – saludó la voz del otro lado – me alegra encontrarte, quisiera tener una reunión de trabajo contigo.

La persona claramente sabía quién era él, pero no le sonaba familiar.

–No sé si tenga tiempo hoy, pero si me das tus datos puedo  ver mi agenda y revisarlo.
–Excelente respuesta; mi nombre es Bernarda Solar, soy la dueña de la galería de arte Cielo, y quiero tener la reunión contigo porque me interesa que trabajemos juntos.

Cielo, la galería en donde estaba la colección de arte que Pilar le había robado a su madre para ofrecerla a la competencia; y Bernarda Solar no solo era la dueña, también era una empresaria muy importante, así que una reunión de trabajo con ella podía ser a lo menos beneficiosa, aunque también un problema. Sonrió.





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La traición de Adán Capítulo 11: La única





Todo se convirtió en un infierno en tan solo pocos segundos. El balazo que había atravesado uno de los dos cuadros provocó miedo y algunos casos de histeria, además de detonar los flashes de los periodistas ávidos de nueva información; Adán reaccionó de inmediato, ordenó al jefe de guardias que se llevara a Carmen al interior de la galería, pero no fue fácil porque ella intentó acercarse a las obras.

– Suéltame.
– Venga conmigo, es por su propia seguridad.

El jefe de guardias se llevó casi arrastrando a la artista al interior de la sala, mientras la confusión y el pánico cundía en el lugar; todo se estaba yendo al diablo, pero no iba a perder el control, así que levantó la voz por sobre el barullo y los sollozos que comenzaban.

– Escúchenme, ha ocurrido un lamentable accidente, pero no hay ningún peligro, no hay heridos. Por favor sigan las instrucciones del equipo de guardias, si cualquiera de ustedes o sus acompañantes necesita asistencia por el stress del momento no dude en pedirla, esta organización corre con cualquier gasto involucrado. Si tienen preguntas pueden hablar conmigo, mi nombre es Adán Valdovinos.

Sus palabras surtieron el efecto deseado y la mayoría de los asistentes a la gala volvieron a su centro, aunque desde luego el nerviosismo continuaba y era evidente que la inauguración ya estaba suspendida. Una dama de la que no recordaba apellido se le acercó temblorosa.

– Muchacho, tengo la garganta seca con este susto, podrías hacer algo.
– Desde luego –respondió tomándole una mano con coqueta dulzura– déjelo todo en mis manos.

La mujer sonrió nerviosa, y Adán le encargó al personal de banquetería que ofrecieran agua mineral, tragos suaves e infusiones frías a discreción, mientras las voces de los periodistas no paraban de insistir. Miró en todas direcciones, Pilar estaba entrando a la galería, los invitados importantes aún permanecían, solo se habían ido unos pocos, ahora el alcohol y la curiosidad habían reemplazado al miedo anterior y eso podía ser aún más peligroso. El jefe de los guardias volvió.

– Una asistente de enfermería y la hija están con Carmen –le comentó en voz baja– voy a hablar con la policía, ya me avisaron que vienen en camino.
– De acuerdo, manténgame informado de todo.

La expectación era total, y sin más alternativas por el momento, Adán se acercó al espacio reservado para los medios especializados en arte que de pronto se habían vuelto caza recompensas de la crónica roja.

– Señor. ¿Tiene alguna idea de lo ocurrido, que piensa de este atentado?

Ahora ya era un atentado, así que si sería la noticia del día después de todo.

– Lo que ha ocurrido ha sido un accidente –explicó con total convicción– nuestro equipo de seguridad ya confirmó esta información.
– ¿No le parece extraño este hecho en la noche inaugural de la galería de arte?
– Los accidentes ocurren inesperadamente, por eso son accidentes –respondió con convicción– ustedes han visto noticias igual que yo de personas heridas o muertas por mala manipulación de elementos peligrosos, lo importante aquí es que no hay personas heridas, los daños estructurales son irrelevantes, de hecho la obra dañada es una réplica que teníamos proyectado mostrar al público como parte del tema central de la exposición.
– ¿A qué replica se refiere?
– A una pintura histórica, pero comprenderán que no puedo revelar de que obra se trata por una cuestión de sentido común. Nos pondremos en contacto con ustedes para informar de la nueva fecha de inauguración de la galería.

Dio las gracias y se alejó, dispuesto a tranquilizar a cada asistente respondiendo preguntas y entregando palabras de apoyo.
Micaela miró fijamente a Esteban.

– Creo que te cobro las cervezas.
– Tienes razón, vámonos de aquí, parece que ya terminó el espectáculo.

Poco después estaban en un bar, donde todos los miraban de arriba a abajo desde la entrada.

– Somos demasiado sexys para este lugar.
– Parecemos un par de lunáticos –comentó ella– vestidos de gala pidiendo unas cervezas y aquí. En todo caso me alegro.

Lo dijo con auténtico sentimiento, pero se arrepintió al instante, solo que demasiado tarde.

– ¿Por qué lo dices?
– Porque no me gustan éstas cosas, no es mi estilo estar vestida así, maquillada y todo.
– Te ves muy bien.
– Pero lo que ves esta encima de mí, no soy yo. Si quieres saber quién soy, pues soy la que viste en el departamento, relajada, con el pelo suelto, ropa cómoda y una buena charla, no ésta.
– Pero igual pudiste haber ido de otra manera.
– No lo hice porque esto –se señaló a si misma– es lo que hago para burlarme del mundo que cree que una mujer es solo bonita si se cree una modelo. Yo les digo ''aquí tienen lo que quieren, pero a mi jamás''

Esteban bebió de su enorme vaso.

– No lo había pensado de esa forma pero quizás es algo parecido a lo que siento yo cuando estoy de trabajo; no me gusta el traje ni eso, no soy mejor por mi corbata pero por Dios que me siento bien cuando estoy en mi estilo. ¿Oye y te gusta la música? Va a haber un concierto de Replicantes, podrías ir conmigo.

Y le gustaba el rock. Solo le faltaba ser mujer para haber sido el partido perfecto. Micaela sonrió.

– ¿Y quedan entradas?
– Si, a mí sí.
– No te entiendo.
– Mi primo trabaja en una disquería especializada y tiene algunas así que si te animas...
– No me gusta tanto Replicantes, pero es buena idea escuchar una o dos guitarras. Y ya vamos en la tercera cita, no puedo creerlo.

El rió alegremente.

– No te alarmes, ya te dije que no estoy tratando de conquistarte.

Adán entró en el taller donde Pilar intentaba sin éxito calmar a Carmen.

–¡Quiero ir allá ahora!
– Mamá por favor cálmate...
– Por favor mantengamos la calma.

Las palabras de Adán surtieron el efecto deseado, y Carmen se contuvo, aunque aún parecía bestia enjaulada.

– Los asistentes están trayendo los cuadros y tengo al jefe de guardias entendiéndose con la policía; ya di una primera declaración, luego veremos cómo proceder.

Finalmente los dos cuadros fueron traídos, y la artista descubrió la obra que había sido violentada: era la segunda de ellas.

–Maldita sea, estoy arruinada, estoy arruinada, no sé qué es lo que voy a hacer ahora.

Adán miró la imagen y comprobó que la tela había sido desgarrada en varias direcciones por causa del disparo. Estaba destruida. Pilar vio la imagen y algo en esa deformada ilustración le evocó algo, pero en el momento no supo detectar que era.

– ¿No puedes exponer sin esta obra?

Carmen no respondió. Estaba como loca, paseando de un lado a otro sin quitar la vista de la destruida imagen, hasta que de pronto se quedó quieta; Pilar temió una recaída, pero al oírla hablar de nuevo confirmo que estaba en perfectas condiciones, al menos físicas.

–La inauguración de la galería se suspende hasta que pueda restaurar esta obra. Ahora salgan de aquí, necesito trabajar.
–Pero...
– ¡Salgan de aquí!

Ambos salieron del taller. Carmen estaba herida, su orgullo estaba severamente dañado y necesitaba rearmarse, refugiándose en lo único que podía llenarla. Extrañamente Pilar se mostró más ofendida que preocupada, y en silencio salió del lugar. Adán apuntó ese comportamiento, y el mismo se quedó en silencio en la galería, enfrentando un enorme contratiempo en desarrollo en la noche en que debería haber comenzado su triunfo.
Eva San Román y Bernardo Cienfuegos iban a bordo de un taxi de vuelta al hotel Eiffel; ella había tomado nota de todo lo ocurrido, sobre todo del hombre que había manejado el escándalo, pero él estaba bastante molesto.

– Es increíble hacernos perder el tiempo de esta manera, y además exponer a la asistencia, pudo haber sido algo grave.
– El anfitrión dijo que había sido un accidente.
– Ja, esas cosas no ocurren así nada más, es mucha coincidencia que en el momento de la inauguración pase algo así.

Eva notaba algo más en sus palabras; tal vez esa artista tenía historia no oficial en ese país.

– ¿Qué tratas de decir?
– Los artistas son personas hormonales, seguro hay un lío de hombres o de egos y alguien hizo ese atentado por algo así, ya verás que se termina descubriendo algo parecido.

Era desagradable cuando se volvía tan elocuente, pero podría tener razón. De cualquier modo, pensó Eva, no pasaba de ser una anécdota sin importancia, no había ningún motivo para pensar que esa frustrada gala o sus asistentes terminaran por tener algo que ver con ella.
Adán entró en el taller pasada la media noche, y se había esperado encontrar a Carmen devastada o durmiendo, pero el escenario que se encontró fue totalmente distinto: había lienzos garrapateados por el suelo, paletas de pintura, y Carmen como protagonista de ese desorden, con pinceles en mano frente a los dos cuadros, el inmaculado original junto a la destruida replica; el efecto mágico e hipnótico de las obras había desaparecido, y en un tercer atril junto a los otros dos, quedo claro cuál era el motivo de toda esa desesperación: la pintora trataba de hacer un nuevo cuadro como el segundo.

– Carmen, debes descansar.
– No estoy cansada, tengo muchísimo que hacer.

Sus palabras no estaban surtiendo efecto y eso ya era preocupante. Adán optó por acercarse más y usar su poder de convencimiento.

– Podrás trabajar mucho mejor cuando hayas dormido y descansado un poco.
– No tengo sueño.
– Pero necesitas descansar.

Cuando la artista se volteó hacia él, había en su rostro una expresión ida, que demostraba que en ese mismo momento no estaba viéndolo.

– No necesito descansar. Necesito rehacer esta obra, o que Bastián esté aquí para volver a hacerla. No es imposible, es solo que no tengo la imagen original, tendré que empezar desde cero.

Se volteó y regresó a su lienzo y sus colores, de modo que Adán decidió salir de ahí. Genial, ahora Carmen estaba en trance, y conociéndola, estaría así hasta que  lograra pintar el famoso cuadro. Dio unos pasos por la sala de exposiciones a medio iluminar, donde  el resto de los cuadros permanecían cubiertos por telas, pobres fantasmas abandonados a su suerte, tan solo espíritus creados en función de otro, dejados allí o en el olvido hasta que la cabeza de ese ser fuera reconstruida, que noche tan sorpresiva, que jornada tan extraña.
Adán iba a salir de la galería a dar una vuelta, cuando recordó que existía la posibilidad de encontrar algún indicio, porque lo que tenía claro es que el disparo no había sido accidental, era a propósito y solo le quedaban dos asuntos al respecto, uno de ellos descubrir quien había sido, el otro saber si de verdad el cuadro era el objetivo inicial.

– Como no lo recordé antes...

Fue a la recepción e ingresó al sistema de  seguridad, orientado exclusivamente al interior de la construcción ya que ahí es donde estaban los objetos de mayor valor. No podía modificar la orientación de las cámaras sin que se supiera, pero hacía un tiempo había cambiado de sitio un espejo en la recepción, de modo que quedó ubicado estratégicamente y permitía ver parte del exterior, que era donde se había realizado la única parte del evento que se consumó; comenzó  a pasar el registro a velocidad más rápida, esperando el milagro de ver un objetivo cumplido con facilidad, pero el rango de visión que permitía el espejo era reducido y las posibilidades también; terminó de ver pasar el registro sin haber encontrado nada que llamara su atención, y algo frustrado iba a apagar los sistemas cuando algo totalmente diferente despertó todo su interés. Dentro de los últimos segundos de grabación durante la fallida gala, mientras aún quedaban personas nerviosas despidiéndose, apareció frente al lente una mujer, pero no era una mujer común y corriente, eso se podía ver incluso a través del reflejo y la fría grabación; no se trataba de algo puramente físico, porque eso se puede ver habitualmente, tenía una figura proporcionada y esbelta, transmitía seguridad en sus gestos, era hermosa, de rasgos perfectamente delineados, ojos de mirada decidida y directa, pero había algo más que se podía ver en ella, se trataba de una energía, un aura en torno a su persona que la hacía única. Adán jamás había sentido fascinación por nada, quizás por el efecto irreal de los dos cuadros, pero esa noche, por primera vez en su vida, sintió que todo el resto del mundo se borró, y solo quedó  mirándola a ella, deseando haber estado físicamente ahí, sabiendo de antemano que solo verla sería un espectáculo para los sentidos, anticipando la maravilla de su compañía. Necesitó entonces conocerla, necesitó por sobre todas las cosas hablar con ella, y se sintió atraído por una fuerza magnética incomparable, que por primera vez lo hacía ver solamente una cosa, una persona, esa desconocida que a partir de ese momento ya era parte de su vida. Los segundos de grabación pasaron con tremenda rapidez, y luego su imagen se esfumó del reflejo, dejando al hombre totalmente deslumbrado ante esa aparición. Necesitaba conocerla, pero si estaba en la gala debía ser parte de la  lista de invitados, de modo que no sería difícil dar con ella. Veinte minutos después había podido localizarla, se llamaba Eva San Román, y el tipo que salía al lado de ella era el hijo del dueño de la constructora Del mar y Alzarrieta, por lo que era muy probable que ella fuera una importante ejecutiva de esa empresa, con la que coincidentemente estaban relacionados porque esa constructora era la dueña de las instalaciones de la galería. Al día siguiente a primera hora haría una visita al edificio de esa familia.
A la mañana siguiente Pilar despertó cansada, aunque no tenía sueño; en realidad todo era por lo que había pasado la noche anterior, y no se refería a  la forma en que le habían arruinado la inauguración a su madre, sino por la actitud de ella, y por lo visto no importaba cuanto tiempo pasara, siempre iba a ser lo mismo. Desde niña siempre se supo en segundo lugar, desplazada, porque su madre, la artista, tenía algo más importante que hacer, porque el arte era perfecto y lo único a quien se le debía dedicar toda la atención.
Esto provocó que Pilar se obsesionara con su madre, y desde entonces vivió en función de eso, de lograr captar la atención que le había sido negada, y todo tenía que ver con lo mismo, con conseguir destacar en algo que le diera la atención de su madre; y cuando creyó estar consiguiéndolo, sucedió la desgracia de hacía ocho meses, pero lo más doloroso de todo fue que,  a fin de cuentas, la ira de su madre no era ni por la supuesta acción de su hija,  sino por el daño que su maravillosa obra sufriera, por perjudicar su carrera y  su futuro. A veces Pilar se preguntaba que era en realidad lo que Carmen Basaure quería en la vida, cuál era su real objetivo en todo eso, y en muchas ocasiones la respuesta que aparecía en su mente era que ella en resumidas cuentas lo que ansiaba ver en sus obras era a ella misma admirándose continuamente.
Adán entró en el edificio de la constructora Del mar y Alzarrieta, que como buen ejemplo de la ocupación de la familia era moderno y atrevido, con un diseño que aparentaba estar inclinado y con paneles internos a la vista. Ya tenía concertada una cita con el  Gerente de proyectos nuevos, que extrañamente se mostró muy solícito a la hora de recibirlo. Se saludaron escuetamente, en una oficina que claramente estaba pensada para impresionar con las medallas de deportes y títulos del ejército que Bernardo Céspedes había conseguido. Adán se sentó frente a su escritorio como si ocupara un trono.

–Usted me leyó el pensamiento – le dijo de entrada, con aire superior – precisamente iba a buscar a alguien que tenga respuestas sobre lo que ocurrió ayer, estamos muy descontentos.

Así que no era el único que adelantaba trabajo, pero Adán no se dejaba impresionar fácilmente.

–Nosotros estamos muy angustiados, Carmen y yo decidimos suspender cualquier evento hasta que nuestro equipo de investigación resuelva esta situación.

El otro disimuló lo mejor que pudo una mueca de desprecio.

– ¿Cuál es el cargo que tiene?
–Soy asesor artístico de Carmen  y administrador de la galería de arte.

Céspedes frunció  el ceño. Por lo visto esperaba pisotearlo, pero no sería fácil.

–En esta constructora no nos gusta estar involucrados en escándalos de ningún tipo, por lo que se imaginará que no estamos satisfechos con esto.
–Me decía que querían contactar conmigo, debe haber algún motivo en especial.
–Si lo hay, y es que necesitamos separarnos de este tipo de escándalos.

¨Quiere cancelar el contrato con la galería¨

–Imagino que si, por eso es que vine a ofrecerle un trato que puede ser muy beneficioso.

El otro lo miró con desdén, seguro que no estaba acostumbrado a dejarse superar por nadie.

– ¿De qué se trata?
– La constructora Del mar y Alzarrieta tiene un perfil bastante bajo en el mercado, por lo que se caracteriza por realizar gestiones de manera silenciosa y lo que menos quiero es hacer algo que les perjudique –estaba usando estratégicamente las palabras– así que les propongo traspasar el edificio de la galería a una sociedad neutral que la maneje, así el nombre de Del mar y Alzarrieta no sufriría percance.

Céspedes frunció el ceño.

– Alguien le disparó a mi edificio en medio de una ceremonia, difícilmente alguien querría adquirirla actualmente, y por lo demás no nos reporta ninguna ganancia traspasar la galería cuando es más beneficioso terminar el contrato.

Era del tipo que acostumbra hablar mucho más de lo que en realidad pretende hacer, típica costumbre de militar que grita a sus subalternos aunque sean sus amigos.

– Por eso es que pretendo que la galería sea traspasada a una sociedad neutral, es un trámite administrativo que quita de circulación el nombre de ustedes pero los deja como dueños, aunque de manera momentánea.
– ¿Qué quiere decir con momentánea?
– Es el negocio de separarse de la galería, al menos en términos nominativos –explicó con total confianza – una vez que el tramite sea realizado, la galería seguirá generando ganancias como hasta ahora, solo que ustedes podrán tener ganancias de tres formas simultáneas, como dueños de la sociedad neutral, de manera oficial como accionista y además como accionista de algunas de las obras en exposición de la galería; en esta propuesta hay solo ganancias.

Céspedes se quedó en silencio unos momentos analizando la situación; Adán sabía que la práctica de ofrecer alguna obra para que tenga accionistas era atractiva, porque significaba un dinero extra de manera permanente y que venía de las exposiciones pagadas a las que Carmen siempre era invitada. Resultaba un negocio atractivo aunque a Bernardo le resultara desagradable el tipo, pero tenía algunas sospechas de él, así que necesitaba a alguien a cargo de sus acciones.

– Puede ser una buena idea, pero para hacer algo así necesito encargarle esta tarea a alguien de mi total confianza. Y tengo a la persona indicada para eso.

Llamó a través del interno de su teléfono de escritorio, y a los pocos momentos se abrió la puerta de la oficina. Bernardo se levantó hinchado de orgullo.

– Le presento a mi Gerente de proyectos Eva San Román.





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La traición de Adán Capítulo 10: Presentación





Lo primero que hizo Carmen la noche anterior a la inauguración fue ir a la galería, donde como esperaba, encontró aun a Adán, aunque era el único pues había despachado a todo el personal.

– Adán, quiero ver el cuadro.

Ahí estaba la gran oportunidad, el momento perfecto en que el hombre daría el golpe indicado. Se había preparado para esa instancia y como siempre sabía muy bien qué decir.

– Carmen, hay algo más importante que debes ver; conseguí el segundo cuadro.

La artista asintió con cautela.

– Eso me tranquiliza momentáneamente, pero no ayuda con la amenaza que significa Bastián Donoso ahora mismo.
– Lo sé, pero algo me dice que no tendremos ningún escándalo o ya habría pasado algo. De todos modos eso aún no es lo más importante, descubrí algo que es lo primordial.

Caminaron juntos al taller, desde donde el hombre extrajo los dos cuadros escondidos, pero los mantuvo cubiertos aún.

– Necesito saber si estás totalmente repuesta de lo que te pasó.
– Claro que sí. ¿No me ves?  Fue un malestar nada más, estaba ansiosa y preocupada cuando estabas fuera y comencé a maldecir y protestar, me sentía abrumada y supongo que me subió la presión, pero eso es todo.
– De acuerdo, porque necesito que estés bien para lo que vas a ver, descubrí algo importante para ti.
– No le des más vueltas.

Estaba como de costumbre. Adán celebró la buena salud de la artista, pero tenía claro que lo que pasara de ahí en adelante sería dado en gran parte por el azar, todo dependía de la reacción de Carmen. Ya no podía esperar más, así que dispuso los cuadros en el ángulo perfecto, los descubrió, y se ubicó a un lado de ellos para que ella pudiera verlos en toda su magnitud.

– Oh...

La artista emitió una ahogada exclamación, pero se quedó inmóvil sentada en el taburete a dos metros de distancia de las obras, muda de admiración ante el efecto. Adán estaba concentrado en su reacción, pero no pudo evitar desviar la mirada hacia lo que estaba viendo. Al colocar las pinturas una al lado de la otra en cierto ángulo, la conjunción de formas y colores engañaban a la vista, haciendo que la obra cobrara vida; en la imagen seguía estando el hombre perfecto, separándose de las raíces de la Tierra y elevándose hacia un cielo magnifico, repleto de colores y formas que evocaban la paz y la armonía eternas, y con la presencia de ambas pinturas, cada milímetro de tela se veía no solo en relieve, sino que además en movimiento, haciendo que el espectador viera un cuadro vivo, donde las nubes en el cielo tenían una textura que casi podía tocarse, las hojas de las plantas se mecían suavemente, y parecía que la turgente piel del hombre casi podía tocarse. La creación de la tecnología mostraba imágenes en tercera dimensión con muchos avances, mientras que la mano humana y los colores reales habían dado origen a una maravilla que jamás dejaría de impresionar, tal era el encanto hipnótico de El regreso al paraíso.

– Adán –exclamó Carmen con un hilo de voz– esto es... impresionante.

Adán guardó silencio.

– Yo... nunca creí que lo vería hecho realidad...

¿Qué? Adán se quedó de una pieza. ¨ Hecho realidad¨ no era lo que esperaba oír.

– No te entiendo Carmen.

Ella se puso de pie, auténticamente maravillada, y por primera vez desde que la conocía, Adán tuvo la oportunidad de ver a la verdadera Carmen Basaure, sin arrebatos de ira, sin magnificencias, sin artilugios, y así, era como una niña pequeña, en cuyos ojos se veía con claridad la impresión y la fantasía.

– Tenías razón en lo que me dijiste Adán, esto es mucho más grande que el Regreso al paraíso, es la culminación de todo lo que siempre he buscado; Bastián no pretendió chantajearme, esto es un regalo.

Nada de eso tenía sentido. Adán decidió tomar el camino más directo.

– Sigo sin entender, dime de que estás hablando.
– El Regreso al paraíso es la obra de mi vida Adán, te lo dije desde un principio, es el motivo por el que he hecho todo en mi vida. En la época en que me involucré con Bastián estaba en pleno proceso artístico, tratando de descubrir mi verdadero norte y propósito; así fue como logré dar con la idea que compartí con él, y luego de eso dediqué años a tratar de plasmar mis ideas en el lienzo, pero siempre hubo algo más, la necesidad de llegar a un nuevo nivel; sentía frustración porque las obras de arte son tan relativas como el público que las ve, y quería conseguir un efecto único, algo que perdurara más allá de las personas o los puntos de vista. Hablé tanto con ese hombre –siguió con auténtica añoranza– que llegué a pensar que él debía ser el protagonista de mi obra y quien me ayudaría a terminarla, pero al final no fue así, y me dediqué a terminar la pintura sin creer que lograría esto, desgasté pinceles y lienzos sin fin y nunca lo logré, pero ese hombre hizo la otra mitad de mi obra, y consiguió esto, un nivel de detalle tan perfecto como el enfoque, como si mis pensamientos guiaran su mano. Adán, esto es lo que siempre quise, una obra viva, y por fin la tengo frente a mí, por fin tengo una imagen que no puede olvidarse.

Después de su declamación reaccionó y volvió a su centro, a ser la misma de siempre.

– Sé que tienes ambiciones Adán, lo entiendo y lo valoro, por eso es que quiero recompensarte por tu apoyo, por lo que has hecho por mí, y por traerme esta maravilla.
– Carmen, yo no...
– No, es lo justo. No puedes seguir siendo solo un asistente, siempre has estado por sobre eso, ahora mucho más. Voy a aprovechar la inauguración para presentarte como mi asesor artístico.

Esa vez el hombre no disimuló la sorpresa al escuchar las palabras de la pintora. Ser asesor artístico de alguien era llegar a otro nivel, volverse realmente mucho más que un asistente, porque como muy bien lo sabía, en el mundo del arte un asesor era la persona que llevaba la agenda y los tiempos, la única persona válida para conectar el atribulado espíritu del artista con el mundo exterior y ayudarle a plasmar sus ideas al tiempo que hacía que el común de la gente pudiera conectar con el resultado de su obra.

– No sé qué decirte Carmen, es un honor lo que me ofreces. Te lo agradezco mucho.
– No tienes que agradecerlo –replicó ella– es lo que te mereces, además te abre el campo laboral porque mucha gente querrá trabajar contigo. Lo único que te pido a cambio es que mantengas el secreto del origen del segundo cuadro.

Adán se mostraba verdaderamente sorprendido y agradecido. Fantástico.

– Nadie nunca lo sabrá.
– Excelente, entonces creo que tendrás que mandar a imprimir tarjetas de presentación. Ahora hay que disponer todo, tú encárgate de los últimos detalles, yo debo hacer algo.
– ¿Qué?
– Descubrir la frecuencia exacta de los cuadros. Para poder repetirlo.

La última jornada  antes de la inauguración  de la galería pasó en total calma, entre algo similar a letargo previo a acontecimientos importantes, y Pilar no sabía si se trataba de la calma antes de la tormenta. Estaba recluida en el hotel donde se había hospedado, arreglándose para estar presentable ante el evento, pero recordó que tenía que hablar con Adán para evitar que hiciera de su presencia un espectáculo, iría porque en realidad ansiaba estar presente, pero de ningún modo pretendía figurar allí ante las cámaras y los medios. Optó por un sencillo vestido negro con cuello alto con transparencias, largo hasta la rodilla, tacones a juego, el cabello recogido con elegancia y accesorios mínimos. Ya daban las seis de la tarde, faltaba muy poco.
Todo estaba dispuesto para la flamante inauguración de la galería de arte, los medios especializados estaban citados a las siete y media, el público a las siete cuarenta y cinco, por lo que a las siete en punto Adán ya tenía todo dispuesto. Estaba vestido con un hermoso traje negro de diseñador, con elegantes líneas grises que resaltaban su porte, colleras de plata y un osado arete de diamante que le daba un toque moderno; estaba seguro de su aspecto, sabía la impresión que iba a causar en todos a su alrededor, y esa noche más que cualquier otra tenía que destacar, ser el complemento perfecto para la galería y verse como el asesor artístico que desde el día anterior era. Tenía todo organizado, el personal de banquetera estaba dispuesto, el taller cerrado, la colección de arte dispuesta con perfección milimétrica en el gran salón, cada obra cubierta aún por sedas, y la terraza previa a la galería acordonada y con guardias, con el podio con micrófono listo y el sitial de honor para la obra máxima también dispuesto, listo para maravillar a todos, aunque los dos cuadros se quedarían aun en el taller bajo llave hasta el último instante. Ya era la hora.

– ¿Y cómo me veo?
– Cielos, pareces una estrella de cine.

Esteban no disimuló su sorpresa y encanto al ver a Micaela vestida para el evento; a ella en realidad no le gustaba el estilo modelito,  pero cuando tenía un evento de gala salía su lado perverso y se convertía en otra, solo para tentar a los hombres que jamás podrían tenerla y para provocar envidia en las mujeres, y era una estupenda terapia. Esteban por su parte no desmerecía, estaba de un azul eléctrico impresionante, sin corbata y ensenando el pecho fibroso como si de un galán latino se tratase, algo muy osado pero totalmente en su estilo y acorde con el evento.

– Tú estás muy guapo.
– Gracias. Y si ya estás lista, nos vamos.
– Por supuesto que no estoy lista –sonrió ella– nunca estoy lista a la hora, tengo que repasar mi brillo de labios y tomar mi carterita.

Los dos rieron.
En tanto, Eva San Román estaba lista para ir al evento al que estaba invitada. Era una mujer de 24 años, de figura impresionante en todo sentido, esbelta, de miembros marcados por el ejercicio aunque fina y elegante de movimientos, de cabello castaño largo hasta más abajo de los hombros, con movimiento y estilo, rostro proporcionado y hermoso, brillantes ojos color miel y actitud segura de sí misma. Había estado el último tiempo fuera del país terminando su perfeccionamiento en ciencias de negocios, la que había terminado como sobresaliente, y ahora volvía para hacerse cargo de un puesto importante en la Constructora Del mar y Alzarrieta, como encargada integral del servicio; por azares del tránsito aéreo llego al país a media tarde, con el tiempo justo para arreglarse y asistir a una gala artística por la inauguración de una galería de arte. Ya había terminado con el atuendo, un estilo sencillo en un vestido largo en tonos verdes, un regalo de un diseñador amigo, aretes de brillantes, una pulsera a juego, y estaba revisando su carterita de mano cuando tocaron al timbre de la habitación de su hotel. Era Bernardo Céspedes, hijo del dueño de la empresa en donde iba a comenzar labores, anfitrión en su llegada al país y gerente de proyectos nuevos, un hombre joven de aspecto rígido y militar, muy fuerte y grande.

– Buenas noches Eva.
– Gracias por venir a buscarme –respondió ella acercándose a la puerta– ahora salgamos para llegar a tiempo.

Ya le había parecido que él se volvía más rígido en su compañía, y notablemente más escueto, pero ya no la sorprendían esas actitudes; en la universidad siempre era lo mismo, hasta con los profesores, e incluso sus amigas la criticaban por no sacar provecho de ello; era verdad que en algunas ocasiones lo hacía, pero por regla general quería lograr las cosas en base a su capacidad.

Un presentador estaba amenizando la jornada, entregando a los medios de prensa algunos datos de la trayectoria de Carmen Basaure, mientras los invitados que estaban llegando eran recibidos por copas de licor y aperitivos, junto a delicadas réplicas en miniatura de diferentes obras de la pintora; Adán deambulaba de un lado a otro con gracia y estilo, saludando a todo mundo, haciendo comentarios ante lo que le decían todos, prestando atención a cada detalle del entorno y la realización mientras demostraba interés por todos los invitados que no le quitaban los ojos de encima, especialmente las mujeres. Sabía que Carmen y los espectaculares dos cuadros le quitarían protagonismo, pero solo para resaltarlo aún más cuando la artista diera públicamente los habituales parabienes y felicitaciones, destacándolo como su asesor artístico. Las cosas estaban dando nuevamente un giro, ahora en su favor, y solo faltaba que la autora y su misteriosa obra cumbre se presentaran. Divisó en un costado a Pilar, dispuesta a pasar desapercibida como se lo había propuesto, a varios funcionarios de Gobierno, empresarios, damas de alta sociedad, una exquisita mezcla para sus proyectos, alrededor de doscientas personas seleccionadas con pinzas para provocar y para conseguir impacto en distintas esferas, de modo que al día siguiente fuera el tema obligado en los lugares importantes. Carmen apareció por un costado de los telones de fondo dispuestos para la ocasión, vestida con una túnica bordada a mano y traída directamente de Senegal, con finísimos decorados en hilos dorados que dibujaban sobre un fondo azul un cielo estrellado, traje ideal para la jornada. El presentador la anunció, hubo un respetable y sobrio aplauso, y en seguida el propio Adán se escabulló por un costado junto a dos trabajadores. Les ordenó a los dos hombres que tomaran los dos atriles cubiertos con seda desde el taller, y con ciudado los llevaron al frente de la galería, para ubicarlos delante del telón de fondo y poder exhibirlos.

– Les agradezco la espera  –comentó cordialmente el presentador – ahora quiero hablarles un poco del presente de nuestra anfitriona, de nuestra amiga Carmen Basaure.

Carmen y Adán quedaron a un costado, a distancia prudente de los fotógrafos, mientras las miradas comenzaban a centrarse en las dos obras cubiertas de seda.
Y en ese momento la paz de la noche fue fulminada por un estruendo que cambió todo.
Un disparo venido de un punto ciego atravesó una de las dos obras, terminando por impactar contra los muros de la galería. Algunas mujeres soltaron gritos de miedo.



Próximo episodio: La única